Barroco - Otros barrocos - Francisco Cascales: Tabla poética primera [in specie] De la epopeia, 1606
De la epopeia
CASTALIO.- ¿Tan tarde, tan tarde, mi Pierio? Ganado os e la palmatoria.
PIERIO.- La palma ganáis vos a todos en todo.
CASTALIO.- No penséis con essa lisonja tan conocida tapar la culpa de negligente. ¡Confesalda!
PIERIO.- A fe, Castalio mío, que me detuvo el apressurado passo que traía un conocido. No quiero dezirle amigo, que el agravio que me ha hecho y la indignación que tengo contra él le quitan este título y renombre glorioso.
CASTALIO.- Basta, basta. Desenojaos, por vida mía, y assentaos aquí, que yo comienço a tratar de la epopeia, que más comúnmente llamamos obra épica o heroica.
PIERIO.- Dezid, que ya os oigo sin apartar mis ojos de vuestro rostro.
CASTALIO.- La poesía épica no se viste de los ornamentos que prestan la música y dança a sus hermanas para deleitar; mas texe su tela, o con medida en versos, qual en el heroico y bucólico poema se ve o en un dezir suelto, que comúnmente se llama prosa. Porque los diálogos de los antiguos y muchos mimos, ¿qué otra cosa son que prosas poéticas? Xenarco y Sophrón y otros hizieron mimos, que fue una manera de comedia en prosa, ya no usada. El mimo, dize Donato, imitava las personas más viles y leves, descriviendo las actiones con grandes extremos de gesticulaciones y meneos, muy luxuriosa y desvergonçadamente. Y tales fábulas los antiguos las llamaron planipedes. Cicerón, tratando de las gracias y sales, avisa al orador que se escuse de los juegos mímicos, por ser tan llenos de lascivia, que con aquellos movimientos provocan al auditorio a torpeza y abren el apetito de la luxuria,. Y tanta fue la fealdad destos farsantes en representar cosas torpes y abominables, que fueron tenidos por infames. Y ésta es la causa que Aristóteles explica por donde casi todos los representantes son gente viciosa, aunque entre los romanos, Esopo y Roscio fueron tenidos en mucha honra. Assí que sola la epopeia puede hazer su imitación en prosa y verso. Pero nosotros trataremos de la métrica. La epopeia, pues, es el poema heroico, éclogas, sátiras, elegías y qualquier poesía donde para su ser perfecto no se requiere baile ni canto. Desta misma especie podemos llamar los Cantos o Capítulos de Dante Alighiero, en que trató divinamente del Purgatorio, del Infierno y del Paraíso, y los Triunphos famosos del Petrarca. Y en nuestra compostura de arte mayor, las Trezientas de Iuan de Mena. Pero principalmente las que por excelencia se llaman estancias, aptíssimas para celebrar las gloriosas y claras hazañas de los varones ilustres, como se ve en el Goffredo de Torquato Tasso, gran observador de la ley poética, o en el Orlando Furioso del felicemente atrevido Ariosto. Y en nuestra lengua, las Lágrimas de Angélica del casto y culto Barahona, y la Lusíada del divino Cames lusitano, y la celebrada Araucana de don Alonso de Erzilla, y los versos sueltos que en esta edad se han començado a usar, como las Piscatorias del Paterno y la Asturiada de Cortereal. También hallaréis poesía vulgar de la una y otra épica manera; es a saber, en prosa y en verso, qual es la Arcadia de Sanazaro, el Ameto del Bocacio, el Amor enamorado de Minturno, la Diana de Montemayor y el Pastor de Filida de Montalvo.
PIERIO.- ¿De manera que no admite la poesía otros géneros de versos?
CASTALIO.- Que tanto le convengan, no. Porque si queremos introduzir en la epopeia nuestras redondillas, por ser verso corto desdize de la gravedad épica. Y si le queréis auctorizar con muchos epítetos, no podrá en tan breve giro o espacio caber concepto y ornato. Y assí, obra épica no recive cómodamente tal género de verso, si el sugeto épico no fuesse muy breve, como un epigrama y cosa semejante.
PIERIO.- Pues dezidme qué cosa es la epopeia.
CASTALIO.- Es imitación de hechos graves y excelentes, de los quales se haze un contexto perfecto y de justa grandeza, con un dezir suave, sin música y sin bayle, ora narrando simplemente, ora introduziendo a otros a hablar. Dan materia al poema heroico con sus claros hechos los ilustres príncipes y cavalleros inclinados naturalmente a grandes honras, de los quales dize Xenophonte: «En ninguna manera, o Hierón, me parece que el hombre se aventaja más a los otros animales, que en apetecer la honra. Porque ni más ni menos se deleytan ellos en lo que es comer, bever, dormir y en tener venéreos apetitos y actos. Pero el desseo de la honra, ni en los brutos nace, ni en todos los hombres. Y los que tuvieren esta natural inclinación a las grandezas, estos tales diffieren muchíssimo de las bestias, y no an de ser tenidos sólo por hombres, sino por varones.» Varones son los héroes que los éthnicos ponían entre los dioses y los hombres. Y assí Virgilio, en su poema épico a Eneas, que es la persona principal que celebra y canta, le llama varón para significar su calidad y excelencia: Arma, virumque cano, &e.
PIERIO.- Yo bien entiendo en esta diffinición que la épica imitación, por ser de hechos grandes y esclarecidos, se differencia de la cómica, pero no de la trágica.
CASTALIO.- La materia de la épica y trágica conforme es, mas la forma, differente. Porque la trágica representa las cosas como passan, y la épica como an passado en parte, y en parte como passan. Y el trágico tiene por fin mover los ánimos a misericordia y a miedo, y el épico tiene por fin dar suma excelencia y gloria a la persona principal que celebra.
PIERIO.- Elo entendido. Mas ¿qué importan aquellas palabras: «Que sea un contexto cumplido y de justa grandeza»?
CASTALIO.- ¿Qué importan? Mucho. Porque a esto está obligado qualquier poeta. Y todo poema, para que sea uno, conviene que tenga un entero y perfecto contexto de cosas imitadas, el qual se llama fábula. Que el ser uno el sugeto y la materia que se trata, haze que la fábula sea también una. Y aquello verdaderamente se entiende que es uno, que no está mixturado ni compuesto de cosas diversas.
Doctamente nos enseña esto Horacio allí: Aviso, pues, que consideres siempre en tu obra que aya un cuerpo solo de miembros verisímiles compuesto.
Y si bien se forma este cuerpo de muchas partes, todas deven tirar a un blanco y estar entre sí tan admirablemente unidas, que de la una, verisímil o necessariamente, se siga la otra. Y en suma, aquello que está compuesto de varias cosas ha de estar tan unido en ellas, que quitando o mudando alguna parte, quede el todo imperfecto y manco. Será entero, si consta de principio, medio y fin. Será de justa grandeza, siendo tan larga la fábula, que el entendimiento de los lectores la pueda comprehender firmemente y reduzir a la memoria sin fatiga.
PIERIO.- ¿Y qué significan aquellas palabras que se siguen?
CASTALIO.- Yo os lo diré. El dezir suave, por lo qual entiendo el hablar en verso, distingue esta poesía de que tratamos de aquella que se haze en prosa; porque en el verso se requiere medida, tiempo y armonía, que es la cosa más dulce y más suave que pueden sentir nuestras orejas. Bien es verdad que la prosa tiene también tiempo y armonía; pero porque no la tiene baxo el rigor de lei establecida y medida cierta, no se repara en ello. Sobre el tiempo, medida y armonía de los versos, ya avemos hablado lo que conviene en la parte general de la poesía llamada dictión. Dixe sin baile y sin canto, para differenciar la épica de la scénica y lýrica, que gozan de música y dança. Dixe, ora narrando simplemente, y ora introduziendo a otros a hablar, a differencia de la scénica, donde nunca habla el poeta, y de la mélica, donde raríssimas vezes dexa de hablar.
PIERIO.- Dezidme quántas son las partes del poema épico, para que mejor se entienda su artificio.
CASTALIO.- No son de una manera sola, porque unas son qualitativas y otras son quantitativas; y porque la qualidad es parte de la essencia, parte del accidente, las partes essenciales deste poema heroico y de los de más son quatro: fábula, costumbre, sentencia y dictión. Las accidentales son los episodios, de que avemos tratado largamente arriba. Las partes de la quantidad que hazen el cuerpo deste poema, y de que nos conviene dezir agora, son dos: principio y narración. Principio se llama aquel que previene y apresta a oír las cosas que se han de tratar. Esto se cumple si el poeta en su proposición haze los oyentes benévolos, dóciles y atentos. Cáptase la benevolencia, o de la persona propria que habla, o de la agena, o de las cosas que se escriven. De sí, como quando alaba sus cosas modestamente, como lo haze Torquato Tasso en el Proemio de su Ierusalén libertada: Queste mie carte in lieta fronte accogli che quasi in voto a te sacrate i’porto, forse un dì fia, che la presaga penna osi scriver di te quel c’hor n’accenna.
Quien supiere el Toscano, verá bien descriptas las partes del exordio aquí donde digo. Mas para quien le ignorare, pondré yo un principio de epopeia que por ventura publicaré algún día. El poeta pues haze dóciles a los lectores, proponiendo sumaria y brevemente su actión, como: Canto las armas y el invicto Hispano, que por invidia desterrado vino de los campos de Arlança Castellano a lo que baña el Turia Valentino:
Haze dócil al lector: y quanto hizo con industria y mano contra el furor del pueblo Sarracino.
Promete cosas grandes, para hazerle atento: hasta que dio al destierro suma gloria, fin a la invidia, lei a la victoria.
Invoca: Aliéntame, sagrada musa, el pecho, esparze de tu rostro la luz bella, y al puerto que desseo iré derecho, siendo de mi viage tú la estrella:
Induze a odio al rei contrario del Cid: dime deste varón, ¿qué offensa ha hecho a su rei, que enojado le atropella, y de sí le abandona a tierra estraña? ¡Tan gran potencia tiene una cizaña!
Pide amparo: Y tú, gran Ludovico, a quien escoge por su dueño Mondéjar y Tendilla, mi voluntad con frente humana acoge, que a tu grandeza y mérito se humilla.
Alaba: peregrinando va, tú la recoge, que por quien eres deves recibilla.
Representa servicios hechos: y porque (si te acuerdas) algún día te hizo en tus trabajos compañía. Ea Marqués insigne, cuyas sienes de olivo Palas y de lauro Apolo ciñe cortés y ofrece sumos bienes.
Pide atención: Súbete al alta cumbre de Timolo; que en el teatro de fortuna tienes al gran Cid.
Señala particulares virtudes del Cid: y verás en el Cid solo un santo Numa, un Rómulo valiente, un Pirro experto, un Aníbal prudente.
PIERIO.- Yo veo en algunos auctores dividir la proposición, y más ordinariamente entre oradores, como Cicerón, pro lege Manilia, allí donde dize, después de aver propuesto la causa: Primum mihi videtur de genere belli, deinde de magnitudine, tum de imperatore deligendo esse dicendum. «Primeramente, me parece tratar del género de guerra, luego de la grandeza, y después de la electión de general». También Ovidio, proponiendo el arte de amar, le divide ansí: Principio quod amare velis, reperire labora, Qui nova nunc primus miles in arma venis; Proximus huic labor est placidam exorare puellam; Tertius ut longo tempore duret amor. Primeramente escrivo, o nuevo amante, que procures buscar dama a quien ames; el segundo trabajo es cómo puedas la tierna dama persuadir rogando; y al fin, cómo con ella as de regirte para durar en un alegre estado.
Otros lugares se me offrecen, mas éstos sobran para que descubráis el blanco a que yo tiro.
CASTALIO.- Paréceme, si no me engaño, que queréis culpar en essa parte a Virgilio y a Homero, dos soles de la poesía, por no aver dividido sus obras.
PIERIO.- Esso mismo quiero dezir.
CASTALIO.- Quanto a lo primero, la división no siempre es necessaria, sino quando el sugeto es muy obscuro o muy largo, y estos dos inconvenientes se remedian con ella. Lo segundo, la división es descubierta y expressa en los oradores y en los poetas quando enseñan, como lo haze aí Ovidio, donde divide los tres libros; y lo mismo haze Virgilio, dividiendo los quatro que escrivió de la Geórgica. Pero, como emos dicho arriba, ni el uno ni el otro fueron poetas en essas materias que tomaron. Solamente son preceptores: Ovidio del arte de amar, y Virgilio de la agricultura. Mas quando son poetas que imitan alguna actión propuesta, éssa, si ay necessidad de división, la hazen tácitamente, sin dezir: trataré primero desto y luego destotro. Porque como la actión del poema deve ser una, que consta de principio, medio y fin, esta orden no puede faltar; y assí, es superflua la división de primera y segunda parte &c. Lo que haze el poeta épico circunspecto es, queriendo usar de la división, proponer la actión principal, y luego las episódicas, que corren insertas en aquélla; y esto se llamará división en el poeta. Torquato Tasso propone su actión primera ansí: Canto l’armi pietose, e il Capitano che il gran sepolchro liberò di Christo.
Y luego divide desta actión las episódicas, diziendo: E in van l’inferno vi si oppose, e in vano si armò di Asia, e di Libia il popol misto, &c.
Lo mismo hago yo en el exemplo arriba dicho. Propongo primero: Canto las armas y el invicto Hispano que por invidia desterrado vino.
Y luego divido esta actión de los episodios subsecutivamente: Y quanto hizo con industria y mano contra el furor del pueblo Sarracino.
Esta orden de dividir hallaréis también en Homero; en la Ulixea propone ansí: Canta, o musa, el varón que, destruida Troia, vio varias gentes y costumbres.
Tras esto pone la división episódica: Trabajos grandes padeció en las aguas por conservar a sí y sus compañeros; pero aunque más lo procuró no pudo, por culpa dellos, que atrevidamente de Hiperión las vacas se comieron.
En Virgilio también hallaréis lo mismo.
PIERIO.- ¿Qué a de procurar el poeta en su proemio?
CASTALIO.- Enseñar, deleitar y mover; y este movimiento lo sacará assí de los lugares que en su materia avrá para atraer y enternecer los ánimos, como de aquellos de donde se derivan los affectos y passiones, de que los retóricos an escrito mucho. En el exordio no es menester levantar muy en su punto los affectos; bastará tocarlos ligeramente y sobrepeine. Ultra desto sea claro; porque si luego no se entiende lo que se propone, no obtiene el poeta el fin para que fue inventado el proemio. Por donde conviene evitar en él las metáforas no muy usadas, y palabras desviadas del uso, ásperas y licenciosas, y el largo período, y prolixa arenga, y el dezir affectado. No prometa mucho, ni tanto, que lo que se siguiere no corresponda con la promessa. Todas estas virtudes hallaréis en el principio de los Triunfos del Petrarca, donde claramente enseña varias cosas con hermosas palabras y mueve con dulcíssimos affectos. No haze versos hinchados, ni promete tanto que no cumpla más. Esto es lo que reprehende nuestro Horacio, y con razón: No comiences tu obra en alto tono, como el otro poeta saltanbanco: «La noble guerra en belicosa trompa, y fortuna del gran Príamo canto.» Este prometidor, ¿qué cosa digna traerá de tal y de tan gran boato? Los montes parirán, y de los montes un ratoncillo nacerá ridículo. ¡Quánto mejor éste empeçó! Al fin, como quien cosa no ha tratado sin gran arte: «Canta, musa, el varón que ya tomada Troia, vio tierra, gentes y costumbres.» No pretende sacar de la luz humo, sino del humo luz para que diga lo de Antífate Rei, lo de Caribdis y Scila y el gigante Polifemo.
PIERIO.- ¿Qué cosa es la narración?
CASTALIO.- Es una exposición de cosas passadas o que fingimos aver passado. Divídese en dos partes: la una contiene el argumento y actión principal; la otra, los episodios y digressiones fuera de la fábula, mas no tan fuera que parezca cosa agena. Interpónense por ampliar, engrandecer y deleitar, lo que es muy ordinario en Homero, que muchas vezes entretexe una agradable digressión para vituperar o alabar a alguno. Assí como Virgilio, que por hazer befa a los cartaginenses, enemigos de los romanos, a quien él pretende ensalçar, narra cómo la reina Dido, de la sobervia fuerça de amor vencida, se dio la muerte. Y al contrario, por loar a los romanos, descrive con gran artificio el escudo de Eneas. Entretexe también el poeta descripciones de varias cosas, tiempos, lugares, países. Ved cómo el Petrarca aptamente interpone la historia del amor de Massinissa con Sofonisba, la de Antíoco, la de Seleuco, y la de Estratónica. ¡Quán gallardamente pintó la isla de Chipre, la prisión, y el carro triunfal de amor, y el miserable estado de los amantes! De manera que, a propósito, bien tiene el poeta licencia de desarrimarse de la fábula para mayor ornamento suyo; pero no la a de perder de vista. Esto es lo que nos advierte Horacio aquí: Dexas la principal actión a vezes, donde, como al principio prometiste, deves echar de tu caudal el resto; y vaste luego a digressiones varias. Pintas el altar sacro de Diana, y pintas un arroyo, que regando un prado ameno va por mil rodeos. Pintas el Rin, profundo y ancho río; y un arco que promete lluvia pintas. Mas, esso no a lugar agora, y sabes por ventura un ciprés pintar al vivo. ¡Bien! ¿Qué importa si el otro pobre náufrago, rota la nave, su caudal perdido, pide sola la tabla del naufragio, con que a misericordia el pueblo mueva?
Tal vez el poeta, para hazer la actión propuesta más clara, o para más adornarla, haze relación, ora de casos antepassados, ora de los venideros. De cosas passadas, para luz y claridad de su Eneida pone Virgilio todo el segundo y tercero libro, que explica la destruyción de Troia y el largo viage. De las futuras, lo que Iúpiter dize a Venus en el primer libro; a Anchises, más largamente en el sexto; a Eneas, de la felicidad que los romanos avían de alcançar.
PIERIO.- ¿Qué modos tiene en la narración? Que yo me acuerdo que arriba dixistes tres maneras de narración: una simple, y ésta es propria de los lýricos, porque ellos casi siempre hablan en su persona; otra, pura imitación, como es la de los trágicos y cómicos, porque ellos nunca dizen palabra, sino las mismas personas agentes; otra, mixta, y ésta me dixistes que era propria de la epopeia, en la qual unas vezes habla el mismo poeta, otras, y más frequentemente, introduze diferentes personas hablando.
CASTALIO.- Alégrome mucho de oíros referir tan fielmente lo que tratamos, que es señal que prestáis en esto voluntad y atención. Es assí. Essos tres modos ay de narración, y considerando las cosas que se narran, admira la variedad y multitud que ay dellas; que también se narra quando se descriven las personas, las ocasiones, los lugares, los tiempos, los hechos, las passiones del ánimo, el modo y el instrumento. La persona, como dize Vicente Espinel, descriviendo la persona de Octavio Gonzaga: Entonces se verá cumplido el punto, que de tu nacimiento pronosticaron todas las estrellas, y lo que puede con la fuerça dellas tu ser y esfuerço junto, la bondad, condición, trato y talento.
La ocasión, como: Nuevos effectos de milagro estraño nacen de tu valor y hermosura, unos atentos a mi grave daño, otros a un breve bien, que poco dura.
El lugar, como: En el más fértil y abundante suelo que riega el Tajo en lo mejor de España por oculta virtud del alto cielo, y calidad del sitio y la campaña.
El tiempo, como: Y pues del alto monte el sol se va huyendo de luz negando al mundo el gran tesoro, y sobre el orizonte se van ya descubriendo los ricos paños recamados de oro.
Los hechos, como: Liseo es éste, dixo, éste es sin duda, y al levantarme echó su blanca mano.
Los affectos, como: Fue por mis venas discurriendo luego un no sé qué de novedad estraña, una memoria del passado fuego, un olvido del hato y la cabaña: una sospecha, un gran desassossiego, que nunca en esto el coraçón se engaña; vi de improviso a Célida, y al punto con su vista un desmayo llegó junto.
El modo, como: Sobre el oro esparzido por la espalda de resplandor que a lo mortal deslumbra le van poniendo celestial ghirnalda.
El instrumento, como: Con el bastón antiguo que confirma por más de una hazaña, que en los contrarios dexará memoria.
Y esta manera de narrar es simple y sin alguna semejança. Sin ésta, ay otra en que se pone la imagen de la cosa narrada, como: En el abril de mis floridos años.
Donde se declara que abril es imagen de la juventud. Y también haziendo alguna comparación, como: No con tanto temor se espanta y huye de sirena, o harpía ponçoñosa, quanto de la rabiosa invidia, que honra y vida y más destruye.
PIERIO.- Muchas son las maneras de narrar. Mas pregunto, ¿quántas y quáles son las virtudes de la narración?
CASTALIO.- Tres, según la común opinión de los retóricos: breve, clara y verisímil. Aquel poeta narrará brevemente que no de muy lexos, ni con larga repetición de cosas comiença su poema. Horacio: Si algo enseñares, ser procura breve, para que tus preceptos entendidos, y a la memoria encomendados sean; de pecho lleno lo superfluo mana.
Començará, pues, el poeta, no del origen de la fábula, sino de donde conviene, según la actión que propone. Oíd lo que os buelve a dezir nuestro buen maestro hablando del padre de los poetas, Homero: Ni començó la buelta de Diomedes desde la triste muerte de su tío Meleagro; ni menos el Troiano assalto, de los dos huevos de Leda.
Y quando uviere començado de su lugar conveniente, no se ha de detener con largas y ambiciosas razones; antes, siempre vaya corriendo con el ojo al fin. Horacio: Siempre camina al blanco, y desde el medio de la fábula lleva a los oyentes tan dóciles, que no les dexa cosa por saber que a la actión sea necessaria.
Narra claro quien lo dize todo distinctamente, poniendo ante los ojos las cosas, personas, tiempos, lugares y ocasiones, mirando que el estilo no sea confuso, ni mal compuesto, ni intricado, ni más breve ni más largo que convenga. Porque la longura de la oración haze a vezes que no se entienda la cosa; quanto más la brevedad demasiada, y el que mucho la ama casi siempre es obscuro. Horacio: Tal ay que por ser breve da en obscuro.
Será verisímil la narración, si las cosas que se narran correspondieren a las personas, tiempos, lugares y ocasiones; y si se contare aver sido como fue possible, o necessario, o verisímil que sucediessen. Y aunque principalmente emos de estudiar en hazer probable lo fingido, no nos emos de enfriar ni descuidar en el caso verdadero, sino sustentarle con buenas y firmes razones. A estas tres virtudes el padre de la eloquencia añade la suavidad. Porque el dezir suave encierra en sí admiraciones, movimientos del alma, casos inopinados, razonamientos de personas, affectos, iras, desdenes, dolores, recelos, alegrías, passiones, desseos y otras cosas semejantes. Y aun se deve tener por la principal de todas estas virtudes. En lo qual sumamente está obligado a poner todo su estudio y todas sus fuerças el poeta. Y si fuere épico, juntamente con ser breve, elegante, claro, verisímil y suave, sea también magnífico por la gravedad de su materia.
PIERIO.- Yo e visto qué es y en qué consiste el proemio y la narración; mas no se deve passar en silencio aquella parte que llaman prenarración.
CASTALIO.- ¡O, éssa es la fuente de lo que se a de seguir! Porque, después de aver propuesto sumariamente, y después de aver invocado tácita o expressamente, y después de aver dirigido la obra, como algunos usan en el principio de la narración antes de començar el caso, se suelen referir las causas principales dél, como lo haze Virgilio en toda aquella arenga: Bien que avía oído [Juno] que una cierta gente de la troiana sangre derivada resolvería en polvo a fuego y hierro las torres y alto alcáçar de Cartago; y que este pueblo, rei de mil regiones, pujante y fuerte en armas sobre todos sería la destruición total de Libia, que assí las hadas lo tenían dispuesto. Esto temía, y no se avía olvidado de la passada guerra que en los campos de Troia avía primero sustentado en favor de Argos su ciudad querida. Tenía también en la memoria fixas las justas causas de su fiera saña; tenía aún vivos los dolores grandes de que troianos le avían sido causa; tenía mui en el alma aquel juizio de Paris y la injuria y dura afrenta de su belleza entonces despreciada; traía muy sobreojo a los troianos, linage della siempre aborrecido; moría de pura invidia por la honra de su rival, el bello Ganimedes, por Iúpiter al cielo trasladado.
PIERIO.- Pues con brevedad y claramente me avéis dado los preceptos que se deven guardar en el proemio y narración del poema heroico, desseo saber cómo se a de governar en él el poeta.
CASTALIO.- Conozca primero la qualidad de la materia que elige para escrivir. Porque ay muchas maneras de materias, quál illustre, quál humilde, quál obscura, quál odiosa y quál ambigua. Si fuere illustre y alta, bastará que el proemio contenga una proposición breve y llana de las cosas que se dizen, sin gastar almacén de palabras en captar la benevolencia, atención y docilidad de los oyentes. Porque siendo noble y honesta, ella por sí misma se tiene andados essos passos, sin ir por rodeos, como veo en los excelentes poetas, cuyas obras tienen brevíssimos principios. La materia humilde conviene que se levante de estilo y se haga digna de antención, como lo haze Marón en el poema de las abejas, y Homero en la batalla de los topos y ranas. La obscura es mala de entender. Convendrá, pues, primero que entre a discurrir, hazer muy dóciles a los oyentes, como es costumbre en los que escriven cosas divinas o naturales. La odiosa, tácitamente y de socapa, los irá haziendo atentos, y benévolos y dóciles, según suelen los poetas satíricos, los quales con admirable arte se abren el camino para venir a reprehender los vicios y abominables costumbres. Y es porque naturalmente aborrecemos las reprehensiones, y no queremos ver pintadas nuestras faltas. La ambigua y dudosa, como es parte torpe y parte honesta, obliga a procurar la benevolencia con que lo feo se dissimule y lo honesto resplandezca. Ésta es propria de los cómicos y trágicos, que tratan de cosas deshonestas y lascivas, mas, cubriéndolas con un cortés artificio, estudian en engañar y atraer a sí las voluntades.
PIERIO.- Aora bien, ¿en el discurso y narración del poema heroico puede aver alguna alteración en el modo del narrar?
CASTALIO.- Concede el tiempo, según dize el doctíssimo Minturno, que referido un acontecimiento, pueda el poeta referir otro en otra parte sucedido en aquel mismo tiempo, y buelva luego a tomar la narración atrasada; que esto lo haze el épico, no sin gran contentamiento de los lectores, por la variedad de las cosas narradas, que naturalmente deleita. Pero no concede que començada una batalla, o levantada una tormenta, o otra qualquier cosa, en lo mejor se interrompa, y quando más se espera el fin, se dexe para tratar de otra hazienda, la qual passe entre otras personas, y en otro lugar en el mismo espacio de tiempo, sin tener consideración a lo que el tiempo rehúsa y el desseo que dexa en los ánimos de los oyentes, más enfadoso que deleitable. Porque según razón, ninguno se puede holgar que le corten el hilo de la historia quando más gusta della; ni tengo por verdadero el crecer en esso más la atención, antes se pierde y quita. Porque el coraçón se enciende en el desseo de entender el fin, no quando se dexa la actión començada por otra, sino quando por muchos accidentes que sobrevienen a la misma materia se dilata la execución del caso; que si aquello no fuera vicio, Virgilio pudiera aver usado la misma licencia, dexando a Turno encerrado dentro del fuerte de los troianos, y passarse al consejo y ayuntamiento de los dioses, y después bolver a librar a Turno, no sin daño de los enemigos. Mas esto, ni en Virgilio, ni en Homero, ni en ningún docto poeta se hallará usado. Ésse solamente es uso de escriptores de cavallerías, que como salen de las leyes de poesía en otras cosas mayores, para lo de menos calidad también querrán usar de su executoria. Y esto no lo digo por vituperar tan alto y tan noble poema de tan raro y excelente poeta como el Ariosto; antes, todos devemos leer tal obra porque tiene muchas cosas para agradar, con gran provecho de los que bien lo entienden. Y tiene el Ariosto gran disculpa, que no ya porque no conociesse lo mejor, antes por poder complazer a muchos, eligió y quiso seguir el abuso que en los libros de cavalleros errantes se halla.
PIERIO.- A mí me parece que no pudo hazer menos de interrumpir unas narraciones con otras por aver abraçado tantos hechos de cavalleros en su poema.
CASTALIO.- Y aun esso es lo más en que se deve reparar, pues dexamos atrás dicho que la fábula a de ser una, y aunque compuesta de diversas actiones, una a de ser conocida por principal, para quien se an de ordenar las otras, y no tantas que la ahoguen, sino que tenga su justa grandeza, porque la muchedumbre causa confusión. Ni tampoco a de ser tan seca y estéril, que no lleve el ornamento necessario de los episodios, de que se engendra la variedad, y de la variedad el gusto.
PIERIO.- Yo pienso que se nos a cerrado buena parte de los caminos que los poetas antiguos tenían para grangear la variedad, porque antes avía en los poemas dioses y diosas que ayudavan una parte y adversavan otra, avía mensageros del cielo, avía encantamentos, avía la libertad de las religiones. Agora todas estas partes las tenemos cerradas a piedra lodo, y se nos a casi quitado el privilegio antiguo de la poesía.
CASTALIO.- No tenéis porqué quexaros tanto desso; que si la antigua poesía tenía dioses celestiales, infernales y terrenos, la moderna tiene ángeles, sanctos del cielo y a Dios; y en la tierra, religiosos y hermitaños. Tenía aquélla oráculos y sibilas, ésta, negrománticos y hechizeras; aquélla, encantadoras, quales fueron Circe, Medea y Calipso, ésta, las Parcas; en aquélla eran mensageros de Iúpiter, Mercurio y Iris, y en ésta los ángeles traen las embaxadas de Dios. Y no porque en Atenas se litigava de diferente manera que en Roma, dexavan de guardar una misma forma y regla en sus oraciones los acusadores y abogados; ni porque nosotros ayamos mudado los nombres o los accidentes, emos mudado la cosa o la sustancia. Quanto a lo que dezís de la religión, conviene que la materia épica sea fundada en historia verdadera de nuestra religión christiana. Porque si fuesse de gentiles o bárbaros, las razones que a ellos les movieran y admiraran, para nosotros serían frívolas y ridículas; que entre ellos, Palas, Iuno, Venus, Apolo, Iúpiter y otros dioses eran adorados y reverenciados, de los quales esperavan su próspera fortuna y temían la adversa. Y assí les hazían sacrificios en todos sus acontecimientos. Pues si yo tomo una materia tal que me obligue a tratar las supersticiones de los antiguos, vos, que sois cathólico, os enfadaréis de oírme y torceréis los labios quando os narre cosas contrarias a nuestra religión. Y si bien las imagináis como de estraña secta, con todo esso, como vos estáis desengañado y vivís en la verdad evangélica, no os puede causar admiración lo que essotro hizo en virtud de sus dioses. Pero notad que aunque la materia sea cathólica, no tampoco a de ser muy sagrada; porque si lo es, os hallaréis muy corto y necessitado por no poder fingir y aumentar la verdad con los ornamentos poéticos, siendo ellos la parte más necessaria del poeta. Ni se a de tomar la historia muy antigua; porque como la poesía es imitación de los hechos y costumbres, aviendo vos de pintar y representar los ritos antiguos en la actión que tomáis, de ninguna manera daréis contento. Como tampoco Homero lo da a los que agora leen aquella manera de pelear en la batalla desde los carros. Ni será tan moderna, que aya testigos que puedan averiguar la verdad; que como el poeta finge para ornamento de su poesía, y el otro sabe que aquélla es conocida mentira, aunque sea verisímil, no se persuade a creer lo que él sabe de otra manera. Por tanto, será consejo acertado partir el sol y tomar un sugeto que no sea de muy remota historia, ni muy fresca; y desta suerte se evitarán aquellos dos inconvenientes. Porque siendo la historia de quinientos años a esta parte, y no menos que de trezientos, se podrán las costumbres de aquel tiempo (pues ay tan poca differencia) pintar al uso presente. Y assí cessará la dissonancia de trages, ritos y vida, y tendrá también lugar el poeta de disponer y ordenar su fábula como más le convenga, poniendo los episodios necessarios, pues no podrá aver quien con vista de ojos se lo contradiga. De más desto, no qualguiera materia es buena para el poeta, assí en la épica como en las demás especies de poesía. Que como para fabricar una nave no toda madera es buena, ni para forjar unas armas no todo hierro es bueno, ni para labrar una casa no toda piedra es buena; sino que se busca cierta manera de árboles, cierta manera de hierro y cierta manera de piedra propria para aquel ministerio, assí el poeta deve hazer primero electión de materia propria y conveniente al género de poesía que escrive. Porque si va errado en la materia, siendo su intento de sacar comedia, sacará tragedia, y al contrario. Y se cumplirá al pie de la letra aquel agüero de Horacio: Començaste a hazer una tinaja, andando el torno, ¿cómo salió cántaro?
PIERIO.- De modo que sabiendo el poeta tomar apta materia en su poesía, ¿ya con esto va cierto de conseguir el fin della?
CASTALIO.- A gran carga, grandes hombros son menester. No sola una obligación es la que tiene el poeta; a muchas cosas mira, y ésta es una de las principales. Y ante todo ha de considerar qué tan valiente se halla, y medir con prudencia lo que su ingenio alcança. Si no vale para escrivir un poema épico y trágico, haga una comedia; si no para una comedia, haga una sátira, una égloga, una elegía, una canción, un soneto, unas redondillas; que en el conocimiento de sí mismo consiste la discreción y mayor virtud del hombre. ¡Qué bien lo dize Ovidio! Más fuerte es el que a sí mismo se vence que quien vence las más fuertes murallas. No puede la virtud subir más alto.
PIERIO.- Todo esso me parece bien. Mas bolviendo a nuestro propósito, ¿en qué modo narra el poeta lo que en la fábula se contiene?
CASTALIO.- No cómo passó la cosa, sino cómo fue possible, o verisímil, o necessario que passasse. Porque entre el historiador y el poeta ay esta differencia: que el histórico narra las cosas como sucedieron, y el poeta, como convenía o era verisímil que sucediessen. No piense nadie que el verso haze a la poesía, ni la prosa a la historia; porque la historia de Tito Livio, o de Salustio, aunque se escriviesse en verso, ni más ni menos sería historia. Y si la Ilíada de Homero se traduxesse en prosa, ni más ni menos sería poesía. Porque, como avemos dicho muchas vezes, el verso no haze al poeta, sino la imitación de una hazienda simple y perfecta. Aristóteles dize: Non poetae esse facta ipsa proprie narrare, sed quemadmodum vel geri quiverint, vel verisimile, vel omnino necessarium fuerit. «No es officio del poeta narrar los mismos hechos como passaron, sino como pudieran o devieran passar, según el verisímil y necessario.»
PIERIO.- Esto que dezís agora parece que es contrario a lo que atrás queda dicho, que el poeta la actión que toma la ha de sacar de historia verdadera; y aunque sea esto verdad, se ve claramente en Virgilio y en Homero, cuyas actiones son verdaderas.
CASTALIO.- Muchas maneras ay de poesía épica, trágica, cómica, mélica. Una, todo lo que escrive lo inventa y pone nombres. Pues si finge y inventa nombres para poner a las personas, consta que también las personas son inventivas. Esto lo haze la poesía cómica; porque haziendo nombres según el verisímil, introduze varias personas que hablan en sus actiones. La poesía épica y trágica no lo finge todo, porque alomenos la principal actión ha de ser verdadera, y los nombres della, consequentemente, serán también verdaderos. Que aunque la epopeia y tragedia no finge la real actión, lo demas, digo los episodios, los inventa a su arbitrio, según el verisímil. Pues como la comedia lo finge todo, y la épica y trágica la mayor parte, bien y doctamente dize Aristóteles que el poeta no narra las cosas passadas como passaron, sino como devieran passar. Quanto más que aun la verdadera actión, en lo que no fuere verisímil, se deve mudar y narrarla como deviera ser. Porque algunas cosas suceden tan monstruosamente, que, narradas ante quien no las ha visto, son difficultosíssimas de creer. Y donde uviere esta difficultad en las cosas, aunque realmente aya sucedido, se deve quitar, o alomenos esforçarla con fortíssimas razones.
PIERIO.- Consiento en esso. Pero si la cosa no es en sí creíble, ¿puede se mudar?
CASTALIO.- Esso es muy lícito al poeta, como sea para engrandecer la persona principal que celebra.
PIERIO.- No puedo dexar de enarcar las cejas, oyendo lo que dezís. Y cierto, yo no imagino exemplo de tal licencia, aunque sé que dize Horacio más generalmente: A los pintores y poetas siempre se les ha concedido ser osados y licenciosos en qualquiera cosa.
CASTALIO.- ¿Qué, no se os offrece exemplo donde algún poeta mude la cosa? ¿Quién no sabe cómo Dido, a quien haze Virgilio enamorada de Eneas, tanto que por su ausencia se da la muerte, infamando con ella su honestidad, que esto es falso, y que al contrario fue castíssima, y que Dido y Eneas fueron en muy differentes tiempos? Luego, Virgilio aquí mudó no sólo el tiempo, mas la cosa; pues aviendo sido casta, la pintó deshonesta y mala. No se puede negar, según aquel epigrama de Ausonio: Illa ego sum Dido vultu, &c.
Hasta el postrer dístico: Invida cur in me stimulasti, musa, Maronem, Fingeret ut nostrae damna pudicitiae.
Concedemos essa verdad; mas hízolo Virgilio no sin gran propósito. Que como los romanos y cartagineses avían de ser enemigos capitales, y como su intento era alabar a los romanos, descendientes de Eneas, por más abatir a los unos y ensalçar a los otros, quiso dar este baldón a Cartago y ilustrar su obra con la historia de aquellos fingidos amores. De Penélope se entiende que no fue casta. Y el proprio Ulisses desconfía de su castidad en la epístola que en su nombre responde Sabino: Tot iuvenes inter, tot vina liquentia semper. Hei mihi! quid credam? pignore casta manes. ¿Entre tantos mancebos tan gallardos, entre tanta comida y tanto vino siempre ocupada? ¿Qué diré cuitado, sino que por milagro has de ser casta?
Con todo esso, Homero la pintó castíssima y honestíssima en el espacio del ausencia que Ulisses hizo, andando ella entre cien pretendientes enamorados. Mas hizo esto doctíssimamente Homero; que siendo Ulisses la persona que celebrava en su poema, no era bien poner mácula en la muger. Antes, quedava por la misma razón obligado a ensalçarla y pintarla tan honesta y prudente como la pintó. De manera que Virgilio y Homero mudaron las cosas; pues éste hizo a la casta Dido deshonesta, y essotro, a la deshonesta Penélope casta, y ambos con justas causas acerca de su propósito.
PIERIO.- Pues me avéis provado que se pueden mudar las cosas. ¿También se podrá creer la mutación de los tiempos?
CASTALIO.- Licencia tiene el poeta de alterar los tiempos, sino es lo principal, que esso ha de ser estable y fixo. Y por esso va mucho en saber conocer la actión y los episodios, de lo qual se constituye la fábula. Acerca desto dize Horacio: Vuestra disposición, si no me engaño podrá ser tal. Aquello que conviene dezirse agora, que se diga agora, lo demás reservarlo hasta su tiempo: esto escriva el poeta, aquello dexe.
PIERIO.- Admirado me avéis en dezir que los poetas pueden mudar los tiempos y las cosas, salva la proposición primaria. Mas querría saber ¿porqué a de dexar éssa en su estado y le es lícito variar lo demás?
CASTALIO.- Ya os e dicho que los poetas imitan. Pues, para poder imitar bien, se desnudan de sus personas en todos los lugares que pueden y introduzen otras hablando. Éstas, desde el principio de la actión hasta el fin, consecutivamente van haziendo las cosas como si entonces passassen, sin dexar lagunas ni blancos ningunos, como se ve claro en Homero y en Virgilio, dos espejos de poesía. Pues si la actión propuesta corre de grado en grado, continua hasta el cabo, mal puede alterarse el tiempo, ni cosa alguna que luego no se eche de ver notablemente la falta. De manera que los episodios son los que no se obligan a la continuación de la fábula, y los que según el verisímil y necessario pueden encaxarse allí, o aquí, o bien sean sacados de la misma historia y traídos para algún menester y servicio de la actión principal, o fingidos y inventados a beneplácito del poeta, como más le parece que convenga, sabiendo juntar la fictión con la verdad, con tanta semejança que sea bastante su artificio a deslumbrar y engañar los ojos del entendimiento. No se olvidó de avisarnos esto nuestro Horacio: Y con tal arte finge, assí lo falso junta con la verdad, que no desdize el medio del principio, el fin del medio.
¿Queréis ver palpablemente mudado el tiempo? Primero es la destruición de Troia que la navegación de Eneas y sus compañeros. Pues ya veis como Virgilio comiença por la navegación, que es el principio de su actión, y en el segundo libro cuenta la ruina troiana. Y es importantíssima aquella narración que descubre las çanjas y cimientos de su obra para que el oyente no tenga que dudar ni detenerse ignorante de las cosas, digo de las que fueron para su propósito buenas, que las demás, aunque sean de la historia, las deve passar en silencio; porque si allí las traxesse, estarían ociosas y de balde. Horacio: Siempre camina al blanco, y desdel medio de la fábula lleva a los oyentes tan dóciles, que no les dexa cosa por saber que a la actión sea necessaria, y lo que entiende que luzir no puede representado, pássalo por alto.
PIERIO.- Esso que dize aí Horacio, que desde en medio de la fábula enseña el poeta, o narra, parece que alude a lo que yo en las escuelas e oído ser virtud poética el començar a narrar desde el medio o desde el fin de la fábula. Y parece que contradize a lo que dexáis dicho, que la fábula es imitación de una actión entera, la qual tenga principio, medio y fin. Según esto, yo no veo guardarse buena orden donde el medio o el fin de la historia venga a ser principio de la fábula.
CASTALIO.- Y aun a mí me parece que estáis en lo cierto, y para dezir verdad, essa sentencia sería muy de reprehender si no se tomasse sanamente. Porque acordándose los gramáticos que de las cosas hechas en Troia en diez años, Homero no tomó a cantar otra cosa como proprio sugeto, sino lo que en el décimo y último sucedió, después que Achiles se enojó con Agamenmón; ni de las cosas que en siete años passó Eneas, Virgilio emprendió sino lo que en el séptimo padeció y hizo, dixeron que los poetas de las cosas de en medio o últimas comiençan. Mas atended. No porque en el último año sucedieron aquellas cosas, las tomaron los poetas a escrivir, sino porque fueron aquéllas las más señaladas, memorables y dignas de ser escritas y celebradas. Y destas cosas más importantes sacaron una actión entera propuesta en el exordio, a que se obligaron, la qual constasse de principio, medio y fin. Y como los episodios son parte del poema, como también lo es la actión principal, y en ellos se narran cosas del medio o del fin de la historia, dirigidas al blanco principal, dixeron que começava el poeta del medio o fin.
PIERIO.- Bravamente me satisfaze essa explicación. Pero este poema heroico, ¿qué tanto tiempo puede abraçar?
CASTALIO.- Aristóteles dize que no tiene término prescripto y limitado. De donde se colige tener el épico grandíssima licencia de alargarse. Mas según lo que los padres de la poesía Homero y Virgilio nos dizen en sus obras, el poeta épico deve tratar una cierta y perfecta materia de cosas sucedidas o acontecidas tan solamente en un año.
PIERIO.- ¿Cómo en un año? ¿Ulisses no anduvo peregrinando después de la rota de Troia nueve o diez años? ¿Achiles no se halló en la guerra contra los troianos otros tantos? ¿Desde que Eneas salió de Troia hasta la muerte de Turno no passaron ocho años? Pues ¿cómo dezís que Virgilio y Homero trataron sus fábulas en uno?
CASTALIO.- Porque tomaron la parte principal de la historia, y de aquélla constituyeron cada uno su fábula. Homero solamente tomó por su empresa lo que se siguió en el décimo año de la guerra troiana, desde el enojo de Achiles hasta la muerte de Héctor; y en la Ulissea, la buelta de Ulisses a Ítaca y la vengança que tomó de los enamorados pretendientes de Penélope, contenido en el postrer año de su peregrinación. ¿Queréislo ver? Mira lo que dize Homero en el principio de la Ulissea: Todos los griegos que escapado avían libres de muerte de la mar y guerra ya estavan en sus casas; sólo Ulisses, privado de su patria y mujer cara, andava en una cavernosa isla embuelto con Calipso bella diosa, que esperava tenerlo por marido. Mas quando ya después de largo tiempo llegó aquel año que los dioses santos determinaron que bolviesse a Itaca, aun entonces estando ya entre amigos, no dexó de provar grandes trabajos.
Y Virgilio también en el proemio de la Eneida da a entender que comiença la actión de los postreros sucessos de Eneas allí donde dize: Por estas causas Iuno embravecida iva oxeando lexos de la Italia a los troianos que sobrado avían del furor griego y del cruel Achiles, y de uno en otro mar los arrojava. Ellos por largos años anduvieron (como los hados disponían) vagando por quantos mares tiene el dios Netuno.
Llegando, pues, bien cerca de Italia, comiença su actión Virgilio, introduziendo a Iuno enemiga de los troianos: Passando un día a vista de Sicilia davan al diestro viento alegres velas y del salado mar saltar hazían blancas espumas con las naos herradas, quando la airada Iuno refrescando en su memoria la herida eterna, consigo començó a hablar desta arte.
Esto le passó a Eneas en el séptimo año después que se partió de Troia, como lo dize Virgilio claramente en el fin del libro primero: Que siete meses han las miesses dado en siete estíos fértiles espigas, después que andas de tierra en tierra errando, y quantos golfos tiene el mar sulcando.
PIERIO.- Aora, pues, ¿qué tan largo deve ser un poema heroico, en quanto a la grandeza de la obra?
CASTALIO.- Como las cosas naturales, mientras no las impide causa contraria, siempre van creciendo hasta que llegan a su perfectión, assí también el poema continuamente a de ir subiendo y aumentándose hasta que ya no pueda ser más gallardo y perfecto. ¿Queréis conocer más claro quándo a llegado a su justa grandeza? Quando las cosas se vinieren a trocar o de felices en infelices, o de adversas en prósperas. Mudada, pues, la fortuna, se dará fin al poema, como veis que concluyó su Eneida Virgilio, luego que con la muerte de Turno se mejoró su fortuna.
PIERIO.- ¿Pues no me dexáis enseñado arriba que pudiera Marón passar adelante y acabar en el casamiento de Lavinia?
CASTALIO.- Digo que pudiera añadir esse episodio, por conseguirse también de las cosas antecedentes; mas no pecó en no hazerlo, aviendo cumplido con la principal actión y conseguido el fin de su viage.
PIERIO.- Sé la obligación que tengo en el contexto de la epopeia. ¿Ay alguna cosa essencial que tratar más acerca della?
CASTALIO.- Sí. La admiración es una cosa importantíssima en qualquier especie de poesía, pero mucho más en la heroica. Si el poeta no es maravilloso, poca delectación puede engendrar en los coraçones. Causan admiración las cosas que suceden sin pensar, o porque creemos venir de la mano de Dios, o de su proprio movimiento, como fue quando en Argos, cayendo la estatua de Micio, dio sobre un hombre que avía muerto al mismo Micio. Y aunque el sucesso pareció ser a caso, con todo esso se imaginó no aver sucedido sin fundamento, sino por permissión divina, para castigar al homicida. Assí que gallardean la fábula en grande manera cosas que fuera de la imaginación y esperança acaecen maravillosamente. Estos acontecimientos son de tres modos: o por fortuna, o por caso, o por destino. El acontecimiento fortuito es en cosas animadas, como el ballestero que tirando al ciervo mata al hombre escondido en la maleza. El acontecimiento casual es en las cosas inanimadas, como el que sale de su casa, y apenas a acabado de salir, quando da en el suelo toda; o por destino, que es una constelación que le sigue a uno mucho tiempo, como la historia de Edipo que quando niño fue mandado echar a las bestias, y por divino auxilio guardado; siendo mancebo, mató a su padre Layo sin conocerlo; después, se caso con su madre ignorantemente; y al fin, se sacó los ojos él mismo, apesarado de lo hecho. Estas cosas, si van insertas en la actión principal de la fábula, traídas al tiempo que menos se esperan, son maravillosas y muy agradables. La admiración nace de las cosas, de las palabras, de la orden y de la variedad. Aquellas cosas tenemos por admirables que no son fingidas vanamente, sino con gran prudencia, a propósito y en su lugar. Las palabras serán maravillosas que son escogidas con grande juizio, sentenciosas, graves, de dulce son, con galanas figuras de la eloquencia, o bien sean proprias, o metaphóricas, como se ve en Virgilio, en Homero, en Petrarca, en Dante, en Garcilasso y en Arzila. Para engendrar, pues, maravilla, suelen los buenos poetas hazer fictiones de cosas provables y verisímiles; porque si la cosa no es provable, ¿quién se maravillará de aquello que no aprueva? La orden será también maravillosa quando disponemos las cosas con algún galano artificio; que muchas vezes suele ser un pensamiento baxo, y va dispuesto con tanta gracia y arte, que pone más admiración que los muy sutiles. La variedad hermosea a la poesía, la enriquece y la haze maravillosa. Ningún poeta puede tratarla tan bien como el épico, porque siendo su obra tan espaciosa y corpulenta, recibe muy fácilmente diversidad de cosas; porque por un poema heroico andan reyes, príncipes, cavalleros, labradores, rústicos, casados, solteros, mancebos, viejos, seglares, clérigos, frailes, hermitaños, ángeles, profetas, predicadores, adivinos, gentiles, cathólicos, españoles, italianos, franceses, indios, úngaros, moros, damas, matronas, hechizeras, alcahuetas, profetisas, sibilas, descripciones de tierras, de mares, de monstruos, de brutos, y otras infinitas cosas, cuya diversidad es maravillosa y agradable.
PIERIO.- Sin duda el poema heroico será, sobre todos los demás, admirable y dulcíssimo, con tanta variedad de cosas que en su ancho volumen abraça. Mas a esta poesía ¿qué género de verso le compete?
CASTALIO.- Octavas, que es el verso más heroico que tenemos; y aunque se pudiera también en tercetos escrivir la epopeia, hállase más impedido el poeta de la cadena que este género de verso lleva; y es malo de continuar en un discurso grande. Fuera de la octava, podríamos usar de verso suelto, si bien carece de las consonancias, por cuya falta pierde la poesía no poca dulçura. Una cosa os advierto: que con el género de verso que començáis, avéis de proseguir hasta el fin. Y ansí no anduvo en esto muy prudente el que traduxo la Eneida de Virgilio en castellano, usando, ya verso suelto, ya ligado, pues deviera elegir lo uno o lo otro tan solamente.
PIERIO.- ¿Y baxo esta especie heroica contiénese otra cosa alguna?
CASTALIO.- Sí; éclogas, elegías y sátiras, y toda poesía que para su perfectión no se requiere canto ni bayle.
Datos Bio-bibliográficos
Francisco Cascales
(Murcia, 1564-1642)
Bibliografía escogida:
Discurso de la ciudad de Cartagena, Ayuntamiento de Cartagena, 1998
Epístola de Horacio Flaco sobre el arte poética…, Academia
Alfonso X el Sabio, 2000
Tablas poéticas, Espasa Calpe, 1975
Enlaces:
Epístola
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Discurso de la ciudad de Cartagena
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