s.XX - Poesía experimental - Guillermo Carnero: Poética, 1979


Redactar poéticas, después de algunos años de ejercicio de esta absurda actividad que ni profesión puede llamarse, me parece un gesto sin sentido. En sus años iniciales un poeta está deseoso de manifestarse exponiendo principios, normas, puntos de vista teóricos. Cuando pasa el tiempo y la obra se va apilando, el furor teórico se mitiga. La propia práctica se ha vuelto la mejor teoría. Y además: el poeta, que se ha dado cuenta de que al escribir no ha hecho más que poner en pie un espectáculo para su uso exclusivo, siente cada vez mayor repugnancia a traducir ese conjunto de imágenes, de líneas de fuerza, de recuerdos, a otro lenguaje cualquiera. Otro lenguaje que hará que en lugar de la palabra poética circule, como calderilla, un fantasma suyo, racionalizado, útil como instrumento de cambio, favorable a los monederos falsos.

La promoción de poetas en la que se me incluye irrumpió hace diez o doce años en la tierra baldía de nuestra literatura ( como caballo en cacharrería. Apareció con algunos de los rasgos externos que se consideran usualmente síntomas de un relevo «generacional»: rechazo del pasado, manifestaciones colectivas, comunes características formales. Creo que el primero de ellos estaba plenamente justificado: a medida que mis necesidades profesionales me han ido obligando a profundizar en la historia de la poesía castellana posterior a la guerra civil, me he ido confirmando en esa idea. Salvando algunos casos aislados (la obra de algunos poetas del 27, no todos: la de Luis Rosales y Carlos Bousoño; los poetas del grupo de Barcelona Gil de Biedma sobre todo tránsfugas del realismo social y emparentables con la llamada promoción de Brines, Claudio Rodríguez o Valente; el grupo Cántico de Córdoba y en menor medida el Postismo) la herencia poética que se nos ofrecía en 1965 me pareció entonces y me parece ahora rechazable en términos generales.

En cuanto a los otros dos, la dispersión geográfica y la personal evolución de cada uno de nosotros han hecho que la primitiva coincidencia (que estaba fundamentalmente dictada por un programa negativo, es decir por el propósito de sacar ala poesía del callejón sin salida del realismo de cortos alcances) se haya ido diluyendo. Ha faltado también el vehículo de comunicación y de contacto que hubiera podido ser una revista. El núcleo inicial contenido en la antología de Castellet ( 1970) ha sido ampliado con otros poetas. Se ha visto así lo que de verdadero y certero diagnóstico hubo en la decisión de José María, que algunos han querido reducir a truco publicitario.

Se ha visto también que la definición por Castellet de las pretensiones de los poetas por él reunidos entroncaba lógicamente con una corriente de independencia poética que circuló subterráneamente desde el principio de la postguerra (Cántico, promoción Brines-Rodríguez y grupo de Barcelona, Novísimos) en oposición a los academicismos en que se concretó la «poesía oficial» en los mismos años (garcilasismo, espadañismo, poesía social). Mientras la primera línea demuestra coherencia y progresión ascendente, la segunda sólo exhibe bandazos y contra- dicciones incapaces de síntesis.

Creo que en estos momentos nuestra poesía se encuentra en un momento óptimo. Las expectativas del lector de poesía han sido considerablemente ampliadas; se le ha obligado a admitir que el verso puede ser el lugar natural de infinitas posibilidades expresivas; se ha roto el maleficio que hace diez o quince años codificaba lo expresable dentro de cauces estrechos. El lenguaje ha sido enormemente enriquecido en consonancia. Los poetas, olvidada ya la inicial actitud combativa porque ya no hay enemigo pueden enfrentarse a la tarea de sintetizar todos los elementos necesarios a una poesía de gran alcance. Entre esos elementos están algunos de los que distinguieron a las promociones anteriores: una humanización más directa e inmediata del poema, un reasumir del «compromiso» a un nivel que no anule la expresión. Haciendo un símil con la evolución de uno de los más grandes poetas de este siglo, Tristan Tzara, ha pasado la época negadora de los manifiestos de Dadá; ha llegado el momento de escribir L ‘homme approxímatíf. Las condiciones sociales y políticas no parecen en principio desfavorables para que ese salto pueda darse. El tiempo lo dirá.

En: Moral y Pereda, Joven poesía española, 1979. De: Pedro Provencio, Poéticas españolas contemporáneas, Hiperión, Madrid, 1988.

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Proyecto de Edición Libro de notas

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Datos Bio-bibliográficos

Guillerno Carnero

(Valencia, España, 1947)

Bibliografía escogida:
Ensayo de una teoría de la visión, poesía 1966-1977, Hiperión, 1983.
Dibujo de la muerte: obra poética, Cátedra, 1998
Verano inglés, Tusquets, 1999.

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Más información en la wikipedia: Guillermo Carnero

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