Barroco - Otros barrocos - Alonso López Pinciano: Filosofía antigua poética VI, 1595


Epístola sexta

{c}Del poético lenguaje{/c}. Un día solo, señor don Gabriel, se puso entre la carta vltima y quinta que os escriuí y conuersación sexta de los philopoetas, porque el miércoles la dí al mensajero y el iueues siguiente embió a llamar Fabrique al Pinciano, el qual le hal×ló con Vgo, y a quien, después de auer saludado, pidió Fad[rique] cierta diligencia en vn negocio que Vg[o] tenía, porque su justicia fuesse vista con breuedad. Y, auién[pág. 220]dole dicho el juez y escriuano ante quien passaua, dixo el Pinciano: Si para el despacho del pleyto basta la amistad del escriuano, todo está hecho; porque el que lo es desta causa, professa ser grande amigo mío, y aun dessea ser mi pariente.

Todo está dicho, dixo Vgo, porque yo conozco al juez y sé dél que es hombre docto, justo y diligente en despachar.

Dicho assí, se concertó que el Pinciano hiziesse la diligencia prometida. Lo qual hecho, estuuieron los tres amigos en silencio vn rato, al fin del qual empeçó el Pinc[iano] a dezir: Todo este mundo es lleno de interés, y, como yo sea vno de los que le habitan, también le quiero para esta diligencia que prometí.

Fadrique dixo: Yo soy el que tomé a cargo este fauor que se concedió al señor Vgo, y, assí, quedo con el cargo de satisfacer, si puedo.

El Pincia[no] dixo: Sí podéys, y muy bien, lo vno, porque tenéys hazienda para satisfazer, y lo otro, porque vuestra mano es liberal en hazer merced; y assí digo que, en cambio de la obra prometida por mí, quiero la tabla o lie[n]ço d[e] la figura del otro día; palabras quiero, mas q[ue] sean poéticas, porque oyo hablar deste lenguaje poético tan diferentemente, que no sé quién acierta ni quié[n] yerra.

[Frag. 1.]

Fadrique dixo, riéndose vn poco: ¡Ah! ¡Ah! Yo asseguro que quiere saber el Pinciano: ¿por qué dize el Philósopho, en el tercero de los Rhetóricos, «otro es el lenguaje del orador, y otro, el del poeta»? ¿Y con qué bula dixo Virgilio «Gaza», pero «Magalia» y «Mapalia», siendo vocablos estranjeros y de otras naciones fuera de la latina que él professó? Y saber: ¿con qué priuilegio llaman los poetas a «las alas» «remos», y a «los remos» «pies»; «copa de Marte» al «es[pág. 221]cudo», y «el escudo de Baco» a «la copa»? ¿Y qué algarauía es la de Virgilio quando, para significar la nauegación dificultosa, dize:

Luchan en tardío mármor las rapadas

llama[n]do al «mar», «mármor», y a «los remos», «rapadas»? ¿Y por q[ué] dize[n] «la bla[n]ca nieue», «el retorcido coho[m]bro», cosa ta[n] cierta, q[ue], de cierta, parece necedad el dezirla? ¿Y por q[ué] inue[n]ta[n] los vocablos q[ue] jamás su región ni otra alguna antes auía vsado? ¿Y por q[ué], de los ya vsados y antiguos vocablos, hazen nueuas composiciones? ¿Y por qué, en suma, quitan y ponen letras, alargan y abreuian las sílabas, y, alguna vez, cortan un vocablo y, entre la cabeça y los pies, pone[n] tantas saba[n]dijas, que no se sabe si aquellos pies son de aquella cabeça, y otras cosas assí desta manera?

Esso pido, dixo el Pinciano, porque no acabo de entender esta gerigonça; veo que vno dize: «este vocablo es poético»; otro, «que no»; otros, «aunque se puede permitir en Poética, pero no en toda especie».

Fadrique respondió: Yo soy el que recebí la cortesía del Pinciano y yo le quiero pagar la deuda.

Y Vgo: Yo, señor, os agradezco mucho las buenas palabras, q[ue], en la verdad, yo soy el deudor obligado a la paga.

Fadrique respondió: Pues, como fiador, quiero hazer la paga.

Y el Pinciano, riendo: ¡Mas qué de pagadores hallo a esta mi deuda! ¡Como es la paga en palabras, no me marauillo! Pues sea quien fuere el pagador, comience la deuda a ser pagada, y empiece yo a saber algo de lo que desseo por vuestra gracia.

Fadrique dixo: Obligado me auéys a que no siga el orden començado con auerlo dexado a mi gracia; porq[ue] este orden del Philósopho es vn ta[n]to [pág. 222] breue, y, por breue, escuro; ni tampoco seguiré el de los demás escritores, porque fuero[n] muy largos; vn otro camino andaré de nadie hasta agora pisado.

Como caya en el chiste a estas conjugaciones, dixo el Pinc[iano], deste lenguaje poético, seguid el que os pareciere.

Vgo dixo: Ya yo desseo tanto como qualquiera este orden nueuo, porque pienso ha de ser tal, que todos le deuamos seguir. Y, verdaderamente, que el escuchar con traça nueua la cosa es como oyrla de nueuo.

Frag. 2.

F[adrique] dixo entonces: A vos, señor Vgo, nada será nueuo en esta materia, como quien la tiene tan arada y ta[n] trillada; mas yo comienço. Si digamos oració[n], le[n]guaje o plática poética, todo es vno; digo, pues, q[ue] la oració[n] toda co[n]sta d[e] 5 partes: de letras, sylabas, vocablos, frasis, géneros, por otro no[m]bre, estilos y caracteres. De las letras, qua[n]to a la Poética toca, no ay q[ue] considerar más q[ue] el sonido dellas, lo demás búsquese entre los gramáticos. El sonido d[e] las letras co[n]sidera el poeta pa[ra] la oració[n] sonora. Entre las letras, especialme[n]te las vocales, ay algunas d[e] mucho y gra[n]de sonido, qual es la a y o; y otras, de peq[ue]ño, como la i y la u; y vna, de mediano, qual la e. Los vocablos d[e] letras vocales sonoras haze[n] gra[n] sonido, como apóstol, vándalo; y, sí se ayuntan a consonantes sonoras, haránle mayor, como pámpano, bomba, romanos; y, con esta co[n]sideración, me parece auer cumplido quanto a la plática de las letras por agora; quien más quisiere, lea los Poéticos de Arist[óteles], que allí lo hal×lará. La segunda parte de la oración que nos uiene en orden es la sylaba, de la qual terné tan poco que hablar, quanto tuuieron mucho los antiguos, los quales nos dexaron llenos los libros desta materia.

Dicho, el P[inciano] dixo: ¿Por ve[n]tu[pág. 223]ra no tenemos los españoles nuestras sylabas largas y breues, como todos los demás? ¿Por qué causa suenan vnos versos bien con onze sylabas y con ocho, y otros, con las mismas, mal? ¿Por qué, sino por las luengas y breues que se truecan, aunq[ue], en la verdad, nosotros no las distingamos? Pero aylas, como se prueua por la experiencia.

Ahora bien, dixo Fadrique, esta plática de sylabas largas y breues solamente pertenece al metro; y ya auemos dicho que éste no es forçoso para la poética, y, assí, será escusado tocar más esta materia, de la qual yo no alcanço sino lo dicho, y es: que no alcanço a distinguir las sylabas breues de las largas. Passemos adela[n]te, a cosa q[ue] mejor podamos palpar, q[ue] fué la 3 en nuestro discurso; digo del vocablo, qua[n]to viene a la consideración poética; acerca de lo qual es de aduertir lo q[ue] dize Aris[tóteles]: q[ue], como no podemos traer las cosas a las escuelas, vsamos de los no[m]bres en vez d[e] las cosas mismas, porq[ue] el no[mbre] es image[n] del co[n]cepto, como éste d[e] la cosa, q[ue] es dezir: no puedo llevar camino largo a mi mujer y hijos conmigo, llevo vna tabla o lienço q[ue] me los enseñe y haga presentes, y, assí como el pintor q[ue] ha visto y revisto bie[n] a la figura, la retrata mucho mejor q[ue] el q[ue] jamás la ha conocido, assí el poeta q[ue] supiere bie[n] la naturaleza d[e] la cosa que trata, la sabrá mejor co[n]cebir co[n] el ente[n]dimie[n]to, y, segú[n] la imagen del co[n]cepto, darla el vocablo. Esto es lo q[ue] Horacio enseña, en su Epís[tola] ad Pisones, dizie[n]do: «el principio y fue[n]te d[e] bie[n] pintar es saber la cosa bie[n] sabida; ésta te enseñará[n] las cartas d[e] Sócrates, y, luego q[ue] las sepas, volu[n]tarias se te entregará[n] las palabras co[n]uenientes pa[ra] la dezir».

V[go] dixo: A muchos vemos q[ue] saben la cosa bien sabida, y no d[e]clararla, porq[ue] no tienen natural bueno [pág. 224].

El P[inciano] replicó: Esto d[e]l natural bueno para hablar, no entiendo bien, porq[ue] oyo dezir q[ue] el lenguaje todo es artificial, y que los sordos de su nacimiento son mudos, porque no pueden ser enseñados. ¿No os parece, señor?

Fadrique respondió: Passe adelante.

Y Vgo: No passe, sino es por impertinente; porque, a mi parecer, la habla y el lenguaje es natural y no artificial, a lo qual me mueue la Historia de Herodoto; ella nos enseña la lengua natural al hombre ser la phrigia, porque lo primero que los niños dizen es axo, que, en lengua phrigia, significa pan. Y es cosa verisímil que, pues todos los niños piden el sustento humano por vn mismo vocablo, que la lengua que vsa de tal, sea natural a todos.

Fadrique respondió: Traslado a la lengua caldea, en la qual habló nuestro primer padre Adám, y de la qual se escriue q[ue] tiene mayor perfecció[n] que todas, y es de creer que, pues Dios vió que todas sus obras eran buenas, que al hombre acompañó de su principio la mejor lengua de todas; y añado que Adám fué sapientíssimo y dió nombre a las cosas, según su más essencial, y, por el tanto, la lengua que él habló fué la más perfecta.

El Pinciano dixo: ¡Oh, cómo me parecen bien estas razones! Y que, sin duda alguna, la de Adá[m] deue ser la natural a todo el mu[n]do y que, en cosa tan importante, no tuuo naturaleza algún descuydo.

Dicho, callaron vn poco, y, después, dixo Fadrique: Es el lenguaje tan importante, que ay quien diga el ser la difere[n]cia mayor q[ue] el ho[m]bre distingue de los demás animales, porque ellos todos tienen su manera de razón (llamémosle instinto o como queráys, que, realme[n]te, ellos tienen su sombra de discurso).

¿De manera, dixo Pin[pág. 225] [ciano], que la diferencia más intrínseca al hombre es ser hablador que racional? Pues conozco a algunos que, según esso, son muy hombres, y no tenidos en mucho.

Fadrique se rió y dixo: No tanto como esso; porque la risa a ningún animal acontece sino al hombre, y con más razón pudiera hazer la diferencia del hombre que no la habla. Yo hablé ponderando la importancia désta, no que le dé las partes primeras en la essencia del hombre; y, como quiera q[ue] ella sea instrumento del concepto, y éste, hechura de la razón, resta que la razó[n] sea la cosa más intrínseca al hombre y más propia; que los brutos, o no tienen razón ni discurso, o es diferente en especie del de el hombre.

¿Qué dezís?, dixo Vgo. ¿Que no ay discurso en los animales? Pues yo sé adonde dize mi Galeno que le tienen, y aun el más rudo de todos, que es el asno; mas, con todo, estoy en lo que Fadrique ha dicho. Boluiendo al propósito del lenguaje natural y artificial, me parece auer oydo vna clara contradicción en esto: que si la habla es artificial, según está significado, ¿cómo será natural a todos la caldea?

Fadrique se sonrió y dixo: Yo hasta agora no he hablado con mi lengua, sino con las agenas; y no dixe que la caldea era natural, sino trúxelo en contradición de lo que Herodoto dize de la phrigia; y lo vno y lo otro traygo agora en confirmación de mi opinión, que, en cierta forma, siente ser las lenguas artificiales y no naturales; porque, si no es natural la phrigia, ni la caldea, ni la egypcia, ni se halla otra que pretenda serlo, resta que el hablar es todo artificial.

Vgo se encaxquetó la gorra y dixo: Prueuo que no, y demos caso que dos mudos, marido y mujer, pasa[pág. 226]ron a las Indias de Poniente con vn par de criados, y que aportan a vna isla desierta, y que los criados mueren, y el×los se quedan solos, apacentándose de yeruas, peces y hueuos de aues brauas, y también que ellos tienen tres o quatro hijos. Pregunto si los hijos hablarán o no.

El caso, dixo Fadrique, es difícil, pero possible, y somos obligados a le conceder; respondo que sí.

Y Vgo: ¿Luego estos muchachos hablarán sin maestro y sin arte? ¿Luego, naturalmente?

Parece, dixo el Pin[ciano].

Y Fa[drique]: Y es assí; mas pregunto: sí a otros aco[n]teciesse en Islas de Levante lo mismo que a los dichos en las de Ponie[n]te sucedió, si los hijos de los vnos y de los otros hablarían vna lengua misma.

Yo creo, dixo Vgo, que sí.

Y yo creo que no, Fad[rique] dixo.

Y el Pin[ciano]: Yo estoy en duda, porque Fadr[ique] contradize; que, si callara, allegárame, sin duda alguna, a la opinión de Vgo.

Fadr[ique] se quedó vn poco callando y sonriendo, y dize después: Ahora bien, no os quiero tener más suspensos; respondedme; mas dexad, que yo me responderé por abreuiar. Y esto, con la condición de amigos: que, quando no dixesse lo que satisfaze, sea yo auisado. Soy ho[m]bre y me suelo engañar muchas vezes. Pregu[n]to, pues: ¿la palabra no se forma primero en el ente[n]dimiento del inuentor? Sí. ¿Y después la lengua le da vna voz, imagen y semejança de lo que el entendimiento concibe de la cosa? Sí. ¿Y el concepto será diferente, según el diferente juyzio del hombre? Assí es. Luego los moçuelos de Poniente, si concibieron diferentemente la cosa, cada vnos harán su vocablo a su propósito, y dél vsará cada familia de las dichas, porque en ella se conformarían luego los hombres que se fueron produziendo, a causa que [pág. 227] los vocablos tienen su significación por consentimiento común dellos.

Yo no lo entiendo bien, dixo el Pinc[iano].

Y F[adrique]: Digo assí: que en vna mançana se considera el olor, sabor, color, figura, peso y otras muchas cosas, y que la familia del mudo de la India Oriental la daría el vocablo según el color, y otro, según el sabor, y assí, de los demás, por el diferente concepto que formarían de la mançana. Ay más variedad en los ente[n]dimientos humanos que en los gestos, vozes y letras; de lo qual resulta que ninguna lengua es natural en particular, sino que, assí como el hablar en general es al hombre natural, el hablar lengua particular es artificial.

El Pinciano dixo entonces: Agora acabo de entender lo que he visto en mis hijos quando comiençan a hablar, que, no sabiendo o no pudiendo pronunciar los nuestros, traen otros vocablos a las cosas, compuestos por ellos; y no todos los niños vsan los mismos, sino diferentes; de lo qual se vee claro la opinión de Fadr[ique]: que, según el concepto diferente, haría diferentes vocablos el de Leuante que el de Poniente.

Los oyentes dixeron: ¡Bien!

Y luego Fadr[ique]: Vamos adelante, que no era éste el propósito de Vgo; otra cosa es lo que al principio, se trató por él, que era del lenguaje natural, o, por mejor dezir, del natural que cada vno tiene para hablar; que vnos lo tienen muy bueno, y otros, no tanto (y todos saben los vocablos igualmente), lo qual nace de la buena o mala disposició[n] dellos o de saberlos traspassar de su significación en otra por semejanças o imágenes. Dexo aparte el artificio que acerca desta materia ay, porq[ue], assí como el gramático enseña a hablar llana y conuenientemente [pág. 228], sin gazafatón, como dizen, la Historia pide, allende desta congruencia y conveniencia, algún ornato; la Rhetórica, lo vno y lo otro, y, más, los afectos y costumbres; digo que a la Rhetórica pertenece el mouer afectos y exprimir costumbres, y a la Poética pertenece todo, y, más, el lenguaje peregrino. Confiesso que éste muchas vezes se ajusta mal con el congruo; y, con esto, baste de las sylabas y le[n]guaje en común.

Frag. 3.

Vamos a lo restante. Aunq[ue] el vocablo, q[ue], como está dicho, deue ser image[n] y semeja[n]ça d[e] la cosa, a todas las partes de la oración co[m]prehende, quiero qu[e] por él se entienda agora el nombre y el verbo solamente, porque el×los son los más principales della. Comienço, pues, la diuisión, y digo que todo vocablo, o es simple o co[m]puesto. Simple es el que se diuide en partes significatiuas, como hombre, que hom nada significa, y bre, que significa nada; compuesto es el que en partes significativas se diuide, como protomédico, q[ue] quiere dezir proto, primero, y médico, al médico, y, junto, quiere decir médico primero; o, pongamos por exemplo este nombre boquirroto, compuesto de boca y roto, que guarda con gran perfección la regla de los compuestos; los quales, como enseña Arist[óteles], no han de venir enteros en la composición, sino algo trocados, o, a lo menos, alguno de ellos; esto es de la primera diuisión del vocablo; el qual, segunda vez, se diuide en propio y peregrino; propio es el que guarda las letras, acento y significación común a todos y en vso de todos, como pan, comunmente a todos pan; y león al león en Castilla significa, y tiene las letras propias suyas.

El Pin[ciano] dixo: A mí haze dificultad essa declara[pág. 229]ción de vocablo propio, porque yo veo algunos que lo son, y no son comunes a todos; que los vocablos de cosas deshonestas y baxas son propios, porque no son traydos de agenos lugares, y no son comunes y en vso a todos, porque ninguna persona graue y principal dize jamás vocablo que te[n]ga alguna deshonestidad y fealdad y, por huyr dél mil leguas, dize la cosa por circunloquios y rodeos que apenas es entendido.

Fadr[ique] dixo: Ellos hazen muy propiame[n]te en huyr del vocablo propio en tal sazón, como la que dezís, y assí digo que no trato de essos vocablos, cuya fealdad los haze impropios; digo y hablo de aquellos que se pueden dezir delante de todas gentes.

Vgo dixo: Muy al contrario andáys de los philósophos estoycos, los quales dezían que las cosas se dixessen por sus nombres.

Opiniones son, replicó F[adrique], y, dexa[n]do la de Zenón y abraçándome con la de Cicerón, digo q[ue] la vergüe[n]ça en las palabras es tan importante, que deue el hombre seguirla en todo caso; y más los poetas generalmente, y especialmente los que imitan a buenos, deuen huyr la sombra del vocablo malo propio y feo, porque harán imitación fea si assí no lo hazen; que, como está dicho, los buenos y nobles nunca ponen en su lengua vocablos que no sean muy castos y limpios. Y esto baste del vocablo propio. Vamos al peregrino, que es su contrario. Vocablo peregrino se dize el que es fuera de vso, el qual, o es desvsado o peregrino del todo, como el vocablo arábigo o griego al fra[n]cés, o el vascongado y fra[n]cés al alemán o a Castilla; qual si, o hablando, o escriuiendo, dixéssemos ahora vtracuydança; al castellano sera peregrino del todo, porque nunca fué [pág. 230] en Castilla vsado, y será propio al francés, porque es dél vsado; o es peregrino del todo, porque es inuentado del autor, como si algún latino al río Pisuerga, por su inuención, le dixera Pisoraca; o es peregrino no del todo, sino que el vocablo de suyo es propio y dexa de serlo por algún accide[n]te, mudándosse de lo que antes era. Passa el vocablo y se muda en otro, o según su cuerpo, o según su alma llamo el cuerpo las letras y sylabas de que es compuesto, y digo alma a su significación. Por todas estas diuisiones del peregrino vocablo yré con orden discurriendo, y assí es menester atención, que empieça ya el poético lenguaje, mal ente[n]dido de muchos. Digo, pues, otra vez que los vocablos peregrinos del todo son en dos maneras: q[ue], o son hechos, o son traydos de otra lengua. Hechos se dizen aquel×los que inuentó el poeta de su cabeça, al qual más que a otro alguno toca el inuentar el vocablo, como también la inuención de la cosa, y, por lo vno como por lo otro, es dicho poeta. Para esta inuención es menester mucha autoridad, porque no diga alguno al inuentor lo que Marcial a Emiliano por estas palabras:

Si tú dizes Pistilo al cozinero,

Díme por qué razón, caro Emiliano,

Dezir no le podré yo Taratala.

Conuiene, digo q[ue] el inuentor de algú[n] vocablo nunca oydo en su lengua ni en otra alguna sea de mucha autoridad, y ta[m]bién conuiene que tenga mucha el que truxere la segunda especie de vocablos forasteros y peregrinos del todo, y que sean tray[pág. 231]dos de naciones bien habladas, qual si, del lenguaje latino, italiano y aun francés, hiziéssemos alguno castellano, como, en la verdad se han introduzido muchos de poco tiempo a esta parte, y se van introduziendo. Assí el latino lo hazía del griego, como Horacio dize en la Epístola ad Pisones, aprouando el tal vso; a do enseña q[ue] el vocablo no se trayga assí como está en la otra lengua, sino q[ue] se mude algo. Y esto baste del vocablo que Arist[óteles] dize hecho y del que él también llamó forastero. Dexo aparte que, destos vocablos forasteros traydos, vnos son traydos de más lexos, otros de más cerca, como si dixéssemos el castellano; o le trae del latino, o francés, o del portugués, o andaluz, o del aragonés, q[ue] esto no es muy importante agora; y vamos a las otras dos especies de vocablos peregrinos, dichos assí porque, siendo propios en la misma lengua, son mudados en el cuerpo o en el ánima. Y, primero, sea nuestra plática de la mudança del cuerpo o materia de que son hechos, digo, letras y sylabas.

Aquí dixo el Pin[ciano]: Por cierto yo no entiendo esto de la mudança del cuerpo, porque, si el vocablo es imagen de la cosa que significa, ¿cómo la ha de significar con el cuerpo? ¿Por ve[n]tura es dançante que, por el cuerpo, significa cosas varias?

Fadrique dixo: En materia muy honda nos entramos y, para abreuiar el negocio, digo: que las letras y sylabas significan muy grande pedaço, como verá el que leyere a Platón en el Cratilo o De la Buena Razón de los nombres. Y ¿por qué pensáys que los poetas añaden, quitan y muda[n] sylabas y letras?

Ya yo sé, dixo el Pinciano, que no lo hazen por el metro, sino por vsar le[n]guaje nueuo y peregrino [pág. 232], que assí lo oy dezir antes de agora.

Bien está, dixo Fadriq[ue], mas ni por solo esso, sino por dar al vocablo el sonido que les parece co[n]uenir a lo q[ue] dizen y hazer más perfecta imagen de la cosa para mofar y escarnecer.

Yo lo he visto en Marcial, dixo Vgo.

Iuan de Mena.

Para magnificar y engrandecer, yo en Virgilio, dixo Fad[rique]; y después: múdanse en el cuerpo y materia de muchas maneras los vocablos: o posponiendo lo que se deue proponer, como «ta[n]ta de parte» por «de tanta parte», o poniendo algún vocablo o vocablos en medio del vocablo, como si dixesse vno «elegante habla mente» por «habla elegantemente». Este vso no es recebido entre Italianos y Españoles, como lo fué entre Griegos y Latinos. Múdase en cuerpo añadiendo letra, sylaba, o quitándola, y esto al medio, principio, fin del vocablo, o poniendo vna en lugar de otra, todas las quales mudanças tienen en el griego su nombre propio. Y múdase en la sylaba, alargándola o abreuiándola, como auemos dicho, lo qual no toca a nosotros los Españoles, que, assí como los Italianos, no conocemos esta diferencia, en el tiempo de la sylaba, que tiene por nombre larga o breue, la qual poco ha tocamos. Y, esto sea dicho breuemente en lo que pertenece al vocablo que de pronto es hecho peregrino, por razón de la mudança dél en su cuerpo, que son letras y sylabas, según ya está referido. Resta agora hablemos de la otra especie de vocablo propio, hecho peregrino por ser mudado y trocado, no en cuerpo, sino en su ánima, digo, no en sus letras, sino en su significación, la qual toma de varias maneras, y a las maneras dixero[n] tropos los antiguos escritores. Materia [pág. 233] era ésta común al rhetórico como al poeta, quanto digo a los tropos, mas, porque muchas más vsan los poetas y co[n] modos diuersos y más afectacio[n]es, será bie[n] dezir algo dellos.

No, sino forçoso, dixo Vg[o], porque es tan diferente el vso entre poetas y rhetóricos, que parece mudar especie.

Bien encarecido está, dixo Fadrique, y luego se haga como dezís.

[Frag.] 4.

Dexa vn vocablo su significación propia y passa en otra por siete tropos o modos metaphóricos, los quales hermosean a la oración y la dan luz de la manera q[ue] vn velo sutilísimo a vna imagen, y vna vedriera a vna ca[n]dela; son, pues, los tropos metaphóricos, en doctrina del Philósopho: metáphora, sinédoche, metonymia, catáchresis, metalepsis, ironía, hypérbole. Primero d[e] la primera, y luego, de las demás. De la metáphora es de aduertir que, en vna significación, significa qualquier traslación de no[m]bre propio en agena significación; assí Arist[óteles] la trata algunas vezes en sus Rhetóricos, y, assí, no sólo comprehende a la que particularme[n]te se dize metáphora, sino a los demás vocablos q[ue], de propios, se hazen peregrinos, sinédoche, metonymia y los demás que diximos tropos y ser siete. Tómasse la metáphora más particularmente, como Arist[óteles] en sus Poéticos, y como al presente la entendemos, por la especie primera de los tropos que dizen los Rhetóricos, la qual es más vsada y con menos enfado freque[n]tada; hermosea la oración sobre todos los tropos y figuras rethóricas y poéticas. Es, pues, metáphora traspasso de vn vocablo a significar otra cosa diferente de aquella a que fué inuentada, por semejança que la vna tiene con la otra [pág. 234]. Por este exemplo sera mas manifiesto: «duro» significa propiamente la cosa que resiste al que la toca, y metaphóricamente dezimos «duro» al mochacho desobediente, porque resiste al orden que se le da. Assí que el nombre «duro», quando se da al mochacho, dexa su significación en cierta forma y passa a significar otra que es semejante a la que de suyo y propiamente significa. Désta dize Marco Tulio que fué inuentada, o para ornato de la oración, o por necessidad y falta de vocablo propio. Quatro especies de metáphoras pone Arist[óteles] en sus Poéticos, las quales quiero, primero, seguir. Dize, pues, el Philósopho que el vocablo se traspassa a significar otra cosa de aquella para que fué hecho de quatro modos: que, o se traslada el nombre del género a la especie, como se dize a vn hombre rústico que «es vn animal», adonde «animal», que es género, significa al hombre, que es la especie; o de la especie al género, como el que dize: «rosas produze la primauera», queriendo dar a entender que produze «flores»; a do «la rosa», que es especie de flor, passa a significar al género, que es la flor; o de la especie a la especie, como se dize al hombre brauo «león», que el nombre «león», especie diferente del hombre, passa a significar el hombre; la especie vltima y quarta se dize analogía, porque passa el vocablo a significar otra cosa, y el vocablo de la otra torna a significar la cosa d[e]l vocablo primero; desta manera dezimos, a la poesía, pintura, y a la pintura, poesía; y al escudo, copa, y escudo a la copa; assí que en esta especie quarta se doblan las metáphoras siempre, o, a lo menos, se pueden doblar.
Metáphoras.

Dicho esto por Fadrique, dixo Vgo: Pues, aunque no las puso Arist[óteles] [pág. 235], otras especies ay de metáphoras, siguie[n]do essa misma diuisión suya; assí que parece auer estado el Philósopho algún tanto corto.
Fadrique respondió: Ya os entiendo, porque ay traslación y traspasso de vn género a otro, y del género al indiuiduo, y déste a la especie, y de vn indiuiduo a otro, pero es de aduertir que estas traslaciones y traspassos, todos se contienen dentro de las ya dichas, y que algunas tienen su lugar en algunos de los tropos, como en la antonomasia se vee que el indiuiduo de «Roma» es significado de la especie, que es ciudad; y, en suma, de las quatro ya dichas especies primeras se saca el modo de las demás todas; cada vna de las quales recibe, según su fuerça y eficacia, de otras quatro diferencias; porq[ue], o se pone la acción de persona animada para acción de otra persona, animada también, como se dize al ho[m]bre «que gruñe», lo qual es de lechones; o se pone cosa sin ánima por otra sin ánima, como «la harmonía de las virtudes es sabrosa», que «harmonía» se pone por «consona[n]cia», y la vna y la otra son sin ánima; o se pone cosa sin ánima por animada, como dezimos «rayo» a vn león o a vn hombre airado; o, al contrario, como se dize «cabeça del monte» a la cumbre, y que «muerden las palabras»; y en esta vltima manera de metáphora se hal×la mucha más fuerça y eficacia. Vsan desta figura los rhetóricos recatadamente, y los poetas, atreuida y licenciosamente; o humillándose mucho por vna figura dicha tapinosis, o alçándose demasiado y variando de otros modos; porque el poeta llama «pastor» al rey, y a los remos, «alas», y toma las metáphoras de más lexos que [pág. 236] el orador no osaría. Y esto es por la afectación, la qual anda muy acompañada por la poética, y, especialmente, con la que está en número de sylabas atada, que dezimos metro: mas aduierto que las metáphoras muy remotas son escuras y tiene[n] necessidad de declararse co[n] esta partícula «como», qual si dixéssemos, para dezir «quebróse la espada delicada», «quebró la arma vedriada», no diríamos bien como diziendo: «la arma como vidrio». Y esto se ha dicho breuemente en quanto al vso de la metáphora, aunque esto se podría consentir en la Poética.

Sinédoche.

Vamos a la segunda especie de los vocablos peregrinos, que, siendo propios, passan en otra cosa su significación, dicho sinédoche, el qual tropo especialmente fué de los Rhetóricos inuentado, assí como otros, por la variedad de la oración y lenguaje. Dél se vsa quando se toma la parte por el todo, como quando dezimos «proa» a la naue; o el todo por la parte, como qua[n]do dezimos «naue» a la proa. Este tropo tiene ocho especies, las quales dexo, porque están llenos los Rethóricos dellas; sólo aduierto que, assí como de la metáphora, vsa de la sinédoche más licenciosamente el poeta, porque se atreue a llamar «fuente» al agua, que el orador no [se] atreuiera.

Metonymia.

Sigue la metonymia, por el qual el vocablo que significa la causa se da al efecto, como quando se dize el vino «Baco» y el pa[n] «Ceres», porque Baco y Ceres fueron los autores del vino y pan; o quando el nombre del efecto se da a la causa, como quando dezimos a vn hombre «es la misma simpleza», y desta manera se dize «triste» el temor, y «amarilla», la muerte; y vltimamente se exercita quando por la causa contenida se pone la que contiene, co[pág. 237]mo quien dice: la «España fuerte» por «los españoles fuertes»; en este tropo se estiende la licencia poética hasta poner al dueño de la cosa por la cosa misma, como si vno dixesse: «llevóse a Iuan al río» por dezir «llevó el río la heredad de Iuan». También se reduze a esta figura quando la señal se pone por la persona, como si por dezir en este tiempo «que comieron con el Rey los caualleros de la Orde[n] del Vel×locino de oro» dixéssemos «comiero[n] con el Rey los Tusones», la qual forma sería más lícita al poeta, como la dicha antes.

El Pin[ciano] dixo entonces: Sin duda alguna que no deuían de ser poetas aquellos dema[n]dadores de mi tierra, que, si lo fueran, no les sucediera la desgracia que les sucedió.

Fadrique sonrió diziendo: Sepámoslo todos, por vida mía, si es possible.

De gracia, respondió el Pinciano. Agora diez años, poco más o menos, vi sacar a açotar quatro hombres, no más de porque vsaron esta figura; y, si fueran poetas, digo que no los açotaran, porque lo que se haze con licencia, no merece castigo, y los poetas tiénenla, como dezís, para alargarse en el vso de las figuras. Fué el caso que auía, entre otros dema[n]dadores, quatro; el vno de los quales trahía la imagen de Nuestra Señora; el otro, de Santa Ana; el otro, de San Roque, y el otro, la demanda de la lámpara del Santíssimo Sacramento, y, todos a vna mesa y a escote, comían juntos y beuían hasta matar la sed, y, algunas vezes, el seso. Beuiero[n] vn día tan alegremente y el vino les alçó tanto el espíritu, que les hizo atreuer al vso y licencia poética, diziendo el vno: «Yo brindo a San Roque», por dezir «al que tiene la imagen de San Roque». Otro: «Yo brindo a la lámpara». Otro: «Beua Santa Ana»; y assí, con gran re[pág. 238]gozijo, passaron aquella tarde, en la qual los prendieron; y, como después de los nublados sale el sol, a ellos, después del sol salido, el día siguiente, descargó vn nublado de açotes sobre las espaldas.

Assí dixo el Pinciano y, después, de auer reydo vn poco los co[m]pañeros el cuento, dixo F[adrique]: Por cierto q[ue] les costó muy caro el vso y modo peregrino de hablar, y fueron necios en ya que no se pudieron llamar a la corona de laurel no acudir a la de los pá[m]panos, y dezir que el vino lo auía hecho.

Catáchresis.

Vgo tornó a reyr, y después dixo Fadrique: Sigue la catáchresis, por otro nombre abusión, la qual es quando se pone vn vocablo por otro que a él es propinquo, como quando dezimos: «la fuerça es breue» por dezir «poca», y «la calentura grande» por dezir «ardiente». Ay quien dize que ésta sólo se vsa quando falta vocablo para dezir la cosa y se toma el próximo: como si vno dixesse al q[ue] mató a su madre «parricida». q[ue] quiere dezir el que mató a su padre; y esto, porq[ue] no ay vocablo que lo signifique, mas tengo por mejor lo q[ue] está dicho, y que, sin esta fuerça, se pueden vsar las catáchresis, y sin ellas las veo yo en Virgilio. Désta también vsan los poetas con atreuimiento, como fué aq[ue]lla de Virgilio, en el sexto de la Eneyda: «Yuan escuros en la sola noche», a do el vocablo «solo» está puesto por «escuro», y «escuro», por «solo», los quales son vsados en este lugar sin necessidad alguna.

Metalepsis.

Sigue la metalepsis; en quien passa el vocablo a significar otra cosa por medio de otras significaciones, q[ue] algunas vezes vienen a ser tres; como Virgilio vsa en el vocablo «arista», q[ue] quiere dezir la raspa de la espiga, la qual passa a significar lo mismo que año, por medio de espiga y estío, y el estío en el año; este modo [pág. 239] es todo poético y que el orador no puede dél vsar en manera alguna.

Ironía.

Sigue la ironía, la qual es quando por vn nombre queremos significar la cosa co[n]traria de lo que él propiame[n]te significa, como para dezir q[ue] vno es profano, le dezimos «el santo». En este modo de hablar es igual el orador y el poeta, mas no en el séptimo, dicho hypérbole, el qual es ta[n]to más licencioso a los poetas q[ue] oradores qua[n]to, el poeta deue ser más afectado que el orador, porque a éste le es lícito dezir: «cabello más q[ue] el sol», «más que el fuego resplandecientes armas», «ligero más que el cierço», y otros desta manera se vsan para poner admiración, la qual anda más acompañada con el poema que con la historia ni oratoria. Destos siete modos dichos passa vn vocablo a significar otra cosa de lo q[ue] él propiamente significa, a cuya causa los griegos los dixeron tropos. Assí F[adrique].

Hypérbole.

Y luego Vg[o]: Pues algunos tropos os auéys dexado, si yo no me engaño.

Fadrique dixo: Y no por oluido, sino de industria. Ya os entiendo, por la antonomasia, onomatopeya, alegoría, períphrasis y hypérbaton lo dezís; los quales, o están dichos, o no pertenescen a los tropos.

Antonomasia.

La antonomasia fué dicha quando se trató de la metáphora, que, siendo de especie, el vocablo passa en el indiuiduo, como se ve quando dezimos «ciudad» a Roma; que el no[m]bre «ciudad», el qual es especie, se da al indiuiduo «Roma» por la nobleza que tiene, como antes diximos; y como diziendo «rey», el qual es nombre de especie, se deue entender en este tiempo el de España, qualquiera que sea, o Pedro, o Iuan, o Philippe. Y, si más queréys, l×lamad synécdoque a la antonomasia o hazed lo que os pareciere [pág. 240], que el indiuiduo parte es de la especie, pero, por la excelencia, es bien que retenga el nombre que tiene.

Onomatopeya.

La onomatopeya se dixo qua[n]do se trató de los vocablos peregrinos hechos, porque es hecho y inuentado del poeta, o de otro; que el vso de los ya inuentados, ni es tropo, ni figura, ni es nada, como si dixéssemos «susurra[n] las auejas». Y, si queréys dezir que es algo, y que es figura a qualquiera que la vsare, sea en hora buena. Passo adelante y digo q[ue], ni la alegoría, ni períphrasis pertenecen a los tropos, porque no son vn vocablo, sino vna junta de vocablos, y assí es razón q[ue] no se pongan entre los tropos, sino entre las figuras; que la alegoría es junta de metáphoras, y la períphrasis, vna difinició[n] o descripción de la cosa, y assí es razón que no se pongan entre los tropos, sino entre las figuras que se hazen de la composición de los vocablos.

Hypérbató[n].

El hypérbaton es dicho quando se trató del vocablo peregrino quanto al cuerpo, porque en el cuerpo parece su modo diferente, como se vee en el exe[m]plo dicho «elega[n]te habla me[n]te», el qual modo de hablar lícito fué a los griegos mucho, y aun a los latinos, como se vee en Virgilio, en sus Geórgicas, habla[n]do del Septentrión. A los italianos ni españoles no es lícito, y sería figura muy ridícula, quanto más a los históricos y oradores.

Calló Fadriq[ue] y dixo Vgo: Aunque se pudiera replicar algo en vuestra doctrina por ser nueua, no quiero por agora sino preguntar: ¿Por qué ocasión, auiendo tocado las especies todas de vocablos peregrinos de Arist[óteles], os auéys dexado la que él dize ornato? ¿Por ventura porque no pone el Philósopho exemplo dél, como de todos los demás? ¿Y es menos claro q[ue] los demás todos?

Fa[drique] respondió: En la verdad, señor Vgo, a mí se me fué de la memoria, y aun holgara que vos a ella no le truxérades por las razones que auéys dicho de la dificultad dél; la qual se manifiesta en la variedad de interpretaciones que graues varones, come[n]tadores deste lugar, le dan.

Ahora, por vida mía, dixo Vgo, ¿no os parece bien lo que algunos dize[n] del ornato, que es el vocablo synónimo que significa lo mismo que el otro y otro a quien se ayunta? Como es dezir «discrimen», «riesgo» y «peligro»; y como quien dixesse «el ánimo», «espíritu» y «alma», que es todo vna misma cosa y orna mucho a la oración y la entretiene.

No me parece mal, dixo Fadriq[ue], y más que esta forma de ornato, según doctrina del Philósopho, en el tercero de sus Rhetóricos, es muy anexa a la Poética, aunq[ue], según mi opinión… Assí dezía Fadrique y cessó, dexa[n]do su plática empeçada.

Vg[o] y el Pin[ciano] a vna le rogaron que la acabasse, y Fadr[ique], como forçado, empeçó assí: Estos que dezís synónymos, permitidos son tanto al orador como al poeta, y aún más. Otro ornato sé yo que vsado, ofende al orador y hermosea al poeta; éste es el que dezimos epítheto, por cuyo vso demasiado Aristóteles, en el libro tercero de sus Rhetóricos a Theodecte, reprehende a Alcidamante, orador: «Ha[n] de ser, dize, los epíthetos como salsa al orador, y como vianda al poeta».

También, dixo Vgo, le reprehende por el vso de los vocablos compuestos.

Y con razón, respondió Fadrique, porque assí éstos, como aquéllos, son más propios al poeta; y no me diga el Pinciano que el vocablo compuesto pudo ser el ornato del Philósopho, pues es tan propio al poeta, que Arist[óteles] ya auía tratado del compuesto, y [pág. 242] el compuesto no merece nombre de ornato por lo poco que orna. Confiesso que engra[n]dece a la oración, mas no la hermosea y atauía como nuestro epítheto.

Ya entiendo, dixo Vg[o], lo que dezís, mas, a dezir verdad, no me satisfaze; porque, en las demás especies q[ue] de Arist[óteles] pone, es éste contenido y no auía para qué ponerle de nueuo; q[ue] el epítheto puede ser vocablo propio, y peregrino, y forastero, y hecho, y alterado con adición y abstracción de letras y sylabas, y padecer todo lo demás que Arist[óteles] en esse lugar enseña, por lo qual no me parece conueniente que tal aya sido el ánimo suyo en este lugar.

Fadr[ique] dixo entonces: Yo confiesso lo que dezís, pero deuéys aduertir q[ue], allende de essas afecciones que el epítheto padece, comunes a todos los demás vocablos, padece otras aparte, las quales, siendo anexas a la Poética sola, la ornan mucho; y es la vna el mucho vso dellos, el qual, como está dicho de Arist[óteles], sería vicioso a la oratoria, y a la poética es ornato, assí, en el número y en qua[n]tidad, difiere el vso de los epíthetos entre orador y poeta; y en la qualidad difiere también mucho. Pregunto: ¿qué orador se atreuiera a dezir «la bla[n]ca leche»? Arist[óteles] dize q[ue] ninguno, y, por el consiguiente, «la nieue fría» y «retorcido cohombro». ¿No veys como con razón se dize ornato el epítheto, porq[ue], no siendo especie de los demás vocablos peregrinos, trae ornato a la oración poética?

Vgo dixo ento[n]ces: No hay duda del ornato que el epítheto da a la poesía, ni tampoco le ay que en essas dos maneras, en cantidad y en qualidad, ella le recibe, como tampoco no la ternía yo ya de que en estas dos maneras no es co[n]tenido entre los demás vocablos peregrinos [pág. 243] del Philósopho; y, especialme[n]te, me inclino a que sea dicho ornato por la qualidad, digo, quando se pone al substantiuo declarando la condición que él tiene por propia; a esto me suade el Philósopho, q[ue], en sus Rhetóricos, dize ornato a la palabra apropiada, o, por mejor dezir, a la palabra ornada dize apropiada; y, si os agrada dezirla ociosa por manifiesta, sea en hora buena: como «blanca leche»; de modo que el vocablo propio y apropiado viene a se hazer peregrino, vsándole adonde se pudiera dexar por manifiesto; y assí me parece que deuemos estar satisfechos en este punto; pero no lo estoy en lo que dize Fadrique del mucho vso del×los, porque yo no he oydo condenar a algunas oraciones poéticas por demasiadas en el vso de los epíthetos.

Fadrique entonces dixo: Si vn hombre come muchos pollos de vna vez, recebirá daño en su salud; todo quiere vna honesta medianía. Dicho está ya otras vezes como la oración poética quiere vn poco de afectación, y, por esa razón, admite más freque[n]cia de epíthetos, mas de manera que no sean molestos y enojosos, como lo sería el poeta que, a cada substantiuo, echase dos o tres adjetivos y epíthetos. Es menester, digo, vna medianía, y, si son buenos y bien traydos, se puede echar a cada substantivo vno, y, alguna vez, vn par; mas el que ordinariame[n]te echasse dos o tres, haría vna orac[i]ón, no ornada, sino ho[n]gosa y fea, como el que dixesse assí: «la dulce, alegre y agradable primauera al hombre triste, melancólico y desabrido le es de gran gusto, contentamiento y regalo». Esta frasi y frequencia de epítheto sería muy enoxosa. Ha de tener, como digo [pág. 244], en la quantidad discreta, discreción, y moderación en el número de las sylabas; porq[ue] los que son muy largos, enoja[n] y caben mal en los metros, como «Co[n]stantinopolitano». Esto es en la quantidad, mas en la qualidad es menester que haga[n] algo, que trabaje[n] y no sean puestos para sólo sustener el pie q[ue] se va a caer de enfermo y mal co[m]puesto. Los apropiados, como son «blanca leche», «elada nieue», también añaden alguna acción y eficacia; son buenos los que publican alguna naturaleza secreta de alguna cosa, porque no sólo ornan los tales, pero adoctrinan y enseñan. Acerca también del lugar ado[n]de el epítheto deue estar, algunos hazen sus co[n]sideraciones, como es que el epítheto se antepo[n]ga al substa[n]tiuo y que el metro no haga fin en él. Buenas son, pero no essenciales, y lo que es essencial es lo que tengo dicho; que, teniéndolo, aunque se posponga, no importa; ni tampoco, aunque el metro remate en él, es indicio, de cierto, de metro forçado, porq[ue] lo vemos en Virgilio y no es menester más autoridad.

Vgo dixo entonces: Parece, señor Fadrique, q[ue] days a entender que todos los epíthetos son adjetiuos, y no lo son.

Fadrique dixo: A lo menos, los que más orna[n], que ya veo que tan adjetiuo es dezir «hombres de ciudad» como «ciudadanos». Estas son cosas q[ue] hazen poco a nuestro negocio, y baste, si os parece, lo dicho de los epíthetos. Si más queréys, leed a Aristóteles, en el lugar sobredicho del tercero de los Rhetóricos ad Theodect[um], y a Francisco Nigro, y a otros que os dirán más.

El Pinciano dixo entonces: Parece que el maestro está estomagado desta salsa.

Sí estoy, dixo Fadriq[ue]. Passemos ya de lo simple a lo compuesto, y, pues de [pág. 245] los vocablos está hablado medianamente, empecemos a tocar la oración, la qual está compuesta de los vocablos.

[Frag.] 5.

Dicho auemos de las letras, sylabas y vocablos como parte que componen la oración; agora resta dezir de la quantidad, qualidad y grados della.

De la quantidad digo, primero, vniuersalme[n]te; que, según ella, es el poema, o oración breue, como vna epigrama, o larga, como vna épica; y en este modo ay muchas diferencias, pero, tomando a la oración más particularme[n]te, digo que se diuide en período o cláusula, en colo o en mie[m]bro, en coma o en semicírculo desta manera: que, de adonde comie[n]ça adonde acaba la sentencia, se dize cláusula o período; y se nota y señala con vn punto abaxo de la letra. Adonde no se acaba período, ay vn descanso notable, se dize colo o miembro; y nótasse con dos puntos pequeños a la letra vltima, vno arriba y otro abaxo; adonde ay vn desca[n]sillo breue, se dize coma o semicírculo, y nótasse con vn circulillo abaxo de la vltima letra. Quiero dexir vn exemplo para que sea esto más fácil, y sea éste: «Es vtil y necessaria la arte que enseña a la gente virtud». Al «vtil», hay vn descansillo; a «la arte», vn descanso mayor; a «virtud», le ay perfecto y acabado. De manera q[ue], justamente, se dirá período a do está esta «virtud», y se porná colo adonde «arte», y coma, adonde el «vtil». Entre los escritores ha auido algunos que han querido poner número en los vocablos que ha de tener el período, pero, en la verdad, no se puede hazer, porque se halla cláusula de ochenta vocablos, y que passa; y que en vna letra se encierra, como se vee en Virgilio la vna y la otra. La muy lar[pág. 246]ga, en el quarto de sus Geórgicas, hablando de las enfermedades de las abejas, adonde, floreciendo, amplifica la oración dentro de vna cláusula muy largamente. La breuíssima se vee en el quarto de la Eneyda, adonde dize Dido a Eneas que se vaya, por esta letra I, en la qual comiença y acaba la sentencia, cláusula o período. Y baste esto desta materia de quantidad, la qual es común a la oración toda.

Vamos a la qualidad que se dize frasis. Frasis se dize la oración que es propia, impropia, clara o escura, patria o peregrina, cortesana o rústica; y assí de otras muchas maneras, como después se verá; de modo que la dicha frasis es como qualidad y condición de la oración.

El Pinciano dixo: Mucho he holgado en auer l×legado a este punto, porque he oydo dezir que la buena frasi deue ser enmendada y clara y ornada; y la frasi poética me parece muy contraria; y que no sea enmendada está claro, porque la frasi emendada es la que es cortesana y limada. La poética está llena de inmundicias y de moho, porq[ue] suele vsar vocablos que de rancios y malos, eran ya oluidados, y de groserías grandes. ¿Qué mayor, si vn cortesano por dezir «pa[n]» dixesse «pana», añadiéndole vna letra, o quitándola, o trasponié[n]dola de la manera que está dicho? Pues quien co[n]tara los solecismos de los griegos, y aun de los latinos, gran contador auía de ser, y aun los de algunos italianos graues y castellanos. Y, si la frasi está llena de barbarismos y solecismos es emendada, no sé yo qué cosa sea enmendada oración. Pues la segunda condición de la buena frasi, que es ser clara, mirad cómo lo será, que, allende q[ue] es la poética peregrina y de vocablos peregrinos y escuros [pág. 247], el metro mismo la escurece, y aun los autores, de industria, afectan escuridad muchas vezes. ¿No auéys oydo lo que el Rey Philippo segundo de España respondió a vn su criado que fauorecía a vn médico, el qual auía vuelto en verso los Aphorismos de Hypócrates?

No, dixo Fadrique.

Y el Pinciano: Ya lo digo: «que los Aphorismos de Hypócrates en prosa están escuros, y en verso lo serían más». Dicho, por cierto, prudentíssimo, porque ordinariamente los poetas andan buscando vocablos para no ser entendidos. Y esto, en lo que toca a la claridad; en lo que toca al ornato, no tengo que dezir sino que la dama que fuere rústica y negra, como la plática que fuesse grosera y escura, mal podrá ser atauiada, y, si lo fuere, le luzirá poco el atavío.

¡Por vida mía!, dixo Vgo, que ha estado galante el Pin[ciano] y, con licencia de Fad[rique], tengo de respo[n]der a los argumentos.

Y luego F[adrique]: Vos, señor V[go], podéys proseguir mejor q[ue] nadie; y, por daros gusto y desca[n]sar yo vn poco, lo co[n]sentiré de buena gana.

Dicho, Vg[o] començó desta manera: Bien parece q[ue] el P[inciano] es algo flaco d[e] memoria, pues no se acuerda de las difere[n]cias q[ue], al principio desta plática, oy se pusieron entre las 4 facultades a quienes toca el hablar.

El P[inciano] resp[ondió]: Bie[n] me acordé, mas no lo ente[n]dí bien, y agora quiero acabarlo d[e] ente[n]der y ser respo[n]dido a mis objeciones.

A esto res[pondió] V[go]: Assí será; y p[ro]siguió dizie[n]do: Bie[n] pudiera yo respo[n]der a todas 3 dificultades co[n] sola vna pregu[n]ta, q[ue] fuera si Vir[gilio] auía sido eme[n]dado, claro y ornado en su frasi. Mas no quiero co[n] ta[n]ta breuedad rebatir a las dificultades y objeciones, y, porq[ue] aya lugar d[e] d[e]clararme más, habla[n]do, primero, d[e] la oració[n] y frasi poética, digo deue ser peregrina, q[ue] es compuesta [pág. 248] de los vocablos ya dichos peregrinos, mezclados con los propios. Y, con esto, deue ser emendado, digo, no en respecto de la oratoria, sino en respecto de la poética, la qual demanda, como está dicho, la frasi más afectada y peregrina. De manera que, como dize Quintiliano y Aristóteles enseña, la frasi que en la oratoria fuesse fea, es hermosa y eme[n]dada en la poética. Assí que las que fueren señales muy feas en la oratoria, serán lunares muy hermosos en la poética. Confiesso que tiene necessidad de la templança y prude[n]cia esta mezcla de vocablos propios y muchos de los peregrinos metaphóricos para que la frasi poética sea la que deue, porque de tal manera se podría hazer la mezcla, q[ue] quedasse muy fea y abominable, no sólo no emendada. Tenga, pues, la frasi poética muchos vocablos propios y, de los peregrinos metaphóricos, más, de los forasteros, hechos y absoletos, digo, de los ya oluidados y de los alterados en el cuerpo, sean muy pocos. De los demás alterados en el ánima, dichos tropos, medianamente, y co[n] mucha variedad dellos, porque no cansen; y assí quedará la oración y frasi poética no sólo no bárbara, pero eme[n]dada y muy agradable con la nouedad q[ue] trae consigo. Desto mismo que acabo de dezir resultará también la claridad de la oración, la qual dicha claridad dize Aristóteles q[ue] es la principal virtud de la oración, porque, siendo pocos, los forasteros vocablos y los hechos y absoletos no serán parte para escurecerla; que los demás vocablos peregrinos no la hazen escura, si son bien traydos, pues ni las alteraciones de los vocablos en el cuerpo ni en el ánima suele[n] hazer escuridad, antes las methápho[pág. 249]ras, cuyo vso es más necessario y más orna y menos cansa, aclaran mucho la oración.

El Pinciano dixo entonces: No sé lo que me dezís; ello está bie[n] dicho, mas yo no lo entiendo; y, aunque más me digáys, veo a poetas escuríssimos y que es menester intérprete que los declare; y, si no, mirad a Iuan de Mena, que, para sus Trezientas, fué menester el Comendador Griego, y, para su Coronación, él mismo; y aun apenas se dexa entender. Pues ¿qué diré del Petrarcha en aquella canción:

Ma non uo’piú cantar com’io soleua

y que en los Triumphos no ay quien le entienda? Assí lo dizen todos.

No todos, dixo Vgo, algunos ay que, sin comentos, entenderán essas lecciones q[ue] vos dezís escuras. Mas, hablando de todo y respo[n]diendo a cada parte, digo q[ue] ay tres maneras de escuridad, las dos son artificiosas y virtuosas, y la tercera, mala y ruda. La primera de las artificiosas es qua[n]do vn poeta, de industria, no quiere ser entendido de todos, y esto lo suele hazer por guardar el indiuiduo, como, dize[n] los italianos; que si el Petrarca hablara claro en aquella canción que dezís, y Mingo Rebulgo en su égloga, pudiera ser que no le co[n]seruaran, y que ni el Papa ni el Rey de aquel×los tiempos los libraran de la muerte. Y a quien pareciere mal esta escuridad, parecerá bien vna grande temeridad. La otra escuridad artificiosa es causada de la mucha lección y erudición, en la qual no tiene culpa el poeta, sino el lector, que, por ser falto dellas, dexa de le entender el poema. Los Triu[m]phos del Petrarcha y otros muchos poemas son claríssimos a los hombres doctos y leydos; perdó[pág. 250]neme el Pinciano, y lea, y entenderá; y no culpe de escuro al aposento que está muy claro, mas culpe a su vista, que la tiene ofuscada. Estas son las maneras de escuridad artificiosas que suelen vsar los poetas. La tercera escuridad es mala y viciosa, que nunca buen poeta vsó, la qual nace por falta de ingenio de inuención o de elocución, digo, porque trae conceptos intrincados y difíciles, o dispone, o, por mejor dezir, confunde los vocablos de manera que no se dexa entender la oración. Otra manera ay de escuridad muy artificiosa, mas ésta no es propia de la poesía, porque es común también a los libros sagrados y como alma de la letra, la qual es dicha alegórica o sentido alegórico. Y esto es lo que ay que responder acerca de la claridad y escuridad poética.

A la tercera objeción de la oración ornata, está respondido con estas dos respuestas ya dichas, porque, si la dama está bien affeytada y figurada y es blanca, claro es que la hermoseará más el ornato, el qual es hecho de los vocablos peregrinos, y más, de las figuras y schemas, que los rhetóricos dizen, cuya materia no es deste lugar. Bien veo que ay mucho más que dezir de las frasis, pero me parece que verná luego coyuntura para tratar dellas más en su lugar.

Fadrique dixo: Está muy bien.

Y el Pinciano, a Fadrique: Vuestra aprouación desseaua, que, aunque Vgo es muy docto, con todo, veo que el mundo todo está diuidido en opiniones a causa de la fragilidad de las artes y de los professores; y, quando dos se conforman, parece que tiene la cosa más certidumbre y firmeza.

Assí es la verdad, dixo Fadr[ique].

Y luego Vgo: Compuesto auemos a esta dama y ora[pág. 251]ción poética desde su principio, dándola sus partes menores, que fueron letras y sylabas, y, después, mayores, dichas vocablos; y estos miembros juntos la han hecho y dado nombre de frasis. Auémosla, después de echa en borrón, limado y figurado y puesto en lugar claro, que de todos sea vista ornada y atauiada con los vocablos peregrinos, figuras y schemas; resta el poner esta señora en su lugar conueniente.

El Pinciano dixo: Apenas, señor Fadrique, os entiendo lo que dezís, sino es que ya que auéys compuesto a los vocablos de las letras y sylabas, y a la frasi y oración, de los vocablos propios y peregrinos, resta el dezir de los estilos, géneros y characteres de dezir, y esto más lo saco por discurso que no por vuestras palabras.

Fadrique dixo entonces: Esso mismo.

Acudió Vgo y dixo: Punto que desseaua yo harto por la mucha variedad y dificultad que en esta materia veo, salida del nombre griego adron.

[Frag.] 6.

Fadrique respondió: Diré mi parecer, y, si fuere el vuestro, me holgaré. En tres órdenes repartió la romana República a su pueblo, imitando a los buenos repúblicos griegos. Al vn orden llamó patricio, por el qual eran entendidos los magistrados, cónsules y senadores y los que tenían debaxo de su mandato a la república toda y en ella exercitauan la arte que manda y domina, dicha imperatoria. A este orden o estado de gente, que fué el más alto, otro estaua opuesto, el qual era dicho el estado plebeyo; tenía éste a los mechánicos todos y a los jornaleros, y, al fin, a los hombres que con sus braços sustentauan su vida; entre [pág. 252] éstos y aquéllos mediaua el orden equestre, q[ue] era como participio o partícipe de ambos, el qual, ni tan alto se alcança como el patricio, ni tan baxo inclinaua como el co[n]trario mechánico. Si a nuestra república española lo queremos aplicar, diremos que el estado patricio es el de la gente más granada y noble, como son títulos, y aun algunas casas que de muchos atrás tienen, sin título, mucho lustre y nobleza; y será el estado plebeyo el mismo que acerca de los romanos y griegos; en el mediano no querría poner exe[m]plo por no ser odioso, mas no seré, que, por poner exemplo de algunos, no pongo ni quito a todos; digo que el estado medio ocupan los hidalgos que viuen de su renta breue, y los ciudadanos y escuderos dichos, y los hombres de letras y armas constituydos en dignidad; digo, en las letras, los grados, y, en las armas, los oficios, como son capitanes, alférez, sargentos, q[ue] los maestres de campo ya tocan el estado más alto. Largo exordio he hecho y que, sin escurecer, me pudiera escusar, pero no hará daño el saber esto.

Y, prosiguiendo, digo: q[ue], siendo como es la Poética imitación en lenguaje, es necessario que imite a alguno destos tres estados, o al patricio y alto, o al plebeyo y baxo, o al equestre y mediano. Y assí quiera dezir vuestro adron crecido, lleno, maduro, gruesso, aumentado, robusto, grande, firme, ancho, perfecto, mucho, copioso, abundante, no haze al caso; lo que haze y importa es que se entie[n]da que este estilo es con el que se imitan personas principales, como las dichas patricias, y q[ue] quiere dezir estilo adron estilo imitador de personas reales, príncipes y grandes señores; con lo qual queda [pág. 253] también declarado el orden y estilo contrario al adron, que el griego dixo lepton y vnos traduze[n] chico; otros, baxo; otros, delgado; otros, sutil, y assí de otras maneras semejantes. Lo recto es juez de sí y de lo obliquo; y assí, auiendo dicho del adron, es dicho del contrario y del medio estilo, pero, para que nos entendamos, será menester demos algún nombre al estilo patricio, y llamarémosle alto, y, al plebeyo, baxo, y, al equestre, mediano; y, si queréys que los estilos sean sólo dos, alto y baxo, y que el medio no haga miembro por sí, por ser vna mezcla de ambos, sea como os pareciere.

Estoy muy bien, dixo Vgo, con lo dicho, porque, de aquí adelante, no nos equiuoquemos, mas, aunque el nombre es conocido y la cosa dél significada, yo, que no he tratado ta[n] particularmente con reyes, príncipes y señores grandes, no puedo distinguir y diferenciar bien estos lenguajes suyos de los del vulgo. Veamos, pues, en qué consiste el lenguaje y esta frasi de hablar alto; veamos las condiciones que ha de tener, y, por vn camino, me haced sabidor de dos cosas: la vna, qué cosa sea estilo alto, y la otra, el estilo que los príncipes y reyes vsan, que todo es vno.

Está bien dicho, dixo Fadrique, mas conuiene que tengáys en la memoria lo que tantas vezes auemos dicho de la afectación poética, porque no me digáys después: «no hablan assí los reyes, príncipes ni patricios».

Yo lo tengo en la memoria, dixo Vgo, y no está en lo que pensáys mi duda, sino en otra cosa diferente, que es si el ser estilo alto o patricio, como dezís, está en las personas de que se habla, o en las figuras con que se habla; porque vnos dizen estilo alto el que habla de personas gra[pág. 254]ues; otros, al que va figurado y que tiene lenguaje peregrino; otros dizen que, no cada vno destos de por sí, sino ambos juntos; y, verdaderamente, no sé averiguar hasta agora esta cosa.

El Pinciano dixo: Menos sabré yo, a quien es algarauía la poética y la desseo saber. Es verdad que, siendo estudiante gramático, aprendí vnos principios de Rhetórica, y me quedó, de entonces, que no acabé de entender esta materia.

Fadrique dixo: Pues yo respo[n]deré preguntando lo mejor q[ue] sepa. Y pregu[n]to primero: si vno dixesse a otro: «hombre vinoso, soys vn cuero y os beberé en dos gorgorotadas», digo: ¿esta frasi es figurada?

Y mucho, dixo Vgo, porque tiene tantas figuras quantas palabras; que «cuero» es metonymia; «beberé», metáphora; y «gorgorotadas», onomatopeya.

Pregunto, dixo Fad[rique]: ¿es alto estilo?

Y Vgo y el P[inciano]: No, sino baxo, porq[ue] essa imitación no es de personas graues, sino de plebeyas, y de las más sórdidas.

Luego, dixo F[adrique], no está en ser figurado el le[n]guaje ser alto; mas pregunto: aquellas palabras tan magníficas de la Eneyda en el séptimo, que dizen:

Tú también, o Cayeta, ama de Eneas,

Diste con tu morir eterna fama

a las riberas nuestras…Pregunto, digo si es estilo alto y si tiene figuras algunas.

Vgo dixo: Son de estilo alto, y no tienen figuras; ya lo veo que auéys prouado muy bien que no está el estilo alto en la muchedumbre de las figuras, ni el baxo, en la propiedad dellas; que estilo alto era el que trataua de personas altas y graues, como reyes, cónsules y patricios.

[Pág. 255] Fadr[ique] dixo: También tengo de responder a esso co[n] otra pregunta. Pregu[n]to: ¿Podría ser que vn hombre hablasse mal de vn gran varón y con baxeza y q[ue], en vez de ensalçarle, le vituperasse?

Vgo dixo: Muy bien, que de Alpino poeta se dize que degol×ló a Memnón, hijo de la Aurora, porque escriuió dél baxamente y con estilo plebeyo.

Mas pregu[n]to, dixo F[adrique]: ¿La Batrachomyomachia de Homero está escrita en alto o en baxo estilo?

En alto, dixo Vg[o].

Y luego F[adrique]: ¿Pues qué personas se introduze[n] allí principales? ¿Por ve[n]tura las ranas y los ratones, que allí tienen las primeras partes, son heroycas? No. ¿Pues quién hizo el alto estilo? Claro está que otra cosa diferente de las personas.

Y aun de esso me marauillo yo, respo[n]dió V[go], q[ue] las personas son pequeñas, y las palabras, baxas, y no sé de a dó le viene la grandeza, supuesto que las figuras no son suficiente causa para mayor estilo.

Fad[rique] dixo: Esso de las palabras baxas no entie[n]do.

Y Vg[o]: Yo me declaro, y digo q[ue], aunq[ue] la Batrachomyomachia tiene muchas palabras gra[n]des, tiene ta[m]bié[n] muchas baxas, como physignato, q[ue] quiere dezir hinchacarrillos, psicharpax, robador de migas, traga pa[n], lame muelas, traga alegría, lame platos, caua. q[ue]sos, come ollas y lame colas, come puerros, morador de cieno y otros muchos semeja[n]tes que Homero da a las ranas y a los ratones, los quales tiene[n] nada de lo gra[n]de.

F[adrique] se sonrió y dixo: Ello está bien dicho, y mal ente[n]dido; porq[ue] d[e] la plática passada se sacó q[ue] los vocablos peregrinos tiene[n] gra[n]deza; assí lo dize Aris[tóteles] en sus Poéticos, y aun en sus Rhetóricos, y una especie dellos so[n] los co[m]puestos, los quales trae[n] consigo gra[n]deza por la admiració[n], como admiració[n] por la nouedad; acerca de lo qual Homero, como en lo demás [pág. 256], fué diuino, que, queriendo escriuir altamente de sujeto tan baxo, se alçó con la freque[n]cia de los vocablos compuestos en las cosas más humildes y baxas; de manera que las cosas baxas se leuantan en alto estilo con vocablos grandes, los quales lo pueden ser, o por su propia significación, como diximos del principio del séptimo de la Eneyda, o por lo inusitado, nueuo y peregrino. Quáles sean essos vocablos, está ya dicho antes de agora de sentencia del Philósopho, y, si no, aduertid en Iuan de Mena que la grandeza que tiene de estilo principalmente le nace de los dichos vocablos, en los quales es muy frequente.

Aquí dixo el Pinciano: Yo pensaua que la grandeza le venía de aquel metro tan sonoro, por no dezir hinchado.

Vos dezís bien, dixo Fadrique, que el metro es grande en esta parte, mas mirad en la Coronación suya, escrita en metro pequeño y corto, y hallaréysle en el×la tan alto, que no se alcança a ver, y fué menester que él mismo se mostrasse a los ojos para poder ser visto; nacióle la grandeza de los peregrinos vocablos, y en esto no ay que dudar.

Vgo dixo: Pues yo sé a do el poeta sobredicho demanda perdón al oyente por auer alargado vna i en el nombre máchina, la qual, de suyo, es breue.

Mejor dixérades, dixo Fadrique, en auer quitado el ace[n]to de la a primera y puéstole en la i; y en essa materia ay vna questión: si Iua[n] de Mena habló o no habló todo lo que escriuió con arte o con sola naturaleza, no es deste lugar; algún día de espacio haremos juyzio de nuestros poetas y entonces se averiguará mejor esta causa. En tanto, digo que Iuan de Mena debió de seguir, en este lugar, el parecer de Marcial, el qual quiere [pág. 257] que las musas sean no tan lice[n]ciosas, y Iuan de Mena lo fué mucho, de manera que vsa de estilo alto, pero muy licencioso, y, no pidiendo perdón de mil vocablos enteros que mudó, le pide de vna letra que trocó el acento.

En esto de los vocablos, dixo Vgo, oy yo dezir que no están vsados dél ta[n] licenciosamente como parece agora, porque en su tiempo era en vso el tal lenguaje.

Fadrique dixo: Esso fuera hazerle mucho agrauio, porque, si la grandeza del estilo que tiene, la tiene del vocablo peregrino, y entonces no lo era, síguesse que él no habló en estilo alto. Verdaderamente, fué Mena peregrino en su lenguaje, y, en su tie[m]po, nunca vsado; y, si no, mirad a otros que quando él escriuieron, los quales vsaron como agora los presentes; no digo bien, mirad a él mismo en las obras de Virtud y Vicios y en su Comento que hizo a la Coronació[n], y hallaréys lo que digo ser assí; veréys, digo, quán diferente es vno del otro lenguaje y que el de las Trezientas y el de Coronación es peregrino en comparación del que él mismo habló en el metro de Virtud y Vicios y en la prosa de la Coronació[n]; no se ha trocado tanto la lengua castellana en ta[n] poco tiempo. Y, aunque las tierras, assí como los árbores las hojas, mudan y renueuan los vocablos, no con presteza tanta, que, del tiempo del rey do[n] Iuan el Segundo a este nuestro, no son ciento y cinquenta años cumplidos, y éstos son muy pocos para tan grande mudança en la materia de que hablamos.

Assí dixo Fadrique. Y luego el Pinciano a Vgo: Estemos, por vida mía, satisfechos con las razones de Fadrique, y, passando adelante, digo q[ue] ya yo he visto la grandeza del estilo en vocablos [pág. 258] propios, digo en los que, siendo simples, son grandes, como dezís del séptimo de la Eneyda, y en los q[ue] son grandes por composición, de los quales me dizen q[ue] está Homero lleno, mas de los demás vocablos peregrinos no la veo, y assí recebiría gran gusto en lo oyr.

Fadrique dixo: En el quarto de la Eneyda hallaréys vn lugar, entre otros, adonde leuanta el poeta la cosa que, de suyo, es humilde y baxa, con esta suerte de vocablos. Dize, pues, habla[n]do de las hormigas:Trauiessa el esquadrón negro los campos,

Y, por la angosta calle, entre la senda,

Se ocupa en allegar junto a la presa;

Parte la lleua encima de sus ombros

Y arroja en la honda trox los grandes trigos;

Parte está sobre estando a las esquadras,

Y pune con rigor al negligente,

Hierue la vía assí, y, en ella, la obra.Veys como el poeta es grande en cosa pequeña por la freque[n]cia de las figuras o tropos, que son aquí en dos especies: o metáphoras, o sinécdoches. ¿No veys que llama a la juntilla de las hormigas, «esquadrón», «calle» a la sendilla angosta, y, al ceuillo, «presa»? Y antes auía dicho «robar» al recoger el grano, y «casa» a la cueueçuela. ¿No veys, digo, la gra[n]deza en las metáphoras y en las sinécdoches? ¿No veys que dize al ombro, «ombros», y, al campo, «campos», y, a los granos, «grandes trigos»?

Yo lo entiendo, dixo el P[inciano], porque veo q[ue] los señores, por grandeza, suelen vsar de alguna de estas figuras o tropos en sus prouisiones, y aun en sus co[n]uersaciones, y, siendo vno solo [pág. 259] y del número singular, dizen «nos» y «la nuestra merced» y «mandamos» y cosas semejantes, mas, quando la cosa es del número plural y se pone en singular, que lo suelen hazer los heroycos, ¡cómo se engra[n]dece la oración!

Antes parece que se humilla, Fad[rique] respondió.

El P[inciano] dize: Lo que Virgilio dixo del cauallo troyano:

Al cauallino vientre de hombre armado

los enemigos griegos rellenaron.[Frag.] 7.

Adonde por dezir «de hombres armados», dixo «de hombre armado», y dize que esta frasi antes humilla a la oración que la leuanta. No a mis orejas.

Ni a las mías, dixo Vgo, ni a las de Aristóteles. ¿No veys que, por ser manera de hablar peregrina el dar el número singular al plural, leuanta la oración? Quanto más que basta auerlo hecho Virgilio, que, para mí, no es menester más autoridad.

¡O, dixo el Pin[ciano], el más feliz de quantos han escrito, si todos son de vuestra opinión! Mas desseo saber desta magestad virgiliana ¿por q[ué] razón dize, en el segu[n]do de su Eneyda, a vna abertura tan gra[n]de como en la puerta del palacio de Príamo se hizo, por qué, digo, la dixo ve[n]tana?

Y Fadrique: ¡Por vida mía! Pregunto: ¿Quál os suena ahí mejor: «ventana» o abertura»?

El Pinciano respondió: «Ventana», por cierto, mas, no sé el porqué; y me parece que me agrado de lo que es malo.

Vgo se sonrió, y dixo después: ¿Vos, señor, no veys que es vocablo peregrino y nueua manera de hablar llamar a vna grande abertura «ventana»? ¿Y que también el epítheto «grande» que está sobre ella engrandece la oración? No hay que dificultar en esso sino que los vocablos dichos peregrinos [pág. 260] alçan mucho a la oración, y las figuras que tocan al cuerpo del vocablo, todas, y las más, de las q[ue] miran y pertenecen al ánima.

Por cierto, dixo el Pinciano, yo entendía que los poetas, forçados del verso y no voluntarios, vsaban de essas licencias.

Y Vgo replicó como enoxado: Vos, señor Pinc[iano], pensáys auer entendido estas pláticas, y no es assí, pues las llamáys licencias; llamadlas como Aristóteles, y diréyslas grandezas; y llamadlas como dize la razón, y diréyslas magestad. Pregunto: ¿los oradores, que muchas vezes vsan dellas, házenlo forçados o por leuantar su estilo y deleytar con lo peregrino? Y, si vos no auéys considerado lo dicho bien, considerad lo que agora os diré del tercero de la Eneyda, al principio, hablando Eneas de la partida del pueblo troyano, por estas palabras:

Dexé llorando de mi patria cara

Las riberas, dexé también los puertos,

Y los campos dexé donde fué Troya.

Mirad esto, y mirad lo demás de Virgilio en esta materia, y hallaréys que no vsó desta frasis como licenciado, mas como doctíssimo doctor; y en cosa tan aueriguada no me parece q[ue] ay que dificultar; mas aylo en otra, tocante a los estilos, que a mí la haze grande, y es si el poeta deue vsar de lenguaje peregrino, y éste es alto. Siempre el poético lenguaje deue ser alto, y assí la Poética no tiene necessidad de multiplicar los géneros o estilos de hablar, como lo haze el orador. Conuiene, pues, en la Poética aya vn solo estilo, común a todos los poemas, y éste sea el grande. Y, por el consiguiente [pág. 261], ¿debe ser reprehendido el que vsó de todos tres el alto, en la Eneyda; el baxo, en las Bucólicas; el mediano, en las Geórgicas como quiera que deuía escriuir todas sus obras en el mayor estilo?

Duda es ésta, dixo Fadrique, no pequeña del todo, y que la objeción es sacada de la doctrina de Aristóteles en sus Poéticos y confirmada en sus Rethóricos, el qual dize assí: «La oración oratoria sea acomodada, y no sea más alta ni más baxa de lo que pide la cosa; a la oración poética acaso no conuiene que sea humilde, sino desacomodada y desproporcionada». Que fué dezir supuesto lo antes por él enseñado en sus Poéticos: «deue la Poética tener alto lenguaje y peregrino, y el poeta, alçarse en las acciones de personas humildes y baxas, mas no abaxarle». Lo qual, prosiguiendo, confirma algo más abaxo desta manera: «Hazen clara a la oración los vocablos propios; álçanla y ornanla las cosas que en la Poética diximos; los vocablos desusados la hazen graue, porque aquello que nos acontece en ver a personas forasteras, nos sucede en oyr la nouedad de las palabras, las quales, con la nouedad, son admirables y, con la admiración, grandes. Por esto cómodamente se vsan tales modos de hablar en el metro, en quien, assí las cosas como las personas, se fingen excelentes, mas en la prosa es menor la causa, y assí deue ser menor la oración, porq[ue], si en ella el hombre humilde hablasse altamente, sería indecoroso, lo qual, como es dicho, no lo sería en la poética». Estas son palabras de Aristóteles, y que el sieruo en la oratoria, ni por pensamiento, hable alto lenguaje, el qual en la poética puede. Yo, a dezir la verdad, todas las vezes q[ue] en las representaciones [pág. 262] oyo a sieruos, o a pastores, o a otro género qualquiera baxo, dezir palabras altas y razones bien fundadas, confiesso que me deleyto y hallo por experiencia lo que Aristóteles enseña.
En el metro las cosas y personas más escel[n]tes y cómo.

El Pinciano dixo: Aquí os tengo. ¿No veys lo que auéys dicho? Que en el metro es conueniente el peregrino le[n]guaje, por lo qual days a entender que la poética anda sie[m]pre con el metro.

Fadr[ique] dixo: Lo más común, a lo menos, como ya está dicho; y assí, en los poemas sin metro, no es tan necessario el alto lenguaje y peregrino, como lo vemos en Heliodoro y otros; los quales no fueron muy altos en el lenguaje, ni peregrinos, y especialmente, en la grandeza q[ue] del cuerpo se toma.

¡Yo no sé, dixo el P[inciano], qué grandeza sentís en quitar y poner sylabas, que los poetas métricos hazen por la comodidad del verso!

Vgo se rió mucho, y Fa[drique] dixo: catechizado estáys; vos no os acordáys que los buenos poetas no vsan destas alteraciones de vocablos por el verso, que con mudarle de otra manera, quedaría hecho, sino por la grandeza. La nouedad y alteración del vocablo hazen, como he dicho, al lenguaje peregrino y alto, y ésta, y no otra, es la razón.

El Pinc[iano] replicó: Yo he oydo dezir muchas veces: «esta letra fué añadida y quitada por causa del verso».

Y Fa[drique]: Dezís muy bien; y esse «por causa» quiere dezir, en el bue[n] poeta, «por discreción», y, en el malo, «por ignora[n]cia».

¿Pues cómo, dixo el P[inciano], sabré yo distinguir la discreció[n] de la ignorancia, si dos poetas, vno bueno y otro malo, por dezir «traza» dizen «trazo», muda[n]do la a en o?

Yo os lo diré, respo[n]dió F[adrique]. ¿Cómo conoceréys vos si vn dançante a quien se le cae la capa del ombro, haze artificiosa la cayda o no?

Y el P[inciano]: Esso es muy fácil: en [pág. 263] el boluerla a coger. Porq[ue] el dança[n]te que dexa caer la capa de industria, con industria la coge, mas aq[ue]l a quien de turbado se le cae, no acierta a cogerla bien.

Bien auéys dicho, dixo Fad[rique], mirad lo demás del poema, y veréys si el poeta fué diestro o no, y, si lo fué, llamad a la alteración del vocablo gra[n]deza, y, si no, llamadla licencia, y no de otra manera; porq[ue] no es razón que lo que está hecho con arte y industria, tenga no[m]bre de licencia. Y, como sería impropiedad que a vn ho[m]bre le digan: «tiene licencia de seguir la virtud», sie[n]do necessario q[ue] siga virtud, assí es impropiedad q[ue] digan «el poeta tuuo licencia de alterar el vocablo», siendo necessario q[ue], aquí o allí, le alterasse, conforme a la arte poética.

Nueuas cosas oyo, dixo el P[inciano], y q[ue], si no las dixera vn varó[n] tan graue como vos, apenas las creyera.

Fa[drique]: Yo sí creyera, aunque no me las huuiera enseñado Arist[óteles], porque sigo este aluedrío, y me parece bien por la experie[n]cia que tengo de la lección de los poetas. Boluiendo, pues, al punto, digo que la plática peregrina, por nueua, es grande, y, por admirable, deleytosa: y que, a la poética que está en prosa, no conuiene el vocablo alterado en el cuerpo; y, a la que en metro, co[n]uiene[n] todas alteraciones a sus tiempos, de manera que engrandezcan a la oración y no la escurezca[n], y, aunq[ue] cierta manera co[n]tradiga a la perfecta imitació[n], digo, co[n]forme a doctrina del Philósopho, q[ue] no desco[n]uiene en todo género de personas el peregrino le[n]guaje, y q[ue] el sieruo no parece mal hable en le[n]guaje alto, y a la pastorcilla le parece bie[n]; mas no por esto co[n]denó Arist[óteles], ni yo co[n]deno, a los q[ue], siguie[n]do el rigor d[e] la poética forma, guardare[n] la perfecta imitació[n], como lo hizo el sumo poeta latino, el qual fué tan [pág. 264] primo que, guardando la puridad de la imitación, fué tan deleytosíssimo en su oración, y supo vsar de tal manera de las figuras baxas en lo baxo, como de las altas en lo alto; y, si no, mirad essas Bucólicas quán agradables son en su le[n]guaje humilde.

Desto dicho se colige que el quisiere hablar en alto le[n]guaje en las cosas baxas, será deleytoso por el lenguaje más que por la imitación, y el que quisiere hablar lenguaje más baxo por la imitación, podrá hazerlo; que esto mismo significa el Philósopho, en el lugar sobredicho, quando dixo: «A la oración poética acaso no conuiene que sea baxo el lenguaje»; como si dixera: «acaso no es necessario», porque puede y no puede vsar el poeta del alto en cosas humildes, como está por mí dicho antes y Aristóteles dixo después desto. Y, si me bueluen a preguntar quál tengo por mejor: seguir la imitación o el deleyte del lenguaje, estoy en duda.

Yo no, dixo el Pinciano, que se siga todo junto, pues lo hizo Virgilio en sus Églogas.

Y Vgo dixo ento[n]ces riendo: El Pinciano me ha parecido a vn moçuelo que, pregu[n]tado de su madre, quál quería más: hueuos o torreznos, respondió que todo rebuelto. ¿Quién podrá, y quién como Virgilio sabrá guardar la perfección de la imitación, hermosura de lenguaje y gracia del metro? Y assí dize bien el P[inciano]: que el que pudiere, lo imite.

Dicho, calló, y F[adrique] prosiguió diziendo: Dexados los loores de que, en todo lo demás, es digno el sumo poeta, digo: q[ue] es dignísimo en la parte que agora se trata de los estilos y lenguajes, de los quales vsó tan altamente y con claridad tanta, que admira.

Esso, dixo el Pinciano, no sé cómo pueda ser, porque la alteza nace de lo [pág. 265] peregrino, y, desto, la escuridad. No digo que Virgilio no fué alto, ni digo que fué escuro, sino digo que no sé en qué esto se va, y tengo muy gran desseo de lo entender.

Fadrique respondió: Algo dello se tocó al principio con alguna generalidad, quando dezíamos que el poeta, para ser claro y peregrino, auía de ser escaso en los vocablos peregrinos, y liberal, en los metaphóricos, porque los alterados en el cuerpo pocas vezes hazen escuridad y no se vsan tanto como los metaphóricos. Déstos es la dificultad en Virgilio: que, siendo tantos en él y muchas vezes muy remotos, causen la oración tan clara y abierta.

Esso mismo también, dixo Vgo, y Fadrique: dizen los gramáticos que, de lo que precede y de lo que se sigue, se saca la claridad de la cosa, y assí vemos en Virgilio metáphoras altíssimas y remotas, las quales desta manera son entendidas del mundo todo. Y sea exemplo, qua[n]do de lo que precede se saca lo por venir, el que se vee en el octauo de la Eneyda, adonde dize de Caco:

Vomita por la boca espesso humo,

La casa embuelue de tiniebla ciega,

Arrebata la vista de los ojos

Y mezcla claro a escuro en noche humosa.

¿Quién, pregunto, entendiera la altíssima algarauía del vltimo verso que no estuuiera apercebido con el primero? Este sea exemplo, quando lo que se sigue se manifiesta por lo passado; y, al contrario, sea el del libro décimo:

Al hombre sucedió duro sossiego,

Vn sueño le ocupó de frío hierro

Y te cerró las lumbres para siempre.

[Pág. 266] ¿No veys cómo lo postrero declara lo primero? ¿Veys aquí el artificio del sumo poeta, para q[ue], subiendo más alto q[ue] las nubes, fuesse visto de todos? Pero quiero q[ue] aduirtáys otro primor no menor, y es q[ue], siguie[n]do la buena disposició[n], deuía p[ro]ceder de menor a mayor en el género d[e] dezir, y assí lo hizo en el todo y por todo, como parece por este exe[m]plo q[ue], aunq[ue] tiene el fin y vltimo verso más claro, no dexa de ser más alto; lo qual hizo aprouechá[n]dose, no d[e] los metaphóricos q[ue] trae[n] escuridad, sino d[e] los q[ue] son claros co[n] gra[n]deza, y, de claros, conuertidos en propios. Porq[ue] llamar a los ojos «lu[m]bres» es muy ordinario, como «noche eterna» a la muerte, y cerrar es vocablo propio; de manera q[ue] alçó el estilo co[n] vocablos gra[n]des, sie[n]do casi propios; assí acertó en la declaració[n] y no erró en la disposición, como se vee por el verso vltimo:

Y le cerró las lumbres para siempre.

Cuyo estilo es muy heroyco y gra[n]de co[n] claridad. Soy, digo, del parecer de V[go] y q[ue] el P[inciano] aco[n]seja muy bie[n]: q[ue] el dechado sea Virg[ilio], y más, q[ue] se reciba[n] en la poética los 3 géneros d[e] dezir assí como él los vsó.

Dicho, calló vn poco, y dixo el P[inciano]: Ya, ya he ente[n]dido a mi parecer esto del estilo alto, y q[ue] consiste especialme[n]te en la gra[n]deza de las palabras, o propias, o peregrinas. Resta q[ue] yo entie[n]da d[e]l baxo, co[n]trario a él, las co[n]diciones y calidades.

Y F[adrique] dixo: Casi está ya dicho. Estilo baxo será el contrario q[ue] tuuiere las palabras propias y comunes, y q[ue], si vsare d[e] algunas figuras, sean tomadas de cosas humildes y baxas, como por exe[m]plo se vee en Virg[ilio] en la Egloga 3, q[ue], después de auer dos pastores ca[n]tado vn rato, dixo otro tercero:

Cerrad, moçuelos, luego los arroyos,

Harto han beuido ya los frescos prados.

[Pág. 267] Esto, para dezir: cessad del canto, q[ue] harto auéys cantado; el qual lenguaje es lleno de metáphoras humildes y conuenientes a la cosa; por lo qual el decoro se conseruó y el deleyte se aumentó. Desto semejante hallaremos mucho en las Bucólicas virgilianas.

Ya auemos dicho del alto y baxo estilo, y del moderado no hay que dezir más de que es vna mezcla déste y de aquél, en el qual los vocablos propios y peregrinos andan muy moderados, y, especialmente, de algunos tiene menos mucho q[ue] el alto, porq[ue] no co[n]siente ta[n]to los co[m]puestos, ni los q[ue] se muda[n] en su cuerpo, y, menos, a los estra[n]geros. Estas son las naturalezas de los tres géneros, a los quales co[n]siguen otras no diferencias, sino qualidades: a la gra[n]deza d[e]l estilo es sie[m]pre anexa la dignidad y sonido de las palabras y casi sie[m]pre la grauedad y veheme[n]cia de la oración.

Estos términos, dixo el P[inciano], no entie[n]do bie[n].

Y luego F[adrique]: Dignidad en la palabra es q[ue] la palabra q[ue] sigue al estilo alto deue ser digna de ser oyda de altas personas, y sin vergüença parecer delante dellas, como el no[m]bre de fama, virtud, puridad, grandeza y otros assí, q[ue] son infinitos. Y por el contrario exe[m]plo será más claro lo q[ue] dixe, digo, q[ue] no es palabra digna de parecer dela[n]te de reyes: bacín, estiércol, cogote, colodrillo, ni aun jarro.

El P[inciano] dixo: ¿Pues si algú[n] criado q[ue] con el Rey habla tiene necessidad de dezir «jarro», o algú[n] poeta de escriuirle en su poema?

F[adrique] respo[n]dió: Busque otro vocablo y diga «vaso» por «jarro»; o, si no, vse de algún circu[n]loquio, y ansí en los semeja[n]tes, para los quales las períphrasis son especialme[n]te.

Esto de la dignidad, dixo el P[inciano], entie[n]do ya, mas d[e]l sonido no, porq[ue] toda palabra se haze por repercusió[n] del ayre en la garga[n]ta y es necessario q[ue] [pág. 268] toda palabra tenga su sonido.

F[adrique] respo[n]dió: Vos dezís la verdad, mas sonido quiere dezir aquí perfecció[n] en él, de manera que no sea delgado como el de los vocablos que tienen muchas letras tenues y delgadas, digo la y, l, n, como se vee en este vocablo: títyre; ni tampoco muy gonfas, que tengan muchas m con b y p, como en éste: bomba; mas que tengan las palabras vn sonido conueniente, no delgado ni hongoso. Esto se prueua en el sumo poeta con artificio sumo; y esto, de la dignidad y sonido.

De la grauedad poco ay que dezir, sino aduertir cómo hablan las personas graues, cuyas palabras son pocas y pesadas. De manera que el estilo será alto que guardare esta forma en su lenguaje. Alguna vez el poeta heroyco por deleytar sale desta grauedad y persimonia de palabras, a la qual salida llaman florecer; pienso yo que porque como las flores deleytan la vista y no son de fruto notable, assí que el poeta deleyta sin cosa q[ue] sea essencial a lo q[ue] se pretende. Exemplos desto se veen en Virgilio, algunos muy elegantes.

La vehemencia también y eficacia de palabras es anexa al estilo grande sie[m]pre, sino es qua[n]do vsa de algunas descripciones, en las quales no la puede vsar como en las demás acciones.

Dicho auemos de los anexos del alto estilo; digamos de los del baxo, al qual conuiene la tenuydad y humildad, como se vee en las Églogas de Virgilio. Y a esta humildad son anexas simplicidad que no sea artificiosa, y propiedad que no dé peregrinas palabras.

Vgo dixo entonces: Pues en las Bucólicas virgilianas ay algunas frasis peregrinas y figuradas.

Ya lo veo, respondió Fadrique, y, por ta[n]to, no dixe que era essencial la propiedad [pág. 269], sino anexa, porque algunas vezes la pierde por deleytar más, y en la pérdida deuéys aduertir lo que antes dixe, que de tal manera deleyta con las figuras, que no leuanta la oración, porque las toma de cosas humildes y humildemente vsa dellas. Y, en suma, guarda la imitación y decoro con todo rigor.

Resta dezir d[e]l estilo moderado o mediano, el qual tiene por essencial el ser voluble y redo[n]do, porque, como es mezclado del costero, que es del alto, y del baxo, que es llano, viénese a hazer redondo y fácil para rodar. Y es de aduertir que, como es medio y partícipe del vno y del otro, se acomoda a todas figuras, assí a las altas como a las baxas, y, en suma, es como dizen del hijo de la madrastra que todos le daua[n], y assí en él cabe más ornato q[ue] no en los demás estilos, porque el alto no co[n]siente sino figuras altas, y el baxo, baxas; y él recibe a las vnas y a las otras, y, en suma, puede florecer más y más vezes. De lo qual nace el ornato mayor y mayor deleyte, quanto a la oración y lenguaje toca.

Esto del florecer, dixo el Pinciano, no entiendo del todo y desseo saber qué cosa sea más enteramente.

Vgo dixo: No es otra cosa florecer la oración que ensancharla con palabras no necessarias a la essencia y sustancia de lo q[ue] se trata por dar deleyte y gusto al oyente. Es, en suma, vn ornato que se puede poner y quitar, sin que la verdad de la cosa padezca injuria. De manera que semeja la tal oración a las plantas floridas, cuya flor es deleytosa: o se pierda cayda o comida de las abejas, no se estraga el fruto y fin q[ue] naturaleza pretende. Exemplo de lo dicho sea Virgilio, en el séptimo de su Eneyda, a do descriue el Tíbre floridamente en estilo alto assí:

[Pág. 270] Mira del mar Eneas a un gran bosque,

Por el medio del qual el río Tíbre,

Con amena corriente y curso raudo,

va rebolcando la bermeja arena

Y rompe en la cerúlea agua sus ondas.

Mil páxaros diuersos en colores,

Que tienen por morada a las riberas,

Bolando en derredor, por alto y baxo,

Llenan los ayres de harmonía blanda.

Esto es florecer, que bastaua al poeta, para declaración de lo que principalmente pretendía, dezir assí:

Mira del mar Eneas a un gran bosque,

Por el medio del qual hiende el río Tíbre.

Tal es el lenguaje que dizen florido, el qual es común a todos tres estilos, como está dicho, pero más anexo al mediano.

Yo estoy contento, dixo el Pinciano, mas mucho holgara ver en Virgilio exemplo de oración florida y no florida acerca de vna cosa misma.

En hora buena, respondió Fadrique, y sea en la descripción de la noche, el qual, en el segundo de la Eneyda, dize así:

En tanto se rebuelue el alto cielo

Y la noche camina al grande Océano.

Esto sin flor, y vn poco florido será, en el libro mismo, desta forma:

El tiempo era vezino en que empeçaua

El sossiego primero a los mortales,

Y la quietud, gran premio de los dioses,

Agradable ocupaba a los sentidos [pág. 271].

Y, si dezís que ésta no es flor, será floridíssimo, en el quarto, hablando de lo mismo assí:

Era la noche, y los cansados cuerpos

Gozauan en las tierras dulce sueño,

Las seluas y los bosques sossegauan,

Sossegauan también los crueles mares,

En el camino medio yuan los astros,

Las campañas y bestias son callando,

Y las pintadas aues en silencio,

Quanto habita en el líquido Neptuno

Y quanto en las ojosas matas mora,

Entregado era ya al hondo reposo,

Y, en la callada noche, a cuerpo y alma

Afloxan el trabajo y los cuydados.

Basta, dixo el Pinciano, ya he acabado de ente[n]der la flor.

Y Fadrique después: Esto se ha dicho con breuedad del poético lenguaje, y, pues auernos acabado la plática con el sueño, pongámosle del todo en la oración poética, que, para la generalidad que professamos, basta lo dicho. Alguna vez acaso se hablará más particularmente desta materia, si acaso fuere que hablemos de las particulares especies de la poética, las quales siguen sus particulares estilos y vocablos; porq[ue], como a la heroyca gra[n]deza son a propósito los vocablos peregrinos forasteros, para la lírica y las demás no lo son, en las quales tiene mucha fuerça la sente[n]cia de Marcial de la seueridad que de las Musas latinas dixo.

Dicho assí, Fadrique se alçó vn poco para poner bien la ropa y, entendiendo los co[m]pañeros q[ue] era aquello señal de despidiente, se alçaron también y se despidieron [pág. 272].

Frag. 7.

El Pinciano y Vgo se fueron hablando, y a Vgo dixo el Pinciano: Mucho me pesa de no me auer acordado antes de cierta pregunta, cuyo lugar es después del lenguaje, y es la materia de los que dizen conceptos.

Vgo dixo entonces: Esso que dezís del concepto ya perdió su razón, porque antes de agora era su lugar, antes, digo, del lenguaje, porq[ue] primero es el concebir la noticia de la cosa que el dezirla; y los que hablan antes que tengan della noticia entera, no escapan de ignorantes. ¿Pero q[ue] es lo que saber queréys? Podrá ser que yo os prepare para que mejor entendáys lo que Fadrique os enseñará después.

Yo, dixo el Pinciano, con poco me contentaré, no más de con saber lo que ay que saber en esta cosa.

Vgo respondió: Con otro tanto estuuiera yo harto contento. No lo tengo, y assí no os lo podré dar, mas daré lo que se me alcança de buena voluntad.

El Pinciano: Lo acepto.

Concepto.

Y Vgo dixo assí: Concepto se dize vna imagen que de la cosa el entendimiento forma dentro de sí; por lo qual, el que quisiere alcançar concepto bueno, deue entender la cosa muy bien entendida. No sé más que dezir, ni aun dize más Horacio, el qual assí, en su Epístola ad Pisones:

De hazer buen poema la sciencia es la fuente:

Daránte el saber socráticas hojas,

Y luego a la cosa muy bien entendida

Palabras iguales vernán voluntarias.

De manera que, sabida bien la cosa, vienen voluntariamente las palabras, mas esto ya está dicho; lo que de nueuo es que Horacio no haze me[n]ción [pág. 273] del concepto, y, porque éste no es otra cosa q[ue] la cosa, bien o mal ente[n]dida, por esto luego passó a las palabras; assí que Horacio no dió más doctrina del co[n]cepto, y, si vos queréys que yo os la dé, no sé el cómo, que los conceptos no caben en número y las especies son infinitas, y del infinito no ay sciencia. Muchos escritores han reduzido las cosas y las palabras a número cierto, mas ninguno a reduzir los conceptos se ha atreuido, y con razón, porque de las cosas y palabras mírase euidentemente el número, mas no de los conceptos. Y, si lo queréys prouar por experiencia, dad a cien poetas o oradores que digan sobre vna misma cosa y veréys la mucha variedad que en los conceptos del×lo miráys.

Ya yo entiendo, dixo el Pinciano, lo que dezís, mas no lo que pretendo y es: saber por qué Ouidio es alabado de conceptuoso y q[ue] tiene muchos conceptos, y Virgilio, que fué la prima del mundo, no lo es tanto.

Vgo lo rió mucho y dixo riendo: ¡O, si estuuiera aquí Fadrique que me ayudara a reyr, que yo no puedo tanto! No fué, no, Virgilio faltó en los conceptos, sino sumo en todo. Y, porque mejor me entendáys, digo que ay tres especies de conceptos: vna, de graues; otra, de agudos: otra, de circumflexos y ni graues ni agudos; y, si más queréys, medianos, que del vno y del otro son hechos. Concepto graue se dize la noticia que el hombre de la cosa concibe, quando es magnífica y alta. Con este género de concepto fué hecha la Ilíada de Homero y la Eneida de Virgilio y aun la Batrachomyomachia del poeta griego; de los quales poemas, la Ilíada y Eneyda hablaro[n] altíssimame[n]te de lo alto, y la Batrachomyomachia, altamente [pág. 274] de lo baxo. En este género también fué el Encomion Musce de Luciano, adonde, como él mismo dize, el autor hizo, de mosca, elefante; y también conceptos agudos y philosóphicos, porque son muy sutiles y entre personas no tan altas; tales fueron los de Mingo Rebulgo, el qual, con agudas alegorías, abaxando la majestad real, la púrpura conuirtió en sayal; la corona, en caperuça, y el cetro, en cayado. Y, en suma, el concepto graue es aquel que el ente[n]dimiento forma de la cosa mayor que ella es, y el agudo, el q[ue] le forma muchas vezes menor, pero más sutil y delicado.

El Pinciano dixo entonces: Yo no entiendo esta algarauía. ¿De manera que la heroyca no consiente conceptos agudos?

Vgo dixo: Grandes, sí, pero agudos muy pocos. Y, si queréys saber la causa, acordaos que la épica es imitación de príncipes y señores grandes; y mirad que los príncipes y señores grandes hablan co[n] grauedad, y simplicidad alta; y mirad la gente menor quán aguda es en sus conceptos y dichos, que, assí como hienden el pelo, hienden la oreja con la agudeza dellos.

Iuuen.

El Pinciano dixo: Ya me parece que lo voy entendiendo, y me acuerdo del poeta que dixo del greguezillo hambriento: buela ta[n]to, que suben sus ingenios hasta el cielo.

Sat.

Sí, dixo Vgo, que la necessidad es grande maestra de agudezas y sutilezas, mas los príncipes grandes que no son della estimulados ni inquietados, no tienen para qué inuentar estos primores, sino mandar con llaneza y simplicidad, que son compañeras de la verdad. Y aduertid que el poema heroyco deue ser en lenguaje peregrino, y que el concepto agudo en tal lenguaje haría enigmas, como lo fueron las [pág. 275] de Mingo Rebulgo, que, sin comento, se pueden mal entender. Y con esto, si os parece, se remate esta nuestra plática de los conceptos.

El Pinciano dixo entonces: Si, mas no auéys respondido a la objeción de Virgilio y sus conceptos.

Vgo respondió: Vos, señor Pinciano, auéys tenido en esta nuestra plática concepto de grande en ser senzillo, mas no en lo demás; porque, juntamente con ser senzillo, tiene vn poco de lo rústico, y los gra[n]des príncipes tienen con la senzillez mucho de lo urbano y cortés.

El Pinciano respondió que no le entendía. Y Vgo: Fácil soy de ser entendido. Si Virgilio escriuió con suma perfección heroyca y imitó a príncipes y semideos, claro es que no tenía para qué vsar de conceptos agudos, sino graues y seueros, vrbanos y cortesanos. Siga, pues co[n]uiene, cada poeta su aduocación, y ni el trágico ni el épico tengan co[n]ceptos muy agudos, ni el cómico o lírico o epigramático, graues, sino q[ue], assí como en las palabras, sea en los co[n]ceptos imitador de todo género de persona.

El P[inciano] dixo: Yo lo entie[n]do ya, y os lo agradezco, y os perdono el auerme llamado rústico, q[ue] el auerme sacado d[e] vna ignora[n]cia es más q[ue] toda injuria.

Dicho, se apartó el vno del otro co[m]pañero co[n] gra[n]de regozijo, auié[n]dose emplaçado para el primer día de audie[n]cia, digo, de fiesta, ante Fadr[rique]. Fecha, 4 días antes de las Calendas de Iunio. Vale.

Respuesta de do[n] Gabriel a la epístola sexta del Pin[ciano].
De las passadas y presente epístola, señor Pinciano, coligiera qualquiera, si no es muy rudo, la perfección de la Poética del fin, porque es el deleyte vtil y felicidad humana; de la materia de que [pág. 276] trata, porque es quanto ay y no ay; y de la materia sugeta en quien se funda su forma, que es el lenguaje, el qual deue ser el más alto de las artes todas; todas las quales tienen su estilo y género de dezir acomodado y particular. Mas la Poética, assí como trata del vniuersal, es también vniuersal en todos tres géneros; y, si alguno tiene particular, es el más alto y peregrino de todas las disciplinas, y, en suma, en el género baxo ha de ser mediana; en el mediano, alta, y en alto, altíssima; y, si quisiere, puede ser siempre altíssima. Y assí me parece bien el que dixo que la Gramática tiene por fin a la con[n]gruencia; la Rhetórica, a la persuassión, y la Poética, al deleyte.

Acerca desto y acerca de lo demás digo que vays creciendo en número de fragmentos y en hojas de papel, en lo qual vuestros co[m]pañeros guardaron muy bien la imitación, porque, como auían de tratar de palabras y valen baratas, fueron largos en lo que vale barato y tan fácilmente dan los hombres.

[Frag. 1.]

Siete párrafos me embiáys; el primero de los quales solamente contiene vna proposición de lo que adelante se ha de tratar, que es el poético lenguaje. El segundo, començando de sus primeros principios, contiene la consideración de las cinco cosas necessarias al bien hablar, que son: letras, sylabas, vocablos, frasis y estilos. En todo lo qual no veo que añadir o quitar; y en lo de las sylabas oyo dezir a muchos philopoetas que nuestra lengua las tiene largas y breues, assí como las tiene el griego y el latino, cuyas razones me suadiero[n] vn tiempo, y, después que la vuestra ley, estoy muy desengañado, y hallo que la consideración de las sylabas es muy necessaria a la cosa poé[pág. 277]tica nuestra, mas no en quanto son largas o breues, sino en quanto el número y acento. De manera que el que quisiere hazer metros, no tiene q[ue] gastar su tiempo en la qua[n]tidad de sylabas, sino en la colocación del acento y ca[n]tidad discreta dellas. Materia es ésta que auéys de tocar más despacio necessariamente, si proseguís esta plática, y assí no tengo que hablar por agora, mas que remitirlo todo a lo que en la vuestra leyere, especialmente si es sentencia de Fadrique, cuyo parecer me es Platón.

[Frag. 2.]

[Frag. 3.]

La diuisión de los vocablos que a la Poética son conuenientes me ha deleytado co[n] su nouedad; el Philósopho la haze, mas no me parece comprehende tanto como la vuestra. Sólo aduierto q[ue] la materia de los vocablos compuestos pudiera no mudar lugar, y quedarse en el mismo que Aristóteles la puso. Yo assí lo hiziera, a lo menos, y es justo, en quanto sea possible, no se desarmar de varón ta[n] graue, mas no me resueluo en ello hasta que me escriuáys el motiuo por que se hizo la tal mudança, bien q[ue] a la essencia de la cosa no sea de essencia alguna que esté allí o q[ue] esté aquí.

[Frag. 4.]

Prosíguese, en el quarto, la nueua diuisión, y, por nueua, agradable, especialmente quando trae alguna doctrina nueua o compendio de la vieja. La mudança que dezís de alma en los vocablos y la que dezís de el cuerpo es buena, a mi parecer, y la abraço mientra que no hallo otra lección que más clara y más breueme[n]te me lo diga, aduirtie[n]do lo de Horacio: que el vso sea con uergüença y no demasiado.

[Frag. 5.]

En lo que toca a la diuisión de la oración en período, colo y coma, no tengo que responder, porque, siguiendo, como seguís, la doctrina común, yo también soy ami[pág. 278]go de seguir comunidad en la doctrina co[n] vuestros compañeros. En las frasis auía más q[ue] dificultar: si han de ser claras o escuras en la Poética. Bien me parece que tengan de lo vno y de lo otro; que sean vn poco escuras al vulgo y claras a los doctos, que, de aquella escuridad, la grandeza, y desta claridad nace la suauidad a la oración; pero como todas las especies de poemas no buscan necessariame[n]te alteza en el lenguaje, vengo en la distinción que Fadrique haze, y la aprueuo, y seguiré en lo que se me ofreciere de aquí adelante, y assimismo en lo demás del ornato y elegancia de la oración.

No contradigo el orden y processo en la plática de la plática, mas me parece que Cicerón siguió este orden, que los géneros son tres, assí como dezís, y que cada vno dellos se diuide, como especies, en largo, breue, mediano y florido. Diréysme q[ue], según la cantidad y que según la calidad, tiene las diuisiones mismas que de las frasis son dichas. Sea en hora buena, y sea también que ay algunas calidades q[ue] no son especies, porque no tienen contrariedad, sino afectos de la oración, como, de la heroyca, la grandeza, belleza y esplendor; y, de la trágica, la grandeza y grauedad. Ya lo tengo entendido.

[Frag. 6.]

En la sexta parte me agradó mucho la declaración de los géneros o estilos de dezir, y estoy satisfecho, lo que no solía estar antes de agora por la misma co[n]fusión, y especialmente me agradé de lo que ley acerca de las licencias poéticas, por auer encontrado mi co[n]cepto con vuestro Fadrique, y, realme[n]te, es assí como él dize; que, sin las Mudança, truecos, adiciones y menguas de sylabas q[ue] la trágica y heroyca y las demás especies de poemas vsan, queda [pág. 279] muy baxa la oración muchas veces y con ella se ensalça y sublima.

[Frag. 7.]

A la séptima y ultima parte, que toca de los conceptos de la cosa, respondo que vuestro compañero ha andado vn poco corto, porque ay mucho más que dezir. Veo que se decupla con la dificultad de los poner en número cierto, mas, con todo, entiendo del ingenio de Fadrique q[ue], si ahí se hallara, hablara en ello con vn poco más de cuidado y nos dixe Ra algunas cosas nueua, sutiles y vtil es, y que fuera de parecer que, como el metro no parece mal a todo género de gentes, aunque contradiga a la buena imitación, assí el concepto agudo en qualquiera estado o estilo parece bien, y da mucho deleyte y gusto. Con todo esto, agradezco a Vgo, que, como fuente, y a vos, que, como vaso, me embiáys doctrina de que gusto. Fecha, en las Calendas de Iunio. Vale.

***


Proyecto de Edición Libro de notas

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Datos Bio-bibliográficos

Alonso López Pinciano

(Valladolid, 1547-1627)

Bibliografía escogida:

Philosophía antigua poética, Fundación José Antonio
de Castro, 1998

Enlaces:
Obras completas

Otras artes poéticas del autor:

Más información en la wikipedia: Alonso López Pinciano

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