s.XX - Últimas tendencias - José Luis Vega: La isla invisible: historia de una poética, 2002


Voy a infringir, por vez primera, una regla de oro: la que dicta que un poeta no debe hablar de su propia poesía, mucho menos intentar explicar su misterio. Lo hago, sin embargo, persuadido de que algunos poemas afortunados escritos a lo largo de la vida le muestran al poeta un espejo de reflexión profunda, una suerte de mandala capaz de revelarle zonas desconocidas de su vida psíquica.

Si es cierto que el subconsciente a veces nos habla a través de la poesía, esa voz repetida en sus claves bien puede dar cuenta de remotos anhelos ignorados, de vaticinios vitales, que con suerte, sólo alcanzaremos a entender cuando se hayan cumplido. ¿Conoce acaso la poesía, de antemano, nuestro destino espiritual?

Esta inquietud, esta pregunta me la ha suscitado, en su revelación, la extraña suerte de un poema que escribí hace ya más de treinta y cinco años, adolescente aún. Creo que es el único poema salvable de Comienzo del canto, mi primer libro de 1967. Digno, tal vez, de salvación, no por sus escasos méritos literarios, sino porque insistió en hablarme con cierta asiduidad por tanto tiempo.

El poema se apoya, a su manera, en un pasaje del Viejo Testamento en que Noé, por ver cuánto habían menguado las aguas después del diluvio, soltó al aire, en intervalos de siete días, a un cuervo, y luego a una paloma que volvió al arca con una rama de olivo en el pico. Del cuervo nada se dice, excepto que volando iba y venía mientras se secaban las aguas sobre la tierra.

Hace poco rescribí aquel viejo poema con la intención de que fuese el primero, el más antiguo, en una antología de mis versos que la Editorial Visor publicó en Madrid. Sin embargo, la extraña incomodidad que me produce y su aparente impertinencia en el conjunto de mi poesía me determinaron, finalmente, a excluirlo. La actual versión, proscrita de la antología, es más breve que la primitiva, y lee así:

YO SOY EL CUERVO

Yo soy el cuervo, Noé, la piedra negra
que tú arrojaste contra el cielo roto.
Agua de diluvio
se me ha vuelto la vida
incapaz de brindarme posadura
o una rama de olivo.

Estoy cansado, Noé, estoy cansado.
Ruega por mí a tu Señor
en nombre de la sierpe y la paloma.
Ruega por esta sombra en vilo
que oscurece las aguas sin islas.

Por años había juzgado intrusos estos versos en mi escritura, que nunca se ha caracterizado por las referencias bíblicas ni por la puesta en escena de la angustia.
Mi cultura bíblica es escasa. Mi angustia existencial también. ¿Por qué entonces está fijación en mí del cuervo del Génesis, condenado, tal vez, a morir de fatiga sobrevolando las aguas infinitas, sin “posadura”, del diluvio? ¿Se trata acaso de un falso poema? ¿Del eco libresco de alguna lectura casual e inconsecuente del pasaje bíblico? ¿Por qué entonces la continua sugestión del poema sobre mí?

Alcanzar la respuesta a esta pregunta, al menos proponerme una hipótesis sedante, me ha tomado treintaicinco años. Hoy siento que toda mi escritura poética, sin saberlo yo, ha sido un intento de producir una isla, una tierra de sosiego para el cuervo antediluviano que me obsede. En la primitiva versión del poema, más ingenua en el manejo del hipérbaton, la petición de la Isla era, sin embargo, más directa y enfática.

Estoy cansado, Noé, estoy cansado Pide para mí alguna breve Isla Donde cesen de batir Del sueño, mis dolorosas alas…

Isla al fin, tenía que formarse o emerger muy lentamente de un fondo insospechado. Algunos de los poemas que he escrito a través de los años dan cuenta la emergencia de esta tierra enigmática y necesaria. Ahora lo veo.

Veinte años después de la primera redacción de aquellos versos de resonancias bíblicas, escribí el primero de los cinco poemas que componen la serie titulada Teoría del sueño. Volvía, al cabo de dos décadas, sin advertirlo, a reclamar, como el cuervo de mi poema juvenil, una tierra, un país, un mítico lugar de reposo:

Dadme el sueño analgésico,
ese país de torres, esa tierra de todos
donde los muertos vuelven y el aire se corrige
más benigno. Dadme el sueño,
ese pariente suave del poema, esa linfa
que escapa entre los dedos,
esa imagen que huye en la mañana
por campos lloviznados de pestañas.
¿Adónde, me pregunto, dónde para
esa clara afluencia de restos y cabezas,
esos trozos hermosos, esos brazos
que nos reconfortaron un segundo en la noche?
¿Qué se hace esa substancia verdadera
mientras acá mentimos la otra realidad?
El cuerpo de la madre, de la amada,
la inmoral alegría, la abundancia
de un óleo de Chagall,
los dones de la muerte anticipados,
¿dónde fueron, si triunfa
mezquino el despertar?
Dadme el sueño, ese mundo enmendado,
ese reino de peces, esa plena
metáfora que todos
tenemos el derecho de habitar.

Algún tiempo después, en 1990, mientras leía las Escenas de la vida bohemia de Henry Mürger, escribí un poema que titulé Isla. Vislumbré un país imaginario amparador de las zozobras del artista. En sus versos la tierra deseada aparecía, por fin, aunque sin percatarme, como certeza y afirmación, vislumbrada en el mar de la imaginación activa. Los lectores de Jung se reconocerán en esta última frase, imaginación activa.

ISLA

Hay una isla donde el poeta
puede vivir con dignidad;
una isla opaca que a veces brilla
en el mar del imaginar.
Al norte limita con el albatros
y al fondo con la oscuridad,
al este colinda con el desvío
y en el viento con la verdad.
Patria vetusta, en sus confines basta
para vivir con libertad
el oro poco de la semejanza
y la metáfora del pan.
Su territorio está habitado
por la hermosura pertinaz
y más que tierra es un pensamiento
que se diluye sin cesar.
Plinio encerró su fauna herida
en un zoológico mental;
y en la última rama de sus brumas
cuelga el vellocino real.
Sus ríos caudales van a dar al sueño
persistente de lo fugaz;
allí, junto al bajel desmantelado,
salta el pez de la ambigüedad.
Sólo en el mapa del delirio abierto
este país tiene lugar.
Ítaca, Arcadia, Aleph, Breton, Utopos
Thule… ¿cuál es su identidad?
Ni los mustios andamios de Bizancio,
ni los cafés de Montparnasse,
ni el colgante aroma de Babilonia,
ni un cementerio junto al mar
tienen la gracia inacabable de este país por inventar.

En su versión original, el segundo verso de este poema leía: “donde el poeta puede morir con dignidad”. Una extraña intuición, oscura como todas, casi un instinto, me hizo substituir, en 1998, morir por vivir.

Ese mismo año, de paso por México, escribí, en homenaje a mi esposa, un breve poema de amor que titulé “Arboles”.

Algunos poetas grandes y famosos
Han tenido a su lado mujeres como árboles.
Rilke, que bebió de la savia de Andreas Salomé.
Juan Ramón, que verdeció a la sombra de Zenobia.
Neruda, que creyó que Matilde era palmera.
Octavio, que encontró en Marie Jo el ramaje del nim.
En cambio yo, un oscuro poeta de una isla invisible,
Tengo más, tengo un bosque en tu amor.

Recuerdo que fue en la Feria del Libro de Guadalajara, que leí ambos poemas, Isla, por primera vez en su versión corregida y Arboles, recién escrito, a puño y letra todavía. Algunos años más tuvieron que transcurrir para que me percatara de que el curso del vuelo psíquico del cuervo que Noé había lanzado a las aguas sin reposo del mar de los diluvios se dirigía a estos poemas. En su vagar de tres décadas aquel oscuro signo volador, cuervo y poeta, pleno aun en su marginalidad, llegaba al fin, no a morir, sino a vivir a la Antilla fabulosa procurada, por años, en los mares del sueño, del arte y del amor.

Lo que acabo de explicar lo vi de golpe en la madrugada del domingo 7 de abril de 2002, recién despertado, después de haber contemplado largamente la azogada superficie del mandala de mis propias geometrías. El cuervo negro de Noé y el oscuro poeta de una isla invisible son los mismos.






Inédito. Leído en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, en 2002.

***


Proyecto de Edición Libro de notas

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Datos Bio-bibliográficos

José Luis Vega

(Puerto Rico, 1948)

Bibliografía escogida:
Signos vitales, 1974.
La naranja entera.
Tiempo de bolero.
Letra viva. Antología (1974-2000), Visor, Madrid, 2002.


Enlaces:
Poemas
Artículo: La Gaya Ciencia
Artículo sobre Poesía hispanoamericana

Otras artes poéticas del autor:

Más información en la wikipedia: José Luis Vega

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