s.XX - Últimas tendencias - Bruno Mesa: A quién leyere, 2000

Publicar un libro de poesía es un ejercicio de vanidad casi delictiva. En mi defensa, y para que conste en la memoria del olvido, sólo puedo alegar que ninguno de los poemas que componen este libro nació desde la soberbia o la profecía. No, estos poemas nacieron de una fuente aún más oscura: de la literatura y del deseo.

La poesía me interesa como forma de mentira. Yo imagino al poeta como un hombre que en cada texto nos ofrece una máscara, un sueño y una mentira. Después de años de labor ese poeta descubre que la suma de todas las máscaras conforman su rostro, que todos los sueños crean una pesadilla que llamamos la vida, que entre todas las mentiras, al menos, puede existir una verdad.

Si hay algo de digno en los poemas que siguen, espero que el lector le conceda su auto ría no al poeta que en ellos habla y se muestra —señor por el que no tengo ningún aprecio—, sino al hombre que se esconde detrás de cada verso, agazapado y algo tímido, ese joven que aprende en los libros a descifrar la vida. Es él quien merece ser considerado el autor, pues es él quien está dispuesto a dejarse las horas de sueño y los ojos por escribir un buen poema.

Como acertó a decir Montaigne: «Debes saber, lector, que yo mismo soy la materia de mi libro: no hay razón para que ocupes tu ocio en tema tan frívolo y vano.»

En: Bruno Mesa, El laboratorio, Visor, Madrid, 2000.

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