s.XX - Últimas tendencias - Maurizio Medo: Entrevista, 2007
La poesía se escribe desde la ausencia de un centro
Por Alan Mills
El demencial libro Manicomio, como la última poesía escrita por Maurizio Medo, ha tenido una demencial suerte (Premio de Poesía José María Eguren 2004 – por el libro Limbo para Sofía – la atención crítica necesaria, diversas ediciones y ahora Manicomio apareciendo entre los finalistas del Premio Lira) que lo sitúa, con total merecimiento, como uno de los autores de lectura fundamental para los constantes arquitectos y violadores del verso en lengua española y en otras lenguas, incluso muertas. Desde centroamérica, donde ésta y otros cientos de miles de obras poéticas y no poéticas son desconocidas, empujamos este diálogo, con el objetivo de conocer y desenredar (o enredar aún más) la maraña de ideas, hablas, sentimientos, dislalias y tragedias que constituyen el cuerpo de este Manicomio, su posible ubicación dentro de la ola de recientes apuestas poéticas hispanoamericanas y la significación de esta obra para Maurizio como persona, como individuo que siente y susurra, más allá de los prozacs y las “curas de sueño”...
Alan Mills: Maurizio, me sigue seduciendo en Manicomio su velada impotencia, esa manera de mostrar una Babel lingüística y sensitiva, donde todo intento de comunicación aparece si no cancelado, sí intervenido, contaminado, una evidente señal de insania…
Maurizio Medo: Hace poco Diego Maquieira me decía que lo poético tenía que recuperar aquello que le fue arrebatado por la física, la astronomía o la cibernética. Creo que esta idea de Diego está presente en el Manicomio pero con un lenguaje, como bien dices, que da cuenta de una babelización. Al dar cuenta de la contaminación (e intervención) en los intentos de comunicación, tal vez inconscientemente la búsqueda sea purificarlos.
AM: Otro dato es que si bien Manicomio amanece en los márgenes, o bien se ubica desde su factura en una posible esquina no central respecto de los cánones más evidentes en América Latina, o aún dentro de la poesía en lengua española, de alguna manera este libro sigue siendo una síntesis de cultura occidental, es decir, aquí salta Pound, Ginsberg, Vallejo, Tzara, Lewis Carroll, y se les utiliza de una forma casi canibalesca, con un nivel de apropiación que asusta por lo natural que se muestra…
MM: Toda obra, toda última obra, amanecerá en las márgenes, tampoco las idealicemos. Como lo he dicho antes, la poesía se escribe desde la ausencia de un centro. ¿Aún es posible referirnos a un canon latinoamericano? No lo sé. Me parece que el canon llegó a nosotros como un producto sobrevaluado. Su visión, présbita, no se atreve a distinguir en las márgenes pues, como idea, se cree aún en un centro, que ya no existe. Las poéticas canónicas ¿cuáles son?¿Podríamos decir, por ejemplo, que Medusario se constituiría en el libro canónico del neobarroso?¿Podríamos decir que Eugen Gomringer fijó los estándares canónicos en los que debía de desarrollarse la poesía concreta como quien obedece un manual? No lo creo así. En todo caso estaríamos frente a esquemas imaginativos que exploran una determinada estética. ¿Es Manicomio una síntesis de la cultura occidental? No lo sé. Hay un ensayo de Felipe Ruiz que se refiere estupendamente al respecto. Creo que Manicomio podría constituirse en un espacio que da cabida a un conjunto de “poéticas de disidencia”, como podríamos denominar a las de Pound, Ginsberg, Vallejo, Tzara, Lewis Carroll como a las de Viel Temperley, Artaud, Paul Scheerbart o Kurt Schwitters o Juan Luis Martínez. La apropiación de discursos, rompiendo con la convención de la intertextualidad, no es algo nuevo. La podemos encontrar tanto en The Waste Land como en La Nueva Novela.
AM: Sí, en tal sentido, el uso que das a las láminas de Roschard en Manicomio me invitó a intervenirlas y ponerlas en algún propio espacio creativo… Sólo que quizás yo diría: “¿Qué ves? Veo el cuerpo muerto del amor…” Maurizio, ¿hasta dónde podríamos hablar de la escritura de un gran volumen colectivo? ¿Creés que en algún momento se podría generar algún proyecto así muy loco de compilación general, como de biblia de todo lo que estamos escribiendo?
MM: Se trata de eso, y aquí tú mismo con la idea de intervenir el Roschard explicas lo de las apropiaciones. Aquella idea borgeana de que las generaciones escribimos la misma metáfora pero utilizando nuevas palabras me parece una de las figuras más iluminadoras para articular un concepto real de tradición, la que fundamentalmente es transmisión. En el libro Litane Alejandro Tarrab, al reunir las voces de varios poetas, nos muestra que “la escritura de un gran volumen colectivo” es algo posible. Algo de ello encontramos también en Coma de Hernández Montecinos. Esa biblia, como la llamas, ya se venía escribiendo. No es algo nuevo, esto podría tener su origen inclusive en la poesía latina – por ejemplo con el uso del centón. Existía ya una búsqueda de manifestación colectiva, antes de que nos clavaran el concepto de la intertextualidad. Tal vez lo que ocurre ahora (en una ocasión tú me hablaste de la existencia de una “red de poesía latinoamericana”, idea respaldada por Pablo Paredes al referirse a una “pandilla” que estaba más allá de las generaciones), es que tenemos una mayor conciencia como lectores. Creo que se están rompiendo los ombliguismos nacionalistas de los localismos. Creo, es probable, por qué no, que se esté generando una comunidad utópica. Ahora, me pregunto, si fuera verdad que existe esta “red”, “pandilla” o “comunidad”, ¿por qué no plantearse esta posibilidad como un ejercicio colectivo que deje testimonio en lugar de las teorizaciones?
AM: Un testimonio más carnal, un verdadeo rastro. Y siguiendo en la misma lógica, pienso en la sección Dekorruptus Tour donde visualizaríamos un intrépido juego de referencias, una especie de “amanecida” coral de la nueva (¿?) horda poética en el desterritorio latino… Esto sin mencionar que me conmovieron mucho los cuadros en blanco, algo así como una vuelta de tuerca a lo que alguna vez hizo Ulises Carrión…
MM: Esa referencialidad que mencionas, como los libros de Tarrab y Hernández, apunta a la escritura colectiva de la que hablamos. Me llama la atención la referencia a Ulises Carrión pues no conocía de él. Hay una suerte de slogan: el terror a la página en blanco. La utilización de los cuadrados blancos, y el signarlos con determinados valores busca darle la vuelta a ese “terror”. Aparte de Carrión, hay varios referentes al respecto. Ahora, y es algo en lo que vengo trabajando, el Dekorruptus Tour es el inicio del nuevo libro, que evidentemente se conecta con el Manicomio (con El hábito elemental y La trovata- título aún inacabado)... En las ediciones que aparecerán tanto en Centroamérica con tu sello editorial, y en Chile, con el sello de Alquimia, no estará el Dekorruptus. La idea de Manicomio es que cada edición sea distinta. Es una suerte de venganza a la idea de libro como el sarcófago que encierra una escritura definida. Las variaciones en cada edición impiden hablemos de un “libro”.
AM: ¿Y por qué escribiste Manicomio?
MM: Hay impulsos. La idea del Manicomio la tenía metida hace muchísimo tiempo. En 1982, a causa de una situación familiar bastante grave, un psiquiatra, amigo de mi madre, le sugirió que una cura de sueño me vendría bien para aliviar el estrés que cargaba encima. Los recuerdos que tengo de mi estadía en el panóptico son bastantes confusos – primero, es obvio, por el uso de los fármacos que luego de la “cura de sueño” debía de consumir. Segundo porque apenas tenía 17 años. El panóptico se llamaba SEM (Sanatorio de Enfermos Mentales). Estaba en la cuadra 30 de la Avenida Brasil, en Lima. Entre los recuerdos que tengo es que mi ingreso coincidió con la estadía que tuvo por ahí Martín Adán. Conocerlo – permíteme guardarme detalles al respecto – fue para mí una experiencia que me sobrepasó y que fue determinante para mí ejercicio poético. Ahora ¿este Manicomio, el escrito, guarda alguna relación con ese otro físico? Para nada. Es más, me pregunto si aún me es posible hablar del Manicomio como mi libro. Recuerdo que luego que lo presentara en Lima se me acercó una muchacha para decirme: “Yo entiendo este libro como nadie pues estuve internada”. Algo semejante me ocurrió en Santiago. Pero el cauce por el que van sus páginas está muy lejos de la experiencia personal – imagínate si la mitad de lo ahí escrito me hubiera ocurrido no estaría aquí para contártelo. Creo que Manicomio constituye un lugar en la poesía que está destinado a ser propiedad de quien se identifique. Por eso me conmueve mucho cuando Zurita o Chueca sostienen que este libro abre un lugar para aquellos que la poesía había excluido.
AM: Maurizio contame, ¿qué estás leyendo ahora?
MM: Siempre he leído mucho. Soy un privilegiado pues crecí en casa de mi abuelo Onorio (Ferrero) quien, valgan verdades, era un erudito que tuvo un rol fundamental en la cultura peruana. Teníamos una enorme biblioteca, incluso habían ahí volúmenes incunables. La biblioteca fue donada a la Universidad Católica del Perú, donde se fundó el CEO (Centro de Estudios Orientales) que lleva el nombre de mi abuelo. Si comento esto es porque desde siempre he tenido la suerte de acceder a obras muy difíciles de ubicar. Esta accesibilidad continúa hoy, pero de otra manera. Ahora la debo a la generosidad de Zurita, de quien soy lector voraz. Justo estoy leyendo de él Las ciudades del agua, un libro inédito en el que estoy trabajando. Me encuentras con este libro en manos así como otros: Niño Dios, de Pablo Paredes, Hurras a Bizancio, de Joaquín Morales, Dandy y el vértigo, de Cristino Bogado, Democracia, de José Manuel Barrios, Sonetos del viejo amador, de Arturo Corcuera, Horoskop & otros poemas, de José Carlos Yrigoyen y otro, aún sin título, de Cecilia Podestá.
AM: Ahora una pregunta así de poeta a poeta: ¿cómo funciona tu escritura, cómo dibujarías tu proceso creativo?
MM: Es complejo. Cuando recién empecé me dejaba llevar y pensaba en poemas. Ahora me es imposible. No creo más en este formato. Cuando concibo un libro (y esto desde El hábito elemental) pienso en conjuntos de escrituras (con soundtrack incluido) que se constituyan en soportes dramáticos. Lo primero que hago es comentarlo con Ludy, mi esposa. Muchas veces ella es quien me da luces sobre un tema determinado. Luego se da lo que Gelman denomina como “viaje”, que es la parte más apasionante y sufrida, de aquí llego a la concepción de obra casi como quien realiza un plan.
AM: ¿Y para terminar, yéndose un poco atrás, El hábito elemental no fue el primer libro que concebiste en Arequipa?¿Cuánto influyó en ti trasladarte desde Lima hacia allá?¿Qué tal anda la movida poética?
MM: Sí, El hábito elemental fue el primer libro escrito por aquí y se constituye en la génesis de la segunda parte de mi obra. Pero, ojo, lo que influyó en el desplazamiento de mi escritura no es la ciudad. Para nada. Más bien sí el matrimonio. Te decía que en la concepción de un libro los comentarios de mi esposa son para mí fundamentales. Y va más allá. Para mí el lugar no es Arequipa, podría ser La Antigua o Turín. El lugar para mí es Ludy. Ella para mí constituye la posibilidad de escribir desde la felicidad. Con Arequipa mi contacto se da en función de las actividades, que junto con Nilo Cruz o Nacho Infantas, organizamos. Y con la ciudad misma mi relación es inusual. Westphalen hablaba de una doble hostilidad que percibía como hijo de migrantes, una en Europa y otra en Lima. Como hijo de migrantes yo no sentí tal hostilidad. En Arequipa sí, puesto que vengo de Lima y esta es una ciudad muy cerrada. Y en Lima también, pues ahora resido en lo que despectivamente se llama la provincia. En cuanto a la movida hemos hecho cosas interesantes (por ejemplo el AQP.POESÍA) pero mi contacto con escritores se limita a los eventuales diálogos con Lolo Palza, Mirtha Núñez o Jimmy Marroquín, poeta arequipeño quien reside en la capital. Tuve la extraordinaria experiencia de dictar un taller en el que participaron algunos de los poetas de la movida actual, todos muy buenos. Pero me he convertido en un ser de puertas para adentro. Ahí estoy en paz.
Datos Bio-bibliográficos
Maurizio Medo
(Lima, Perú, 1965)
Bibliografía escogida:
Travesía en la Calle del Silencio, 1985
Contemplación a través de los espejos, 1992
Trance, 1998
Limbo para Sofía, 2004
Manicomio, La calabaza del diablo, Santiago de Chile, 2005
Enlaces:
Biografía, poemas
Poemas
Fragmentos de Manicomio
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