s.XX - Últimas tendencias - Daniel Bellón: Notas eventuales para una poética provisional
Una posible definición de poesía radicalmente breve:
poesía = expresividad concentrada.
Esta fórmula es una recepción de Pound [1] y, por tanto, es una fórmula que vendría de Oriente, de la poesía oriental, pero en mi definición hago un especial esfuerzo de concentración,al objeto de ser algo coherente, y me gusta verla expresada como una operación matemática, de la que pudieran derivase otras, esta, por ejemplo:
Si “poesía = expresividad concentrada”, esto debería significar que: a mayor concentración expresiva más poesía obtenida por recurso empleado.
Esta formulación sería aplicable no sólo a la escritura poética sino a otras artes, como la música, la pintura, la fotografía, etc… a un sentido amplio de lo poético, en definitiva.
¿Como se consigue en escritura poética esta concentración expresiva? A través de los recursos, de las herramientas del oficio que el poeta debe saber manejar: el ritmo, el tono, la polisemia, la metáfora, etc…La poesía trasciende las herramientas poéticas, pero estas son necesarias si se quiere captar la “vibración poderosa del lenguaje” de que habla David Eloy Rodríguez, o si se quiere exceder “la linealidad de la lógica abstracta, la idealidad del signficado, la racionalidad de la mirada, llevando la lectura hacia aquello que es justamente pulso material, ritmo, tiempo, sonido, corporalidad“, en palabras de Méndez Rubio.
Cabría una fórmula derivada de lo anterior, al menos como propuesta: cuantos más sentidos, cuanta más capacidad de sugerencia en menos espacio (recursos) más poesía.
Menos es más. Eso no es original en absoluto y está en la raíz de la fascinación que varias generaciones de poetas en castellano, han (hemos) sentido por la poesía china y japonesa. El riesgo de la aplicación de una formulación de este tipo es que se puede usar, precisamente, como una fórmula que, sin contenido real, deriva en la manifestación de naderías con rostro ceñudo y gesto concentrado, dirigidos a tapar el vació. Pero, al menos, una nadería a la japonesa es breve, lo cual es una ventaja frente a la tendencia a la verborragia que observo en mucha de la poesía española, derivada de un exceso de confianza en el manejo del idioma de una cierta autocomplacencia circense del tipo “mira lo que hago”....Falta a veces una sana desconfianza respecto a lo que las palabras —tramposas a veces, traicioneras— pueden expresar.
Concentración expresiva significa concentración de sentidos, de significados, y, por tanto, hay que acabar hablando de esos significados, de los sentidos únicos o múltiples de las palabras, porque, como cantó Blas de Otero: “las palabras significan“ (las jodidas). Las palabras, pese a todos los experimentos vanguardistas, no son meros sonidos más o menos rítmicos. Las palabras son sentido/s, a veces explícitos y a veces implícitos y, en todo caso, nunca inocentes. Cada autor es libre, por supuesto, y, como libre, responsable: de lo que muestra y de lo que oculta. De lo que ilumina con su expresividad poética y de lo que ensombrece y oculta simplemente, a veces, no mencionándolo.
Y esa es una opción radicalmente política del poeta, quiéralo él o no. Me consta que esto es una simpleza, pero es de estas que hay que andar repitiendo siempre, para que no se olviden.
También es política la opción por unos recursos o por otros, por la/s forma/s, como insiste en recordar Méndez Rubio, o, como sugerentemente expresa David Eloy Rodríguez: “Si no tensamos o escuchamos la vibración poderosa del lenguaje ¿en qué nos distinguimos del que junta letras en nombre del poder?“.
Nos quedamos hablando de la forma. De la relación forma-contenido, como si fuesen cosas distintas… En mi opinión, poco original, creo, la forma expresa y dice hasta cuando calla. Los espacios en blanco son tan relevantes, y en ocasiones incluso más, que las propias palabras del poema. Realmente son un todo, un todo que siempre dice desde que empieza a hacerse. Por acción u omisión, por utilizar términos jurídicos. A veces, su decir sorprende, se va por derroteros inesperados. Esas ocasiones son benditas y extrañas.
En este sentido, la discusión que animó hace unos meses a la “izquierda poética” española, enfrentando como términos antitéticos “claridad” / “oscuridad”, poesía “figurativa” / poesía “abstracta”, me parece un falso debate, y un baldío, esto es, un terreno del que nada crece. Poco se sacará de él. Desde mi punto de vista cada poema elige, por así decirlo, su propia forma, su propia expresión. A veces se escriben poemas cuya potencia expresiva depende de su nitidez, de que el poema explosione mostrando las sencillas verdades escondidas o no mencionables, otras, el poema se pelea con los significados, se niega a constreñirse, a cerrar puertas. Yo no soy un poeta “claro” u “oscuro”,así, como resultado de una decisión consciente, aunque sí creo que todo poeta tiene una tendencia personal, tendencia la mayoría de las veces poco explicable, y que se trata más bien de “justificar” a posteriori, con el poema ya en la mesa. Como dice Ernesto Suárez, “El verso haciéndose es la única poética posible“.
En lo que a mí respecta, creo que cabría hablar de una tendencia hacia una “claridad traslúcida”, o “difusa” si se prefiere. Quiero hacer notar que las comillas que adornan ciertas palabras en este texto reflejan mi profunda desconfianza sobre lo que tales conceptos quieran o puedan significar. Me temo que en estos terrenos ando, o mejor dicho, tanteo, un poco a ciegas.
Sí tengo un par de ideas claras y a la que trato de ser fiel, más en negativo que en positivo, por cierto, más como “unos cuantos no” que cabría resumir en tres:. Uno: del lenguaje poético debe expulsarse “el lenguaje nebuloso de las clases fraudulentas“ (Pound). Si poesía es expresividad concentrada, es todo lo contrario, radicalmente opuesta a ese lenguaje tan al uso en ciertos terrenos (el político, el administrativo, el de los negocios, etc) que permite estar horas hablando o llenar cientos de páginas sin decir nada, o enterrando lo que se quiere decir bajo toneladas de lugares comunes y formulismos.
Dos: Tener siempre muy en cuenta lo dicho por George Steiner [Gramáticas de la Creación]: “La comunicación o, más precisamente, la voluntad de comunicar, las intencionalidades de lo expresivo, ya sean públicas o privadas, son fatalmente imperfectas. Comunicar con soltura, y más si se hace elocuentemente, es falsificar. Los clichés, la hipocresía individual y social, la sospechosa zalamería, infectan al lenguaje como una lepra. El lenguaje ha servido (brillantemente) a los imperativos del genocidio y del servilismo político. Es una reserva que parece inagotable para la apología y la mendicidad, para el embellecimiento ficticio y amnésico.” Trato de no olvidarlo nunca.
Y tres: expresividad concentrada significa que el texto poético debe ser rico en significados y abierto a la participación creativa del que hace el poema leyéndolo o asumiéndolo como propio. David Eloy Rodríguez dice: “un discurso pobre es aquel que se agota en la codificación y que, por ello, deja muy poco margen para la lectura. En un texto pobre, nada nos sorprende o inquieta, sus encadenamientos de significantes son siempre los más obvios.”
Estas ideas funcionan en mi escritura como señales de prohibición, de “eso no se hace”, básicas tal vez, pero determinantes. Son prohibiciones que liberan.
Y llegamos a los porqués, vaya, al porqué se escribe poesía…A las razones de dedicar una parte sustancial de la vida a esta artesanía de la palabra. Me he metido a buscar mi porqué racional (el irracional, o tal vez el verdadero, amigos y amigas, es siempre inexplicable), confrontándolo con otros porqués, expresados por poetas de mi “promoción” que me son muy cercanos. Y me he encontrado con que soy una especie de ateo bastante extraño… que escribe buscando luz: la luz que emana de algunas personas, de algunos momentos que se tiene la fortuna de vivir, soñar o vislumbrar, de algunos hechos históricos… luz muy escasa, luz que hay que buscar, pero suficiente para iluminar las oscuridades presentes, pasadas y por venir. Luz que anuncia otros mundos posibles. Y busco esas luces que me disparan los poemas con base en la única fe que a estas alturas alimento, a puro huevo y fuerza de voluntad, frente a estos tiempos de desazón: la fe en el ser humano, en su potencial transformador, en su búsqueda de una vida buena para todos, en su capacidad de resistir y crecer frente a la barbarie cotidiana. Poesía, pues, como búsqueda, como incertidumbre, como hambre de esperanza en definitiva… Debo decir que también me anima la escritura las sonrisas de las muchachas, para qué mentirles… pero es que la sonrisa de las muchachas es pura luz e incertidumbre, y, a veces, esperanza.
Termino con unos versos del poeta de Barquisimeto, Rafael Cadenas, que concentran un programa simple y radicalmente ambicioso, a la hora de afrontar la escritura poética:
“Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.”
Creo que es una buena propuesta.
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[1] Así es: “La gran literatura no es más que el lenguaje cargado de sentido, hasta el grado máximo que sea posible” / “Poesía: la forma más concentrada de toda expresión verbal”. E. Pound, “El ABC de la lectura”
Datos Bio-bibliográficos
Daniel Bellón
(Cádiz, España, 1963)
Bibliografía escogida:
Bajo la luz de una pantalla, Poesía mínima, 1983.
Canción de almadía, Cuadernos Insulares de Poesía, 1984.
Salir corriendo, La Calle de la Costa, 1988.
Tatuajes, Baile del Sol, 2002
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