s.XX - Últimas tendencias - Livia Díaz: El nacimiento de eva, 2003


Yo tengo un clon. Mis dos hermanas se han encargado de hacer este trabajo para traerlo aquí a República Dominicana mediante un hijo de Eros, confieso que todo el esfuerzo ha sido encaminado para contradecir a Jorge Piña —nada más por gusto deportivo— este día cualquiera de enero del taitantos.

Últimamente se ha puesto de moda girar en el eje de las discusiones; a diferencia de años atrás ya no se elevan y solapan las palabras dichas por X o por Y “excelentísimas señorías del establo sagrado” sino que con regularidad se escuchan nuevas voces y se convierten en noticia las prolijas emancipadas y originales escritas por cualquier hijo de vecino seleccionado por una selecta, cada vez más preparada en la lectura y escritura y culta fauna de los medios de información cuyo criterio radica en el manejo del lenguaje, catapulta de descubrimientos cada día más esperados por entes como yo que se deleita con la mente procaz y erudita de la desvergüenza de Nicolás Mateo y la ejecutiva dirección de Taty Hernández.

Del mismo modo, el lector, auditorio cautivo de nuestros exabruptos, se ha convertido en un filtro cauteloso de lectura y escritura que no permite que pasee cualquier frase del mismo vecino por sus ojos ni se cuele en su alma sentimiento inadvertido. Cada día el ser humano, más capaz para seleccionar su relación con el entorno, se ha ido apoderando y apropiando con mayor firmeza de su propio lenguaje y su conocimiento gesta incluso la creación de escritos propios y selección de música apropiada.

¿Pero qué somos sino palabras? Palabra que sé que existo más allá de estas paredes y que la voz que acompaña mis deletreos, aunque amiga, también analiza y contradice mi manipulador impulso por expresarme del todo en forma opuesta, violenta y directa con el lenguaje retrucándolo como plastilina. El día que conocí “Eros contra Thanatos” y miré la “Tela” por culpa de los metapoetas no pude dormir, hallé un templo en ruinas donde las palabras no tenían origen ni destino y su destinatario era simplemente el escribirlas. Un templo que conservaba dentro el tiempo, sin drama, sin historia y sin pretensiones. Palabra que ese día comprendí a Thanatos y su afán de fusilar a los románticos suicidas antes que se convirtieran en drama, y a Eros porque me resultó divertido descubrir el drama del hombre por el hombre en sí.

Ese día comencé a desembuchar hacia cuatro direcciones las ideas apabullantes de mi propuesta ante una autopista en marcha, pues hasta entonces ignoraba que existieran otros seres así de extraños y extraordinarios en la búsqueda del lenguaje por sí mismo; la irresistible delicia que me provoca jugar y paladear cada vocablo uno por uno y sumarlo a mis voluntades me llevó a buscarle las orillas a la membrana de la tela de Piña y Joel Almonó; el placer de permitir a un caballo desbocado irreflexivo pasó por la estela al frente de un breve auditorio, pero conciso pensamiento provocando la reacción y la reflexión, y el dar por medio del lenguaje y otorgar con la palabra algo más que un simple sentimiento me respondió y recordó que aunque me sienta palabra soy de carne y hueso y existen modales. Y así, sintiéndome y sabiéndome empática tuve que derrotarme y darme cuenta que de poeta tengo un cuerno y de provocadora tengo mucho talento, pero poco futuro.

No tiene caso desembuchar sin auditorio, dialogar sin interlocutores, ni pelear sin afrenta. La realidad poco a poco me fue convenciendo que en la literatura había ocurrido un cataclismo, un mal divorcio que separa cada vez más al individuo de sus propias palabras, y que vivimos en la época de la literatura o lo que es igual a la epopeya editorial del siglo; me percaté de que el autor no gusta ni de entender, ni de mantener diálogos, ni de festejar con el populi sus entuertos descritos y su silencio es equivalente a sus rugidos. Festejo a los autores que hablan y dan clases por medio del escrito a sus lectores, o que ante un grupo de gente abren la boca para decir mal lo que tan bien escriben, pero que se atreven a engrasar de vez en cuando a su media neurona artrítica.

Para mi clon es más fácil, mi clon comenzó con una amistad epistolar, sus cartas interminables poco contradicen al catedrático de la U Barcelona, Miguel Siquan que considera que “Los rapidísimos y efímeros mensajes vía internet han sepultado la cultura epistolar” y a René Rodríguez Soriano con su temida globalización del lenguaje, pero ¿qué harían bichos como yo si no se globaliza el castellano?, ¿acaso podríamos escribir bien lo que los demás leen mal? Manejar y proyectar dentro del lenguaje en esta búsqueda gracias a estas dos armas mal temidas como son el internet y la globalización del lenguaje ha sido la entretención de muchos, pero el poco análisis de esos muchos. Lo que mal llaman peligros de la globalización, yo le llamo el gracias a Dios entendimiento del ser humano con su propio yo y su entorno mediante el conocimiento del medio a través de su mejora en el uso y comprensión del lenguaje. Y conste que Pedro Salinas nos había advertido ya hace muchos años (antes de que yo existiera) que el hombre que no sabe hablar tampoco sabrá vivir. Para mí, si el hombre mejora en su desarrollo y aprende a leer, a escribir, a conocerse y a expresarse, sabrá también comunicarse; le urge, no puede más, casi estalla del susto que le provoca no poder reflexionar, ni comunicarse mediante la palabra escrita, ¿cómo decir que le pica si no sabe qué significa rascarse? Hombre que no habla, no escribe.

Goldemberg diría que yo vivo fuera de la realidad y debería estudiar en alguna universidad antes de ponerme a escribir (quizá); tampoco tuvo el detalle de contestar a mis preguntas cuando le cuestioné por qué rechaza una forma de comunicación literal que desconoce. Hoy estamos a muchos meses de distancia, lo cual evoluciona cada día como meses de distancia en un papel irrenunciable en el proceso de desarrollo social, porque es nuestro momento, nuestra época y novelístico destino; es el irrenunciable momento de reflexionar y ser observadores que la literatura y sus procesos no están divorciados de esta evolución en la comunicación, aprendizaje y emancipación de conocimientos y deseos de expresión escrita de la sociedad como nos los hacen interpretar los onerosos precios de las novísimas ediciones de los autores famosos; afectada como vive mi clon con las ocurrencias mundanas, se percata día a día que la originalidad no existe; que muy probablemente en otro lugar del mundo nuestro otro clon desconocido estará reflexionando y haciéndose estas mismas preguntas llegando a las mismas conclusiones.

Desvariando como sobrevivo, soberbia como me expreso, poca sobriedad asiste a la alcohólica embriaguez de mis palabras borrachas de su cautiva química azucarada. Fue Orlando Alcántara quien me descubrió paseando por esos pasillos de las dudas desbocadas en pesadas llagas al aire y atrapó algunas ideas que se escaparon de este intensivo maquillaje del no decir diciendo lo que el decir sabe que quiere proyectar al entendimiento del receptor sin permiso del razonamiento reflexivo interlocutor o, lo que es lo mismo, metalenguaje buscando y hallando en un abrir y cerrar de vocablo su contacto leído en lo escrito de su lectura sin proponérselo, pero consiguiéndolo de plano. Unos lo llamaron pre-tiempo, otros post-tiempo, para mí sigue siendo el instante preciso que antecede el ejercicio del yo. Encontré que si existe un momento en el que una persona puede decidir cerrar el pico para no decir barbaridades o abrir el pico para dejar que salgan todas, la palabra misma tiene esas mismas propiedades. Lo que hace años llamaron metapoesía en el desparpajo de Lilith y otros de sus alumnos al redactarse abruptamente sobre temas y con lenguaje novedoso; el metalenguaje presente en las líneas y entrelíneas de cada propósito cualquiera de expresión va a provocar entonces otra comezón con una descripción que no lo deja enajenarse de las entrañas de la sociedad actual. Los pormenores de este detalle elemental y simple como la tela han sido explicados por las eruditas voces de IKE Méndez literal y Piña sicoanalista; y Orlando con su frescura, los tres ocupados en el hombre, su proceso de creación, análisis y reflexión, tuve pues, gracias al internet al alcance de los ojos y para deleite de mi media neurona paticoja sus propuestas, ponencias y expresiones por muchos meses, y aprendí a darle forma a mi plastilina y deleitarme con el mensaje coloquial de cualquier escrito cuya forma firme se asiente sobre su contenido. Me percaté también de que no tiene sentido parafrasear los pensamientos de los otros, porque finalmente no son creaciones, sino meras ideas evolucionando a partir de las ideas; luego, entonces, en el metalenguaje página a página se emancipa una vertiente distinta de la otra, se gestan y cultivan embriones de uno y otro crío como la Realia, que surgió de pronto y tomó forma y consistencia, pero el uso del metalenguaje es personal, está hecho por gente un poco cansada de la simple y llana comunicación a medias consigo mismo y el entorno; también tiene sus atajos y cabos de pensamiento y provoca mundos propios. Asómense en los laberintos de Toño Reyes; claro que para otros menos técnicos, pero más aguerridos, no fue más difícil que decir que las palabras provienen de una jarina con lluvia en la tinaja y, como decía Cantinflas: que esto, que lo otro… gracias, joven.

Ponencia leída durante el “Primer Congreso del Movimiento Internacional de Metapoesía” realizado del 31 de enero al 2 de febrero de 2003 en las instalaciones de Casa de Teatro, Santo Domingo, República Dominicana.

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Proyecto de Edición Libro de notas

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Datos Bio-bibliográficos

Livia Díaz

(México, 1965)

Bibliografía escogida:
Modus Operandi
Stellium, Papantla, Veracruz 2006
A las islas vacías, Ave del Paraíso Ediciones, Madrid, 1997
_En tregua (Para enterrar a los muertos en las palabras), Plaza & Janés, Barcelona, 2001
El amor lejano. Poemas, 1975-2005, Editorial Reverso, Barcelona, 2006

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