Barroco - Otros barrocos - Lope de Vega: A don Juan de Arguijo (I), 1602


A Don Juan de Arguijo, veinticuatro de Sevilla (I)

Para escribir Virgilio de las abejas, hablando con Mecenas, dijo: Admiranda tibi levium spectacula rerum.

Si V.M. ha pasado mi Angélica, ni viene mal esto mismo, y así dice el Tasso en su Poética que se pueden tratar las cosas humildes con ornamento grande, que responde a lo que en la Arcadia tengo escrito. Este poema no es heróico ni épico, ni le toca la distinción de Poema y Poesis que pone Plinio. Basta que le venga bien lo que dijo Tulio de Anacreonte, que tota poesis amatoria est. Algunos llevan mal las exornaciones poéticas contra el consejo de Bernardino Danielo, que no quiere que se use de palabras bajas, y realmente eso se concede a cómicos y satíricos, como se ve en Terencio y Persio. A la Arcadia objetan el efecto. Aquella prosa es poética que, a diferencia de la historial, guarda su estilo como se ve en el Sanazaro. ¿Y qué tiene de diferencia azules lirios y siempre verdes mirtos a este principio?:

Sogliono il più delle gli alti e spaziosi alberi negli orridi monti dalla natura prodotti più che le coltivate piante, da dotte mani espurgati negli adorni, giardini a’riguandanti aggradare.

Aquí pone el Sanazaro «altos y espaciosos árboles, hórridos montes, cultivadas plantas, doctas manos y adornados jardines». De manera que casi hay tantos epítetos como palabras. Porque la amplificación es la más gallarda figura en la Retórica, y que más majestad causa a la oración suelta. Y los epítetos ¿por qué han de ser pleonasmos? La redundancia de palabras en la oración es viciosa cuando están en ella ociosas y sin alguna causa, como quien dijese: «Oyó con los oídos; habló con la boca y vio con los ojos», como condena en el Petrarca el Daniello cuando dijo:

Se Virgilio e Omero avessin visto
quel sole, il qual veggo io con ogli occhi miei.

Y aquello verdaderamente es afirmativo, y en el hablar común recebido por ordinario término, como en Terencio: Hisce oculis ego met vidi. Que los lugares todos de Virgilio a este modo tienen diversa inteligencia como cuando dijo:

Talia voce refert.

Porque dice que aquello dijo con la voz, pero que proemit altum corde dolorem, y que spem vultu simulat.
La Arcadia es historia verdadera, que yo no pude adornar con más fábulas que las poéticas. No es infructuosa, pues enseña en el quinto libro la virtud de Anfriso, y el método para huir de amor y del ocio, por la opinión de Horacio, que omne tulit punctum. Y a quien le ha leído podría yo decir lo que Juan de Monteregio por las Teóricas de Gerardo Cremonense, que no estaban escritas a su gusto, y dábansele al amigo que las leía: Optimi viri functus est officio: non modo enim benedicentibus gratiae sunt habendae, verum etiam errantibus: nam per hos quidem cautiores reddimur, per illos autem meliores. Que es lo mismo que dijo Luis Vives: Ex sapientibus disce, quo fias melior; ex stultis quo fias cautior. Y después en aquel libro y en este, en aquella y esta pintura es una misma la pluma y los pinceles, no será fuera de propósito responder algo, no que parezca defensa ni satisfación, que tan mal suelen dar autores vivos, y por eso dice bien aquella inscripción del hieroglífico donde está la muerte laureada: Hic tutior fama.
Usar lugares comunes, como engaños de Ulises, salamandra, Circe y otros ¿por qué ha de ser prohibido, pues ya son como adagios y términos comunes, y el canto llano sobre que se fundan varios concetos? Que si no se hubiera de decir lo dicho, dichoso el que primero escribió en el mundo, pues a un mismo sujeto bien pueden pensar una misma cosa Homero en Grecia, Petrarca en Italia y Garcilaso en España. Ni es bien escribir por términos tan inauditos que a nadie pareciesen inteligibles; pues si acaso las cosas son escuras, los que no han estudiado maldicen el libro porque quisieran que todo estuviera lleno de cuentos y novelas, cosa indigna de hombres de letras; pues no es justo que sus libros anden entre mecánicos e ignorantes, que cuando no es para enseñar no se ha de escribir para los que no pudieron aprender.
Esto de las arenas y estrellas está recebido, y las habemos de buscar por fuerza para un gran número, pues no puede ser mayor que, habiéndole dicho Dios a Abrahán: Numera stellas, si potes, pues él solo las contó y llamó por su nombre, como David lo dice y Hieremías: Sicut numerari non possunt stellae coelli, aunque Albateño, Alfragano y Tolomeo las reduzgan a número de mil y veinte y dos; y así lo vemos en cuantos han escrito. Marulo dijo:

Non tot signa micant tacente nocte,

y más abajo por las arenas:

Non tantus numerus Libyssae arenae,

y Catulo lo mismo:

Quam magnus numerus Libyssae arenae,

y Silio Itálico por las estrellas:

Quam multa affixus coelo sub nocte serena
Fluctibus et mediis sulcator navita ponti
Astra videt,

y Ovidio:

Quot coelum stellas, tot habet tua Roma puellas,

y en otro lugar:

Quot flavas Tibris arenas.

Luego si todos los antiguos y celebrados para comparar grandes números traen las arenas y estrellas, no es error imitarlos ni decir lo dicho.
Las «tórtolas» y «Troya» no es justo que las culpe nadie por repetidas, pues lo fuera en el Petrarca haber hecho tantos sonetos al Lauro, y el Ariosto al Ginebro y el Alemani de la Pianta; que si los nombres de las personas que amaron les dieron esa ocasión, yo habré tenido la misma.
Las Églogas de aquellos pastores no son reprehensible por imitadas, ni esta tela de la Angélica por trama de Ariosto, que él también la tomó del Conde Mateo María, y cuando lo fueran, otros habían primero que yo errado en lo mismo. Pero no porque Tespis hiciese la primera tragedia, como refiere Horacio en su Arte Poética, y Dafne las Bucólicas por opinión de Suidas y de Diodoro en el libro quinto, fuera bien que dejara de hacer Séneca su Agamenón y Hércules, y Virgilio sus Églogas, fuera de las que con tanta elegancia escribieron Calfurnio, Nemesiano, el Petrarca, Juan Baptista Mantuano, el Bocacio y Pomponio Gaurico, y el mismo Virgilio toma las suyas de Teócrito, pues es opinión de Servio que este verso tuvo principio en tiempo de Jerjes, y lo que después han escrito las han tomado de Virgilio.
Livio Andrónico inventó las comedias, pero no perdió honra Plauto con las suyas, pues se dijo dél que hablaban las Musas ore Plautino, como afirma Epio Stolo y refiere Crinito, Y el Poema Heróico de Homero ¿qué ha quitado al de Virgilio, Estacio y Lucano? Y los sacerdotes egipcios que Josefo siente por los primeros inventores del escribir en prosa, o sea Moisés o Cadmo, como duda Polidoro, ¿por qué han de ser dueños de la historia de Eusebio, Tito Livio, Nauclero y Paulo Jovio? Reprehenden que haya dicho:

A quién hiela el desdén, y el amor arde

que no quisieran que fuera activo; caso extraño es de la manera que nos privan de lo que cuantos han escrito llaman licencia, aunque en esto no la tomé yo, sino Virgilio cuando dijo:

Corydon ardebat Alexim.

Que también a mí me puede valer la respuesta de los Gramáticos (de que Dios nos libre) id est, ardenter amabat. Dice en otro lugar reprehendido, hablando del sol:

Al tiempo que se humilla.

Este Ovidio lo dijo: Pronus erat Titam y en otra parte:

Inclinatoque petebat
Hesperium fretum,

y Lucano:

Iam pronus in undas,

y Estacio:

Sol pronus equos.

Y pues ya he llegado a esto, no puedo dejar de referir a V.M. la objeción de uno destos, de quien se dice que escriben y es como el cantar de los cisnes, que todos saben que cantan, pero ninguno los oye; a lo menos que no saben la diferencia que va del borrador al molde, de la voz del dueño a la del inorante, de leer entre amigos o comprar el libro; fue sobre aquella fábula de Palas en mi Arcadia:

Palas con furor y envidia.

Dijo que ¿cómo siendo diosa tenía envidia? Y respondíle que dioses que tenían sensualidad bien podían tener envidia. Pues se leen de Júpiter más de dos mil doncellas violadas, de que se hallarán en el Bocacio más de otros tantos hijos, y que si no sabía que fueron mortales hombres, leyese a Palefato De non credentis fabulis.
Aquí se ofreció reprehender haber dicho por imposible que el aire tendría cuerpo, y debe de ser que no conoció que yo no hablaba del tangible sino del cuerpo opaco; que esto es tener cuerpo, ser discernido de la vista, y la distinción es luz del argumento. Y porque en aquel libro y en este, partucularmente donde escribo tantas hermosuras y tan diversas, y en cuantos tiene el mundo de poesía, cansa a muchos que se pinte una mujer con oro, perlas y corales, pareciéndoles que sería la estatua de Nabucodonosor, no puedo dejar de referir aquí lo que siento con algunos lugares de poetas antiguos. Cornelio Gallo pintó a su Lidia de esta suerte en estos celebrados líricos:

Lidya puella candida,
quae bene superas lac et lilium
albanique simul rosam rubidam

y aun aquí llamó a la rosa «colorada», y a la azucena «blanca». Pero díjolo Virgilio:

Alba ligustra cadunt.

Mas pasando adelante:

Aut expolitum ebur Indicum.
Pande, puella, pande capitulos.
Flavos, lucentes, ut aurum nitidum.
Pande, puella, collum candidum.
Productum bene candidis humeris.
Pande, puella, stellatos oculos.

Que aquí los llama no solo de estrellas sino «estrellados».

Pande, puella, genas roseas
Perfusas rubro purpurae Tyriae.

Dice que son de rosa, y bañadas de púrpura de Tiro.

Porrige labra, labra coralina.

Aquí llama a los labios «corales».
Y luego más abajo: «Conde papillas, conde gemipomas».
Que aún llama a los pechos dos manzanas, y Fausto Sabeo también:

Iecit in amplexus roseos, malasque papillas.

Pero sin esto, dijo Virgilio por Lavinia:

Indum sanguineo veluti violaverit ostro
Siquis ebur, aut mixta, rubent ubi lilia multis
Alba rosis, tales virgo dabat ore colores.

Llama también blanca a la azucena y hácele la cara como marfil de Indias, y mezclado con la sangre de las conchas que llamán púrpura, y la juntó con rosas y azucenas. Y Mantuano dijo por la Virgen: Os roseum, boca de rosa, y frontique decorem sidereum, y nuestro divino Arias Montano en aquellos tetrásforos la llamó de oro y de rosa:

Ut vultus rosae Virginis aureos.
Uxor levitici Pontificis videt, etc.

Y adonde dijo Hierónimo Vidas:

Pudor ora pererrans,
Cana rosis veluti miscebat lilia rubris.

Llama a las azucenas canas, a las rosas rojas, y dijo que mezclaba la vergüenza en la cara las rosas y las azucenas. ¿Y por qué dijo Policiano que el sol salía con la boca de la rosa?:

Extulerat roseo Cynthius ore diem,

y Horacio:

Nunc et qui color est punicae flore prior rosae,

y Pontano:

Roseumque labellis,

y Boecio:

Roseis quadrigis,

y Estacio:

Purpureo vehit ore die.

Y aun me acuerdo de haber leído en Virgilio purpuream animan vomit, que es más que todo. Y por no cansar a vuestra merced ¿qué poeta tiene el mundo sin estas metáforas? Si Garcilaso fue tan casto escritor ¿por qué dijo: «En tanto que de rosa y azucena»? Pero habíalo dicho Horacio, de quien él lo tomó en aquella Oda celebradísima. No digo esto a vuestra merced de quien sé por experiencia que ninguno en España sabe mejor esta materia, ni más despacio ha desentrañado los poetas latinos, sus metáforas, alegorías, contraposiciones, aposiciones, similitudes, traslaciones, licencias, apóstrofes, superlaciones y otras figuras, pues es cierto que sin ellas aun no lo sabrían hacer los que sin arte escriben.
Pues las imitaciones siempre han sido admitidas, y aun a veces las mismas traslaciones ¿qué más clara puede ser que esta de Virgilio en el segundo de la Eneida?:

Regnatorem Asiae iacet ingens littore truncus.

Y el Ariosto en el canto cuarenta y dos, estancia 9:

Del Regnator di Libia il grave trunco.

Pues espantarse de que un vocablo latino se españolice, no sé por qué, que el mismo Ariosto le tomó español cuando dijo:

Sopra me questa empresa tutta quiero.

Pues en razón de descuidos ¿por qué no se han de sufrir en carrera larga habiendo el mismo dicho:

Lo elmo e lo scudo anche a portar gli diede?

Pues si había dicho que Astolfo le había atado las manos, era imposible que le llevase el yelmo y el escudo. Con esto pienso que se habrá satisfecho a algunos, aunque esto se pudiera excusar, pues para los que entienden no era necesario, y para los que ignoran es como no haberlo dicho. V.M. perdone las faltas y prolijidad de este discurso en cuyo fin le ofrezco estos sonetos que se siguen. De cuyo estilo, en orden al que deben tener, no disputo, pues está tan a la larga tratado de Torcato en la lección que hizo en la Academia de Ferrara sobre un soneto de Monseñor de la Casa, sacando de la opinión de Falereo y Hermógenes, que habiendo este género de poema se ser de conceptos, que son imágines de las cosas, tanto mejores serán cuanto ellas mejores fueren; y habiendo de ser las palabras imitaciones de los concetos, como Aristóteles dice, tanto más sonoras serán cuanto ellos fueren más sublimes. Vuestra merced los reciba con mi voluntad, de quien puede estar satisfecho como yo lo estoy, de que si fueran de ese divino ingenio iban seguros de ser estimados como agora temerosos de ser reprehendidos.

Fuente: Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, Crítica, 1998, pp. 575-589.

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Proyecto de Edición Libro de notas

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Datos Bio-bibliográficos

Lope de Vega

(Madrid, 1562-1635)
Bibliografía escogida:
Rimas humanas y otros versos, Crítica, 1998.
Lírica, Castalia, 1981.
Enlaces:
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