s.XX - Últimas tendencias - Amparo Arróspide: Sobre poéticas y desiertos, 2001


“El poeta es un hombre que habla a otros hombres”
Wordsworth

“Ya no hay puentes: Sosténme en el no tiempo,/en la no duración,/en el lugar donde no estoy, no soy, o sólo/en el seno secreto de las aguas”.
J.A. Valente (De Isla)

“Escribir no es cantar, la materialidad de la palabra escrita la acerca a mineral, a cemento: a objeto construido”
Andrés Fisher (De Poemas del hielo)

Aunque pensemos, con muchos poetas , que la poesía se hace con el material del lenguaje, de las palabras, y que – como aseguran José Angel Valente y otros místicos antecesores – el lugar de su escritura es el desierto, también podemos preguntarnos si ese lugar, ese desierto, además de simbólico es imaginario, y en ese caso factible, es decir, que puede convertirse desde la imaginación en hechos, en posibilidad de acción, que en este sentido sería cre-ación..

Entonces, el poeta sería un mediador entre las metáforas y la vida.

O entre el lenguaje compartido, y el lector.

Un lector que, en palabras de Eduardo García, re-crea el poema, lo hace suyo, lo proyecta sobre su propia experiencia emotiva en el acto de la lectura.

Salimos del tiempo, envueltos en el poema, como ha salido del tiempo su primer intérprete, en el instante mismo de concebirlo, de plasmarlo sobre una página en blanco.

Desierto también como negación, como resta, como desnudez. Como el lugar del no tiempo. Salir del tiempo para fijar lo fugaz.

La ciudad está llena de obstáculos, como lugar de la mente poética, hay demasiados estímulos para poder escuchar. Pero sobre todo está llena de tiempo, y no sólo el pétreo de sus edificios inmóviles, sino el inconcebible que resulta del entrecruzamiento de todas las prisas de sus habitantes.

Al desierto se asocia la imagen del ermitaño, del que ha elegido exiliarse de la compañía de los hombres, y del que ha elegido salirse de su tiempo.

Y si no lo hacemos, elegimos deliberadamente emplear registros del lenguaje ciudadano, y escribimos fotografías, testimonios de una realidad del lenguaje que a veces se asoma al espanto, o al esperpento.

O, en palabras de Niall Binns:

“Yo compro el pavo, el oporto y el pudding

Tú el mazapán, el marisco, el turrón

Compro crackers, mince pies, mantequilla de brandy

salsa de pan, y de arándano agrio

… La tarjeta visa arde entre tus manos” (De Christmas Story)

También es la ciudad símbolo del manicomio y del infierno, para otros (véase Leopoldo María Panero). Entonces, ¿Beatus Ille? ¿Otra vez la oposición entre la paz del campo (o del desierto) y el caos ciudadano?

Pero no se trata de transportar metáforas de uno a otro sitio, sino piedras tal vez, ese lenguaje que cuesta arrancar, esas pocas frases que aprobamos, una vez releídas. Separada la ganga del mineral, lo que queda es a lo mejor el silencio del desierto, que es peor que la paz, que la tranquilidad de lo usual, porque nos lanza al caos interior, al abismo sin vértigo (paisaje horizontal) de los contemplativos, y tal vez de los visionarios.

También ese lugar se llama –como propone Ada Salas—el hueco:

“La escritura es un estado de permanente carencia. Su lugar es el hueco. El poeta no enuncia: llama, convoca. … Busca, en la palabra, la faz de lo real, que lo real elude. Son fragmentos los poemas, sí: esas piezas que faltan en el puzzle ilusorio de nuestra existencia”. (De Acerca de la Escritura Poética).

Poemas que, aunque se escriban en la soledad del ermitaño, buscan al compañero, al otro intérprete, que vendrá con nosotros o que ya ha estado allí, de algún modo misterioso, en el umbral entre la vida y los sueños, entre la realidad y el deseo, entre las sombras y la ausencia: el hueco.

Y desde ese lugar, podemos atrevernos , no sólo a llamar a las cosas por su nombre, sino asomarnos al inconcebible entrecruzamiento de tiempos, humanos e inhumanos y servirnos de esa percepción o revelación como un trampolín: encontrar otro modo de decir lo que no deja decirse: quebrar una vez más la acosada racionalidad agobiante de la cronología sucesiva del pensamiento, por ejemplo, descubrir…

De: Revista Adamar, 2001: http://www.adamar.org/

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Proyecto de Edición Libro de notas

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Datos Bio-bibliográficos

Amparo Arróspide

(Buenos Aires, 1954)

Bibliografía escogida:
Presencia en el Misterio, Huemul, Buenos Aires, 1966.
Mosaicos bajo la Hiedra, Betania, Madrid, 1991.

Enlaces:
Tres poemas: Poemas

Artículo: Artículo

Otras artes poéticas del autor:

Más información en la wikipedia: Amparo Arróspide

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