s.XX - Últimas tendencias - Santiago Montobbio: Aclaraciones para confundir, 1988

Acerca de estos poemas que durante este año 88 han tenido la torpeza de ir escapando a mi silencio, y yo el descuido de acabar por pasarlos ahora a máquina, se me ocurre que se pueden decir algunas cosas.

Del mismo modo que Hospital de Inocentes puede ser el nombre antiguo –y también más justo y más hermoso- que recibían los manicomios (aunque más está puesto por su enunciado en sí, o por la múltiple categoría que pueda a partir de él crearse), ésta su segunda entrega tiene también su pequeña historia. Cuando en El Quijote (I,IX) se comenta que Rocinante estaba “tan hético confirmado”, Martín de Riquer, que según se dice es el sabio que más sabe de estas cosas, aclara a pie de página: “Hética confirmada, calentura mortal”. Al emblema yo le quito la h, para que la ética sea la ética, pero mantengo su enunciado, porque el que quede calificada como enfermedad mortal es algo que no deja de hacerme cierta gracia. La vocación de la novela es, claro, la novela de la vocación (pero también, quizá aún más lo otro), y por otra parte me parece que la voz que habla en estos poemas es la de una vocación claudicante, queriendo esto decir militantemente claudicada. Además de a un concepto genérico y a un territorio, “trans tiberim” puede hacer referencia a una situación peculiar dentro del régimen de esclavitud regulado por el Derecho Romano, que como se sabe abundó en casos divertidos y curiosos. Ahora recuerdo, por ejemplo, que si un hombre libre se hacía pasar por esclavo con el objeto de cobrar el dinero de su propia venta y posteriormente reclamar su libertad, como castigo quedaba privado de ésta para siempre, y también ahora pienso que quizá habría que buscar en algo así el origen de aquel absurdo “me venderé mi persona” que según cuentan decía un familiar mío cuando estaba apurado. La situación peculiar, en fin, que se atribuye a la denominación “trans tiberim” yo la recordaba de modo confuso, y el manual que tuve que estudiar en su día ha conseguido confundirme aún más. Según he creído entender, un deudor podía llegar a ser vendido como esclavo para que los acreedores se resarcieran con el dinero obtenido por su venta, pero antes se pasaba unos días expuesto “trans tiberim”, por si alguien se compadecía de su poco envidiable destino y pagaba sus deudas. Quizá algún día algún ilustre romanista interesado también por la poesía pueda perfilarnos con claridad este concepto. Yo antes pensaba que la Poesía y el Derecho no tenían precisamente mucho que ver, pero de vez en cuando ahora creo que quizá no es tan así, ni que sea porque la poesía puede subsumirse en una categoría jurídica, ya que afortunadamente forma parte de las cosas que están fuera de comercio. En cuanto a la cita de Lorca, le sucede lo que a la mayoría de las cosas de esta vida, que no son del todo ciertas ni del todo falsas sino más bien como se sueñan o recuerdan en la penumbra de las tardes a solas. Aunque no me hago idea de los peligros que puede encerrar el incluir unas notas como éstas, me gustaría que su presencia no animara a ningún espíritu elevado a calificar a mi poesía como poesía de cultura (algo que no sé qué es, pero que leo de vez en cuando por ahí y me parece francamente horroroso). Felices por haber logrado rebasar el difícil objetivo de no decir en ellas nada de importancia, estas aclaraciones acaban precisamente ahora. Barcelona, 22 de noviembre de 1988

Del libro Ética confirmada, Editorial Devenir, Madrid, 1990.

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