s.XX - Últimas tendencias - Justo Navarro: Entrevista a Justo Navarro, 2010


ROSA MORA 12/06/2010

El escritor vuelve a la poesía tras más de 20 años. Mi vida social es un libro diarístico con una nueva voz poética donde él encuentra la palabra sobre el silencio impuesto

Veintitrés o 24 años después, Justo Navarro (Granada, 1953) vuelve a la poesía con Mi vida social, 47 estimulantes poemas, que hablan de la infancia, de la incomunicación, del pasado y el olvido, de la muerte, del silencio. Publicó Los nadadores en 1985 y Un aviador prevé su muerte en 1986, con el que obtuvo el Premio de la Crítica de poesía. Luego llegaron las novelas, pero nada de poesía. Hasta ahora. Como dice él, ha recuperado la palabra. “Cuando escribes poesía te inventas una voz, pero llega un momento en que esa voz que te has inventado ya no te la crees”.

Varios elementos han influido en esa recuperación de la palabra. El primero, el bendito insomnio creativo de Navarro. “Por la noche cuando no puedo dormir me invento poemas. Nacen en un momento no preciso, cierro los ojos y empiezo a ver cosas en la oscuridad. Los pienso con ritmo y si por la mañana los recuerdo, los escribo. Por eso mis poemas son accidentales. El año pasado, viví seis meses en Pisa y me fui con la sensación de liquidación, de cambio. Me llevé una serie de poemas que había impreso y seguí escribiendo en Italia. En Pisa, me di cuenta de que había encontrado una nueva voz poética. Se los pasé a mi amigo José María Pérez Zúñiga para ver qué le parecían. Le gustaron. Los leí unas 40. 000 veces y se lo envié a Manuel Borrás (Pre-Textos)”.

“El libro, más que unas memorias, es diarístico, ha ido creciendo a partir de incidentes del día, algo que oía en la calle o me contaba un amigo, o vivía yo, o cosas leídas esos días, no de poemas, de novelas, de novelas de crímenes y misterio, sobre todo, y de canciones populares oídas al azar en la radio o en un bar”.

Su poesía del siglo XXI es diferente de la que escribió en los años ochenta. “La anterior era con rima, sonetos ingleses, y con un material mucho más literario”. Ahora hay una voluntad de transparencia… hasta cierto punto. “Tenía dudas de que los poemas dijeran sólo lo evidente, transparentes: las cosas son así. Los poemas tienen que ser claros como una carta comercial, decía Gil de Biedma, pero a mí me gusta que puedan significar tres o cuatro cosas”. “La poesía, con sus tradiciones métricas y formales, a las que uno debe o quiere ceñirse, es una buena vía para que uno se descubra diciendo lo que no pensaba decir, lo que era incapaz de decir. Hay quien ve los procedimientos formales como una atadura, como una mordaza. Pero yo creo que es al contrario: son procedimientos para acercarse a decir lo que, con las palabras de todos los días, resulta indecible”.

Navarro ha situado sus poemas en un periodo que va de 1959 a 1994. “Es arbitrario, pero es una época en la que me sentí expulsado del mundo tal como creía que era. Cuando te das cuenta de que ya no eres tan maravilloso. 1959 fue el año en que mi padre se arruinó. Una época de desmoralización, desolación y negrura familiar”.

La figura del padre está muy presente en Mi vida social, así como en algunas de sus novelas (Hermana muerte o La casa del padre). “La presencia del padre es muy poderosa. Era generoso, liberal, abierto, con gran capacidad para escucharte, como pocos padres lo fueron en aquellos tiempos. Pero tenía un carácter tan fuerte, a veces depresivo, que provocaba una ola de silencio”.

No es difícil imaginarse lo que debió ser arruinarse en 1959 y sufrir un embargo. “Cuando voy a Granada (Navarro vive en Nerja), veo fantasmas, apariciones, al final con quien me encuentro es conmigo mismo”. El poema ‘Curriculum vitae’ es, en cierto sentido, un resumen del libro. Hay otro poema, ‘Otros modos de provocar afasia’, estremecedor: “(…) Una vez me contaba que la voz / de su padre le provocaba / afasia, eso me dijo / parálisis de la musculatura vocal, silencio, lengua / atada. No aprendíamos retórica, / el arte de persuadir, sino el arte / de enmudecer, / a uno mismo o al adversario”.

“Me lo contó un amigo. Creo que los poemas son una metáfora: estoy encontrando por fin la palabra, también sobre el silencio impuesto”.

Hablando de silencios, otro poema que el lector no debería perderse, como todos, claro, es ‘Batman’: “Me hablaba el jefe, y no / era de mí de quien hablaba, pero al hablarme, y hablarme de sí mismo / tan fervorosamente, hablaba / de mí, de cómo me juzgaba digno / de sus palabras un momento, o así lo pensé. Y, mientras / él creía que yo sólo escuchaba / (o así yo lo creía), / recordé la existencia de animales / que pueden orientarse por el eco / de sus propios sonidos, los murciélagos”.

Los poemas de Navarro son muy accesibles y es fácil para el lector sentirse representado en ellos, conectar con su voz poética.

Navarro es un buen hacedor de títulos y aparece en ellos una divertida coincidencia: Los nadadores, Un aviador prevé su muerte, sus dos primeros poemarios, El alma del controlador aéreo o Memorias de astronauta, en este libro de poemas. No es gratuito. “Hablan de extrañamiento. Escribir es lanzarse al espacio exterior, o bucear. El aviador prevé su muerte es un homenaje al poema de Yeats ‘El aviador irlandés prevé su muerte’. Era el preferido de su muerte”.

En El País

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