s.XX - Últimas tendencias - Jorge Riechmann: Poesía que no cede a la hipnosis, 2000


(sobre los tres mundos, los cuatro riesgos

y la fractura interior de las palabras)[1]

“Un fantasma se cierne sobre Europa: el fantasma del comunismo…”

Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto comunista

“¡Sí, por supuesto! Los viejos fantasmas han muerto, pero siempre nacen nuevos.”

Jaroslav Seifert, La columna de la peste

1

(Tres mundos).

En el primer mundo ya no se puede hablar de fines, sino solamente de medios. El exceso pudre. Se amontonan los sucesos insignificantes, aturden con su algarabía ensordecedora, sin que en realidad nunca pase nada. La tenaz negativa a ver las consecuencias de los propios actos envenena la vida pública con un tósigo pegajoso y omnipresente.

El segundo mundo —¿pero existió alguna vez un segundo mundo?— es un cráter calcinado por más de un fuego. No hay ya planta que arraigue en semejante erial melancólico. En el negativo de este cráter, algunos de los condenados más hermosos del mundo penan por lo que no cometieron.

En el tercer mundo el sacramento del hambre, las jerarquías de la infección, la llaga de la lumbre prostituida. El tercer mundo es la verdad del primero, pero los millones de dólares de presupuesto para la represión se acumulan pretorianamente para que tal cosa no sea enunciada.

Necesitamos poesía consciente de la existencia de todos los mundos; poesía que se resiste a ceder a la hipnosis. Hace años escribí: la poesía no es un temblor glandular, sino el reordenamiento instantáneo de los seres y de las cosas en la perspectiva de su inviolabilidad.

2

La poesía dominante en España en los años ochenta y noventa en general la encuentro un poco estrecha. Seguramente se ha abusado de las “palabras de familia gastadas tibiamente”, como decía el verso de Gil de Biedma: yo busco —como autor y como lector— palabras con vértebras y espolones, con alquitrán y cuarzo, con recorridos múltiples y fractura interior.

Me gusta mucho la equilibrada fórmula de René Char, uno de mis poetas tutelares: “Hacer soñar largamente a quienes por lo general no sueñan, y sumergir en la actualidad a aquellos en cuyo espíritu prevalecen los juegos perdidos del sueño”[2].

La sociedad libre y justa está por reinventar: en ningún caso se trata de recuperarla de un pasado quimérico. Tenemos la certeza de esta terrible Edad de Hierro que nos despedaza, pero fantasear con inexistentes Edades de Oro nos restaría fuerzas: y hoy las necesitamos todas.

La versión hispana del “pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad” de Gramsci se la debemos a Giner (que escribió antes que Gramsci): “esperar bien poco y trabajar como si esperásemos mucho” (carta a José Castillejo en 1906).

3

(Cuatro riesgos.)

¿Poesía como vehículo de mensajes ideológicos? Es inadecuado —la poesía no debe reducirse a un papel instrumental, auxiliar; ella es señora, no sierva—y además es ineficaz —muy poca gente lee poesía; a menos todavía puede interesarles una tendenciosa poesía “de tendencia civil”—. Frente a todo esto, la poesía como práctica de indagación en todos los ámbitos. Sin excluir lo social y lo político, por descontado.

Rechazo de manera radical la idea de escribir-al-servicio-de, la poesía instrumentalizada por un fin distinto al despliegue de su propio poder de revelación. Sé que puede parecer paradójico, porque mi propia escritura se inscribe a menudo dentro de movimientos colectivos, vehicula rebeliones o critica lo inaceptable: pero no hay tal paradoja.

La diferencia está en el punto de arranque: puede ser una consigna que intento decorar y estructurar con los mejores recursos literarios a mi alcance (y esto es poesía-al-servicio-de), o puede ser un movimiento de búsqueda que me lleva hacia una verdad que no conozco de antemano. Aunque el resultado-poema de estas dos operaciones muestre algún parentesco superficial, en realidad no tienen nada que ver una con la otra.

4

Un primer riesgo —moral y estético a la vez— de la poesía “comprometida” es por tanto la instrumentalización de la poesía. El segundo riesgo de la poesía política (de cualquier poesía definida por su tema, y por una determinada perspectiva moral para abordarlo) que me parece patente es la justificación por el contenido. Pensamos a veces que, si nuestro enunciado nos sitúa “del lado bueno”, de alguna forma quedaríamos más allá del cuestionamiento. Pero la poesía es —sobre todo— cuestión de buenas formas. Es cosa de estar en buena forma, y guardar las buenas formas.

Alguna vez se ha enunciado el tenebroso dislate de que es poesía “de izquierdas” la que se ocupa de los contenidos (abandonando a la poesía “de derechas” el cuidado de la forma). Pero el poema es primordialmente ser de palabra (por emplear la expresión de José Mª Valverde). No ser de concepto, ni ser de pálpito moral.

5

El tercer riesgo me parece que estriba en la tentación de sustituir la experiencia de otros. El poeta no propone sucedáneos de la experiencia ajena, sino que habla desde sí mismo (lo que no quiere decir que se limite a hablar de sí mismo y de su propia experiencia). Dicho al revés: sólo en la medida en que la historia colectiva haya sido vivida como experiencia personal podrá proporcionar el punto de partida para un buen poema político.

6

Un cuarto riesgo que trasparece en los intentos de aproximar (¿hasta la identificación?) discurso poético y acción política: lo que yo llamaría la ilusión de transparencia, la suposición de que podemos alcanzar un vínculo social radicalmente libre de enajenación y separación.

No creo en paraísos: mi imagen de la sociedad buena es más modesta. Sé que en ella continuará habiendo escisiones, conflictos, límites, sufrimiento humano y tragedias. Que seguirá habiendo distancia entre la enunciación y la acción. Que incluso cuando se haya abolido la división social clasista del trabajo éste seguirá diferenciándose del juego (el trabajo tendrá aspectos duros, penosos), y que subsistirán en el cuerpo social zonas de sombra y opacidad.

No tengo una concepción escatológica de la revolución, no creo en la síntesis donde se resuelvan todas las contradicciones, no espero del comunismo la redención de la condición humana, y sé que seguirá siendo necesario el trabajo de duelo: el desconsuelo de la poesía.

7

La transformación social orientada por fines emancipatorios (por ejemplo, hacia una sociedad ecosocialista) se busca a través de una praxis colectiva que exige un nivel apreciable de disciplina militante. Y ello es así de manera esencial, no accidental: si es que estamos hablando de transformaciones revolucionarias y no de gratificantes happenings (sin restarle nada de mérito al happening).

La poesía, que es indagación sin fin (no glorificación burguesa del yo, no autoexpresión narcisista), no soporta ese tipo de disciplina. Claro que se mueve dentro del territorio de los conflictos de su tiempo y lugar, e interviene en él (por acción u omisión): pero sin ceder un ápice de libertad interior. Con mílites tan indisciplinados no hay manera de formar un ejército (por fortuna, añado). Lo máximo a que puede aspirarse es la reunión temporal de una partida de guerrilleros. La poesía no sirve para la guerra de posiciones (y se niega a servir, por fortuna, añado): creo que su máximo nivel de compromiso disciplinado es el maquis.

Sobre todo, si intentamos suplir la carencia de praxis sociopolítica, de actividad real dentro de los movimientos sociales emancipatorios, mediante la proferencia de enunciados decorados poéticamente con más o menos acierto, el naufragio estético es seguro —y también la impotencia política de semejante propuesta de discurso.

8

La poesía no puede existir confinada dentro de la ciudad humana. Practica su desgarrada y desgarradora libertad con escapadas continuas extramuros, fuera de la ciudad; pretender limitarla a su interior sería cercenar las posibilidades de su florecimiento.

Por eso, no estoy por la poesía “de tendencia civil”. Estoy por la poesía a secas, sin tabúes, censuras ni cortapisas para abordar cuestiones de ningún tipo —incluyendo los asuntos cívicos, sociales y políticos.

La poesía de cólera y denuncia es necesaria —por descontado—, pero aspira a su abolición: un estado del mundo donde ya no sea necesario decir lo evidente, denunciar lo atroz, indignarse ante lo execrable.

9

“La imaginación no es una huida, sino un compromiso más profundo con la realidad del mundo. No es el palacio encantado del que nos habla Ariosto en Orlando furioso. Este palacio pertenece al mago Atlante y es una trampa en la que caen gran número de personajes de este libro, que de pronto creen ver en sus corredores la figura de lo que han perdido en el mundo, la visión de la mujer amada, de un enemigo inalcanzable, de un caballo robado. Y cuando entran en su busca ya no pueden abandonarle. De forma que es un palacio vacío sólo poblado por los que buscan. La literatura no tiene que ver con este mundo de la evasión. Debe transformarnos, y sobre todo devolvernos al mundo. (...) La función de la literatura es deshacer los hechizos. (...) La imaginación no se confunde con el castillo de Orlando. Nos enseña a vivir. Es un puente entre nosotros y las cosas del mundo. Por ella aprendemos que la vida es más amplia de lo que nuestras razones y conveniencias creen, y que la misión del arte es devolvernos esas posibilidades incumplidas, contarnos esa otra historia de lo que somos, y ayudarnos a soportar el dolor debido a la separación.” (Gustavo Martín Garzo) Y es el filósofo Javier Muguerza quien nos recuerda que “la realidad contendrá siempre muchísimas más cosas que las que cualquier clase de realismo sea capaz de soñar.”

10

En fin: seguramente tienen razón quienes dicen que todo lo anterior son obviedades que casi no merece la pena discutir. El problema —mi problema—es que a mí me ha llevado toda la vida aprender algunas obviedades, y seguro que todavía no consigo captar las más importantes. Las luchas sociales, los combates culturales, ¿qué son —y no se me ocurre ninguna excepción—sino luchas por lo evidente? Pero ahí seguimos, compañeros, atados a esa soga, clavados a esa tabla.

(El prólogo del informe World Resources 2000-2001. People and Ecosystems: The Fraying Web of Life, elaborado conjuntamente por agencias de la ONU (como PNUMA y PNUD) y el World Resources Institute de Washington, donde se alerta —¡una vez más!—sobre el “devastador deterioro de los ecosistemas”, comienza precisamente así: “Hay veces en que la decisión más difícil de todas es reconocer lo obvio…”)[3]

Lo que quería decir lo ha dicho mejor, casi de pasada y coloquialmente, el maestro Gonzalo Rojas, de pulso tan certero, de respiración tan incandescente. “No es que (...) confundiéramos obra y compromiso. La obra es lo que es. Pero rascando los problemas del oficio llegamos a las médulas vivas del compromiso y la responsabilidad de escribir, sin caer en adhesión total alguna.”[4]

_______________________________

[1] La primera versión de este texto se publicó en la ciberrevista Amnesia número 3, invierno 2000-2001 (www.amnesia.metropoli2000.net).

[2] René Char, NOTA SOBRE EL MAQUIS, en Indagación de la base y de la cima (edición de Jorge Riechmann), Árdora, Madrid 1999, p. 31.

[3] Y sigue: “Es obvio que las economías de los diferentes países se basan en los bienes y servicios derivados de los ecosistemas; es igualmente obvio que la misma vida humana depende de que persista la capacidad de los ecosistemas para proporcionar sus numerosos beneficios. Y sin embargo, durante demasiado tiempo, tanto los países ricos como los pobres han orientado su desarrollo preguntándose cuánto puede sacar la humanidad de los ecosistemas, y prestando muy poca atención al impacto de nuestras acciones…”

[4] Gonzalo Rojas: “América es la casa” y otros poemas, Casa de América/ Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca, Salamanca 1998, p. 15.

***


Proyecto de Edición Libro de notas

Publicidad



Datos Bio-bibliográficos

Jorge Riechmann

(Madrid, 1962)

Bibliografía escogida:
Cántico de la erosión, Madrid, Hiperión, 1987.
Poesía practicable, Madrid, Hiperión, 1990.
El corte bajo la piel, Madrid, Bitácora, 1994.
La estación vacía, Alzira, Germanía, 2000.

Enlaces:
Entrevista
Poesías
Poesías

Otras artes poéticas del autor:

Más información en la wikipedia: Jorge Riechmann

Menú








Publicidad



Un proyecto de Libro de notas || Copyright de los autores || Desarrollado con Textpattern