s.XX - Últimas tendencias - Roger Colom: Problemas técnicos, 2008


El otro día encontré una cita de Bob Perelman que me interesó. Traduzco: “Al contrario que el poeta oral, que refuerza lo que la comunidad ya sabe, el escritor didáctico siempre tendrá algo nuevo y, posiblemente, inaceptable que comunicar.”

Perelman es uno del grupo de los Language poets que surgió en la zona de San Francisco en los 70. Por escritor didáctico se refiere, claro, a los poetas de este grupo; el poeta oral se aproxima a lo que hoy llamamos conversacional, con una sintaxis más o menos regular. Y creo que eso “que la comunidad ya sabe” es un reflejo de la sintaxis.

Pero el problema planteado por Perelman resulta, hoy en día, un poco más complicado. Primero, hay que averiguar a qué se refiere por “comunidad”: ¿se trata de la comunidad de lectores de poesía, de la sociedad en general, de la comunidad académica? Llama poeta oral al poeta que no concuerda con su grupo. Y ese nombre y el uso de la palabra comunidad, al remitirnos a otro tiempo, a uno en el que quizá toda la comunidad escuchaba a los poetas mientras declamaban, me da a entender que se trata de la sociedad en general. Y lo que esa comunidad ya sabe, será el conocimiento recibido.

Entonces, pongamos que el poeta tiene algo que decir y se lo quiere decir a la comunidad en la que vive, no sólo a unos cuantos fans y/o lectores especializados. Por lo general, esa comunidad está vacunada contra los escritores didácticos al estilo de los Language poets. Escritores difíciles, con una sintaxis poco clara. Simplemente no habrá quien lea. Bueno, también se puede decir que nadie lee poesía, así que no tiene caso seguir con esto. Pero eso tampoco es verdad. Yo vivo en Buenos Aires y no es tan raro encontrarse con gente en el autobús o el metro que viaje leyendo un libro de poemas. Un par de veces, incluso, he presenciado lecturas de poemas en el transporte público… y al final la gente compraba la plaquete ($1). También he ido a varias lecturas públicas, en bares, centros culturales, y los locales estaban llenos. Así que público, o comunidad, hay.

Creo que la gente está más abierta a las sorpresas de lo que solemos imaginar. Y la comparación de Perelman me parece injusta en el sentido en que los dos tipos de poeta a los que se refiere pueden aportar esas sorpresas. En la poesía, la sorpresa, el tropo inesperado, es lo que produce buena parte del placer de la lectura o la audición. Luego, claro, también está el ritmo; y hay muchos lectores a los que les gusta batallar con las dificultades de un poema durante días. Ese tipo de lector existe, aunque la televisión y los periódicos lo nieguen sistemáticamente.

La sintaxis regular contra la que creo que se manifiesta Perelman es de gran ayuda para preparar esas sorpresas. Si uno va tan tranquilo por un poema que no parece decir nada nuevo, ni lo hace de manera especialmente compleja, y de repente se encuentra con la sorpresa, todo cambia. Hay que volver a leer el poema. Los sentidos que ofrece empiezan a aparecer, quizá ocultos detrás de un velo de normalidad. Pero no quiero manifestar que la sintaxis no puede o no debe ser experimental, sólo quiero decir que hay distintas maneras experimentar en la poesía.

Me parece que todos podemos estar de acuerdo en que el poema para serlo debe ser experimental de alguna manera. Y siempre ha sido así. Garcilaso experimentó con la transposición de formas italianas a la lengua española. Góngora jugaba con la sintaxis latina. Con el contenido también se experimenta, y se puede hacer bastante daño; ese es el proyecto de Baudelaire, que utiliza las formas habituales de la poesía francesa de su tiempo para hablar de otras cosas—de la nueva experiencia urbana en medio de la Revolución Industrial, de las drogas, del sexo prohibido. Rubén Darío basa su revolución modernista de la lengua española en el uso de formas tradicionales, también; por ejemplo, utiliza el verso dodecasílabo, generalmente reservado para a temas morales, para hablar de placeres mundanos y los asuntos que se considerarían frívolos.

En la búsqueda de nuevas formas de decir viene implícita la idea de decir cosas nuevas. Pero para decir cosas nuevas, no siempre hacen falta cambios en la forma. En ocasiones puede ser más efectiva una forma ya probada y aceptada por la comunidad. En otras palabras, un poema más fácil en lo sintáctico puede servir para colarle un par de goles al lector—a ese lector que ya está sobre aviso cuando se encuentra cualquier sintaxis fuera de la común. Esto puede tener valor si lo que se busca es afectar a la comunidad.

Mi intención aquí, sin embargo, no ha sido valorizar una manera de escribir a costa de la otra: este no es juego de suma cero. Lo que pretendo es llamar la atención sobre la diversidad de las estrategias poéticas que pueden resultar efectivas (no tanto efectistas) en nuestro tiempo. Lo demás, como dice George W. Bush, con toda la mala leche de su ignorancia, es historia y da igual… ¡porque para entonces estaremos muertos!

Del poemario en construcción Viajero con souvenir
En Paseante extranjero

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Proyecto de Edición Libro de notas

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Datos Bio-bibliográficos

Roger Colom

(Ciudad de Juarez, México, 1964)

Bibliografía escogida:
La arena prometida, Tornabón, La Coruña, 1996.
La vida en sociedad, Fernando Villavert y Roger Colom, Destall, Valencia, 2000.


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Más información en la wikipedia: Roger Colom

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