Barroco - Otros barrocos - Francisco Cascales: Tabla poética quinta [in specie] De la poesía lýrica, 1606
De la poesía lýrica
Antes que digamos la diffinición de la poesía lýrica, sabed que se llama ansí porque en este género de poesía se cantavan a la lyra las alabanças de los dioses y de los héroes. Y aunque al principio esta composición era simple y de un solo modo, después se començó a hazer con mucha variedad de versos, en la qual uvo diez poetas griegos que se señalaron; y el príncipe de todos ellos fue Píndaro, y después, entre los latinos, Horacio. Y porque esta poesía se cantava, la llamaron mélica, de melos, que quiere dezir ‘canto’. Persio: Cantare credas Pegaseium melos.
Y porque se cantava a la lyra, toma nombre de lýrica; assí que mélica o lýrica se llama esta poesía, sin differencia ninguna. No os digo nada de los lýricos, ditirámbicos y nómicos, que pues no se usa el modo de cantar suyo, poco importa passarlos en silencio.
PIERIO.- Supuesto esso, ¿quál será la materia mélica?
CASTALIO.- La materia del mélico no tiene término prescripto, por que assí como el orador se espacia por toda materia con sus razones provables, traídas de lugares comunes, assí el lýrico trata qualquier materia que se le ofrezca. Pero trátala con algunos conceptos que son proprios suyos y no comunes al trágico ni al épico, de donde nace el estilo, como lo veréis quando demos la diffinición de la lýrica.
PIERIO.- ¿Pues qué cosa es la poesía lýrica?
CASTALIO.- Imitación de qualquier cosa que se proponga, pero principalmente de alabanças de Dios y de los santos, y de banquetes y plazeres, reduzidas a un concepto lýrico florido. Horacio: La musa manda en lýricas canciones cantar los altos dioses, semideos, al bravo vencedor, al más ligero cavallo, los cuydados, los amores de mancebos, las fiestas y banquetes.
Y essas cosas, que guarden unidad y conviniente grandeza y sean celebradas en suave y florido estilo en qualquiera de los tres modos: exegemático, dramático, misto.
PIERIO.- Todas estas partes de la diffinición las entiendo medianamente, porque diversas vezes avéis tratado dello y dezís que el lýrico puede usar de todos los tres modos referidos. Pero dudo en lo que apuntastes poco a, que del concepto se engendra la variedad del estilo.
CASTALIO.- Buelvo a dezir que sí, aunque Dante Alighiero affirmó que el estilo procedía de las palabras, las quales le hazían grave, humilde o mediano.
PIERIO.- Y aun a mí me lo parece, que las palabras escogidas y la virtud de la elocución haze el estilo y le pone en el grado que quiere.
CASTALIO.- Oýd lo que responde a esso Torquato Tasso, gran poeta y gran maestro de la poética. Los conceptos son el fin y, por consequencia, la forma de las palabras y de las vozes. La forma, pues, no deve ser ordenada en favor y gracia de la materia, ni pender de las palabras, antes al revés. Las palabras deven pender de los conceptos y tomar ley dellos. Pruévase la mayor: porque la naturaleza no nos dio la habla para otra cosa sino para significar los conceptos del ánimo. La menor es harto clara. Las imágines deven ser semejantes a la cosa imaginada y imitada. Las palabras son imágines e imitadoras de los conceptos (como dize Aristóteles), luego las palabras deven seguir a la naturaleza de los conceptos. Consta, porque gran absurdo sería hazer la estatua de Venus que representasse, no la gracia y hermosura de Venus, sino la ferocidad y rigor de Marte. Ítem, si queremos buscar alguna parte en el lýrico que corresponda proporcionadamente a la fábula de los épicos y trágicos, no podremos aplicar otra sino los conceptos; porque, assí como los affectos y costumbres se apoyan y estrivan en los conceptos, y assí como en aquellos poemas su alma y forma es la fábula, assí diremos que en el lýrico el alma y la forma son los conceptos. Y assí, quando son de una calidad los conceptos y de otra las palabras o la elocución, de allí nace la desconviniencia que se echaría de ver en un aldeano rústico, vestido con la enroscada garnacha del oydor.
PIERIO.- Si fuesse verdad que el estilo nace de los conceptos, como avéis provado seguirse, ya que tratando el lýrico los mismos conceptos y cosas que el épico, pues ambos tratan de Dios y de los santos y de los illustres varones, fuesse el estilo del uno y del otro semejante, o por mejor dezir, el mismo.
CASTALIO.- A esso se responde que ay grandíssima diferencia entre las cosas, conceptos y palabras. Cosas son aquellas que están fuera de nuestros ánimos y que están en sí mismas. Conceptos son las imágines de las cosas que se forman en nuestra alma diversamente, según es diversa la imaginación de los hombres. Las palabras son imágines de las imágines; quiero dezir, aquellas que por medio del oýdo representan alma los conceptos sacados de las cosas. Por tanto, si alguno dixere que si el estilo nace de los conceptos, y los conceptos son unos en el épico y en el lýrico, luego un mismo estilo tiene el uno y el otro, negaré que el uno y el otro tenga los mismos conceptos, aunque algunas vezes traten las mismas cosas. Porque él haze sus conceptos particulares con que se differencia del épico; y por esta differencia viene también a ser differente el estilo. El concepto del épico es grave y magnífico; el concepto del lýrico es florido y ameno, y esta amenidad próximamente nace del concepto, y remotamente de la elocución. Ved, por exemplo, cómo tratando el épico y el lýrico unas mismas cosas, usan diversos conceptos, de la qual diversidad de conceptos mana después la diversidad del estilo. Virgilio considera la hermosura de una muger. Esta hermosura de la muger es la cosa que dezimos que está en sí misma. De aquí saca el poeta épico un concepto suyo proprio, alabando la hermosura de Dido en esta manera: Regina ad templum forma pulcherrima Dido, incessit magna invenum stipante caterva, qualis in Eurotae ripis, aut per iuga Chinti exercet Diana choros, &c.
Simplicíssimo concepto es aquél (forma pulcherrima Dido); un poco de más ornato tiene lo otro, pero no tanto, que exceda el decoro del heroyco. Mas si esta misma belleza uviesse de escrivir el lýrico, no se contentaría con essa pureza de concepto. Diría que la tierra se le ríe encontorno, que se glorifica de ser hollada de sus pies, que el cielo herido de sus rayos resplandece más y parece más hermoso, que el sol se mira en ella como en espejo y que combida al amor a contemplar su gloria. Iamás el épico usó semejante concepto a este que diré, el qual usa el lýrico Petrarca con gran alabança suya: Qual fior cadea su’l lembo, qual su le treccie bionde, ch’oro forbito, e perle eran quel dì a vederle: qual si posava in terra, e qual su l’onde qual con un vago errore girando parea dir, qui regna amore.
De aquí se colija que si el lýrico y el épico tratassen las mismas cosas con unos mismos conceptos, resultaría que el estilo del uno y del otro fuesse el mismo. Resumamos, pues, que el estilo nace de los conceptos, y de los conceptos, la calidad del verso; es a saber, que sean graves, o humildes o templados. Lo qual se puede comprehender de Virgilio, que con la variedad de los conceptos hizo un mismo poema, ya humilde, ya magnífico, ya mediano. Pues vemos que en un lugar se levanta con excelencia, en otro se humilla, y en otro anda por medio, teniendo respeto a la calidad de la poesía que escrive.
PIERIO.- Mucho me satisfaze este discurso del concepto lýrico. ¿Ésse, en qué género de versos se canta?
CASTALIO.- Aunque se dize que el poeta en qualquier género de poesía canta, en ésta principalmente es cantor; la poesía en que lo es, se llama canciones.
PIERIO.- ¿Y qué es canción?
CASTALIO.- Una composición magnífica y espléndida, dividida en partes a solo un pensamiento endereçadas. Por lo dicho, os consta que la composición lýrica es florida y amena, y que los conceptos en el lýrico son como la fábula en los otros poetas, la qual es una, entera y de justa grandeza. Assí, pues, también la canción no a de abraçar más que un pensamiento, y ésse le a de vestir gallardamente el lýrico.
PIERIO.- Bien conozco esso por la differencia que e visto poco a en aquellos dos conceptos del lýrico y épico exemplificados. ¿Por qué llamáis la canción dividida en partes?
CASTALIO.- En esso aludo a la textura de la canción, la qual consta de partes que llamamos estancias.
PIERIO.- Y si la canción no tiene más que una estancia (como Horacio, que compuso oda de sola una estancia; y como las balatas y madrigales, que por la mayor parte no tienen más que una estancia), ¿cómo se llamará?
CASTALIO.- ¿Cómo se a de llamar sino canción? Pues de su naturaleza puede recebir otras estancias semejantes a la primera, y por no ser la materia capaz de más o por ser el uso en contrario, como lo es en las balatas y madrigales, no se estiende a más. La canción, pues, como dixe, consta de estancias. La estancia se divide también en dos partes: fronte y sirima. Assí la fronte como la sirima puede ser simple y compuesta. La una y la otra se componen de coplas, tercetos, quartetos, quinarios, senarios y septenarios. Copla es dos versos; terceto, tres; quarteto, quatro; quinario, cinco; senario, seys; septenario, siete. La fronte, que es la una parte de la estancia, consta de buelta y rebuelta. La buelta es la copla, el terceto, el quarteto primero, &e. La rebuelta es la segunda copla, terceto o quarteto, &e. Sea exemplo desto la estancia que pongo aquí agora: Fronte Divina Lisis tanto tienes de hermosura, que si el cielo mandara a un ángel santo tomar el más hermoso humano velo, Eslabón gloria de nuestro suelo, Sirima tu rostro el suyo fuera, su cuerpo el tuyo bello, y desde el pie al cabello, para bien parecer, te pareciera. ¿Quién no amará, pastora, que imita el ángel y que el cielo adora? Commiato Alça, canción, las alas, y a Lisis le declara que si conoce y siente que adoro su hermosura, ¿por qué en muerte tan dura morir tan a la clara un alma tan fiel dexa y consiente?
Aquí podéis notar cómo la fronte tiene su buelta y rebuelta de dos coplas, en que se acaba la fronte simple, y luego se sigue un eslabón, que casi siempre acuerda con el último verso de la fronte, y tras él, la sirima con diferentes consonancias en la forma que avéis visto. Éssa es una estancia que consta, como diximos, de fronte y sirima. Sabiendo esto, ya podréys atreveros a inventar una canción con las partes dichas, llevando advertido que por la mayor parte la fronte es menor que la sirima y que como fuere la primera estancia, es forçoso se sigan las demás hasta el commiato, el qual es un pedaço de estancia con que se da fin a la canción. Y comiença por un verso suelto, y en lo demás lleva su concento de consonancias. El officio del commiato es hablar con la canción, amonestalle que no se atreva a salir o que salga, que haga o que diga alguna cosa que convenga al poeta, o le enseña cómo se deve defender de los maldizientes, o la embía por mensagera de algún recaudo. Toda la canción puede abraçar, quando mucho, quinze estancias la mayor, y la menor tres. Dexo los madrigales, que no tienen más ordinariamente de una o de dos estancias.
PIERIO.- ¿Y la estancia tiene versos limitados?
CASTALIO.- Señor, sí. En Petrarca, ni en otro alguno de los lýricos, la menor estancia no lleva ni puede llevar menos de nueve versos, y la mayor veynte y quatro, aunque Micer Francisco no passó de veynte.
PIERIO.- Según esto, las que llaman lyras, que constan de cinco o de seys versos no más, ¿cómo se llamarán?
CASTALIO.- Assí como se comete barbarismo en llamarlas lyras se comete también una grande impropriedad en ponerlas en el número de las canciones. ¿No es barbarismo llamar lyras a las canciones? Lyra es instrumento músico con que se cantan las canciones, y de aí se dizen lýricas canciones. Pero que no sean canciones es claro, pues no tienen sus estancias, fronte y sirima, como es fuerça que las tengan. Sin duda es media estancia y no más.
PIERIO.- ¿Petrarca, de quánto número de versos hizo las estancias de sus canciones?
CASTALIO.- De 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 18, 20. De nueve es la canción treynta y quatro, que comiença: Sil dissi mai, &e.
Semejante a ésta es aquella del licenciado Iuan Martínez Mínguez. Quiero poner aquí exemplo a todos estos géneros de canciones de los poetas que Murcia y Cartagena oy tiene. Dize assí: No fíes en las blancas açucenas del cuello, en el carmín de las mexillas; con tales gracias, tantas maravillas uvo Floras y Laidas, uvo Elenas. Advierte, bella Fílida, que apenas sale con el Oriente la violeta excelente, quando el cierço inclemente derriba al pie sus hojas más amenas.
El commiato desta canción es conforme al de Petrarca. Commiato Si tan bella al cristal te ves fulgente, que a Venus no te humillas, ¿de qué te maravillas que tus luzes serenas, blandas sirenas sean a la gente?
De diez es la canción 17, pero sin commiato. Alude a ella la de don Miguel Maineta en esta forma: Segura ameno que por ambos lados con fértil agua el árbol cauto mojas, cuyas loçanas y sobervias hojas nos dan telas de sedas y brocados, pues tu madre y ribaços veo trocados y ya va tu corriente por valle differente, aunque mis pensamientos desdichados son por naturaleza, espero en parte que mudarán costumbre con el arte.
De onze, la canción 41. Tal es la que hizo el doctor León a la muerte de Lausis: ¿Qué devo hazer en tanto desconsuelo? Lausis, ¡ay triste!, es muerta, ya triunfa Lausis en la empírea esfera. Despojaréme del humano velo, correré sombra incierta los fieros passos de la muerte fiera. Mi alma que aquí era sierva suya, boló con ella junto; yo al coraçón difunto que fue, viviendo, su fiel requiebro las devidas obsequias le celebro. Commiato Huye los regozijos, no te llegues a júbilos y cantos, canción, sino a los llantos, que la viuda enlutada, triste y negra no está bien en el choro que se alegra.
De doze, la canción 42. Conforma con ella ésta del licenciado Pedro Ferrer. ¡O tarda discreción! Laída hermosa, poco el divino cielo te agradece que ayas colgado tu cristal al templo; no exala olor marchita ya la rosa, el dilatado don a quien se ofrece, ni obliga, ni combida, ni es exemplo. Tus despechos contemplo, y que es fuerça de edad lo que deviera ser santa enmienda y voluntad temprana; pero mucho se gana en dexar, aunque tarde, la carrera, que pérdida del Cielo, a durar fuera. Commiato Canción, a Laida dile que llore, que una lágrima vertida por Dios suele alcançar eterna vida.
De treze es la canción 26. Semejante es ésta del Beneficiado Cepeda. ¿Qué os quexáis, niño tierno, del golpe riguroso con que el hombre tan mal os a tratado? Pues siendo Dios eterno en trage vergonçoso venís de mortal hombre disfraçado. Pero mucho a importado la sangre que vertistes, que en essa chica llaga dais señal de la paga que pagar por el hombre prometistes, cuyo valor es tanto, que al cielo pone espanto. Commiato Canción, vete sin miedo, que aunque larga, más larga ser devías en lágrimas tan pías.
De catorze, la canción 9. Correspóndele ésta del Beneficiado Martín Hidalgo. Dorados tiempos que por mí passastes, levantándome al cielo en aquel tiempo, y agora me tenéys en un abismo, si de aquel venturoso passatiempo queréis bolverme lo que me quitastes, nuevo ser me daréis, ya que no el mismo. Mas será barbarismo, viendo tantos baybenes, admitir aun burlando la esperança. Ved qué tal me paró vuestra mudança, que ya de lastimado y temeroso, en la mayor bonança pienso vivir de vos más receloso. Commiato Canción, seguid al tiempo, pues la mayor firmeza con mayor fortaleza el tiempo la deshaze con su mano; y assí seguirle en todo es lo más sano aunque sería, mi canción, os juro de señor tan tirano, ni temer, ni esperar, lo más seguro.
De quinze, la canción 5. Y en conformidad della es la de Diego Beltrán Hidalgo a las ruinas de la ciudad de Cartagena, su patria: Destroços mudos que en lugar de lenguas burlando al tiempo el cielo os a dexado para contar al mundo vuestra historia, cuyo sobervio muro derribado, passadas honras y presentes menguas representan silencio a la memoria. Viendo resuelta en echos vuestra gloria, suspensa el alma por su exemplo, corta con vuestro desengaño la ahogadora cuerda de su engaño, pues halla en tanto que contempla absorta su misma desventura en vuestro daño, que el humano poder, honra y contento por ser la vida corta es sombra, sueño, humo, polvo y viento. Commiato Canción, si a tu sugeto, que es dibuxo que muestra mi desdicha en sus agravios, el cielo le eterniza, tus letras lenguas y tus versos labios serán que siempre digan, si por dicha tuvieren pechos sabios, dónde llegó un plazer y una desdicha.
De diez y seys, la canción 8. Imitóla el licenciado Alonso Tineo: La frente tiene de laurel cercada la imbidia tan sugeta que humilde le respeta del inclinado al levantado polo; la fama con su nombre al mundo inquieta de sus echos colgada, la oreja más cerrada tiene nuestro famoso y nuevo Apolo, señor único y solo del choro de las nueve que el agua santa beve de aquel milagro de la coz divina. ¡Ventura peregrina, qué illustres obras nuestra edad le deve! Una canción de a siete, cosa grave, ¿y quién sabe que es suya? Él se lo sabe. Commiato Canción, de aqueste Tasso la lima sorda y dura, tan virgen, casta y pura que aun su dueño en su vida la a tocado, búscala con cuydado y dile en parabién de su ventura que de sus bravas obras los estremos son muy famosos, mas que nos lo vemos.
De 18, la canción 39. Y su semejante es ésta del licenciado Alonso Cano de Urreta. De la injusta ambición el bravo viento, de las riquezas el furor tirano quiere enfrenar mi mano, torres levanto, contra el cielo lucho, pues el antiguo sceptro de la mano de tan sobervio rei quitar intento. Si quisiera mudar el firme assiento de la pesada tierra, fuera poco, solo en esto hallaré nombre de loco, y aunque no en este mal que aflixe mucho, por no poner en votos mi cordura, encerraré mi lengua en su clausura. Y en la sala del pecho cuya puerta sólo a Dios está abierta, porque un engaño tal fuerças no cobre, honraré el saber pobre, pondré a mis pies y perderé el decoro a la ignorancia, aunque cubierta de oro. Commiato Canción odiosa a tantos, pues te e dado solo en la cárcel de mi alma vida, cierra qual yo los labios animosos, que tus contrarios son los poderosos y eres muy débil para perseguida. De tu verdad rendida tienes entre carrozas y doseles enemigos crueles, y aun recelo de mí que te haré agravio, que tengo más de rico que de sabio.
De 20, la canción 4. Corresponde a ella la del doctor Leandro Corbera: POETA.- Amada musa mía, ¿qué te mueve a que ya no me muevas, ni me inflames de aquel furor divino que solías? MUSA.- Reposa, mi poeta, no me llames ni a mí, ni a otra ninguna de las nueve que habitamos el monte eternos días; tú, trocando la huella que seguías, te as venido a las plaças populosas, y al estruendo confuso de la gente, y asido tenazmente a la muger y hijas amorosas, vives de mí olvidado, ¿qué te espantas si mi gracia y favor ya no te aspira? Nadie de Apolo el sacro lauro empuña sino en el monte; si al nevado Espuña que las estrellas tan cercano mira, subí contigo, y a sus bellas plantas corrí de tu Segura, ¿qué te quexas si yo te dexo, pues que tú me dexas? Commiato Canción, buélveme en gracia de mi musa y mis copiosas lágrimas presenta, que a desdichados temo ser exemplo, sino la lyra cuelgo a su alto templo; y si se enfada haga bien la cuenta que si me dio la flauta, o cornamusa de Pan, o la cabeça de Medusa, en la exis de Palas se lo buelvo, tal y tan bueno. En esto me resuelvo.
No a passado deste número el Petrarca, y advertid que en los mismos números de versos tiene el gran lýrico toscano canciones de differente textura, assí de versos enteros como rotos, hechas con admirable artificio y singular ingenio. Rebolved su cancionero, que mejor se aprende esto que digo a vista de ojos que con preceptos. Tales son las sextinas, assí suias como de otros poetas. Tal es la canción 6. Verdi panni, sanguini, obscuri, o persi.
Tal es la canción 31: Qual più diversa, e nova.
Tal es la canción 34: Sil dissi mai che i venga in odio a quella.
Y algunas otras que callo.
PIERIO.- Éssas yo las iré a buscar y veré su particular compostura. ¿Ay otras canciones italianas?
CASTALIO.- Para las balatas y madrigales os remito a Tempo, y en su ausencia, a Rengifo, substituto suyo.
PIERIO.- Passo por ello, pero no passaré en silencio las canciones españolas que me prometistes.
CASTALIO.- ¡En hora buena! Veis aquí una cortada en la cantera del metro mayor nuestro: Amigo Clerardo, amigo Quirino, dos luzes del arte suprema de Apolo, si el áspero dardo del niño divino el pecho tocare más libre y más solo, no ay yerva bastante a sanarle en Timolo, ni yelo del Alpe enfría esta llama, ni curan de Calpe las yervas de fama, que el mal de amor cura no yerva, no el arte, mas sola ventura. Commiato Canción, di a Clerardo, canción, di a Quirino que teman al tiempo, no trueque la suerte de tal passatiempo.
También se pueden inventar canciones con el verso menor de España en esta manera y en otras muchas. Tierra bienaventurada, patrio muro, ya seguro alço la serena frente. ¿Qué nublado tan obscuro, patria amada, eclipsada me tuvo tu luz fulgente? Ya me alboroço presente a tus ojos, ya assereno los enojos, ya el capote triste y feo de ambas cejas desarrugo, ya el verdugo mi desseo eché después que te veo. Commiato Corre, canción, a mi Lisis, y al oído dirásle que soy venido, y aun plega a Dios que aproveche, que a ti sola y española podrá ser que te deseche.
PIERIO.- Alégrome a fe del nuevo género de canciones y espero que an de ser aprovadas del tiempo.
CASTALIO.- Vamos al soneto, y con él levantaremos las mesas de nuestro pobre banquete.
PIERIO.- Vamos, que yo lo desseava por estremo; y espero de vuestro ingenio en este particular alguna cosa curiosa.
CASTALIO.- La poesía más común que oy tiene España, y aun toda la Christiandad, señor Pierio, es el soneto. El docto y el indocto, quienquiera, se atreve a poner las manos en el sagrado soneto, sin creer que por ello el que no está ordenado del divino Apolo queda irregular y excomulgado ipso iure. Pero como tantas vezes a sido profanado el templo de las santas musas y se a quedado sin castigo, perdido ya el miedo, se perdió también la vergüença; de donde a venido a ser arte trivial la poesía, siendo mayorazgo antiguo de hombres doctos y discretos. Mas, pues ello es negocio irremediable y aun fuerça que aya necios poetas (si es que puede ser uno necio y poeta), passemos con ello, y alomenos sépanse vulgarmente las leyes y condiciones del soneto.
El soneto es una composición grave y gallarda de un solo concepto, tratada con cierto y determinado número de versos. Todos sabemos que la poesía está dividida en tres especies: heroica, scénica y lýrica. Pues por la diferencia que entre ellas ay, consequencia es llana que el soneto pertenece a la lýrica, y por esso dezimos agora en su diffinición que es una composición grave y gallarda, requisito proprio de la poesía lýrica. Será grave por el concepto que escrive el poeta lýrico, alabando a Dios, a los santos, a los príncipes. Será gallarda, ya por el modo con que escrive el concepto, ya por el lenguage florido y hermoso, dulce y suave con que está obligado a hablar. Bien es verdad que el estilo de la poesía lýrica no a de igualar en grandeza al de la heroyca, porque la gravedad es cosa principal en el poeta heroyco, y la gallardía, accessoria; como al contrario, la gallardía es cosa principal en el lýrico, y la gravedad, accessoria. Y aunque quiera el poeta lýrico ser igual al heroyco, no puede, fuera de otras causas, por éstas: porque el lýrico pinta la cosa muy por menudo, y es lei propria suya hazerlo assí, sopena de ser mal poeta. Ya sabéis, por exemplo, la diferencia del concepto épico y lýrico.
PIERIO.- Muy bien.
CASTALIO.- Pues con esso se ve claro la diferencia del heroyco al lýrico en una misma cosa; y se prueva nuestro intento, que por desmenuzar tanto un pensamiento el lýrico, viene a ser menos grave y más florido. Sabido, pues, que el soneto por ser de especie lýrica es una composición grave y gallarda, conviene también saber que a de ser de un concepto. En todas las poesías es necessaria la unidad, pero en el soneto con vínculo más estrecho, porque en essotras no se pide más que unidad de actión, y la actión encierra muchos y diversos conceptos. Mas el soneto, por ser poesía lýrica y tan corta, a de guardar unidad de concepto; digo que todo lo que el soneto abraçare se refiera a un solo concepto. Y aviendo cosas desasidas y sueltas fuera del concepto, porque se forma el soneto, será condenado por malo. Luego, se a de mirar que sea gallardo; y en tercer grado, que sea grave, según la calidad de la materia y obligación del lýrico. Estas tres virtudes no le an de faltar jamás al soneto. Sin estas tres, ay otras condiciones en el soneto, que aunque no son forçosas, son loables y maravillosas, y juntas con aquéllas le engrandecen y califican más. Digo, pues, que sea también el soneto dulce, ingenioso y agudo. Dulce es aquel soneto donde el poeta levanta los afectos y passiones del ánimo, alegría, tristeza, miedo, esperança, amor, odio, imbidia y los demás; que la poesía sin algo desto va muy floxa y desalmada. Será ingenioso el soneto que lleva algún particular artificio o disposición, como el que se hizo en la muerte de la reina doña Margarita de Austria: Mucho a la Magestad sagrada agrada.
Y como otros que tocan arriba diversas cosas, y al cabo las recogen todas. Y sin éstas, otras muchas maneras, que el ingenio es un espaciosíssimo campo. Será agudo el soneto en quanto pudiere ser, especial si es epigrammático. Aclarémonos, porque con esto parece que me e escurecido un poco. Yo tengo para mí que el soneto es como el camaleón, el qual tiene las colores de su objecto, de suerte que si el objecto es verde, roxo, amarillo o azul, tal se pone el camaleón. Pero con todo esso, su color natural no la pierde totalmente. El soneto es tal, que si la materia de que trata es heroyca, será heroyco, y por consequencia muy grave; si cómica, será soneto cómico y humilde; si trágica, será trágico y affectuoso. Si la materia fuere jocosa, será epigramático, y de necessidad agudo; si satýrica, será licencioso en palabras y sentencias. Mas, puesto que tome esta o aquella materia differente de la lýrica, que es propria suya, con todo esso se a de acordar que es poeta lýrico para tratar su concepto, qualquier que sea, con unidad, con gravedad y con ornato, según diximos arriba, con su differencia; porque el soneto cómico no será tan humilde, que pierda del todo la gravedad lýrica y adorno florido, y el soneto epigramático no será tan seco, que no vaya vestido de las flores lýricas, & sic de caeteris. En fin, a de ser el soneto como los demás poemas, claro e inteligible, porque la obscuridad es viciosa quando procede de ser el verso intricado y mal dispuesto; que si está obscuro por ser alto el pensamiento o por encerrar alguna doctrina no común, tal obscuridad de ningún modo se deve vituperar. La última parte de la difinición es que el soneto tiene cierto género de versos limitados. Cosa bien sabida es que el soneto sea de catorze versos, contenidos en dos quartetos y dos tercetos en varias maneras, como consta de mil exemplos. Otros se hallan que exceden este número; aunque poco recebidos, ni los condeno, ni los apruevo. Déxolos a la discreción de cada uno. Lo que sé dezir es que nunca Petrarca se atrevió a hazerlos, y esto me basta para no seguirlos. Si los imitare alguno sea raras vezes. No quiero exemplificar todos estos géneros de sonetos, ya por no cansarme, ya por no introduzir usos nuevos. El que quisiere ser curioso en esto, lea el Cancionero de Borchelo, adonde me remito y corto el hilo a esta plática, dexando para nuevas dudas, nuevos preceptos, si el tiempo nos diere lugar y la muerte tiempo.
PIERIO.- Pues avéis acabado con tanta felicidad, no quiero enfadaros, pero no dexaré de advertir que en vuestra traductión de la epístola de Horacio veo dos versos añadidos en el principio della. De osso los braços, de león la espalda, de águila el pecho y de dragón los senos.
Y abaxo veo otros dos.
CASTALIO.- Todo esso es verdad. Puse estos primeros, porque no me parecía estar bien hecha la descripción del monstruo sin expressar las partes dél; y los últimos, porque sin ellos quedava obscura la sentencia. Éstas y todas las demás faltas me supla vuestra amistad, que lo merece mi ánimo que a sido siempre de serviros. Y con esto vamos a casa, que es tarde.
PIERIO.- Vamos, y Dios os pague tan buen rato como con vos e gozado.
Laus Deo
Datos Bio-bibliográficos
Francisco Cascales
(Murcia, 1564-1642)
Bibliografía escogida:
Discurso de la ciudad de Cartagena, Ayuntamiento de Cartagena, 1998
Epístola de Horacio Flaco sobre el arte poética…, Academia
Alfonso X el Sabio, 2000
Tablas poéticas, Espasa Calpe, 1975
Enlaces:
Epístola
Epístola
Discurso de la ciudad de Cartagena
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