s.XX - Otros del s.XX - Francisco Brines: [Lenguaje intuitivo], 1980


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P .-Respecto a tu lenguaje poético, considerado por Bousoño como lenguaje cotidiano, objeto de una progresiva y elaborada simplificación, recurrente, evocativo, etc… Nos interesaría ver el tipo de relación que estableces entre la utilización de este lenguaje y tu concepción y práctica poética.

R.- En mi tratamiento del lenguaje tiene una enorme importancia la intuición; es decir, la fatalidad expresiva. Casi al paso, pero un poco detrás, actúa la reflexión; incluso el análisis crítico. Estos acometen su acción sobre los espacios inexpresivos, o dudosos, o sobre las traiciones del lenguaje, y también sobre la estructura del texto.

Es esta intuición la que dirige la evolución expresiva de mi obra, y creo que esta evolución ocurre según las necesidades del mundo que ha de desvelarse. No actúa en mí la previa voluntad del cambio, la búsqueda de un lenguaje que habrá de ser aplicado como el traje al cuerpo; si seguimos con el símil, no se trata de ropa sino de piel, y ésta va transformándose con la fatalidad que el tiempo, o las posibles circunstancias, señalan en el cuerpo del que forman parte.

Pondré un ejemplo. La sección satírica de Aún no, dejó tan sorprendido al lector habitual de mis versos como a mí mismo. El acentuado conceptismo, la multiplicidad de los procedimientos que allí se acumulan, la relativa novedad del léxico, la peculiar andadura intencional del poema; en una palabra, las muy evidentes diferencias estilísticas que allí se expresan con respecto a mi poesía habitual, no fueron voluntarias, sino impulsadas por la fatalidad de la escritura. Otra cosa es que yo después trabajase, o enmendase, los textos, en función ya del mundo expresivo que tan imprevistamente se me había revela- do, y que era el que se adecuaba con pertinencia a la sátira, dándole misteriosamente mi impronta.

A pesar de lo dicho, sí he sido fiel a unas intenciones generales, que obedecen a la concepción de lo que yo deseo lograr poéticamente, porque estimo que en ese logro está la posible plenitud del desvelamiento de mi mundo. Así, he procurado siempre no oscurecer el texto, sino conseguir la máxima claridad sin que esto pudiera justificar nunca la simplificación o el empobrecimiento del poema. Si la experiencia que se revela es compleja, y en principio oscura, el poema acusará esta dificultad, pero no voluntad siempre (y esto con el máximo rigor) de lograr una expresión lo más clarificadora posible. De ahí que mi lucha por el lenguaje sea por hallar la mayor lucidez expresiva, lo que me obliga a buscar la precisión de la palabra. Esa lucidez puede arrastrarme paradójicamente a buscar la ambigüedad del texto, por así exigirlo la precisión. Ya que en esa ambigüedad puede residir la claridad y la verdad poéticas.

Creo que la evolución expresiva de mi poesía ha ido en la dirección de ese encuentro conjunto de ambigüedad y lucidez, determinado ello por la índole misma de las experiencias reveladas, o quizá porque la vida, según se me presenta ahora, no es sino ambigüedad, y el intento de encontrarle algún sentido demanda una lucidez tan necesaria como imposible, y aún quizás inútil.

La riqueza de la palabra es para mí su precisión. No me importa repetir las palabras, y que éstas sean palabras gastadas, si es que obedecen necesariamente ala expresividad del poema. Lo que yo canto es un mundo tan gastado que la búsqueda de originalidad podría fácilmente traicionarlo. Me importa en poesía la voz personal, no la voz original; a no ser que lo personal se identifique, en alguien, con lo original. No es ése mi caso.

Me importa la poesía en cuanto me importa la vida. De ahí que me importe la individualidad, ya que desde ella experimento la vida. Soy, por todo ello, un poeta de la intimidad; se trata de iluminar lo oscuro, pues me interesa mi yo secreto de hombre, pero no porque sea nada excepcional sino porque es el mío, y es el que mejor se me puede revelar. Es sólo un problema de elección de la mejor perspectiva, y si interesa a algún lector es por la cercanía que hay entre todos los hombres. Los poetas, al hablar de sí mismos, siempre están hablando de los demás. En este sentido puede ser más social Juan Ramón Jiménez que Neruda: la respuesta está en el lector.

P .La concepción poética que has expresado, quizá te serviría como punto de referencia para situarte respecto de la nueva .. poesía que se ha hecho y se está haciendo desde generaciones posteriores a la tuya, los “novísimos” –por ejemplo y derivaciones, nuevas tendencias actuales aún sin ordenar, etc.

R.- La diferencias son tan abundantes como evidentes, pues es una generación que ha surgido con una distinta estética, y con otros intereses. Pero no creo que se trate de una ruptura tan radical como ha podido parecer, ya que la tradición de la que parten bastantes de ellos no la desconocía mi generación, y encontramos también estimaciones conjuntas. Creo, además, que es una generación nada monolítica, y que está compuesta de poetas con mundos y propuestas muy distintos. En un principio parecía que sus únicos, o mejores, componentes se apoyaban exclusivamente en la tradición de las llamadas vanguardias; ahora puede ya verse que ésa no es toda la verdad. Falta aún perspectiva para poder hablar sobre esto con el necesario rigor, y tampoco sabemos cómo evolucionará definitivamente esta poesía.

Desde luego que algunas de estas obras, que me interesan mucho como lector, están muy lejos de mi concepción creadora, y nunca me tentaría un intento semejante. Otras están más cercanas y no por ello tienen que gustarme o interesarme más. Volvemos a lo de siempre: importa sólo la calidad y la intensidad del logro.

P .-Una pregunta obligada: ¿La poesía tal y como la conocemos desaparecerá? ¿Crees que la poesía está en crisis?

R.- No lo creo. Vuelvo a insistir: la poesía es un proceso de desvelamiento; de conocimiento, por lo tanto. Le da un orden, tan ficticio como suficiente, al mundo. Trata de descubrir el sentido de la vida (que puede ser, lúcidamente, su sinsentido). A veces llega a exponer una moral, individual o colectiva, que le ayuda al hombre a vivir más complacidamente, o al menos más reconciliado con su tránsito mortal. Si, además, es pródiga de la emoción, de la belleza, golpea con la sorpresa o la imaginación, enseña el goce de la vida, es justo que pensemos que el hombre habrá de seguir necesitándola. Si alguna vez desapareciese tal como la entendemos, porque algo mejor la sustituyese cumpliendo con el ofrecimiento de lo aquí expuesto, a eso habría que seguir denominándolo poesía.

En: Cuervo, Cuadernos de cultura, Valencia, 1980. De: Pedro Provencio Poéticas españolas contemporáneas, I, Hiperión, Madrid, 1988.

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Proyecto de Edición Libro de notas

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Datos Bio-bibliográficos

Francisco Brines

(Valencia, 1932)

Bibliografía escogida:
Escritos sobre poesía española contemporánea, Pre-textos, 1994.
Poesía completa (1960-1997), Tusquets, 1997.
Antología poética, Ediciones Aitana, 1998.

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