s.XX - Poesía experimental - Francisco Hernández: Entrevista, 1997


A Verónica Rivera S.

Mardonio Sinta es un hombre vestido de blanco. Lleva un sombrero amarillo de palma y las venas saltadas en las manos. Abre la puerta, invita a pasar y ofrece un ron. Todo esto lo hace sin palabras; apenas señas, gestos. Enseguida llega el poeta Francisco Hernández, escritor venido de la tierra de los sones y las jaranas, quien en cada verso desciende a la obscuridad de los abismos.

Más bien alto, piel blanca, ojos claros, lentes café, frente amplia y pants azules. Departamento pequeño: cuadros, espejos, litografías, esbozos de mujeres desnudas en acuarela, sillas altas de madera y mimbre, una especie de cantina dondese parapeta la mínima cocina, una máquina que teclea, y dos ventanas que miran hacia un mismo pasillo. En este contexto vive el poeta Francisco Hernández. Solo. Y ocasionalmente, triste.

Desde el fonde de su cuarto, donde un librero nos contempla, avanza lenta la música de una rumba negra. Es un nuevo grupo llamado Reloj de Arena, mismo que ha musicalizado coplas de Mardonio Sinta, jarocho trovero que se instala al lado deHernández, quien escucha atento el inicio de la entrevista.

¿Como definirías tu poesía?

-La poesía por fortuna es muy difícil de definir. Sólo existe la poesía en general. Además, meterme en el berenjenal de tratar de definir la mía, es todavía mucho más difícil. Incluso, yo creo que esa palabra me queda grande. Es decir, yo me refiero generalmente a mi escritura, no a mi obra, yo no tengo obra; de igual modo, yo me refiero a mis textos, no a mis poemas. No te puedo decir con absoluta ligereza que tengo un poema, un poema mío, no: prefiero decirte, y te lo digo de una manera muy sincera, muy clara, que yo tengo un texto, y ese sí es un texto mío. ¿Me explico? La poesía es algo muy diferente; según su raíz griega, es hacer que suceda algo extraordinario. Y yo difícilmente me he encontrado con muchos lectores que me digan que al leer esto se les ponga la carne de gallina o quelos versos provoquen en ellos una reacción extraordinaria. Y ésa es la prueba de fuego para la poesía, ver si te pasa algo fisicamente, y de pasar, entonces estás ante la poesía verdadera.

Pero en el tránsito hacia esa poesía verdadera, en cada uno de tus libros he encontrado versos cargados, un tanto de angustia, de desazón. ¿Por qué esta carga emotiva, por qué tu escritura se inclina más hacia la amargura?

-Bueno, es que uno no elige el tono con el que va a escribir. Uno simplemente se contagia o se envenena del mundo exterior y, a partir de la sensibilidad de cada quien, empieza a traducirse ese mundo, para que entonces aparezca el mundo interior y, en mi caso, para usar tus palabras, tiene que ver con la amargura, conla angustia. Yo creo que esto no es más que producto de una sensibilidad exacerbada que percibe muchas cosas pero, por supuesto, que no es deliberada. Es el mismo caso de mi último libro, Poesía reunida; yo me puse a escribir este libro a lo largo de ventitantos años, sin saber que lo estaba escribiendo. ¿Cómo llegué a escribir sobre tres artistas de lengua alemana, un austriaco y dos alemanes, un músico y dos poetas?, no lo sé, nunca me lo propuse. Si yo me hubiera propuesto escribir sobre Robert Schumann, Hölderlin y Georg Trakl, a lo mejor la idea misma me habría paralizado y no habria escrito nada. Todo aparecio de una manera muy natural.

“En veracruz el paisaje tiene dunas y pinares. O te olvidas de tu traje, o te encueran en los bares…” La música sigue sonando en el fondo. Mardonio Sinta sigue el ritmo de los estribillos con el pie. “...Árbol de palo mulato, cañaveral encendido, si me abandonas te mato, ya se lo dije a tu marido.” Ante el ritmo quecomparten uno y otro amigo, comprendo que estamos ante los más entrañable de los boleros, lo más antillano de las rumbas, y lo más sabroso de los sones montunos. Sinta toca un arpa imaginaria.

Lo que haces nunca se había visto en la poesía mexicana, es decir, en tus versos logras interiorizarte en aquellos artistas europeos, y desde su perspectiva, narras sus vivencias y su concepto de la vida. ¿Esto tendrá que ver con nuestra tradición poética mexicana, o tendrá más referencia con la literatura europea?

-Probablemente no es tan común que uno se meta en la vida de tres personajes tan aparentemente distantes a nosotros; en realidad, yo soy el primer sorprendido, porque no me propuse nada de esto. Pero hasta ahora que me han dicho que eso tiene algo que ver con la singularidad, para empezar, me da mucho gusto. Porque uno, dígase lo que se diga, quisiera no parecerse a nadie, porque sólo siendo uno mismo verdaderamente no se parece a los demás, y bueno, quizá a eso se deba que se ma aparecieran estos tres angustiados europeos, de países en donde nunca he estado; porque nunca he estado en Alemania, en Austria ni en Borneo, que es dondesuceden sus vidas; además, no hablo alemán. Pero también resulta obvio que utilice otras caras, que me ponga máscaras para hablar de mí. Porque quizá si yo me pusiera a contarte mi vida resultaría muy aburrida desde el solo enunciado, en cambio, quizá te pueda contar algún chisme de la vida de Schumann o de Trakl que te interese. No sé, todas estas consideraciones son a toro pasado, a posteriori, reflexiones que vienen después de que uno ya escribió todo.

“...Más allá del mar Caribe va la niña presurosa, su corazón se desvive, vuela como mariposa, así la niña se exhibe sabiéndose muy hermosa.”

¿Qué relación puede existir entre estos tres artistas y Francisco Hernández?¿Tienes una idenfificación plena con ellos?

-Una identificación plena no, pero sí hay algunas similitudes, en cuanto a que me gusta la música que hacían Schumann y los amigos de Schumann, como Mendelson.Entonces, ese mundo del romanticismo alemán es un mundo que queda muy cerca de mi sensibilidad, aunque no así de mi geografía. Simplemente me gusta, pero de lamisma manera que me gusta la música afroantillana; Celia Cruz y Willia Colón. O sea, estos ritmos también son muy afines a mí. Entonces, no tiene nada de particular que escriba sobre ellos, porque uno simplemente es, y se abre y recibe. Velo que es la flexibilidad de las fronteras del arte. Ojalá algún día pueda escribir algo sobre Oscar de León o sobre Celia Cruz.

“...En Veracruz el paisaje tiene mil hierbas de olor, no hay jarocho que se raje cuando aparece el amor”.

-Yo creo que hay una relación muy íntima entre la música y la poesía. Porque sino encuentras música en la poesía, incluso en la prosa, no hay nada. Si yo no la encuentro, no la disfruto, no me alío tan hondamente a esos escritos. En cambio, si hay sonoridad, si hay ritmo, si hay riqueza de tonos, tanto en la prosa como en la poesía, bueno, ahí está la conexión inevitable con la música, y la música entendida como el gran arte, y la poesía como el centro de todas las artes. Sentir la poesía es ver la música. Por eso, los grandes poetas sordos no existen; y también por eso dicen que casi todos los grandes poetas han escrito sonetos, que es una forma muy difícil, muy cerrada, pero que indudablemente tiene que verucho con el oído.

Hemos avanzado muy rápido con la temática de tus últimos libros; regresemos un poco. ¿Cómo fueron las circunstancias en que comenzaste a escribir en San AndrésTuxtla?

Francisco describe el pasado mientras su voz se agudiza, su cuerpo pierde tamaño y los vemos güerejo y pecoso, estudiando en la primaria de su pueblo. Su amigoSinta ríe, agita su sombrero de palma y después, en un instante, una nueva copla se lo lleva muy lejos: “...Tu cuerpo huele de noche y canta todos los días, habrá que ver el derroche de tus claras fantasías”.

-Bueno, empecé a escribir y a inventar desde niño, en San Andrés, porque la primaria a la que yo asistía era muy especial en ese entonces; ahora les llaman “escuelas activas”, pero en aquel entonces se llamaba Escuela Experimental Freinet,era un colegio que había fundado en mi pueblo un refugiado español llamado Patricio Redondo, con la técnica de Celestant Freinet, que él mismo había aprendido en Francia, y cuya técnica consistía básicamente en que el niño fuera autor de su propia educación. No había tareas, no había libros, no había que estudiar nada, todo se desarrollaba durante las horas de clara. La única obligación consistía en que todos los lunes tenías que escribir lo que habías hecho el fin de semana, y esto en todos los grados, desde el primer año hasta el sexto. Entonces, el lunes tenías que escribir, y como a mí no me pasaba nada o casi nada, pues lo inventaba. “Ttotal”, decía yo, “mi pueblo es tan grande que no van a saber que es mentira”, e inventaba lo que se me ocurría. Creo que es ahí donde se despertó mi imaginación ligada a la escritura, aunque también dibujábamos y grabábamos en linóleum. Además, imagínate, imprimíamos nuestros propios cuadernos. Yo pude ver publicados mis trabajos desde el primer año de primaria, porque nosotros hacíamos los grabados en linóleum y de ahí pasábamos a la prensa, e imprimíamos el cuadernito de cada niño de cada grupo. De esta manera, era natural escribir y publicar; y eso era algo muy divertido, porque te estoy hablando de la década de los 50, que fue cuando yo asistí a esa escuela.

En ese momento crece de nuevo el cuerpo de Hernández hasta la consistencia indecisa de la adolescencia. El poeta narra entonces su paso por la Vocacional.

-Te he de confesar que por ahí circula la versión de que yo estudié Ingeniería en el Politécnico, pero no es así; lo que sucedió fue esto: Yo vine a la Ciudad de México en 1964 a tratar de hacer la Vocacional. Yo apenas terminé la secundaria, y nunca pude avanzar en la preparatoria. Siempre reprobé. La traté de estudiar en Jalapa, en San Andrés Tuxtla y acá. Vine a una Vocacional que está por el Casco de Santo Tomás, y me inscribí. Pero coincidió con que me inscribí y me enamoré, al mismo tiempo, de una muchacha de por allá de la colonia Santa María la Ribera. El caso es que yo no volví a la escuela en seis meses; apenas fui seis días o dos semanas, creo, a la Vocacional, y nunca regresé, así que no pude haber estudiado Ingeniería en el Politécnico. Si yo hubiera sido bueno para la ingeniería, me dedicaría a eso y no estaría viviendo de escribir versitos, sería una persona honesta, agradable, productiva, pero qué va, apenas cumplí con la constitución, no terminé ni la Voca.

Y sobre tu paso a la publidad, ¿cómo fue que ingresaste a ella?

-Precisamente por un anuncio de publicidad. En un periódico vi un anuncio que decía: “¿No sabe qué hacer con su imaginación? Suscríbase en la Escuela Técnica de Publicidad”. Y yo lo único que sabía es que tenía mucha imaginación, porque inventaba cosas. Entonces traté de convencer a mi padre de que me diera dinero para inscribirme una vez más, que confiara otra vez en mí y que me inscribiera en esta escuela. Finalmente lo convencí y me dio el dinero. Así fue como me inscribí ahí. Y para mi sorpresa, resultó que la publicidad era tan fácil que hasta yo podía terminar de estudiarla en tres años y luego vivir de ella durante 25. Apenas hace dos dejé de trabajar. Imagínate, trabajé en muchas agencias, en McCann-Erickson, Bozell, Iconic, Terán Publicidad, en fin, en muchas, trasnacionales y nacionales. Ahí estuve haciendo comerciales para television, para radio; inventando, pues. Lo mismo que te digo que hacía los lunes en la primaria de mi pueblo lo hacia acá, con la diferencia de que me dejaban de “tarea” inventar algún parrafito y, bueno, pues lo hacía, y casi sin darmen cuenta pasaron 25 años. Por fortuna, durante esos mismos años escribí este libro. Porque hay quienes dicen que si yo no hubiera tenido que trabajar tanto, hubiera escrito tantos libros o hubiera pintado tantos cuadros, pero eso no es cierto, uno hace lo que quiere por encima de cualquier cosa. Y yo me doy cuenta, por los resultados, que si pude escribir un libro de casi 600 páginas, quiere decir que la publicidad no me distrajo tanto; tampoco puedo decir que no fui un gran publicista porque perdía mi tiempo escribiendo versitos, no. Era una pasión y como tal había que seguirla.

“...Vuelan sobre la laguna mosquitos y gavilanes, no te cambio por ninguna con tu faldita de olanes”.

Hernández recobra entonces su apariencia habitual: más o menos alto, piel blanca, lentes café. Es un hombre maduro quien nos narra su llegada definitiva y definitoria a la poesía.

-Ya estando aquí, en México, comencé a enviar mis poemas a las revistas y a lossuplementos culturales y, para mi sorpresa, publicaban algunos. Obviamente no todo fue fácil, por supuesto que yo me pagué mis primeros cuatro libros. Todo lo que ahora se llama Cuerpo disperso salío primero en ediciones de autor; hasta que Huberto Batis me hizo el favor de publicarlos en una colección de la Universidad Autónoma de México con ese título, Cuerpo disperso, pero en realidad se trataba de la reunión de las primeras cuatro plaquets que yo pagué. A partir de entonces ya no volví a pagar ningún otro libro; tampoco me han pagado, he de decir, pero siquiera ya no los pago.

La poesía no acepta medias tintas (...), hay que apostarlo todo a sabiendas de que quizá no logremos lo que queremos

Al llegar al tema de las influencias literarias, Hernández se levanta y va al librero. Regresa con una plaquet verde, La face et le vent, de Octavio Paz. Edición bilingüe editada en París, con una dedicatoria del premio nobel: “para mi amigo Francisco Hernández”. El papel de la portada es de yute y el colofón señala que se imprimieron únicamente 45 ejemplares numerados. Hernández conserva el 44.

- Mira en lo que respecta a los autores que más han influido en mí, creo que esinevitable mencionar, En primer lugar a Octavio Paz, José Emilio Pacheco y José Lezama Lima, que son los primros que me vienen a la mente como las presencias más poderosas. Después de ellos, pues incluye todo lo que uno lee, porque lo que uno va leyendo va abriendo nuevas puertas y, sin duda, las lecturas de Federico García Lorca o de Borges, incluyo, de Gustavo Adolfo Bécquer o de Juan Ramón Jiménez, contribuyeron a que yo los imitara, y a que me contagiarta de lo que ellos escribieron. Eso fue lo que me pasó y me sigue pasando. Cuál originalidad, no. Al menos yo soy lo que he leído, lo que los demás me heredaron. Porque yo nunca fui a un taller literario, todo fue por medio de la amistad, y de los cafés y las cantinas que algún tiempo frecuenté.

¿Podríamos decir que los que has mencionado son los peotas que más han influido en ti?

Mardonio Sinta miara enojado a Hernández, le pega con el dodo y le señala con el sombrero que sostiene en la mano, el ritmo de la nueva canción. Francisco sobreentiende la indicación, ríe y comenta:

- Hay otro aspecto que me interesa mucho, el de los copleros, el de los poetas que no saben que son poetas, los trovadores, los jaraneros, y todas esas personas que tienen otra forma de ver el mundo, personas que no se preocupan por averiguar si son poetas o no, y que tienen en sus composicones un gran humor y una chispa. En particular, hay un coplero veracruzano que a mi me interesa mucho, que se llama Mardonio Sinta.

El hombre en cuestión vuelve a encasquetarse el sombrero de palma, se arregla el paliacate atado al cuello y endereza la columna. Se siente aludido. Se siente importante.

- Uno de mis nuevos libros es la reunión de sus coplas, se llama Quién me quita lo cantado. Coplas completas de Mardonio Sinta, y apenas este año voy a ver dónde lo publico, porque es un material sumamente importante, una recuperación de las coplas que él me fue cantando, y que yo fui apuntando. De hecho, ya se publicaron dos cuadernitos, uno en la UAM y otro en Guadalajara, y ahora tal y como a mí me hicieron la Poesía, yo le hago a él las coplas reunidas.

Hay cierto juego de inocencia en esta idea, un poco como el hombre que ha recibido sendos premios nacionales, que ha sido publicado en el extranjero, y que ahora regresa la vista hacia su pueblo y entrega un poco de lo mucho que ha recibido. Sinta se sonroja.

- Obviamente, por razones geográficas, me siento muy cerca de lo que son los sones jarochos, y de ahí en adelante, de todos los sones: el son montuno, el bolero, el dazón, la rumba y la música afroantillana. Imagínate, a mí me gustaría escribir boleros. Y hay coplas de este hombre que ya se han musicalizado como boleros o como reggae.

Sinta se emociona aún más y baja la mirada hacia su huarache curtido. Yo, por mi parte, debo lanzar la pregunta que lo anula: ¿Hace mucho que murió? Mardonio me mira fijamente mientras comienza a desaparecer.

- Si, murió en el 92. Desafortunadamente es un veracruzano que ni en Veracruz es difundido. Nació en el norte del estado y en su pueblo lo tenían por un loquito y un borracho.

El coplero entorna una mirada brillosa y contempla a Hernández. Su cuerpo vestido de blanco ha comenzado a esfumarse. Hernández entonces guarda silencio y le indica con señas que escuche la música. “...No conozco ningún muerto que no regrese a la vida, si contempla al descubierto tu espalda tan consentida y tu caminar despierto”.

- Me encanta la ligereza de sus letras, la simpleza con que cuenta las cosas, como lo hacen los improvisadores que habrás oído en Alvarado y en todo Veracruz, que les dices tu nombre y comienzan a improvisar coplas. Esa creación casi espontánea me atrae mucho. Todavía tengo que escribir un prólogo explicando todo eso: cómo lo conocí, como tocaba el arpa en las fiestas, decir que trabajó como carpintero, velador y torcedor de tabaco. Y decir que éste es un trabajo que implicó desde grabarlo; tengo allá en Veracruz 15 cassettes donde él canta a la grabadora.

A punto de desvanecerse en el aire, Sinta murmura a Hernández que regresemos a los textos poéticos. Dirijo entonces la pregunta hacia otra dirección y, a medida que la conversación toma otro cauce, Mardonio retoma su aspecto corpóreo.

En tus primeros libros se encuentran veros cortos que tienden hacia el Haikú, después aparecen libros que van hacia el soneto y, al final, incluso, hay versos libres que están más enfocados hacia la narrativa. ¿Cada nuevo libro implica necesariamente un experimento técnico, es decir, hay una intencion de innovacion literaria implícita en cada libro?

- Mira, yo creo que no hay una intención mía muy clara al respecto, sobre todo en cuanto a experimentar. En el sentido de búsqueda o de descubrir nuevos caminos, no hay algo preconcebido. Sin embargo, este libro que va a salir, Mascarón deprosa, ahí sí quiero decir que hay como una prosa enmascarada de poesia o una poesía enmascarada de prosa, pero nada más. Se me corruió el título, el concepto, y empecé a escribir esos peomas. Sin embargo, el libro empieza con un soneto, sigue con unas melismas, que son unas canciones rimadas para un pintor, y después pasa a los textos de prosa; inclusive, termina con prosas sobre los signos delzodiaco. Es decir, son textos hechos con mucha libertad. Porque lo único que uno debe de hacer cuando tiene una idea y quizá esto sea deformación publicitaria, es colgarle a esa idea todos los globos aerostáticos que se puedan, y a ver qué sale, a ver que se lleva. Eso es todo. Estar en el aire. O a lo mejor, como te digo, al no tener una formación académica, entonces los planteamientos o los planes que llevo a cabo son muy improvisados, por lo que no me puedo dejar guiarsino por lo unico que tengo, que es olfato y espíritu.

Entonces tu nuevo libro Poesía reunida ¿qué diferencia presenta con tus anterior es obras?

- Como su nombre lo indica, es la reunión de todos mis libros publicados hasta el momento. O sea, son todos los libros ordenados de forma en que fueron apareciendco. Aquí está todo el material publicado, tal cual, desde el primero. Sin unaselección previa. Es decir, el libro Poesía reunida más los dos inéditos que estan aquí, Mascarón de prosa y Quién me quita lo cantado, son absolutamente todo lo que he escrito en mi vida.

Mardonio Sinta se inclina un poco hacia el poeta, murmura dos palabras, y Hernández comenta:

- Déjame decir alto sobre los premios que he recibido. Lo más importante es que, la verdad, me ayudaron mucho a vivir. Habrá quienes digan que los premios no sirven para nada, que son meros accidentes. Pero alguien con una debilidad anímica como la que yo tenía y todavía tengo, alguin que creció tan menospreciado por su entorno y por sí mismo, pues ya te imaginarás que implicaron muchisimo. Yo participé en el concurso del Premio Aguascalientes debido a que un amigo argentino me insistió en que mandara Mar de Fondo, y yo decía que no, que no tenía la menor oportunidad que no pasaría de ser un publicista más. Este hombre, que se llama Pedro Brambide, a quien está dedicado Mar de Fondo, casi envía el mismo el libro; y para mi sorpresa gané el premio. Y a partir de ahí mi vida cambió totalmente. Me di cuenta de que no estaba gritando en el desierto, y de que no era tan tonto como los demás decían o como yo mismo creía. Mi existencia cambió radicalmente. Te puedo decir que a partir de ese año he vivido mucho mejor. Imagínate, simplemente cuando me dieron el premio, me fuie a pasar 15 dias a Nueva York. Ése fue el verdadero premio, estar 15 días en esa ciudad de locos maravillosos, no tenía nada que ver con los laureles de la cantidad, no, eran 15 días en Nueva York. Y aún así, todavía el tren me está llevando, traducido en viajes, traducido en independencia. Por ejemplo, la beca que me dieron del Sistema Nacional de Creadores me permitió, después de 25 años, dejar la publicidad; imagínate, cómo no va a cambiar eso mi vida. Ser uno de los privilegiados que se dedican a hacer únicamente lo que les gusta, en momentos tan difíciles para nuestro país. Dime si no es un privilegio eso: me dediqué a escribir, a leer, a ir al cine, a hacer lo que más me gustaba. Fue realmente, una gran fortuna; soy un afortunado en ese sentido.

El poeta mira entonces al coplero un instante. Guarda un silencio prolongado, y después de alguna reflexion, señala:

- La vida es muy difícil para todos y el romanticimos, que se hace cliché, sirve de pretexto para que muchos vagos se aprovechen para no trabajar, para llevar su alcoholismo a cimas verdaderamente envidiables, o no sé, para dormir en casas obscuras, o no sé exactamente qué hagan. Para mí el romanticismo sigue existiendo, pero como una fuerza de rebeldía, de enfrentamiento con un mundo adverso para todos, al que hay que traducir en palabras, ponerlo enfrente y crear belleza, para lo cual se necesitan mucha fuerza y mucho ímpetu. Ése es el verdadero romanticismo para mí. Es ver las nubes desde las montañas, no sólo desde los aviones,y tratar de hacer algo que conmueva a los demás. Para eso se necesita mucha entrega, y hay que apostarlo todo. Porque la poesía no acepta medias tintas, no hay blandenguería posible, hay que apostarlo todo a sabiendas de que quizá no logremos lo que queremos. Pero como dice Rubén Bonifaz Nuño, otro de mis queridos poetas, “uno cumple con apostar”. Y así pasa en el amor, así pasa en la poesía. Pero que no le quede a uno el gusanito de que “qué tal si lo hubiera hecho, qué tal si hubiera apostado todas las canicas”. Hay que hacerlo, y después vemos eso, creo, en la esencia del romanticismo, y no nada más la idea de los vagos que están ahí viendo a las estrellas para ver si se les aparece el gran poema.

¿Y en esta apuesta has llegado a perder?

Sinta se quita el sombrero y se rasca la cabeza. Lanza un suspiro. Francisco Hernández toma aire antes de contestar:

- Desde luego que sí. Al apostar se pierde tranquilidad, se pierden noches enteras, pierdes el sueño y tienes eternos insomnios, pierdes comodidades, incluso. Por supuesto que el sueldo en la publicidad era tres veces mayor que el de la beca, y aún así lo deje. Me han ofrecido trabajo, pero no, no quiero, porque hay que estar aquí y a ver cómo le hago para seguir en esto. Pierdo, sí. Hace cinco meses yo vivia en el Pedregal, ahora ya no vivo con mi familia, vivo solo en el otro extremo de la ciudad, en un barrio que no conocía. Y todo esto es parte de es a apuesta, y luego habra más. Porque el azar esta echado a andar.

Estar vivo significa que te puede tocar en cualquier momento una bala perdida.

Sinta deja un minuto solo a su amigo, ha ido a colocar de nuevo el disco de Reloj de Arena que hacia rato había dejado de sonar, y la letra vuelve a inundar eldepartamento. Hernández sigue pronunciando sentencias:

- Debido a la naturaleza de mi ánimo, de mi espíritu, de todo esto que es ni sensibilidad, sufro con lo que me pasa. Porque es como no tener piel o tener una piel muy delgada: cualquier cosa te roza y te lastima, por lo que estoy quizá más expuesto que otros, que no se preocupan por los poemas, la música, o la pintura. Claro, hay otras personas para las que este mundo es totalmente ajeno, y que estarán muy lejos de los tormentos que a mí me agobian. Pero uno no escoge ser así.

Por fin Mardonio Sinta levanta la voz y es él quien interroga al poeta: ¿Has sido herido profundamente, como para escribir como lo haces? Hernández vuelve a callar por unos segundos. La música detiene sus coplas. Mardonio se queda estático. Y el poeta responde directamente a la imagen de su amigo:

- Pues como cualquier otro herido de guerra. Estar vivo significa que te puede tocar en cualquier momento una bala perdida. Sólo que algunos seres, cuando son heridos, se quedan callados, otros gritan, otros tratamos de cantar, de relatarlo que nos pasó. No sé si era Neruda u otro el que decía “La poseía feliz no tiene historia”. Lo malo es que muchos se van con la finta y creen que ya con esadosis de amargura se puede hacer un poeta, y no es así: la alegría es fundamental para poder identificar plenamente la amargura. Si no, ¿contra qué la comparas si no sientes gusto por bailar, por amar y ver pasar a una mujer? Eso es lo bonito, que sabemos que después de esa muralla, de esa aparición, ya viene la amargura, viene el dolor, y el dolor es absolutamente democratico, el color es para todos y la alegría no es de nadie.

La entrevista concluye aquí, casi sin ninguna palabra más. Un gracias, un hastaluego. Poeta y periodista se separan, felices de haber dado, con su imaginación, un poco de vida al jarocho que durante toda la conversación sonó desde un disco y cantó desde el libro inedito de Francisco Hernández.

“...Cambia la rima y persiste la cera de tus desvelos, tu mirada se desviste, la piel ordena otros vuelos, y en tu lengua me dijiste, pronto besaré los suelos o veré lo que ya no existe”.

En IPN CIENCIA, ARTE: CULTURA Enero – Febrero de 1997: http://www.hemerodigital.unam.mx/ANUIES/ipn/arte_ciencia_cultura/ene-feb97/apuesta/sec_1.html

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Proyecto de Edición Libro de notas

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Datos Bio-bibliográficos

Francisco Hernández

(México, 1946)

Bibliografía escogida:
Cuerpo disperso, Cuadernos de Estraza, 1978; Universidad Nacional Autónoma de México, Cuadernos de Poesía, 1982.
Oscura coincidencia, Molinos de Viento, Universidad Autónoma Metropolitana, 1986.
De cómo Robert Schumann fue vencido por los demonios, El Equilibrista, 1988.
En las pupilas del que regresa, Universidad Nacional Autónoma de México, El ala del tigre, 1991.
Habla Scardanelli, El Equilibrista, 1992.

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Otras artes poéticas del autor:

Más información en la wikipedia: Francisco Hernández

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