s.XX - Otros del s.XX - Noni Benegas: Entevista, 2009
Has traducido Estética de la desaparición de Paul Virilio. ¿Qué piensas sobre sus toques de atención sobre el declive de la existencia?
Paul Virilio reflexiona sobre ese elemento constitutivo del siglo XX: la velocidad. Pone de relieve el hecho de que cada nuevo descubrimiento trae consigo su accidente. Los accidentes causados por el progreso han desbordado en magnitud e impacto a las catástrofes naturales. La aceleración de las transacciones comerciales encubre operaciones de altísimo riesgo que conducen a la caída de la bolsa y de los mercados internacionales e instalan una crisis generalizada. La explotación intensiva de los recursos del planeta –agua, petróleo, bosques, alimentos, etc.– a favor de unos pocos, pone fecha a su extinción y genera guerras locales, con el consiguiente desplazamiento de poblaciones enteras. Si antaño se decía que el tiempo es oro, hoy podemos afirmar que la velocidad es poder. Y, del mismo modo que existe una economía política de la riqueza, es necesaria una economía política de la velocidad, generada por las tecnologías. Una economía que analice, por ejemplo, la mundialización de las emociones y temores, que se propagan al minuto a toda la población, en desmedro de la reflexión. Esa manipulación de los afectos es producto de la instantaneidad de la información, que impide contrastar opiniones.
“El decir del cuerpo” es uno de los apartados de tu estudio en Ellas tienen la palabra, y en los poemas de tu libro De ese roce vivo las referencias corporales están muy presentes (“Y ahora me peso/ pondero”).
Digamos que entendí la temporalidad del cuerpo. Primero, en el cuerpo ajeno, el suyo, esa materia que ya no daba para más y cuya lucha acompañé con admiración y dolor, hasta comprender su necesidad de alivio. Y una vez entendida esta caducidad de la materia, tras asistir a esa batalla personal, aceptas que algo se desprenda y se libere. Cuando se produce es como la emanación de una energía que estaba cautiva en el cuerpo, es el tránsito hacia otra cosa mucho más vasta y fuerte. Pero luego vuelves en ti misma, y ves que tú estas aquí con tu cuerpo, y es ahí donde aprecias la gravedad, el peso, te sientes carne, pasas a primer plano, como esos muñequitos de las ferias a los que apuntas con un rifle. Caen, y automáticamente sube otra tanda. Lo que sabes es que tú estás en esa tanda, la próxima vez te toca a ti, una vez que los de la generación anterior han caído.
Otra dimensión de tu trabajo se ha dirigido hacia la introducción de la cultura gay-lesbiana. ¿No te parece que el discurso teórico sobre el género debe traspasar las fronteras sobre la especificidad gay-lésbica para potenciar el discurso social?
Es parte del discurso social. Lo hace más complejo, más rico, no tan fácil de reducir de modo maniqueo. No son “ellos” y “nosotros” enfrentados, en aceras opuestas. Es un discurso, el del género o la opción sexual diferente a la norma, que nos libera a todos. Nos permite ganar cotas de aceptación de nuestras propias pulsiones. Nos alivia de esos deseos y fantasías que todos, absolutamente todos, tenemos, y contra las cuales hemos luchado durante siglos por no conformarse a la norma. Una norma torpe y arbitraria que nos ha tenido entretenidos, nos ha hecho infelices y nos ha impedido, justamente, ocuparnos de cosas mucho más graves como son paliar el hambre, y asegurar la salud y la educación universales.
En Fragmentos de un diario desconocido, insistes en la búsqueda del lugar propio, el temor a caer en un lenguaje impropio. ¿Ese lugar es pensable sin relación con los demás?
Ese miedo, justamente, ironiza con el hecho de que no suele haber un lugar para los extranjeros –los metecos, que decían los griegos–, que por ser mujeres o foráneos no tenían lugar en la polis, no eran ciudadanos de derecho. Me refiero a ese estar siempre oscilando en los márgenes, sin pertenecer al discurso oficial. Incluso en la forma, el hecho de que escribo muchas veces poemas en prosa cuando la “norma” es el verso rimado o libre. Evidentemente, esto enlaza con tu pregunta anterior. Y podría hablar del poco interés que hay en la poesía española actual por las experiencias que podamos aportar en nuestra escritura personas de otra procedencia, que no se han criado aquí. No hay interés por los escritores de frontera, por ese diálogo que podría enriquecer las vivencias de los que se sitúan en el centro y desconocen la periferia. La frontera, sea geográfica, de género, clase o creencias, siempre nos dice algo de nosotros mismos que no queríamos oír. Hay excepciones, claro está, pero no conforman el canon, pienso en tu libro Basura Mundi, y en otros anteriores, donde indagas esos bordes urbanos donde se acumulan los deshechos humanos y materiales.
Has señalado algunos temas recurrentes que se dan en las creadoras: la desigualdad social, el maltrato o la realidad de ser madre. ¿Qué puedes decirnos sobre la expresión poética del compromiso social por parte de las mujeres?
Te diría que el discurso de género ha sensibilizado a las poetas mujeres y les ha hecho ver no sólo las limitaciones a que son sometidas, sino las de otros tanto o más desfavorecidos por razones de color de piel, de costumbres, ritos religiosos o balbuceo de lenguas extrañas, en fin, toda un magma de personas anónimas que bulle en los márgenes, que es donde se acumula el sentido, como dice un verso de Esther Zarraluki. Pero también han extendido esos márgenes en el plano formal de la escritura. Al tomar la palabra han debido realizar un barrido, para rectificar lo que siglos de poesía habían dicho de ellas. No se han reconocido en el retrato alzado por la poesía oficial de “la mujer”, o dicho de otra manera, el mayor trabajo de las poetas ha sido deconstruir la imagen de mujer trasmitida por esa lírica, con palabras heredadas de ésta, para inscribirse en una tradición en la cual la mujer aparece representada según el punto de vista del otro, del varón que escribe. Además, no hay que olvidar que si el hombre sufre de la llamada “angustia de la influencia”, es decir, el temor a imitar a sus predecesores, la mujer padece de algo previo, la “angustia de la autoría”, o sea: no encontrar detrás mujeres que la legitimen y tener que empezar a conquistar el terreno desde cero.
Datos Bio-bibliográficos
Noni Benegas
(Buenos Aires, Argentina, 1947)
Bibliografía escogida:
La Balsa de la Medusa, C.A.M. Orihuela 1987.
Cartografía Ardiente, Verbum, Madrid 1995.
Las Entretelas Sedosas, Casa del Inca, Montilla, 2002.
Fragmentos de un diario desconocido, Galicia, 2004
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