s.XX - Últimas tendencias - Enrique Falcón: 4 tesis de mayo, 2004


Este texto empezó a escribirse tras una intervención pública en Estados Unidos (Hispanic Lecture Series, University of North Florida, abril de 2004), tomó cuerpo el 1º de mayo en Valencia, se contrastó en Alicante (Jornadas de Literatura Comparada “El imaginario creativo del siglo XXI”, del 4 de mayo) y se compartió finalmente durante una lectura pública en la ciudad de La Laguna (Tenerife, 21 de mayo de 2004).
: desordenar la vida (en la intemperie compartida del mundo), hacer visible lo ninguneado y apurar el tiempo de las acogidas : acompañar tantas opciones —personales, colectivamente organizadas, removiéndose en red— por la resistencia : bajar al temblor de dentro en el encuentro con los otros : renombrar el mundo allí donde la herida, allí donde estalle la vida que resiste : incluir la distorsión de la lengua en un proyecto de escritura que ponga en conflicto nuestras relaciones simbólicas y políticas con el reino de los asesinos, el de —también— los usurpadores del lenguaje : reconocer insuficiente la viabilidad de la protesta a partir de sólo los contenidos : y (contra todo descanso) : pronunciar “nosotros” —para el cautiverio y la esperanza— en una lengua que no sea la materna.

Las lógicas del etiquetado parecen funcionar tanto en las operaciones del mercado de bienes y servicios como en las de lo literario. No voy tanto a meterme ahora con todo esto como en recordar apenas la cantidad de etiquetas que durante este tiempo se han ido costrando en mi pobre poesía —la viejita y la canalla— y en cuyo mercadeo de términos confieso que también yo he caído en alguna que otra ocasión.

Hace unas semanas una persona de la comunidad hispana de Jacksonville, en EEUU, me llamaba “poeta antiglobalización” tras haber escuchado por primera vez mis versos. En agosto del 99 y para cierta antología, Manuel Rico acuñó —creo que por primera vez— el término de poesía “de la conciencia crítica” (y “de insurrección del lenguaje”, además) al aplicarlo a mi trabajo y a la de un compañero canalla en tantas lides. Un año antes fui uno de los llamados “poetas feroces” que Correyero incluyó en su antología “de poesía radical, marginal y heterodoxa”. Y a los cinco años ya me convirtieron la escritura en “poesía de la resistencia”. Lo de “poesía social” me lo he tenido que oír más de quince veces, y otras tantas su eterna e insistente actualización de “nueva poesía social”. Y el colmo se lo lleva Luis Antonio de Villena, que en el prólogo a su Lógica de Orfeo nos adscribe a unos cuantos a una supuesta “neopoesía social” en lo que me imagino debió de ser un gracioso error de imprenta.

Reconozco que en ninguna de estas etiquetas (sólo son eso, y no debería darles más importancia de la que en poco tendrán) ni me siento a gusto ni siquiera a mis anchas. Y en las pocas veces pocas que releo mis poemas me pasa en enteros hasta casi lo mismo. Por “poesía de la conciencia” ya se entiende otra cosa mucho más restrictiva aunque muy necesaria (pero no es tanto conciencia lo que necesitamos, como esperanza). No acabo de entender qué poesía no es de verdad “social”, independientemente del proceso de politización con que quiera recibirse. Lo de “poeta feroz” me viene más que a ropa grande, y eso bien lo saben quienes bien me conocen. Lo que sea “resistencia” o “radical”, poco lo veo en la literatura de mi tiempo y más en la fidelidad constante, a pie de calle, de las organizaciones sociales y políticas con las que he tenido el lujazo de encontrarme. Y si acaso he llegado a sentirme a gusto con algo que me sirviera para describir, presentar o (sobre todo) disimular lo que temblorosamente escribo, lo he hecho con etiquetas del tipo “poesía del conflicto” o “poesía crítica” (ambos términos los robé, por cierto, en las muchas discusiones cómplices entre mis compañeros/as los unionistas).

En cualquier caso —y esto es lo que más me interesa para esta mesa de hoy—, me suele dar la sensación de que, cuando alguien me viene con algún poema mío y con eso de la poesía social (o concienzuda, o radical, o conflictiva, o resistente…), se me acerca también con una carga de —por lo menos— cuatro presupuestos de los que en seguida no me cabe más remedio que desdecirme. Porque van cargadas las palabras y casi siempre tienen dueño.

Estas cuatro ideas prejuiciadas (me imagino que por causa del sistema educativo y de las inercias del canon en la tradición peninsular) parecen venir a decir que este tipo de poesía ha de ser —más o menos, y con distintas intensidades o matices— [1] ajena de lo íntimo (sic) a causa de su voluntad colectiva (sic también), [2] ha de estar dirigida a los pobres (sic) y a las víctimas de un sistema en verdad injusto, [3] ha de ser realista (sic) y hasta casi transparente, y [4] ha de perseguir un cambio significativo (sic) en las estructuras sociales y políticas de su tiempo.

Sabiendo que —en literatura— las posibilidades son muchas, y en tantas ocasiones hasta complementarias por sus diferencias, me da ahora por mirar el tipo de poesía por el que particularmente yo he querido caminar (os juro que, por encima de todo, a ciegas) y me animo a contradecir —con las siguientes cuatro tesis respectivas— esos cuatro presupuestos.

*****************

1ª tesis:
Este tipo de poesía no es ajena a lo íntimo.

Seguramente una de las más eficaces operaciones del discurso neoliberal (el que mantiene a los ricos pocos en la defensiva, a sus representantes menos en posición de ataque, y a los pobres muchos en las cunetas de la historia) sea la terrible separación con que ha marcado lo público y lo privado. Extirpados de nuestra ciudadanía práctica, alejados de la plaza pública las más de las veces, nos hemos convertido —bajo el signo de la pacificación— en consumidores miedosos para quienes participar en un sindicato, una asociación ciudadana o una organización de base parece más que menos una reliquia histórica o, en el mejor de los casos, algo que delegar sobre las administraciones políticas. La Asociación de Vecinos en la que trabajo hizo suya por el contrario la idea (que de Porto Alegre viene, y de los foros sociales de la resistencia) de que nada de lo que nos afecte se debería hacer sin nuestra participación, precisamente porque “nada humano me es ajeno”. Pasa en poesía lo que también nos ocurre en nuestro ser con otros.

Siempre me he preguntado por qué el hambre no es una recurrencia al menos temática en nuestras literaturas, cuando es la única recurrencia existencial —la única “experiencia”— de tantos millones de hombres. Siempre he sospechado de esos poetas que circunscriben los “verdaderos” temas “eternos” de la poesía (generalmente la suya propia, por lo demás) a sólo cinco aspectos de nuestra vida: el amor erótico, la soledad irreductible, el paso del tiempo, el envejecimiento nostálgico y la muerte (casi siempre muerte-por-muerte-natural), temas que —sea dicho aparte— me interesan, y os digo que mucho y que no sólo en poesía. Vinieron los usurpadores del lenguaje y los gestores del miedo y nos separaron lo público de lo privado: ciudadanos y poetas se nos colaron, en gran parte, por el lado de las exclusivas experiencias privadas. Para la mayor parte de los vecinos del barrio en el que vivo son más influyentes y cotidianos los procesos de deslocalización empresarial que los efectos embriagadores de la luna eterna que cantan los poetas. Y yo no acabo de entender por qué uno no habla de sí mismo —de su íntima humanidad y con otros tantos compartida— cuando habla del Fondo Monetario Internacional, de las matanzas en Irak, de lo que está pasando en las periferias de las ciudades españolas, o de la política de Shell en el delta del Níger. Mientras nuestra suerte común no sea entendida como un asunto también personal, no cabrá un lugar para la esperanza. Y lo que uno escribe a la intemperie del mundo debería dar —¿por qué no?— también cuenta de ello.

La verdad es que, en literatura, no me desagrada nada esa idea de que se nos despiste la mente de la supuesta “materia poética”, porque creo en la necesidad de que seamos permanentemente descentrados y sacados de nuestra inviolable vida privada, no más por poder devolverle a lo personal, a lo íntimo, aquello colectivo y común que nos ha sido arrebatado. Mi maestro Roque Dalton denunciaba la presuposición de que la poesía fuera un “vaso santo” que no debiera mancharse con el imperialismo, la tortura o la miseria cotidiana de los sin voz y los sin rostro. Yo creo que vale la pena (y mucho) que la poesía se nos contamine irremediablemente con ese olor a pies (de realidades supuestamente ajenas tanto a la materia de un poema como a nuestro macdonalizado cuartito íntimo), que la poesía se nos contamine con ese vuelco de mostaza, con el crimen nuestro de todos los días.

LA MARCHA DE 150.000.000
(“Canción de E”, sección XIII)

Y la caña se abría como un ciervo al sol:

En 1989 cayó Ellacuría, ocho asfixias rojas se turnaron
en un beso verde interminable:
al año siguiente se firmó la paz
mi boca se estrió en una glándula de besos
la ciudad —más violenta que nunca, en tiempos de paz
más muertos que cuando la guerra.

Y la caña se abría como un ciervo al sol:

Un hombre encendió su pipa en el 81,
la apagó once años después tras la sed encendida
de Orton Chirwá, muerto en prisión:
al año siguiente un referéndum
forzó en Malawi la apertura del régimen
mis uñas se calmaron en un perfil de espejos
el programa de privatizaciones —más violento que nunca,
en tiempos del amor que cuando la guerra.

Y la caña se abría como un ciervo al sol:

En 1995 a Ken Saro-Wiwa le segaron los labios
en un junco de caídas todavía por cubrir:
tres años después el dolor se llevó al asesino
hubo elecciones democráticas
mi sangre se empapó de peces y maderas
las siguientes elecciones Obasanjo presidente
de la república nigeriana —importantes irregularidades
durante el proceso electoral.

Y la caña se abría como un ciervo al sol:

En el 91 un golpe militar
provocó el exilio de Jean-Betrand Aristide:
tres años después regresó a la zona, hubo elecciones,
resistió a los programas de austeridad exigidos
por los proveedores de fondos internacionales
mi piel se arrastró en un verano espléndido
a veces con los ojos vendados la recién creada
Policía Nacional Haitiana —torturas en las comisarías,
en cinco meses veinte muertos.

Y la caña se abría como un ciervo al sol:

Una mujer indígena ganó el Nobel de la Paz
exiliada en México desde 1981:
dos años después acabó la guerra civil en Guatemala
150.000 muertos, 250.000 huérfanos
mi cabello se estiró por un lazo de estrellas imposibles
dos días después de haber denunciado las responsabilidades del ejército
durante los treinta años que durara la matanza
a golpes mataron a Gerardi —las cosechas de café
perdidas bajo el paso del huracán nel 98.

Y la caña se abría como un ciervo al sol:

Acusado-de-Traición-al-Estado Mandela
cadena perpetua y punta de lanza de la nación:
veintisiete años después fue liberado,
presidente en el 94 de la República Sudafricana
abolió la pena de muerte y el temor de los ojos
mis dedos arrancaron algas al desierto
un fusil de alta velocidad para Shulani, en agosto
Thulani Nzuza abatido a tiros en su cama —20 policías
entrando por la fuerza en su casa de Durbán.

Y la caña se abría como un ciervo al sol:

Era tu cuerpo una estación con mimbres
y un golpe de sal mis aullidos, la raíz del canto:
treinta y cinco años escarbando en tu vientre
una voz a la esperanza y poder así decirte
«en diciembre caerán las ataduras
y el silencio en la boca en la mitad del mundo,
la memoria en cal del sueño de las víctimas»
tu cuerpo como un ciervo tranquilo entre mis muslos
haciéndose semilla con el pan de los otros
—engendrarte, a este lado, siempre—
el olor a la luz que extirpan las mañanas
y el que ofrece un puñado de tierra
la canción de nuestro hijo
a este lado de la piel con que me acerco
en ti puro latido
la voz, raquel, con que te nombro

Y la caña se abría como un ciervo al sol.

7 notas a este poema:

A finales del 89 la guerra civil salvadoreña se recrudeció. La represión del ejército fue brutal y alcanzó a seis jesuitas (Ignacio Ellacuría, entre ellos) y otras dos personas de la UCA. Al poco tiempo, el gobierno y la guerrilla acabarían firmando la paz, poniendo fin a una guerra de once años de duración y 50.000 muertos. Ya en tiempos de “paz”, la violencia en las calles de El Salvador provocaría más muertes que en tiempos de guerra.

En 1992 las manifestaciones antigubernamentales de mayo y la muerte en prisión de Orton Chirwá (dirigente de la oposición detenido desde 1981) forzaron la apertura del régimen de Malawi: el multipartidismo fue aprobado en el referéndum de junio de 1993. En la segunda mitad de la década de los ’90 se aplicó en el país —en un contexto de corrupción política— los programas de privatización impuestos por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Desde 1993 el gobierno militar del general golpista Sani Abacha desplegó en Nigeria una política decidida de represión sobre la oposición política que, entre otras víctimas, segó la vida de Saro-Wiwa, escritor y candidato al Nobel de la Paz, ajusticiado en 1995. El 8 de junio del 98 Abacha murió de una crisis cardíaca. Se convocaron a final de año elecciones locales democráticas. En las legislativas de 1999 —que dieron el poder a Olusegun Obasanjo— los observadores internacionales denunciaron importantes irregularidades electorales.

El golpe militar del general Cédras (octubre de 1991) derrocó al presidente J.-B. Aristide, que conseguiría regresar del exilio en septiembre del 94 y reasumir la presidencia de Haití con un programa de democratizaciones, reformas agrarias y posicionamientos críticos fente a los dictados del FMI. En 1997 se impidió a Aristide seguir ejerciendo la presidencia (de nuevo más tarde, en 2004, hubo de abandonar la presidencia y exiliarse, bajo presiones de EEUU y Francia). Para entonces aumentaron los informes sobre tortura y malos tratos infligidos por los nuevos cuerpos policiales: entre enero y mayo de 1997, 20 personas habían muerto en manos de la policía.

En 1992 se concedió el Premio Nobel de la Paz a Rigoberta Menchú, luchadora indígena del Quiché en el exilio. En marzo del 94 los acuerdos de paz pusieron fin a una guerra de treinta años en Guatemala que se llevaría la vida de centenares de miles de civiles indefensos en medio de una campaña gubernamental de exterminio de la población indígena. En 1998, el obispo Juan Gerardi fue asesinado tras dar a conocer un informe sobre los crímenes del ejército durante la guerra civil. A finales de ese año, el huracán Mitch arrasó la zona.

En 1962 el régimen de Sudáfrica encarcela a Nelson Mandela, dirigente del Congreso Nacional Africano (ANC), tras haberse creado el “Umkoto we Siz we” (‘Punta de lanza de la nación’) como brazo armado del ANC. El 11 de febrero de 1990 Mandela es liberado en un contexto de aperturas del régimen de De Klerk. En mayo del 94 Mandela es elegido presidente de la nación y es abolida la pena de muerte. Las ejecuciones extrajudiciales, sin embargo, siguieron al orden del día en diversos lugares del país: en 1997, durante un mitin electoral, Shulani Ndungwe fue muerto por los disparos de un fusil de alta velocidad y, en el mes de agosto, en Durban, Thulani Nzuza fue asesinado en su casa por una veintena de agentes de la policía.

La canción fue cantada el 1 de abril de 2003, y dice: «quien conoció la infecundidad / conoció a los pobres / en el medio justo del escalofrío / si la vida arranca. // de repente el universo / se quedó embarazadito / —todo de un pedazo, cuajado en su ser lento— / si la vida arranca // y la vida arranca. // Dios —unicelular— casi escondido / se ríe entre mil dientes: / en mi mano se despiertan todas las matrices: / un hombre es un vuelco en que el amor le espera: / la vida se arrancó hilando los bostezos: / una estrella se ha partido de tu boca a tu vientre / si la vida arranca / y la vida arranca // y la vida arranca.»

2ª tesis:
Este tipo de poesía no se dirige a los pobres.

No busco ni a los pobres, ni a las víctimas muchas de este sistema que ningunea carniceando, entre la gente que da en parar sobre alguno de mis libros o aparece por alguno de estos recitales. Cuando escribo un poema no pienso que el poema vaya dirigido a ellos. He tenido esto bien claro desde el principio, así como que sería una indignidad por mi parte escribir en su nombre, que eso de ser “voz de los sin voz” no deja de ser un paso más (aunque no el más terrible) en el pisoteo de la gente cuya dignidad ya está, de por sí, pisoteada.

Mi poesía no está escrita para ellos. Para ellos va mi tiempo (mediocremente), mi conversación, las más de las veces la mera compañía, cuando entro en prisión semana tras semana, o cuando me carteo con los más alejados, o cuando he dormido en los pisos de los terminales, o cuando enseño a escribir y a leer a quienes les escuecen los ojos, y al final resulta que soy yo el conversado, el visitado, el carteado, el despertado (si me dejo) y el mil veces reenseñado. Si los poetas quieren dirigirse a los pobres, deberían bajar a la calle, trabajar en las organizaciones, conversar con ellos y ser dignos de poder ser invitados a entrar en sus casas. Hace un par de años J (que lleva varios años en prisión y también le da por escribir) me dice: “Aquí en el trullo no necesitamos literatura, sino justicia”. En España hay más presos que lectores de poesía.

Personalmente no voy a caer en el espejismo de escribir un poema y creer que son ellos, los desnucados, los que van a leerlo. Cuando en alguna ocasión alguno de mis vecinos del barrio (yo vivo desde hace 12 años en un “barrio de acción preferente” de la periferia invisible de Valencia), o cuando alguna persona presa en la cárcel de Picassent me ha pedido que le leyera un poema, sólo la complicidad me ha llevado a hacerlo, pero con la explicación previa —nunca fácil de dar— de que fueron otros para quienes quiso ser escrito.

Estos otros son —sencillamente— aquellos que ya están activamente cerca de ellos, o —quizá en menor medida— aquellos que están todavía posibilitados para acercarse a los muchos ningunos que sortean las cunetas de nuestro tiempo. Por ejemplo, y entre muchos/as, vosotros mismos.

«TODO VOSOTROS»

( Poema que la gente de las asambleas
barriales de Matanzas, Argentina, PIDIÓ acompañar
la guitarra SUBLEVADA de Javier Peñoñori
)

Para ser la mano y la protesta
que combaten con pan la bruma en un cuchillo.

Para transformar el miedo largo que nos sitia
y decir que no hay victoria
ni en los perros del amo ni en su caza del hombre.

Porque van a mirarnos los hijos del tiempo
altamente en su grito hermano decisivo
cuando estalla con la siembra su asirse a la esperanza.

Porque la vida, pese a todo, importa y con ella resistimos,
así puedas tú abrirme y escucharme:
que aquí se te invita a levantarte.

Por detrás del precipicio,
clarea urgente el canto de la espiga
desde el suelo que sois todo vosotros.

3ª tesis:
Este tipo de poesía no tiene por qué ser realista.

Entiendo que es un espejismo malintencionado la (supuesta) separación entre formas y contenidos a la que quizá nos han acostumbrado demasiado. Un proyecto de escritura que quiera poner en crisis nuestras relaciones simbólicas y políticas con este mundo terrible del que somos cómplices no puede tampoco dejar de considerar que el lenguaje ha de ponerse también en crisis. El lenguaje es, ante todo, mediador primero en nuestras relaciones de dominio y de explotación, y también lo es en nuestras posibilidades personales, colectivas, de emancipación y encuentro. El desgarro de la boca no es un ejercicio solipsista si el territorio que pisamos es el de la matanza, y todavía se me tendrá que demostrar que no vivimos inmersos en él. Lejos de ciertos espejismos de “transparencia” y “borrado del montaje”, soy incapaz de olvidar que un poema es —entre otras muchas cosas— un artefacto de palabras y que le es legítimo hablar en una lengua que no sea la materna. Además de lo propiamente ideológico, el llamado estilo presupone —también— un acto de elección moral.

Por el lado de las estrategias retóricas, y de las modulaciones muchas de la escritura poética, precisamente se van cociendo hoy algunos de los más fecundos debates entre quienes los nuevos etiquetados nos sitúan en ya no sé qué suerte de “poesía crítica”. De nuevo, pues, en el candelero, la cuestión de los realismos y la viabilidad de la protesta a partir de (sólo?) “el contenido”. En ese debate (que prefiero entender como un contraste de estrategias —cómplices y diversas— con un mismo horizonte común), me sitúo en una opción que cuestiona si de verdad un poema crítico puede sostenerse sobre la (supuesta) “transparencia” de los signos con que articulamos la protesta, si puede sostenerse sobre el mito del sujeto autobiográfico redondo y autounitario (sin fisuras), si puede sostenerse —en definitiva— un proyecto crítico de escritura sin que se intensifique también (asideros incluidos para el lector y el referente: cantar contando) una práctica de crisis y de desarticulación en el lenguaje, con cuyos materiales ese poema es montado.

LA MARCHA DE 150.000.000
(“La Caída de Dios”, sección IV)

Desde que estás aquí
sola tú, el gemido
cae tu claridad de rostro
y detallo el nombre sobre una esquirla muerta.

El derecho a la lucha, donde tiemblan las ventanas,
a otros los mataron por razones más obvias
así vuelco tu hambre en un latir de heridas
tu hambre vacía y?
habrá que trabajar (dejándome a la muerte)
no te alcance el frío en el medio del mundo
que no eres tú no quiero
sobre ti el manto de la nieve, la tierra.

Hacia el oro de los campos soy el hombre de cinc que siente frío—
desde que estás aquí, sola tú, el susurro
desaloja en tu carita la destrucción de los bueyes
y a alguien lo detienen y revientan las ventanas con perros encendidos…
para dejarme matar
esta mujer se acaricia el pecho tan dentro de mí
abriendo los países en trepanaciones de no sé alguien
va a morir en mis caderas
va a ser un ciervo en las esquinas
va a hablarme y decirme furia
eternamente furia en los calvarios de la sangre

—150.000.000 de torsos cosidos.

Que mi libro entonces te dispare
te vuelque en la camisa su temblor de manos
instantánea, limpia, profesional
la mitad de la boca también a mí me pesa:
desde que estás aquí,
la mitad de tu boca en el medio del mundo.

co-
mo vos yo estuve aquí y estalló tu animal sediento
cobijaste el miedo en la ternura de los llanos
a otros les mataron las esperas
motivos no publicables en la prensa occidental y
DIME SI ES TU LLANTO
el que rompe las ventanas —va a romper el cielo!
va a astillar las flores del madero, va a alcanzarme,
que no eres tú y no quiero

pues para dejarme matar
he de dejar de mirarte.

3 notas a este poema:

Temblaron las ventanas en el mercado de Suq Nasser el viernes 28 de marzo de 2003, tras un ataque con misiles que se saldó con la muerte de medio centenar de víctimas civiles.

El hombre que siente frío es Bashir Ahmad, cirujano de uno de los hospitales de Kabul bombardeados por los misiles norteamerianos durante la campaña militar afgana de 2001. “La situación está empeorando —declara el 28 de octubre—, porque ahora están matando también a civiles. Estamos sin electricidad y, aunque tenemos un pequeño generador, no tenemos combustible para que funcione y caliente los pabellones: cada vez hace más frío”.

Instantánea, limpia, profesional: las tres condiciones [Manuel Castells: La Era de la Información, Vol. I, pp. 490-491] que configuran desde la década de los ’90 el diseño de la guerra emprendida por los países democráticos avanzados. [También, ref. sobre la reafirmación de la estrategia militar estadounidense en particular: el informe Ikle y Wohlsletter de 1988 para el Departamento de Defensa: Discriminate Deterrence, US Government Print Office]

y 4ª tesis:
Este tipo de poesía es inútil.

…Que para eso ya están las organizaciones sociales. Que para eso ya estamos en las organizaciones sociales (…y en ocasiones ni aun así).

Para tiempos de pacificación social como éste en el que vivo: “El criterio de fecundidad de un arte comprometido no estriba en la solución de crisis y conflictos, sino en combatir la ilusión de que —en medio de los peligros y bajo el signo de la catástrofe— todavía se sigue viviendo en un mundo sin peligro alguno” (Arnold Hauser, en una cita de mis compañeros del colectivo ‘Alicia bajo Cero’, en Poesía y poder).

VIENTRES DE MADRID Y DE BAGDAD

a 13 de marzo de 2004

“(…) la lógica de la guerra a todos sus niveles conduce al hermanamiento de todas sus víctimas civiles, sean éstas del bando que sean: un inesperado cordón umbilical parece unirlas todas y dejan sin argumentos, y completamente solos, a los señores canallas de la guerra.”

—Eugen Drewermann: “Contra la injusticia”

Sólo entonces
os he visto.

En la nuca partida del suelo iraquí.
Y en la sangre bramando por la grava de Atocha.

Y en el Pozo:
izando sus calambres tras una siembra triste,
los ombligos de los hombres
abiertos y a cuchilla por los perros del Amo.

Yo cuido de los vientres de las novias perdidas
—los hombros de los niños se han quedado sin hora;
cuido de las oraciones cansadas de la tierra
y del largo cabello de todos nuestros muertos.

Soy el pueblo sin puñal y tres veces devastado,
el silbo de una cuenta enmudecida.
Yo cuido de las flores y los peines:
soy un hombre en la altura de todas vuestras muecas.

Y escarbo en las costillas de la bestia
besando lo imposible que habla en vuestra sangre:
soy el hombre que cuelga de un ombligo,
la cólera enterrada en los pozos del mundo.

Y os digo:

que la lumbre tronará por los espejos
que un caballo volteará por vuestra boca
que siempre las heridas
de todos estos hijos
saldrán casi estallando por un fundado cielo.

Sólo entonces
os he visto,
a los unos y a los otros, sangre terca unida ahora.

Desde entonces sea el hombre:

yo bramo en vuestro propio
cordón umbilical.

Barrio del Cristo (Valencia),
mayo de 2004

***


Proyecto de Edición Libro de notas

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Datos Bio-bibliográficos

Enrique Falcón

(Valencia, España, 1968)

Bibliografía escogida:
El día que me llamé Pushkin, 1992
AUTT, 1993
Amonal, y otros poemas, 1996
La marcha de 150.000.000, Editorial 7 i Mig, Valencia, 1998.

Enlaces:

Poesía y textos

Selección de Amonal

Entrevista

Otras artes poéticas del autor:

Más información en la wikipedia: Enrique Falcón

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