s.XX - Otros del s.XX - José Olivares: Para una poética pos-establecida, 1992


Si el poeta reflexiona sobre los instrumentos de su trabajo, encuentra que existe muy a menudo una vasta desproporción entre los medios de que dispone —tan exiguos como desmesurada resulta la magnitud de la tarea que se propone acometer.
El poeta es el manipulador por excelencia, falsario de su propia ideología, porque el lenguaje que utiliza es una bomba portada constantemente en sus bolsillos.
Si una de las funciones primitivas del lenguaje es, a grandes rasgos, la comunicación, la poesía devino su hermana bastarda, heterodoxa, inalienable, puente encantado hacia la orilla de los abismos anfractuosos del ser.
El poeta es un tránsfuga del orden discursivo, un mago prestidigitador que reordena el caos con una nueva nomenclatura de las cosas, y más allá de las palabras restituye y funda un inmarcesible reino desde la cima de su final transgresión.
Ante una palabra enferma, el cirujano del verbo poda, injerta, opera, transforma: libera las palabras de su destino polvoriento para darles el brillo de lo eterno, la música de lo celestial.
El poeta es el dios que desespera ante la monstruosidad de su propia creación, sus seres vivos: las palabras. “Si el poema es impugnación, lo es ante todo del lenguaje” diría el genio visionario de M. Blanchot.
¿El poeta utiliza el instrumento de su trabajo para destruir su propio trabajo? Aquí está la gran paradoja irresoluble, constante, el rechazo hacia los niveles cognoscibles, fundamentos en la materia de la palabra sumergida, trastornada, transfigurada por último hacia una nueva y lejana —inalcanzable siempre— significación.

El poema, fragmento de una totalidad preexistente, es el mundo con su multiplicidad de lecturas, de lenguas, de objetivos, de intenciones. Y el poeta, ese ser superado constantemente por su Obra, devorado por Ella, médium fagocitado por su demonio, es el peregrino de la identidad, la sombra en el agua que alumbra un posible rostro naciente, el Otro que fulgura un instante en el rizo de los espejos, el reflejo que desde su atalaya impulsa la quimera que encarna el drama vigoroso de la existencia.
¿Yo soy yo en la duración ininteligible o soy la Palabra que me contiene? La Poesía es la respuesta del hombre cuyo universo extrasensorial fue abandonado entre sus iguales. La Poesía como respuesta es la representación infinita de los colores del sol y los matices de la noche, la fantasmagoría entrevelada de todos los mundos posibles, excepcional representación del estado más recóndito e intraducible del espíritu humano que arroja por esta mímesis su divinidad dividida en los altares sacrificiales de un fuego eternamente revelador.



Publicado originalmente en la revista alemana Maná, traducido al alememán, en 1992, como acompañamiento a una antología de poemas del libro Mandolina.

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Datos Bio-bibliográficos

José Olivares

(Las Palmas de Gran Canaria, España, 1954

Bibliografía escogida:
Favor del cielo y comidilla de difuntos, Árbol de Poe, Málaga, 1996
Me amarás cuando esté muerto, Lumen, Barcelona, 2001 (En colaboración con Leopoldo María Panero)
¿Quién soy yo? Apuntes para una poesía sin autor, Pre-textos, 2002 (En colaboración con Leopoldo María Panero)
Rasgos epigramáticos, Casa de Cultura de Lekunberri, Navarra, 2004


Selección poética

Otras artes poéticas del autor:

Más información en la wikipedia: José Olivares

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