Barroco - Cultismo - Juan de Jáuregui: Discurso poético, V, 1624
LOS DAÑOS QUE RESULTAN Y POR QUE MODOS
De tantos engaños y desórdenes se siguen ofensas graves a nuestra patria y lengua, porque, presumiendo exornarla con buena copia de peregrinas galas, se introducen abusos y absurdos viciosísimos. Juntmente se olvida el valiente ejercicio y más propio de los ingenios de España, que es emplearse, que es emplearse en altos conceptos y en agudezas y sentencias maravillosas. Estas, por su dificultad, se rehusan y se pretende suplirlas con solo rumor de palabras. Aun tuviera el desorden alivio si en este empleo de palabras interesase el lenguaje algún nuevo lustre, mas, para total desconsuelo, la que primero padece es nuestra lengua. Es cierto que su fértil campo aún puede hoy cultivarse y producir nuevas flores, nuevas dicciones y términos hasta ahora no vistos, mas los poetas de que se habla no cultivan con artificio nuestra lengua, desgarran con fiereza el terreno, hácenle brotar malas yerbas, espinosas y broncas con que ahogan el grano, no flores tiernas y suaves. A este sentido les traigo aquellos versos de Garcilaso [Egloga I] profeta del presente desorden:
.......................................................................La tierra, que de buena
gana nos producía
flores con que solía
quitar en solo vellas mil enojos,
produce agora en cambio estos abrojos.
.......................................................................En vez de sacar del idioma el licor que buenamente puede exprimirse, le hacen verter heces y amargura como a la naranja; no ha de ser tanto el aprieto. Pudieran considerar que ha habido otros no menos deseosos de ilustrar la poesía castellana y enriquecer el lenguaje, y que con tal designio han emprendido experiencias de excesos y efectuado muchos con felicidad, mas en otros que la lengua repugna han cesado por no ultrajarla y contenídose en lo razonable.
Ejecutadas vemos en Juan de Mena, poeta en su modo célebre, prodigiosas resoluciones que, no sabiendo contenerse, las emprendió y puso en obra con infelicidad notable. Dilata al fin su derecho a las más remotas licencias; destruye los períodos y oraciones por modos exquisitos y oblicuos; usa infinitas palabras latinas, griegas y compuestas; altera los acentos y terminaciones; abrevia y prolonga las voces fraudando y añadiendo letras y sílabas. Ningún poeta español en tiempo alguno ha compuesto versos de aquel material. Cierto es que han leído las coplas de Mena cuantos le han sucedido, allí han visto ejecutadas mil fantasías incógnitas y les fuera fácil seguirlas, mas viendo juntamente que nuestra lengua no abraza tanto y que en muchos modos de aquellos padece violencia, los desechan y excusan.
Así que nadie blasone sin fundamento ser el primero en descubrir novedades y pensar extrañezas, que cuantas pensare y descubriere no serán extrañas ni nuevas cuanto a la providencia de otros. Vistas y conocidas las tienen y las traen por momentos a la pluma, si algunas lo merecen las admiten, y despiden con justo desprecio las que se acompañan con la violencia. Aquí apoya lo difícil del valiente escribir: que buscando lo nuevo se excuse lo violento, que en infinitas osadías sólo se lleven a efecto las atinadas, y que dentro de nuestra lengua propia se fragüen elegancias peregrinas. Esto, vuelvo a decir, es lo difícil, que a no ser necesario tan diestro ingenio, tan sazonada suficiencia de estu- dioS, sería injusto el honor que diésemos a la poesía suprema. ¿Cuál cosa más fácil que escribir versos con abierta licencia de usar todas lenguas, de remover y colocar las voces a todos lugares, disolver la gramática sin ley ni derecho, derramar como quiera las cláusulas, consentir lo ambiguo, lo oscuro y desbaratado, admitir todas frases, todas metáforas sin prescribir en ellas proporción o límite? Alta ignorancia descubre quien juzga estas libertades por hazañas y les atribuye algún mérito. Es un estilo tan fácil que cuantos le siguen, le consiguen. y aunque su primer instituto fue sublimar los versos y engrandecerlos, eligiéronse medios tan libertados que, malogrando el intento, facilitan grandemente el estilo y fácilmente destruyen su altitud y grandeza.
Advirtió Luciano singularmente esta facilidad del estilo moderno y las dificultades opuestas [In Dial.
rhetorum praeceptor]. Propone dos caminos para llegar al trono de la elocuencia, uno falso y ridículo como el presente, y otro verdadero y glorioso, y distínguelos con la diferencia que Pitágoras los de la Y griega que conducen a la virtud y al vicio, y como la tabla de Cebes. El camino difícil y acertado se representa donde dice: Procuras (habla con un principiante deseoso de alcanzar aplauso) procuras una empresa de no mediano estudio, sino en que se padecen grandes trabajos y vigilias. Y luego: No pienso guiarte por la vía áspera y ardua, llena de sudor, donde al medio camino te vuelvas, vía larga, yerta, trabajosa y como desesperada. Mas mi consejo es que sigas un camino alegrísimo, breve y facílimo, etc.
En otra parte: Vos caminos dice veras, el uno en estrecha senda, espinosa y agria, que obliga a sufrir gran sed y sudor; mas el otro es florido, es regado. Por esta vía tan fácil, tan grata y breve dice que se llega a alcanzar con el vulgo admirable opinión. y funda lo breve y lo fácil en graciosos preceptos que son los que hoy se ejecutan. Diré algunos aunque, salteados: Quince o veinte palabras selectas en que te halles bien ejercitado y algunos adornos semejantes basta que poseas con prontitud para usarlos en toda oración. Luego recogerás otros vocablos peregrinos, insólitos, para arrojarlos contra los que te oyen. Con esto te mirará el vulgo y juzgará por superior y admirable tu erudición. A veces fingirás a tu arbitrio dicciones monstruosas. Al elegir argumento no emplees cuidado alguno, sino dí lo que se te viniere a la boca sin atender a lo que es primero o segundo. Pocos pueden ser los que entiendan si yerras, yesos que fueren callarán por hacerte amistad, y cuando algo digan parecerá que es invidia. Procurarás también tener de tu bando copia de amigos y parciales que consuenen en tu alabanza. Si aprendes, oh mancebo, estas cosas en que no hay alguna pesada, me atrevo a prometerte que con brevedad seas insigne, Serás acepto y espléndido entre la multitud. Puede verse el discurso, que según se ajusta a mi intento, parece que yo le fabrico, y no le refiero latino por ser largo y no continuado.
Este es el modo facílimo del escribir moderno, que le podemos imaginar como una anchurosa secta introducida contra la religión poética y sus estrechas leyes. Sin duda lo es, y como entra relajando y derogando preceptos ha sido en breve admitida de muchos, que las herejías deste género inficionan más fácilmente. Ve un poeta que no le ciñen con abstinencia de palabras erróneas, ni jamás le encargan perfecta oración de retórica ni otras virtudes suyas, ni que medite lo arcano de elevados conceptos que eran sus legítimos éxtasis; antes le otorgan descuidar el espíritu con libre conciencia para vagar sueltamente y emplearse a su arbitrio en lo material de la pluma derramada a todos excesos, y que cuanto más se distrae, cumple mejor su instituto, según el ejemplo y decretos de los mayores sectarios. ¿Qué mucho que estos dogmas tan relajados hallen secuaces y una solución tan sin límite venza la flaqueza poética? Así ha causado gran perjuicio en la juventud, porque como al abrir los ojos hallan tan esparcidas en el reino estas composiciones y oyen su estruendo, persuádense que no hay más poesía que la atronada y redundante. Así, cuando examinan algunos versos o los componen, previenen sólo el oído al estrépito de las palabras, y si estas resuenan tremendas, ninguna otra cosa averiguan para apreciar lo escrito, creyendo verdaderamente que la poesía no es habla concertada y concepto ingenioso, sino sólo un sonido estupendo.
¡Insolente de No inquieren más en la obras que un exterior fantástico, aunque carezca de alma y de cuerpo. De suerte que también podemos compararle a un traje barato, que a la primera vista, a ojos de algunos parece bizarro y costoso, y así hay tantos que le apetezcan. Ellos reducen la importancia y el ser de su poesía al desgarro y braveza de locuciones y voces: barata gala. ¿Qué ingenio sin caudal no querrá entrar en el uso? Sin duda le siguieran menos si fuera de sentencias valiosas, de agudezas y conceptos preciables. Este adorno cómprase caro, procul et de ultimis finibus pretium eius, y como son tan pocos los que le alcanzan, quieren otros disimular su pobreza con algún aparato engañoso de galas relumbrantes y falsas. Estas son sus locuciones, en estas procuran señalarse sin fatigar más el pensamiento, y como estas posean o se lo parezca, juzgan que con ellas se suple todo lo mayor que no alcanzan.
Es también insigne diálogo y como raro escogido, el que primero propuse de Luciano [Lexiph.] , así es fuerza muchas veces citarle. Introduce a Lexífanes, escritor no diverso de los nuestros (que aun entonces se hallaban), repréndele Licino diciendo que tuerce y violenta el lenguaje con locuciones absurdas, poniendo en ello gran estudio, como si fuese gran cosa usar palabras peregrinas y falsear la moneda de la propia habla. Linguam distorquens, etc. Añade luego una sutil observación en abono de lo que ahora notamos: Cometes le dice un vicio no como quiera, sino el mayor y es que no preparas primero las sentencias para adornarlas después con las palabras sino al contrario, porque en el punto que hallaste una palabra peregrina o que engañado la juzgas por selecta, a esa tal palabra procuras después acomodar la sentencia y te parece gran pérdida no insertarla en algún lugar, no obstante que no venga a propósito y sea del todo impertinente a lo que se trata. Iam vero illud non parvum, sed potius maximun vititim commitis; quod non antea paratis sententiis quam verbis, postea verbis eas exornas; sed sicubi peregrinum verbum reperias, aut quod finxeris, egregium esse ducas, huic sententiam accommodare quaeris, ac damnum quoddam existimas si illud alicubi non intruseris, etiam si ad id quod dicitur, eo minime sil opus.
A esta suma se reduce el estilo de nuestros cacozelos, en nada inferiores a aquel antiguo. No proran ni saben valerse de grandes argumentos y vivas sentencias para aventajarse, en esa parte esencial, a otros buenos escritores, sino destituidos desta mayor virtud y ya desesperados de alcanzarla, ocurren a la extrañeza sola del lenguaje, por si con ella pueden compensar el defecto. Emplean su solicitud explorando dicciones prodigiosas y entre sí diciendo: verbum fortem quis inveniet? Y en hallando estos materiales, se juzgan con bastante aparato para ilustrar cualquier fábrica.
Así vienen a ser, por esta flaqueza, siervos y esclavos de la locución que los desavía y los arrastra por donde quiere, habiendo de ser dueños y señores para servirse della con magisterio. El último material en la ejecución de labores poéticas deben ser las palabras, así dice el italiano que las ha de hallar prontas el escritor sotto la penna (debajo de
la pluma), no acordándose dellas hasta tomarla en la mano. Los poetas que decimos, en vez de tenerlas debajo de la pluma, las tienen encima de la cabeza y están de manera gravados, que no aciertan a dar un paso sino por donde imperan las palabras a cuya potestad se entregaron. ¡Indigno y duro yugo, tirana esclavitud y mísera, donde no se
merece ni alcanza más interés que el desprecio ridículo de cuantos bien sienten y el aborrecimiento de todos a la confusión y aspereza que redunda en los versos!
No refiero cuanto pudiera del diálogo griego, elijo lo más importante y más breve. Condénanle allí al caprichoso, gran copia de locuciones broncas inauditas, y luego, como quien anatematiza sus yerros y catequiza un hereje para restituirle en el gremio de la verdad católica, le hablan así y le requieren: Yo te amonesto, Lexífanes, si deseas alcanzar de elocuente verdadera alabanza, que huyas estos malos excesos y seas su cruel adversario. Y más adelante: Sacrifica en primer lugar a las gracias ya la perspicuidad de que hasta ahora has vivido tan ajeno. El quod reliquum est, te moneo, si cupis veram in dicendo laudem consequi, omnia huiusquemodi fuge el aversare. Imprimis vero gratis et perspicuitati sacrifica, a quibus nimi opere nunc eras alienus. Por buena dicha tendrían los celosos de la verdad poética que con igual ceremonia y retractación se redujesen los nuestros, que viven hoy apóstatas de nuestra lengua, detestando su engañada secta y sacrificando lo primero a la perspicuidad y a las gracias.
Es de ponderar en aquel filósofo, que juzga por opuesto a las gracias y a la perspicuidad este género de escritores. Pues si tales virtudes son sus opuestas, ¿cuáles tienen por sus parciales? Prima est eloquentiae virtus perspicuitas dice Ouintiliano [lib. 2, cap. 3], y todos lo afirman. Las gracias, abonadas están con su nombre, y que le falte uno y otro alas poesías que impugnamos, díganlo cuantos las leen. Ser puede que algunos, de amistad o respeto, o ya por cobardía de ingenio, den a entender que se agradan pero es imposible que lo sientan. y si el más amigo y cortés o el más cobarde quiere no esconder la verdad, hallaremos que todos sin excepción sienten, en lugar de recreo, aspereza y tormento, o sienten lo que Séneca dijo [lib. 4, controv. 25] definiendo este mal estilo (Séneca, digo rhetor): Aquel es propio género de cacozelía. que con amargura de palabras se agrava. Certe illud genus cacozelia est quod amaritudinem verborum quasi agravatur. No hay efecto más propio destos poetas que darnos amargura y pesadilla con las palabras. No hablo aún de sus tinieblas, tan opuestas a lo perspicuo que apenas se entiende cláusula. Estos efectos tan tristes y pesados a ningún oyente perdonan, y si hay quien alabe y celebre tales obras no es por satisfacción o gusto, que este nadie le halla, es sólo por ignorancia plebeya.
Ya veo que la ciega plebe se alarga hoya llamar cultos los versos más broncos y menos entendidos: tanto puede con su lengua la rudeza. Bien interpretan la palabra cultura. ¿Cuál será, me digan, más culto terreno, el de un jardín bien dispuesto donde se distribuyen con arte las flores y las plantas y dejan abierto camino por donde todo se registre y se goce, o un boscaje rústico, marañado, donde no se distinguen los árboles, ni dejan entrada ni paso a sus asperezas? No hay cosa tan fácil -decía Nacianceno [In epist. Hiero. ad Nepotianurn] ) – como engañar al vulgo y a los oyentes idiotas con la vana revolución de la lengua, porque esta gente, de aquello que menos entiende, hace mayor ostentación. Nihil tam facile quam vilem plebeculam et indoctam contionem linguae volubilitate decipere, quae quidquid non intelligit plus miratur. Es muy cierto que algunos, en fe de su ignorancia, veneran rendidos y alaban lo que más los espanta y menos entienden, aunque los moleste y amargue, y crece nueva risa en los que saben ver tan ciega veneración. No olvida esto Luciano cuando, supuesta por enfermedad la deste vicioso escribir, le dicen a aquel miserable: Muchos hombres sin juicio ni entendimiento, ignorando tu enfermedad, te alaban como a sano, mas los doctos te reputan por digno de compasión y lástima. A stolidis, qui tum ignorant morbum, laudaris; at merito a doctis miseratione dignus putaris. y después: Todos los indoctos idiotas, heridas las orejas con lo peregrino dese vocablo, quedaron atónitos; mas los doctos se rieron así de ti como de los que te alababan. Cuius vocabuli peregrinitate omnes idiotae atque indocti, percussis auribus, obstupuerunt; docti vero amborum causa, tui nimirum et eorum qui te laudabant, riserunt.
En efecto, la mísera plebe se deja vencer de palabras que la atemorizan., y los poetas la rinden con sólo espantarla, porque faltando al que escribe un valiente esfuerzo para aclamar victoria entre los que saben, quiere alcanzarla del vulgo con voces y locuciones tremendas. Imitan en el ardid a Teódotas, capitán de Antíoco, en cierta guerra contra los Gálatas, cuyo ejemplo debo también a Luciano en otro diálogo que titula Zeuxis. Allí se abomina del vulgo cuando rinde veneración a la novedad sola de lo escrito porque le espanta, y en suma se cuenta cómo el ejército de Antíoco, temiendo por sus flacas fuerzas su ruina, acordó por consejo de Teódotas prevenir cantidad de elefantes y en el mayor peligro de la batalla oponerlos de repente contra los Gálatas que no conocían tales bestias. Al fin sucedió que, asombrados del nuevo espectáculo, se dejaron vencer y cautivar . Clamaba triunfante el ejército y prevenía corona a su príncipe, mas él no la quiso. Antes, en vez de festejar la victoria, la lloraba y decía: «Vergüenza es, soldados, que debamos este vencimiento a los elefantes y no a nuestro esfuerzo; si estos montrosos animales con su novedad no atemorizaran al enemigo, ¿qué fuera de nuestras escuadras?»
Así, pues, debieran ser lloradas las victorias de algunos, cuando sólo con palabras horrendas y bastas como elefantes vencen al vulgo mísero, espantadizo le cautivan y rinden. ¡Injusta corona, lagrimosa victoria, no alcanzada con valor militar ni debida a las fuerzas del guerrero, sino al terror de las bestias! Y, pues llamamos elefantes las locuciones terribles de los modernos, se me ofrece que podría llamarse su enfermedad, no sólo hidropesía (como antes se dijo), sino también elefancía, especie de lepra que cunde a todos los miembros de sus obras.
Estas burlas provocan los que emplean todo el caudal en palabras. El primero y mayor aliento de
los poetas debe emplearse en las cosas porque sine re dice Tulio [in Oratore] nulla vis verbi est. ¿Qué fuerza pueden retener las palabras, aun siendo excelentes, si no la hay en las cosas que ellas declaran? . ¿Cuál vanidad más furiosa clama el orador [de Oral., I]- que el sonido vacío de las palabras, aunque sean las mejores y más adornadas, si no contienen sentencia ni ciencia? Quid enim est tam furiosum quam verborum vel optimorum atque omatissimorum sonitus ,inanis, nulla subiecta sententia nec scientia:
Un capitulo emplea A. Gello [lib. I, cap. 15] abominando esta vanidad, y dice que M. Catón era su atrocísimo perseguidor: M. Cato atrocissimus huiuscemodi vitii insectator est. El que posee buen asunto y sentencias se emplea bien en las palabras, y como aquello alcance, esto no se le niega. El principio y fuente del recto escribir, dice Horario, es el saber. Sabidas y prevenidas las cosas, después no hace resistencia al decirlas y exponerlas el estilo de las palabras:
Scribendi recte est el principium et fons.
[Rern tibi socraticae poterunt ostendere chartae,]
verbaque provisarn rern non invita sequentur.
Son tanto más esenciales las cosas en todo escrito, que a quien las posee parece que no le falta nada. Porque si bien es primero dice Tuberón [Celsus in lib. Labeo D. .supell.] y más poderosa la mente del que habla que la voz, con todo eso, nadie sin voz diremos que habla. Nam etsi prior atque potentior est quam vox rnens dicentis, tamen nemo sine voce dixisse existimatur.
En poesía se dirá propísimamente que no habla ni tiene voz el que en las palabras no usa admirable elegancia, y así, aunque la sentencia y concepto es lo poderoso y primero, si falta lo segundo es como si el poeta callase, y aun algo peor. Nam cum omnis ex re atque ex verbis constet oratio repite Tulio [de Oratore, lib. 2] neque verba sedem habere possunt si rem subtraxeris, neque res lumen si verba sernoueris. Corno toda oración dice consta de cosas y de palabras, ni las palabras pueden tener asiento sin las cosas, ni éstas luz alguna sin las palabras.
Mucho pues hay que advertir, mucho que penetrar en el lenguaje poético, y más cuando se encarga de estilo grande. Esa también es causa, entre las demás, de que falten tanto los nuestros a la parte sola del desnudo lenguaje, no atendiendo a otra. Cuesta ingenioso desvelo: hablar altamente sin corrupción de la lengua ni estorbo de la inteligencia; guiar el estilo con tal vigor y templanza que ni le derrotemos en perdidos piélagos, ni demos con él en bajíos cerca de tierra; que lo peregrino y extraño no se extrañe por peregrino, no atemorice con el escándalo sino agrade con la novedad; que se distribuyan las voces con tal industria, que halle el brío de la lengua fácil expedición y descanso al pronunciar los versos, y que dellos resulte tan artificiosa armonía que no pueda pretender el oído mayor regalo. Navegan nuestros pilotos tan lejos deste cenit como desde el Antártico a Calisto [Gar. eleg. 1].
Datos Bio-bibliográficos
Juan de Jáuregui
(Sevilla,
1583-Madrid, 1641)
Bibliografía escogida:
Poesía, Cátedra, 1993
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