s.XX - Poesía social - Pablo Mora: Para qué la poesía
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Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta
dudosa ni añadir
brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir
verdad. Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en
peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi
mentira, señálame la impostura, restriégame la estafa.
Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame,
sacúdeme.
Rafael Cadenas Ars poética (De Intemperie – 1977)
a.. Para mantener abierta la palabra b.. Para reinar sobre la muerte c.. Para revivir cada día d.. Para sentir junto con los otros e.. Para sacar la flor de las cenizas f.. Para vigilar mientras todos duermen g.. Para que le sirvan h.. Para apuntalar el sueño i.. Para servirse j.. Para alimento espiritual k.. Para unir lo posible con lo imposible l.. Para salvar del diario morir m.. Para hacer más vivo el vivir n.. Para la Poesía y la Verdad o.. Para la vida p.. Para transformar la vida q.. Para limpiar cuando el poder corrompe r.. Para cambiar la vida s.. Para alentar todas las otras formas t.. Para la fidelidad al relámpago u.. Para la memoria de los pueblos v.. Para la salvación del hombre w.. Para el asombro antiguo x.. Para un no sé qué y.. Para descubrir los secretos del mundo z.. Para llevar el infinito a cuestas aa.. Para salir a la percepción de la mirada ab.. Para alumbrar la maravilla ac.. Para todos y por todos ad.. Para despertar a latigazos el silencio ae.. Para defender el milagro de la vida af.. Para amar a los otrosPara mantener abierta la palabra
“En la poesía el hombre se une a los fundamentos de su existencia. Ser humano es ser una conversación” (Heidegger). Es decir, una comunión, base de la vida humana, del vivir humanamente. Misión del poeta es conservar en custodia el poder encarnado en el lenguaje. “Escribir poesía es un proceso de descubrimiento, de revelación de la música inherente, la música de correspondencias, la música del paisaje interior. Corre paralelo con lo que en la vida de una persona se llama individuación: la evolución de la conciencia hacia la totalidad, no un aislamiento de la percepción intelectual, sino una percepción que abarca todo el ser, un conocer, un tocar, un “estar en contacto”. (Dense Levertov). Lo que hace pensar a W. H. Auden que “la poesía es lenguaje en el más personal, el más íntimo de los diálogos. Un poema sólo tiene vida en cuanto un lector responde a las palabras que el poeta escribió.”
“La tarea del poeta es aclarar para sí y por lo tanto para los demás las interrogantes temporales y eternas que estén activas en la época y comunidad a la que pertenece.” (Ibsen). “Tenemos la lucha diaria, inevitable y mortalmente seria de apoderarnos de la palabra y ponerla en el contacto más directo posible con todo lo que se siente, ve, piensa, imagina, experimenta.” (Goethe). “La tarea del poeta es mantener abierta la comunicación entre el hombre y su imaginación, el hombre y sus sentidos, el hombre y el hombre, el hombre y el bien natural, el hombre y los dioses.” (Swedenborg, Levertov).
“La palabra así la poesía aparece como medio necesario de la comunicación, que consagra el momento en que se funde un lenguaje nuevo, el momento en que el nosotros se realiza en la alianza del yo y el tú... El mundo en que vivimos es un mundo de la palabra… Nada es para nosotros verdadero mientras no podamos anunciarlo al mundo como a nosotros mismos… Escritura es liberación. (Saint-Beuve) Tal es el camino del escritor: la disciplina de la expresión lo libera de los espectros que lo frecuentan… La decisión para la expresión marca el umbral que permite pasar de la pasividad de la roedura interior a la actividad creadora… El poeta es el hombre que vuelve a reconquistar, a encontrar la palabra gracias a una ascética que se la libra.” (Georges Gusdorf).
Para reinar sobre la muerte
Según Gustavo Pereira, acaso la más sagrada pretensión de la poesía sea la de “enseñar, conmover, deleitar, agradar o instruir; sobre todo iluminar, es decir, hacer visible lo oculto, develar otra realidad -o la verdadera realidad.”
“La poesía y el poeta se enraízan en esos deslumbramientos tormentosos que han permitido al hombre elevarse desde las sombras de su sinuoso pasado: el asombro, el amor, la fraternidad, la dignidad, el afán de justicia, de lucidez, de libertad… Toda cosa o criatura que habite o viva en el universo sobrepuesta a su propia consumición, henchida de germinaciones, todo estallido o iluminación en un cuerpo consciente o en una solitaria y errabunda piedra espacial pueden ser también parte o esencia de esa rara melancolía y esa pródiga alegría íntima que muchos llaman poesía, pero que acaso no sea más que la desconocida e inalcanzable región de un sueño que los hombres hemos inventado para reinar sobre la muerte.” (G. Pereira).
“El objetivo de la poesía, en un mundo cada vez más reducido a la maquinización y sus falsías, es también contribuir a la rebelión colectiva… La injusticia social es, entre todos, el peor de los males humanos, puesto que permite reinar a la muerte. La poesía es, como se sabe, el reino de la vida… La verdadera poesía escribió Eluard no se puede vincular con lo que declina y muere.” (G. Pereira).
Para revivir cada día
Alegría, alborozo, en orden a la obra colectiva en cierne. Sociedad Poética que nos confirma que la existencia no es más que un plagio (Moravia) y que todos los poetas escriben las mismas cosas con uno que otro colorido. Poesía, Sociedad Anónima. Tal vez la única continuidad de la Poesía sea ese hormigón profundo que, de siglo en siglo, establece una solidaridad poética universal. Sólo existe un poema y un poeta y hasta una sola palabra para los hombres y los libros que existen, existieron o existirán. Un mismo hombre converge con el otro, océano de por medio, con la misma angustia, con el mismo dolor, para ver eidéticamente la misma gota de lluvia deshojada en la trinchera, en la vanguardia, en las barracas de la guerra cotidiana.
Un pedazo de pan para los pájaros. Un alarido entre la guerra. La imagen vegetal de la lechuga. Un alpargata recibiendo sol. La sílaba final del viento… Sed de viento, de maíz, de pan. Palabra, cosa, huella, sombra y pólvora. Risa loca, risa engatillada. Atropellada rabia… El paso de Mercurio adolescente. O Marte espantadísimo del hombre… Siempre sola, oculta, detrás del misterio mientras murmura alrededor la noche… Crezca en tus manos la raíz del hombre. La paz sea contigo hasta en la guerra.
“Comarca de utopía para morar”. Errabundaje, trashumancia del hombre que mira hacia la estrella. Lucha al pie del hombre, diariamente, por saber para qué se hizo, para qué sirve la palabra; si sirve para algo la alegría, si creen las espigas en el hombre, si vale la palabra todavía… La palabra siempre. En la punta del tiempo navegando. Cabalga que cabalga en las tinieblas
La medida justa del misterio humano… arma cargada de futuro… Jaula de cristal, hembra jadeante… Espuma de la noche, temblor de espuma, pie de sol enfurecido. Piedra de los dioses, sueño de la piedra, piedra de los sueños… Fecunda entraña de la luz… Lo más alto del hombre, el asombro… ¡Antes del Alma fue la Poesía!
Por sinfronismo, por el deseo de que algún día, en alguna parte, alguien reviva nuestros sueños, alegrías, pesares, arrecheras, creencias y esperanzas. Por arte y juego, por jugar al adivino y proponerle adivinanzas o prepararle trampas al tiempo que se esconde en los pañuelos. Por evasión, a pesar de tanta horripilancia en la nariz o en la bragueta. Por ansia de inmortalidad, quedando bien sembrado aquí en la tierra como nuestro perro en el jardín, donde nos oye, desde que el día amanece. Por compromiso, porque quien escribe debería ser un soldado armado para protegerse de la muerte con pistolas cargadas, capaces de hacer que cada hombre tuviese que inventar cada día su propio día, como a Sartre gustaba. (Raúl H. Castagnino).
Para sentir junto con los otros
La tarea del poeta consiste en una investigación continua desarrollada en dos planos: el del conocimiento lo más completo de cada aspecto de la realidad, en confrontación con la sensibilidad del poeta mismo y su weltanshauung o modo de interpretarla y de transformarla, y el de la expresión o creación propiamente dicha, la que antes no existía: la poesía per se, la novedad, la invención. Nace, así, el evento poético, que indaga sobre la vida, sus fases, sus afectos, problemas, relaciones, todo lo que envuelve y mancomuna a los hombres en el gran misterio de la vida: la solidaridad, la amistad y la igualdad humanas.
“Es muy difícil dar una opinión sobre el provecho de la poesía individualmente: depende de factores particulares del poeta. Puede ser la concreción de una necesidad esencial, una manera de ver y mostrar el mundo, una manera de sentir junto con los otros… Socialmente, significa incluir a los lectores y entonces tiene que ver con lo que el poema transmite, convoca. Existe, como casi todos conocemos, aquella clásica controversia sobre ‘el arte por el arte o el arte para la sociedad’. Actualmente se considera ingenua la ideología que afirma que la poesía (la literatura) es un arma y puede cambiar la sociedad. El tiempo ha demostrado que la literatura no evita el hambre, la injusticia o la corrupción. Tampoco cabe cuestionar al arte -la literatura, en este caso -porque tenga como fin su propia poética, su intención estética específica (lo que se ha llamado ‘torre de cristal’); el verdadero artista muestra siempre un mundo diferente y la literatura cumplirá su destino, cualquiera sea el camino con el que el artista la instrumente. La cultura, el arte, han nacido de una necesidad humana y cualquiera sea la interpretación de esa necesidad (psicológica, estética o espiritual), allí donde hay arte, hay un testimonio del espíritu humano, una prueba de la esencia creadora del hombre.” (Graciela D. Bracaccini).
Para sacar la flor de las cenizas
Le preguntaron a Borges: ¿para qué sirve la poesía? Y él respondió: “¿y para qué sirven los amaneceres?” A Ernesto Mejía Sánchez preguntó Jorge Bustamante sobre la utilidad de la poesía, y él a su vez respondió: “La poesía no sirve para ganarse la vida, sirve para ganarse el alma.” Por su parte, Ludwig Zeller, le respondió: “Siempre he creído que la poesía no sólo en las palabras es la que da sentido a la vida. Que ella tenga una resonancia en lo inmediato o no, no tiene importancia. Yo creo que es una forma de iluminación con que los seres podemos sobrellevar lo cotidiano, acercarnos a la magia, al mundo paralelo de los sueños. ¿Qué más se puede pedir?” A pesar de que para Kepa Murua “la poesía huye hacia la nada sin sentido ni conciencia alguna”, Jaime Sabines afirmó poéticamente: “La poesía sirve para sacar la flor de las cenizas.”
Para vigilar mientras todos duermen
Definitivamente hay que vigilar. No nos queda sino vigilar mientras todos duermen. (E. Montejo). La labor del poeta es la de la vigilancia. La tarea de la poesía: vigilar. Que la eternidad no es más que el mar andando con el sol. O una calle, el mundo de madrugada, no más que la vigilia del poeta. Sentemos día y noche a la Belleza sobre las rodillas, a pesar de que amarga la sintamos y tengamos que injuriarla. Escuchemos las estrellas, sentados al borde de la noche o el camino. Enconchémonos nomás en el misterio. Hagamos lo imposible con tal de ser videntes. Abordemos lo desconocido por medio del desequilibrio de todos los sentidos. Necesario ser Vidente. Hacerse Vidente. Volverse Vidente. Vigilante. Por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos.
Vuelve, Arturo, Vidente Amigo. Recuérdanos siempre la Vigilia, su vigor y su ternura. Que nunca, esclavos, maldigamos la vida; antes, libres, cantemos, vigilemos la marcha de los pueblos. Seguros de que, al amanecer, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades.
Amanece con el alba, barco ebrio, mariposa de mayo, perdida en las crines de los huracanes de Marsella, compartiendo el fulgor de Aldebarán. Ermitaño augusto, vigoroso camarada, esquiva naufragios y centellas, vuela libre tu alma centinela. Armémonos contra la injusticia. Demos por sagrado el desorden de nuestro espíritu, por ineludible el insomnio y la noche que nos cruzan.
Indispensable llegar a lo desconocido. Porque en el tiempo no fuiste un pájaro sino un rayo en la noche de la especie, una persecución sin tregua de la vida, una raza que canta en la tormenta, relumbra, vela, brilla, resplandece, para que el canto siempre permanezca.
Para que le sirvan
Rafael Cadenas, consagrado poeta venezolano, ha dicho: “La poesía mora lejos del poder… lejos de fanatismos… Lejos está asimismo de grandiosidades porque ellas alejan a la gente de su realidad básica extraviándola peligrosamente. Lejos de utopías, pues por impositivas, aunque con buena intención, suelen llevar a destructividades que no se preveían, ejemplarizando la horrible paradoja del bien que se trueca en mal. Lejos de nacionalismos porque, parafraseando a un socialista francés, llevan en sí la guerra “como la nube lleva la tormenta”. Lejos de ideologías que ponen barreras entre los hombres impidiéndoles que se den la mano, como quiere Salvador Pániker, por encima de lo simbólico “a un nivel más hondo y más real”.
“Hace años precisa Cadenas una poeta muy querida me hizo en una entrevista la pregunta que ya es cuasi ritual de para qué sirve la poesía, pregunta que por reiterativa nos lleva a sospechar que se trata de un quehacer enigmático, puesto que siempre está indagándose su función. Yo le contesté: “A la poesía se le sirve más bien, cuando hay suerte”. Y sus servidores son los poetas. A través de ellos hace su aparición. En ocasiones se quita su traje y se viste de prosa, entonces es ésta la que le sirve de portadora, y asoma en la novela, en el cuento, en el ensayo. Los autores le dan forma y pasa a vivir en los lectores que la recrean. Al hacerlo, en cierto modo son también poetas. A veces se ausenta y hay que salir a buscarla; esto puede ocurrirle a un poeta o a una época en un país. Ella es como una gran construcción creada por todos los poetas, y me parece inseparable del trabajo interior de cada uno de ellos. No la concibo separada de esa tarea. En tal sentido tiene un lado extraliterario. Machado, de nuevo Machado, la ve como un yunque de constante actividad espiritual, y también psíquica, podría agregarse.”
Para apuntalar el sueño
En su célebre Defensa de la poesía, para Shelley la teoría de la poesía ars artium llega a ser igualmente teoría de la actividad creadora en general, la que soporta y nutre la vida; llegando el espíritu poético a ser el verdadero motor del mundo, puesto que, en suma, el mundo nace como poesía, siendo ésta responsabilidad hacia los otros, absorbiendo el nuevo conocimiento de las ciencias, adaptándolas a las necesidades humanas, coloreándolo con la luz de la imaginación, con las pasiones, transformándolo en la sangre misma de la naturaleza humana. Puesto que, según Shelley, la poesía es “el centro y la circunferencia del conocimiento, pues comprende todas las ciencias y todas a ella se deben referir.” Ya Cervantes nos advertía que ella la poesía se ha de servir de todas las ciencias, mientras todas se han de autorizar con ella.
Desde otra óptica, la poesía en sentido lato si bien no tiene que ver directamente con la política, se ofrece como la práctica más eficaz de la que se puede disponer, en cuanto la capacidad del individuo de crear un mundo utópico, mediante el florecimiento de las potencialidades humanas y de la creatividad en sí, privilegiando al extremo la conciencia de sí, en detrimento de un compromiso político como tal. De una u otra forma, letras, poesía y ciencia andarán siempre de la mano apuntalando el sueño de los hombres.
Para servirse
“La poesía, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar, la volverá en oro purísimo, de inestimable precio…
La excelencia de la poesía es tan limpia como el agua clara, que a todo lo no limpio aprovecha: es como el sol, que pasa por todas las cosas inmundas sin que se le pegue nada: es habilidad que tanto vale, cuanto se estima: es un rayo que suele salir de donde está encerrado, no abrasando, sino alumbrando: es un instrumento acordado que dulcemente alegra los sentidos, y al paso del deleite, lleva consigo la utilidad y el provecho.” (Miguel de Cervantes Saavedra).
Para alimento espiritual
“Si bien como alguna vez escribió Borges: No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil, en estos tiempos pragmáticos la poesía es el poco alimento espiritual con que contamos, y el que a su vez nos permite soñar que es algo que a nadie le pueden quitar.” (Juan Guillermo Ríos Becerril).
A pesar de la contundente expresión de Auden en cuanto a que “la poesía no hace que sucedan cosas… no hace que ocurra nada”, a través del diálogo que el poeta establece con el Tiempo y la Historia como en el caso de Auden mismo, al través justamente de esa mirada espaciotemporal, confirmamos con Joseph Brodsky que “los poetas se han puesto sobre la tierra para crear la civilización”, constituyéndose en su verdadero centro y raison d’etre humana. A pesar de que “tal vez sólo se trate de sentir la vida en nosotros. La vida, lo desconocido, el misterio, la naturaleza, el ser, el Tao, el Self o como quiera llamarse eso que no tiene nombre y sobre lo cual nada se puede decir.” (R. Cadenas).
Para unir lo posible con lo imposible
“La poesía y su fruto, el poema, están indisolublemente unidos a la natural inconformidad humana. Mientras la filosofía requiere principios, argumentación lógica, verdad develada y desocultada; la poesía sugiere y, desde la intuición, une lo posible con lo imposible; lo real y lo irreal; los sueños y la vigilia.
El lenguaje poético se resiste a las normas de cualquier tipo. En su ímpetu deplora el sentido común… Su mayor cualidad reside en ser el centro mismo de la claridad y las aspiraciones del hombre, de su abismo y de sus sueños más altos. El ser de la palabra poética no se acomoda a las cosas que pueblan la superficie… Cuando el poeta necesita nuevos referentes, cuando el lenguaje le parece inadecuado o impropio para decir y decirse, penetra en la búsqueda azarosa de nuevas palabras. Esta búsqueda insaciable de riesgo, de sufrir condena, desde Prometeo, ha impulsado al poeta a su más formidable manifestación: el poema; el poeta se ha liberado. La más esplendorosa autonomía de lo humano reside allí, en la creación. El jamás será esclavo de la palabra. Lengua y lenguaje lo han humanizado. Es por la palabra que el hombre toma conciencia de su libertad. En la comunión con otros la palabra es el vino y por eso los hombres se purifican bebiendo y hablando.
Vivencias, sentimientos no constituyen aisladamente la gestación y culminación del poema. A lo sumo, podríamos reconocer en ellos un átomo germinal de poesía, que de no fundirse con la vida misma no podríamos alcanzar la explosión poética… Cuando la vivencia, la intuición u otra categoría personal se hace LENGUAJE, sólo en ese caso, adviene el POEMA. Nace el poema… El poema dice lo que dice. La poesía no es explicación de las cosas ni ella misma necesita explicación. El misterio del poema se resuelve en su transparencia.” (Ibar Varas).
Para salvar del diario morir
Para Sabines la poesía es un “acto gratuito, un misterio tremendo al que hemos buscado durante años en nuestra juventud, en ese encuentro tremendo de las palabras con el misterio de la vida. La poesía es un suceso, un acontecimiento, una ocurrencia de todos los días… como una maldición o como una bendición que nos salva del diario morir… Vivimos una gran soledad, y la poesía como un gesto amoroso, es un puente que tendemos entre una isla y otra isla. La isla de Sara, la isla de Jaime; un puente entre nuestras propias vidas. La poesía no es más que un puente que tendemos entre una soledad y otra”.
Deber, mandato ya del alma, de los dioses, los hombres o las cosas, la poesía, frente a todo individualismo, aboga por la libertad del hecho creador en busca de goce, vida y libertad para la humanidad entera.
Para hacer más vivo el vivir
El poeta moderno habla desde la inseguridad. No tiene más asidero que la vida. Seguramente una voz queda le dice en los adentros: La época de las causas ya terminó. Ya no puedes aferrarte a religiones, ideologías, movimientos, ni siquiera literarios. Se acabaron las banderas. Pero este desengaño lo libera para luchar en otra clave por lo que religiones, ideologías, movimientos dicen defender: lo religioso, lo humano, lo valedero.
Esa voz, que parece la del nihilismo, podría ser más bien la voz de la vida que desea recuperarnos.
¿Qué se espera de la poesía sino que haga más vivo el vivir? (Rafael Cadenas).
Para la Poesía y la Verdad
La indisoluble unidad que en su vida tuvieron la realidad y la poesía, la literatura y la vida, su realidad, su experiencia vital, llevaron a Goethe a componer su autobiografía bajo el nombre de Poesía y Verdad. Su poesía defínese como el resultado de una imperiosa necesidad orgánica, base de su experiencia psíquica, habiendo llegado a afirmar a modo de explicación: “Mi verdadera dicha cifróse siempre en mi pensar y crear poéticos… El fondo poético es el fondo de la propia vida… No soy yo quien hace el poema, sino ellos los que me hacen a mí.”
Para él, en fin de cuentas, el único modo de llegar a alcanzar la realidad de la vida era mediante la poesía y el arte, transformando aquello que lo alegraba o lo hacía sufrir, o de cualquier otro modo le ocupaba el ánimo, en un poema. Desde el comienzo de su vida el poetizar fue para Goethe una real necesidad: necesidad de liberarse “en una canción, en un epigrama, en una rima cualquiera, de lo que le atormentaba” íntimamente. “En todo tiempo, afirma, proporcionóme el mayor deleite la reproducción poética de cuanto percibía en mí mismo, en los demás y en la naturaleza.”
Requirióse de un poeta genial para que un binomio tan peculiar pudiera realizarse en plenitud: el de poesía-verdad. Goethe comprende que el mejor poema es vivir. Su vida-obra tórnase, así, fuente inagotable de amor a la belleza, a la naturaleza, a la Poesía y a la Verdad. Sin “prisa y sin reposo”, ciegamente feliz, su vida fue “de lo útil a lo bello, por lo verdadero.” Lo que le permitió decir: “De la naturaleza, por dondequiera se la mire, brota siempre lo infinito.”
La poesía ha dicho Eugenio Montejo asume hoy, en nuestra era industrial, una condición subterránea que en su replegamiento encarna la esencia que toma el lugar de la creencia abandonada de Dios como redención de la vida. Ante una desvalorización de la conciencia en el plano público, la gente necesita verdades a las cuales aferrarse, y una de ellas es la poesía, porque le ofrece una verdad. La poesía es una verdad.
Para Montejo: “Pertenecemos más a nuestra época que a nuestro país, pues hay familias poéticas, identidades verbales que no siempre coinciden con las demarcaciones geográficas”. De ahí que nos insista en volver a los dioses profundos; en deletrear el áspero silencio; en la inmediatez y la trascendencia, en la soledad del horizonte, en el silencio redondo de la tierra, en el sonido forestal del mundo, en el rumor de alguna vieja caracola, en el canto de un gallo muerto en otro siglo, en el alumbraje, la resilencia o la “nostalgia cósmica”, “para estar a la hora en nuestra cena/ aunque las migas sean amargas.” Insistencias todas más que verdaderas.
Para la vida
“No sirve para alcanzar el poder, pero sirve para responder al poder con sentimientos cercanos. No sirve para enseñar a nadie nada, pero sirve para mostrar lo que acontece por el mundo. No sirve para matar, no sirve para morir, no sirve para rezar ni para jugar con fuego. Pero sirve para emocionar, para vivir en otros cuerpos, para vivir sintiéndose vivido, para sentir la belleza y hondura de las palabras que nos explican cómo somos. No sirve para gritar, no sirve para llorar, pero sirve para sentir el deseo, para alzar la voz en silencio, para que su tristeza te atraviese el pecho. No sirve para liberar a nadie, no sirve para juzgar a nadie. Pero sirve para hablar con libertad, para proclamar la inocencia de las cosas, para rebelarse contra la locura de la historia. No sirve para bailar, para emborracharse. Pero sirve para celebrar la vida, para embriagarse de otros sentidos, para moverse por otros lugares. Da vida a los muertos y nombra lo que a menudo no tiene nombre. No sirve para la muerte. Sirve para la vida. Es nada, pero al final sirve.” (Kepa Murua).
Sirve para llevar a Dios a misa. Para que la primavera camine al mercado entre panaderías y palomas. Para que a la mesa lleguen recién casados los sabores del mar y de la tierra. Para que las gaviotas repartan el aroma de la rosa en las arenas. Para salir a todas las calles del mundo a repartir pescado. Para saber por quién la lluvia y los pájaros del mar llorarán mañana. Sirve para esconderle los dados a los dioses. Para que hablen los pueblos por su canto. Para dar con todos los azules de la tierra hacia la luz total de nuestras cosas. Para darle la mano a las manos temblorosas de la lluvia e irse cantando entre la dicha y la dureza, la cólera o ternura. Sirve para saber que no tenemos más remedio que vivir, ni más recuerdo que la vida. Para decidir dónde plantar los árboles, de nuevo. Para dejar escrito en la piedra el sueño del domingo.
Sirve para medir el hambre. Para saber bien en qué lugar hay sangre, dónde queda la razón, dónde la palabra, dónde la injusticia. Sirve para que ni un hombre pase sin que reine y sigan naciendo hasta llenar el mundo, sin que nadie los divida sino el sol o la noche, la lluvia o las espigas. Para que el mundo se pueble de palomas, y el hombre recuerde las sombras que nadó, hasta que quiera saltar al agua para caer al cielo. Sirve para distribuir las flores del mañana e ir galopando en el viento sobre el caballo de la lluvia. Para abrir cajones, llenar platos, destapar versos y botellas, vigilias, madrugadas y retratos, hasta que alguna vez si ya no somos, si ya no vamos ni venimos, estemos juntos, extrañamente confundidos, sirviéndole a la vida. La poesía es siempre un acto de paz. El poeta nace de la paz como el pan nace de la harina. (Poesía, Sociedad Anónima).
Para transformar la vida
Del 14 al 21 de junio de 2003, con la presencia fervorosa y masiva del público de Medellín y con la participación de 60 poetas de 50 países, se realizará el XIII Festival Internacional de Poesía de Medellín. Convocado y organizado desde sus inicios en 1991 por la Revista Latinoamericana de Poesía Prometeo, que reúne a un grupo de poetas de Medellín, el Festival Internacional de Poesía de Medellín, demostrando que la poesía no es el privilegio de una élite sino el pan espiritual indispensable para la transformación de la vida, es un vigoroso proyecto poético, con connotaciones culturales, sociales, políticas y democráticas, en el que han participado poetas de todas las generaciones, regiones del mundo, tradiciones poéticas y tendencias expresivas, leyendo sus poemas en más de 40 lenguas, ante un público que en las doce versiones anteriores del evento pudo alcanzar casi un millón de personas. En un país donde la juventud es la víctima principal de la guerra, el Festival reúne a miles de jóvenes para escuchar el pensamiento poético, preservador de la vida, de boca de muchos de los mayores poetas de este tiempo, viajeros que llegan puntuales a la cita anual en Medellín, desde todos los confines de la tierra.
El Festival se propone, como principal objetivo, contribuir en el ascenso de la conciencia colectiva, mediante las potencias creadoras del espíritu que irradia la poesía, en un medio cultural lleno de vacíos y precariedades. Es una verdadera práctica de lucha por la paz y la coexistencia plural entre los colombianos, la convocatoria de multitudes en torno a la palabra poética en un tiempo de terror, como también lo es el debate y la presencia solidaria de los poetas del mundo en respaldo de una solución negociada a la guerra. Es una expresión de la resistencia cultural contra todas las formas de la muerte. Manifestación viva de la conjunción de culturas del planeta y por lo tanto contribuye poderosamente a la fundación de un ser más plural y universal; al fortalecimiento de una red universal de festivales poéticos, publicaciones y proyectos, para el desarrollo de la influencia de la poesía en el mundo.
Para limpiar cuando el poder corrompe
John Kennedy, al aludir a cierta analogía entre la poesía y el poder elaborada por el poeta Robert Frost, sostiene: “Cuando el poder conduce al hombre hacia la arrogancia, la poesía le recuerda sus limitaciones. Cuando el poder empequeñece los intereses del hombre, la poesía le recuerda la riqueza y la diversidad de su existencia. Cuando el poder corrompe, la poesía limpia. El artista que es fiel a su visión personal de la realidad se convierte en el campeón ultimo de lo individual y de la sensibilidad contra una sociedad opresiva y un estado interventor”. (David de Ferranti).
Para cambiar la vida
Octavio Paz recuerda: “La poesía ha dicho Rimbaud, quiere cambiar la vida. No piensa embellecerla como piensan los estetas y los literatos, ni hacerla más justa o buena, como sueñan los moralistas. Mediante la palabra, mediante la expresión de su experiencia, procura hacer sagrado al mundo; con la palabra consagra la experiencia de los hombres y las relaciones entre el hombre y el mundo, entre el hombre y la mujer, entre el hombre y su propia conciencia. No pretende hermosear, santificar o idealizar lo que toca, sino volverlo sagrado. Por eso no es moral o inmoral; justa o injusta; falsa o verdadera, hermosa o fea. Es simplemente poesía de soledad o de comunión. Porque la poesía que es un testimonio del éxtasis, del amor dichoso, también lo es de la desesperación. Y tanto como un ruego puede ser una blasfemia”. “El poeta, agrega Paz, tiende a participar en lo absoluto, como el místico, y tiende a expresarlo.”
“La poesía es la revelación de la inocencia que alienta en cada hombre, en cada mujer, y que todos podemos recobrar apenas el amor ilumina nuestros ojos y nos devuelve el asombro y la fertilidad. Su testimonio es la revelación de una experiencia en la que participan todos los hombres, oculta por la rutina y la diaria amargura. Los poetas han sido los primeros que han revelado que la eternidad y lo absoluto no están más allá de nuestros sentidos, sino en ellos mismos. Esta eternidad y esta reconciliación con el mundo se producen en el tiempo y dentro del tiempo, en nuestra vida mortal… la eterna vivacidad: eso es lo que importa.” (Prócoro Hernández Oropeza. F. Nietzsche).
Para alentar todas las otras formas
Difícil arrear y arriar la Poesía. Sea porque alguien a ciegas la persiga; sea porque se la quiera institucionalizar por vía de Casas o Talleres, justamente de Poesía. Máxime si se llega a pensar que se trata de un género “en peligro de extinción” o una causa al borde del olvido. Ni género en peligro, ni causa camino del olvido, la Poesía, por el contrario, “el poema es el lugar por el que se escapa el alma de un pueblo” (Miguel Ángel Asturias). Nunca como en nuestra época, en la que la tecnología rige nuestra vida cotidiana, dejará la Poesía de ser la más alta expresión de la espiritualidad, puesto que “no hay arte sin poesía” (Eugène Delacroix), siendo el lenguaje poético el que apuntala toda y cada una de las artes.
A pesar de las tantas dificultades por amoldarla, amonestarla, amojamarla, amordazarla, amojonarla institucionalizarla, la Poesía se niega rotundamente a ser víctima de Decreto alguno. Voces autorizadas, como la de Washington Benavides, aseguran que “la poesía goza de buena salud”, en cuanto instrumento de toma de conciencia de pueblos, comunidades, aldeas, en compromiso con el arte y el hombre y el hambre.
Lejos de cualquier pretendida globalización del fenómeno poético o de que se llegue a calificar a la Poesía de mero “aparato ideológico”, lo que se evidencia es una gama universal, plena de lumínicas especificidades, de maravillosas posibilidades, de infinitas formas de asombro, inspiración, creación, osadía, testimonio, comunicación.
Koïchiro Matsuura, actual Director General de la UNESCO, sostiene que “la poesía ocupa, entre las diferentes formas de expresión humana, un lugar importante y particular… la poesía es algo más que un género literario establecido y codificado: alienta todas las otras formas de expresión literaria y artística… la poesía es poco exigente: una voz o una hoja de papel bastan para darle vida. La encontramos en todas las épocas y en todos los lugares, prueba de su universalidad y de su naturaleza trascendental. Una cultura se reconoce en sus poetas porque son ellos quienes consiguen dar forma concreta a sus pulsiones más secretas, a sus sueños más íntimos y a sus aspiraciones comunes… La poesía es igualmente un medio incomparable para la comprensión intercultural… dentro de su vocación universal de diversidad cultural y de paz en el mundo”.
Para la fidelidad al relámpago
“La poesía tiene como objeto inmediato, básico, producir una fractura y ésta consiste en quebrar la escala consuetudinaria, la escala repetitiva, empequeñecida de lo real. La poesía es un modo de vida o es nada: si es un modo del lenguaje, de la expresión, es por tanto un modo del ser, no del hacer. Cada poema tiene algo de relámpago. Yo no diría que el poema “es” un relámpago, sino que hay en él un relámpago. Evidentemente, la poesía, como forma de experiencia, es para mí la mayor intensidad posible.
El poema responde a un estado de disponibilidad, es decir, de ser capaz de abrirse, de recibir o de crear en un momento dado, mediante una imagen insólita, inesperada, no repetida. ¿Qué favorece un estado de disponibilidad? Varias cosas, sobre todo un elemento que la mayor parte de la gente ha olvidado, ha desterrado de sus vidas: la capacidad de detenerse. La poesía (como afirmaba Rilke) es experiencia. Creo además que es visión del mundo. La poesía siempre es decir de otra manera. Este “decir de otra manera” es para mí la mayor posibilidad que tiene el hombre. ¿En qué consiste el símbolo? Simplemente, en la posibilidad de decir una cosa mediante otra. La posibilidad de que algo diga otro algo. Esa otredad que radica en las cosas, pero que está en la entraña, en la médula de la poesía.
Incluso algunos poetas no entienden que la poesía es una fuerza que se impone, inevitablemente, en quien la crea. El poema no se “produce”, no es un objeto de consumo. El poema se crea. Sí es una creación porque toma lo que hay y de ello hace algo que no hay. Esa es la más alta dimensión del hombre, que todos llevamos escondida en alguna parte.
En uno de los inolvidables poemas de Las flores del mal, Baudelaire dice que el mundo es como un bosque de símbolos: hay voces que llaman y voces que responden, entrecruzándose. Aquí se podría aplicar tal mirada: un poema mueve a otro.
Todo poema viene a insertarse en un mundo de poesía, arrastra consigo ese mundo. ¿Cómo no ver esa interrelación? Y sin embargo, paradójicamente, el poema es también autónomo: hay que verlo en su propia ley interior, al mismo tiempo que es preciso verlo en toda la poesía. Es la visión de Mallarmé: escribir un solo libro entre todos. Escribimos un solo poema. Lo que entonces surge es de todos y de nadie en particular. Es el hecho poético…” (De La fidelidad al relámpago. Una conversación con Roberto Juarroz).
Para la memoria de los pueblos
“Más que una vocación, la poesía es un destino. En ella se encuentra un cincuenta o sesenta por ciento de oficio, de rigor, de disciplina. Un poeta es una gente “descarnada”, es decir, una persona que va por el mundo sin piel, con la carne viva. Por lo tanto, las cosas que suceden le afectan más que a otros. No tiene nada que lo cubra, que lo proteja, y entonces, como respuesta a la vida, se da a la poesía. Un ejercicio impúdico, en el que el hombre se tiene que desnudar para escribir. Darse totalmente en cuerpo y alma. Hay que tener el oído bien despierto, alerta los ojos y toda la piel al descubierto. El instante en que usted escribe es de verdadera comunión con las personas y con la vida. Hasta con los muebles y las cosas. Escribir es el verdadero sentido de la vida. La poesía es liberadora. Sobre todo de las tensiones humanas. Creo que uno es como una caldera que está ardiendo y que va aumentando la presión cotidianamente, hasta que explota o hasta que se le abren las válvulas. La poesía es una de las válvulas que tenemos para liberar la caldera de la presión que vivimos, tanto de la alegría como del dolor. Las palabras llegan. ¡Ellas llegan! ¡Muchas veces ellas llegan aunque no las llame, pero me doy cuenta al momento de escribir!” (Jaime Sabines). “La poesía es una reflexión de la vida real. Es como un artículo en un periódico, una observación de lo que se vive en el mundo. Y algunos de mis poemas vienen de esa melancolía por el paraíso perdido y la tragedia de la guerra. La poesía es también un grito del corazón. (Indran Amirthanayagam). La poesía es la memoria de los pueblos y la gran fabricante de fantasmas.” (Octavio Paz).
“Aplastado por el cosmos, el hombre se yergue y lo desafía, el poeta desafía al universo. Por la poesía se iguala o supera al cosmos. La poesía es revelación, es vida en esencia, es el universo que se pone de pie. En realidad, la poesía nos hace ver todo como nuevo, como recién nacido, porque ella es descubrimiento, iluminación del mundo. Cuando sentimos que nos salen alas en la garganta y que todo nuestro cuerpo tiembla, estamos en presencia de la poesía. La poesía da vida a la muerte y más vida a la vida. La poesía es la vida de la vida, por eso podemos decir que es el juego de la vida y de la muerte. La poesía siente más que nada el destino del hombre, y cuando creéis que está cantando, ella está llorando la libertad que es el paraíso perdido o, mejor dicho, el paraíso nunca hallado del ser humano.” (Vicente Huidobro).
“La poesía es resistencia frente a un mundo que se vuelve cada vez más cruel, cada vez más terrible, deshumanizante, porque todo lo que pasa no está fuera de lo humano, y creo que la palabra es una forma de resistencia muy clara frente a todo esto. Lo extraordinario es cómo la poesía pese a todo, a las catástrofes de todo tipo, humanas, naturales, viene del fondo de los siglos y sigue existiendo. Ese es un gran consuelo para mí. Va a seguir existiendo hasta que el mundo se acabe si es que se acaba alguna vez.” (Juan Gelman).
Para la salvación del hombre
“Definir la poesía es una imposibilidad, una utopía, algo que no puede hacerse. Yo preguntaría: ¿se puede definir la vida? ¿Se puede definir la muerte, la música, el amor? No en vano… se habla de ese no sé qué. Y no hace mucho Pedro Salinas decía: Todo comentario a una poesía se refiere a elementos circundantes a ella: estilo, lenguaje, sentimientos, aspiraciones, pero no a la poesía misma. La poesía es una aventura hacia lo absoluto.
La poesía no se explica por circunstancias exteriores. Mucho más que las vinculaciones entre poesía y biografía interesa la relación entre la poesía y la vida interior. Creo que entonces terminaríamos por comprender que toda vida, si se la vive en profundidad, puede desembocar en la poesía. La poesía no es un oficio o una profesión, sino una forma de vida. ¿Un destino? Sí, es un destino. Pero es destino si el destino comprende azar, necesidad y también libertad, lo cual es señalar de alguna manera que no hay destino en la poesía sin creación.
La poesía equivale, para el poeta, a alguna forma de salvación. En primer lugar, la de sí mismo. Esa salvación equivale a la salvación del hombre: en sí mismo y en los demás. ¿Tiene la poesía un futuro? Yo preguntaría: ¿es suplantable la muerte, el hombre, el misterio, el infinito? ¿Es suplantable la palabra en relación con todo eso? Si las respuestas son no, la poesía sí tiene un futuro. El futuro de la poesía es como su pasado: para ella no existe el tiempo. La poesía es.” (Fragmentos de: Juarroz, Roberto: “Poesía y Creación – diálogos con Guillermo Boido”).
Para el asombro antiguo
Borges ante el espejo de su sombra
A veces en las tardes una cara nos mira desde el fondo de un espejo; el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara. Aquí también esa desconocida y ansiosa y breve cosa que es la vida. Más allá de este afán y de este verso me aguarda inagotable el universo. Dejo que me sucedan los días, acostado en la oscuridad. Aún, siquiera parcialmente, soy Borges… no sabré quién fue Borges. ¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía. Piensa que de algún modo ya estás muerto. Si pudiéramos comprender una sola flor sabríamos quiénes somos y qué es el mundo. Oh destino el de Borges, haber envejecido en tantos espejos, haber buscado en vano la mirada de mármol de las estatuas, haber examinado litografías, enciclopedias, atlas, haber visto las cosas que ven los hombres, la muerte, el torpe amanecer, la llanura y las delicadas estrellas, y no haber visto nada o casi nada sino el rostro de una muchacha de Buenos Aires, un rostro que no quiere que lo recuerde. Oh destino de Borges, tal vez no más extraño que el tuyo.
Gracias quiero dar al divino laberinto de los efectos y de las causas…por el fulgor del fuego que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo… por el hecho de que el poema es inagotable y se confunde con la suma de las criaturas y no llegará jamás el último verso… por la música, misteriosa forma del tiempo.
La mano jironada de un mendigo agrava la tristeza de la tarde. La noche es una fiesta larga y sola. La calle es una herida abierta en el cielo. Ajedrez misterioso la poesía, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto. Los días son una red de triviales miserias, ¿y habrá suerte mejor que la ceniza de que está hecho el olvido? Qué importa el tiempo sucesivo si en él hubo una plenitud, un éxtasis, una tarde. Creo en el alba oír un atareado rumor de multitudes que se alejan; son lo que me ha querido y olvidado; espacio y tiempo y Borges ya me dejan. Dios ha creado las noches que se arman de sueños y las formas del espejo para que el hombre sienta que es reflejo y vanidad. Por eso nos alarman. Ver en la muerte el sueño, en el ocaso un triste oro, tal es la poesía que es inmortal y pobre. La poesía vuelve como la aurora y el ocaso.
Pido a mis dioses o a la suma del tiempo que mis días merezcan el olvido, que mi nombre sea Nadie como el de Ulises, pero que algún verso perdure en la noche propicia a la memoria o en las mañanas de los hombres. Yo que soy el que ahora está cantando seré mañana el misterioso, el muerto, el morador de un mágico y desierto orbe sin antes ni después ni cuándo.
Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar, hay una calle próxima que está vedada a mis pasos, hay un espejo que me ha visto por última vez, hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo. Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos) hay alguno que ya nunca abriré. Este verano cumpliré cincuenta años; la muerte me desgasta, incesante.
Las cosas no sabrán nunca que nos hemos ido. Morir es una costumbre que sabe tener la gente. A todos, tarde o temprano, nos va entregando la vida. Los gauchos aprendieron los caminos de las estrellas. Fueron pastores de la hacienda brava. Eran sufridos, castos y pobres. La hospitalidad fue su fiesta. Alguna noche los perdió el pendenciero alcohol de los sábados. Morían y mataban con inocencia. No dieron a la historia un solo caudillo. Vivieron su destino como en un sueño, sin saber quiénes eran o qué eran. Tal vez lo mismo nos ocurre a nosotros.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas. Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro, a mi álgebra y mi clave, a mi espejo. A veces en las tardes una cara nos mira desde el fondo de un espejo. Pronto sabré quién soy. Quiero ser recordado menos como poeta que como amigo. Quiero morir del todo; quiero morir con este compañero, mi cuerpo. Agua, te lo suplico, acuérdate de Borges, tu nadador, tu amigo.
Para un no sé qué
Y todos cuantos vagan, / de ti me van mil gracias refiriendo, / y todos más me llagan, / y déjame muriendo/ un no sé qué que quedan balbuciendo. (San Juan de la Cruz). Y como la sal está en el trigo, la mar en ti en su principio, la cosa en ti que fue de mar, te ha dado ese sabor de mujer feliz y a la que uno se acerca… (Saint-John Perse). Me han sucedido muchas cosas, como a todos los hombres. He encontrado placer en muchas cosas: nadar, escribir, contemplar un amanecer o un atardecer, estar enamorado. Pero el hecho central de mi vida ha sido la existencia de las palabras y la posibilidad de entretejer y transformar esas palabras en poesía. (J.L.Borges). La poesía es en mí una necesidad y escribo porque no encuentro remedio para no escribir. La sentí, como sentí mi condición de hombre, y como hombre la conllevo, procurando a cada paso dignificarme a través de sus martillerazos. Me he metido con toda ella dentro de esta tremenda España popular, de la que no sé si he salido nunca. En la guerra, la escribo como un arma, y en la paz será un arma también aunque reposada. Vivo para exaltar los valores puros del pueblo, y a su lado estoy tan dispuesto a vivir como a morir. (Miguel Hernández). Para Aristóteles la poesía ocupa un lugar intermedio entre la historia y la filosofía. La primera reina sobre los hechos: la segunda rige el mundo de lo necesario. Entre ambos extremos la poesía se ofrece “como lo optativo”. “No es oficio del poeta dice García Bacca contar las cosas como sucedieron, sino cual desearíamos que hubiesen sucedido”. El reino de la poesía es el “ojalá”. El poeta es “varón de deseos”. En efecto, la poesía es deseo. Mas ese deseo no se articula en lo posible, ni en lo verosímil. La imagen no es lo “imposible inverosímil”, deseo de imposibles: la poesía es hambre de realidad. (Octavio Paz). La ciencia propiamente dicha nada tendrá que pretender, al declararse súbitamente la poesía ciencia en sí, ciencia de las ciencias, capaz de bastarse, en posesión de reglas caprichosas, que se diferenciarán de un poeta a otro, a pesar de provenir de una ley primordial, la ley de los dioses. (Saint-Pol-Roux). La física, la infortelemática, la computopía y la teología son y seguirán siendo ramas de la poiesología, de la Poesía. (Pablo Mora). Creo en la futura armonización de estos dos estados, aparentemente tan contradictorios, que son el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, en una sobrerrealidad o surrealidad, si así se puede llamar. Se cuenta que todos los días, en el momento de disponerse a dormir, Saint-Pol-Roux hacía colocar en la puerta de su mansión de Camaret un cartel en el que se leía: EL POETA TRABAJA. (André Bretón). El crepúsculo instante transitorio es como la morada natural del estado de espíritu que nos puede abrir el poema. El máximo poeta de los llamados «crepusculares» italianos, Sergio Corazzini, describió este estado: «Santitá delle sere / che non hanno domani», es decir, la santidad de los atardeceres que no tienen mañana. Este instante de visión nítida el poema tiene la claridad transitoria e inusual del poniente que luce y morirá como todos nosotros. Quietos, nos deja al borde de la plegaria ante el mundo natural. (Pere Gimferrer).
Para descubrir los secretos del mundo
“La poesía existe. Tal vez no sepamos entenderla, tal vez la vida que llevamos no nos deje sentirla, tal vez la vivamos sin darnos cuenta o dándonos cuenta, tal vez, tal vez. La poesía existe así como existe la violencia, lo mismo que existe el amor. Vivimos entre años-oscuridad y años luz y sin embargo la poesía existe y un día tendremos que comprenderla, tal vez, tal vez.” (Neftalí Beltrán).
Desciende por favor a sus entrañas. Verás que el corazón de los poetas es un injerto de desierto y luna. Amigo de la sombra y sus caudales, de la sombra difusa de la muerte, de las maneras de morir al día. Revelarás el triunfo del poeta: saberse polvo, polvo enamorado, velando a pensamiento desatados. Vive fuera de sí o muy adentro. Sabe el tamaño exacto de la pena. Conoce el lado oscuro de la rosa y la terrible majestad del pan. De lumbre en lumbre, en orfandad suprema hijas de los trigales y las piedras su cólera y ternura vagando andan por campos, farallones y veredas. Vigilia del asombro detenido, marchándose de prisa sin moverse, estatua en soledad, en estampida. Remontando hacia adentro de la lumbre, entre umbrales, abrojos y neblinas, subterránea fuente al descubierto.
“El poeta representa el drama angustioso que se realiza entre el mundo y el cerebro humano, entre el mundo y su representación. El que no haya sentido el drama que se juega entre la cosa y la palabra, no podrá comprenderlo. El poeta conoce el eco de los llamados de las cosas a las palabras, ve los lazos sutiles que se tienden las cosas entre sí, oye las voces secretas que se lanzan unas a otras palabras separadas por distancias inconmensurables. Hace darse la mano a vocablos enemigos desde el principio del mundo, los agrupa y los obliga a marchar en su rebaño por rebeldes que sean, descubre las alusiones más misteriosas del verbo y las condensa en un plano superior, las entreteje en su discurso, en donde lo arbitrario pasa a tomar un rol encantatorio… El poeta os tiende la mano para conduciros más allá del último horizonte, más arriba de la punta de la pirámide, en ese campo que se extiende más allá de lo verdadero y lo falso, más allá de la vida y de la muerte, más allá del espacio y del tiempo, más allá de la razón y la fantasía, más allá del espíritu y la materia. Allí ha plantado el árbol de sus ojos y desde allí contempla el mundo, desde allí os habla y os descubre los secretos del mundo. Hay en su garganta un incendio inextinguible Hay además ese balanceo de mar entre dos estrellas. Y hay ese Fiat Lux que lleva clavado en su lengua.” (Vicente Huidobro).
“La poesía cruza la tierra sola,/ apoya su voz en el dolor del mundo/ y nada pide/ -ni siquiera palabras.//Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;/ tiene la llave de la puerta./ Al entrar siempre se detiene a mirarnos./ Después abre su mano y nos entrega/ una flor o un guijarro, algo secreto,/ pero tan intenso que el corazón palpita/ demasiado veloz. Y despertamos.” (Eugenio Montejo).
“La poesía existe o no existe; eso es todo. Si es, es con tal evidencia, con tan imperial y desafectada seguridad, que se me pone por encima de toda posible defensa, innecesaria. Su delicadeza, su delgadez suma, es su grande invencible corporeidad, su resistencia y su victoria. Por eso considero la poesía como algo esencialmente indefendible. Y, claro es, en justa correlación, esencialmente inatacable. La poesía se explica sola; si no, no se explica. Todo comentario a una poesía se refiere a elementos circundantes de ella, estilo, lenguaje, sentimientos, aspiración, pero no a la poesía misma. La poesía es una aventura hacia lo absoluto. Se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino; eso es todo. Hay que dejar que corra la aventura, con toda esa belleza de riesgo, de probabilidad, de jugada… Cuando una poesía está escrita se termina, pero no acaba; empieza, busca otra en sí misma, en el autor, en el lector, en el silencio… Estimo en la poesía, sobre todo, la autenticidad. Luego, la belleza. Después, el ingenio.” ( Pedro Salinas).
“Antes que sucumbir, la tierra se renovará por sí sola. Pero el hombre no sabe si sobrevivirá. Dirán: la poesía no ha erradicado la miseria, no ha evitado la guerra, no salvará al mundo. No nos ha salvado la poesía de la mezquindad de unos, devenida en miseria de todos. Pero ella nos rodea y constituye, aunque tantos resisten a su acción y su espíritu. La poesía puede salvarnos de nosotros, a pesar de nosotros. Para trascender la tragedia, el hombre tendrá que ser Otro. Porque la poesía existe, la humanidad a la que la exigencia del sueño habrá hecho sobrehumana, se reconocerá a sí misma. Para abolir la matanza. Y celebrar de nuevo en hermandad y cumplida justicia la existencia.” (Revista Prometeo)
“La poesía sigue en pie… no lucha porque no está dicotomizada… no se radicaliza porque va más allá de los contrarios… no se polariza porque es TODO... todo lo unifica, todo lo abarca, todo lo existe, todo lo sabe, todo lo goza, todo lo religa…”. (Jazmín Sambrano).
Sabe de noche, sabe de alborada. Del supremo quejido del obrero. Del fresco amanecer de la vacada. Del llanto del turpial sin hijo y nido. Del asomo del niño en el barranco. Del manso arroyo donde el cielo ríe. Del tardo abuelo en busca de una estrella. De la triste moneda del mercado. De ninfas, girasoles y arrebatos. Del sagrado silencio de las piedras. Del grito bochornoso, el pueblo bravo. De la muerte sonora de la patria. De la palabra, el pueblo y de la pólvora. De la pobre miseria enriquecida. Del siglo que despierta ensangrentado. De la aventura, el riesgo, la emboscada. De la belleza en que se enciende el alba. Del lugar en que el grito nos religa.
Momento en el que el hombre ofrece un caudal de indicios necesarios como para que la lluvia crea en él. Manera de subir al horizonte para contemplar la humana peripecia. Fórmula de atisbar, descubrir y denunciar la locura en que galopan los insomnios. Artilugio que pretende la construcción o destrucción del mundo.
Quijotada forjadora, ingenuo sueño, orgía mística, dolor humano, alma y lo que ocurre en ella: chanza, juego, danza. Memoria universal, lugar del alumbraje, laberinto creador, agonía de recuerdos. Soledad del laberinto, doloroso trance. Noche profunda, vagabunda, lujuriosa.
Libertad. Vacío, tempestad, silencio, mar. Cita, emoción, ofrenda, elevación. Intercambio, comprensión, goce, comunión. Vínculo, amor, muerte, vida. Diálogo, reflexión, espejo, cavilación. Retrato del mundo y sus costumbres. Ágora del lirio y la tragedia… La palabra.
Para llevar el infinito a cuestas
“La poesía es la soledad de un Dios sin reposo. Es el árbol que se amotina en el bosque en busca de perspectiva. Es el rompeolas de los mares enfurecidos. Es una enfermedad que no mata pero no deja vivir a quien la sirve. La poesía jamás presenta excusas porque carece de aciertos y de errores. Es una lágrima que de alguna manera origina al mar.
La poesía es la desviación de los vientos y el acierto de las dudas. Anda por cualquier parte convencida de haber llegado a la tierra prometida, a sabiendas de su fabulada inexistencia. Le gusta viajar por los caminos sin dioses y sin voces que la obliguen a ningún itinerario.
La poesía carece de antes y de después. No encaja en ningún prólogo ni en epílogo alguno. La poesía es el ansiado encuentro consigo mismo que jamás se logra. La poesía es la bala en acción, una plomada que cae, se adentra en el cerebro y envenena con sus fuerzas gravitales a la razón.
La poesía es asunto diferente. Muchos la intentan y pocos la logran. La hieren, la perturban, la simulan, la engañan, la venden… ¡ah!, cómo la someten a las condiciones del mercado, cómo la dilapidan y convierten en su propia caricatura. La poesía es el océano retador: poquísimos lo atraviesan y muchísimos apenas llegan a mojarse en sus orillas.
La verdad y la belleza asedian a la poesía en busca de la eternidad. Pero toda verdad es efímera y siempre está en tránsito de convertirse en equívoco y a cada instante se muere. La belleza se formaliza, se desgasta, aburre y se hace moda y también perece. La poesía y el azar mutualizan sus aciertos en medio de desesperados encuentros y ambos salen preñados de perennidad. En consecuencia la poesía no muere: nace.
La poesía es la máxima candela. Penetra y atormenta a las almas de sus devotos. Santifica la locura de quienes luchan y agonizan en sus retadores compromisos. Ilustra la sabiduría que se alcanza siguiendo los cánones del silencio. A cuestas lleva el infinito, al que suele adornar con victorias y derrotas, sin importarle el lauro o la condena. La poesía derrocha desnudez y la oscuridad, por mucho que quiera, no podrá cubrir sus formas. Es una piedra inconclusa, donde, confluye toda al paso de los ríos de la aurora.” ( Extractos de: Barrios, Jesús Enrique: “De poesías y poetas”).
Para salir a la percepción de la mirada
“Está presente en la obra poética eso llamado por Heidegger “la temporalidad”. Es el tiempo de la existencia el único paraíso conocible hecho con el drama de su naturaleza diádica, del bien y el mal, lo bello y lo feo, el goce y el dolor, lo justo y lo injusto, la libertad y la miseria, en fin. Constituye la substancia de la temporalidad la vivencia. Pero ¿qué entendemos por vivencia? Creó este vocablo José Ortega y Gasset para verter al castellano el término alemán Erlebnis. Compleja palabra cuya traducción literal sería ese extraordinario logos llamado “aventura”. Mas a su vez Erlebnis viene de leben, vivir, y de Leben, vida. Relacionase entonces vivencia con la aventura de vivir; valga decir, entender la existencia cual una andanza, un peregrinaje por este magnífico y mistérico regalo de la oportunidad de estar sobre la tierra, esta errancia donde el hombre se halla con eso mentado asombro, esos espacios del tiempo cuando se topa el humano con la excelsa sorpresa, la maravilla conmocionadora del espíritu y lo marca, deja esa huella perenne llamada memoria. Define, pues, la vivencia vida vivida y permanece cual ventana en el recuerdo, diferente de la experiencia objetiva más bien sujeta ésta a la cotidianidad y a la rutina. Son en realidad las vivencias las verdaderas hebras estructurantes del espíritu en cuanto éste tiene de tiempo, de “advenir sido” (Heidegger). Las asume el hombre como su fortaleza, su armadura de existir. Hilvanan ellas la historia interior de cada vida, el resto en el olvido se pierde. Necesariamente entonces el receptáculo de las vivencias la elocución; en el caso del trovador éste al través de la kalós, la belleza, la dignifica para verterlas transformadas en poseía.” (Lubio Cardozo).
“La poesía en el poema, lo poético, nutre todas las estructuras de la composición, el léxico, los tropos, las figuras, el verso y la estrofa (si los hay), la musicalidad. La poesía comprende la belleza, la engloba, pero va más allá de ella. Incorpora el pensar, ideas, visiones, a su entidad; no obstante a todos ellos los subyuga para salir a la percepción de la mirada y del oído, a accionar la inteligencia (interpretando una frase de Plotino se podría decir en este caso, la inteligencia se hace entonces ser de la poesía y el ser de la poesía se hace a su vez inteligencia. Enéada sexta. VI, 2) a ser percibida, sentida, intuida; a ser placer, conocimiento, misterio y sobrecogimiento.” (Lubio Cardozo).
Para alumbrar la maravilla
En torno al Festival Internacional de Poesía, en la ciudad de Medellín, sostiene uno de los asiduos participantes, el poeta uruguayo Clemente Padín: ”En instantes en que toda una campaña internacional de desprestigio y desvalorización de la sociedad colombiana, llevada a cabo por los mismos que promueven el “Plan Colombia”, intenta forzar a la opinión pública mundial a aceptar una intervención militar solapada e indirecta, la poesía, mejor dicho sus cultores, los poetas, deciden con su presencia masiva forzar ese bloqueo contra la esperanza y la paz.”
Justamente sus propios promotores siempre han estado convencidos de que el Festival fue fundado en 1991, en medio de un clima de violencia y muerte, como expresión de la capacidad movilizadora de la poesía para reconstruir el tejido social lacerado por la explosiva disgregación y proponer nuevas alternativas a la vida humana. Indudablemente, una multitudinaria cita de las más diversas y desencontradas tendencias poéticas del mundo entero; “la mayor y más grande concentración de artistas de la palabra en un solo punto” en observación de Padín. El éxito rotundo del Festival, la consolidación de las organizaciones de poetas y los festivales internacionales de poesía existentes en el mundo; el surgimiento constante de nuevos proyectos similares, La Academia Mundial de la Poesía, cuyo corazón late ya en Verona, permiten prever una influencia cada vez mayor de la poesía en la sociedad humana, máxime cuando ya comienza a afirmarse que este siglo será poético o no será.
El tiempo da, así, la razón a Jorge Zalamea, autor de “La poesía ignorada y olvidada”, quien en 1966 sostenía que al menos cuantitativamente no había para ese entonces una crisis poética sino, por el contrario, una explosión poética, donde el público, las masas, respondían a ese fenómeno, explicando tal panorama con estos enfáticos, proféticos términos: “Ante la demanda popular de poesía, los poetas, consciente o inconscientemente, se han percatado de que su obra no puede estar ya limitada por las pastas del libro sino que tiene que retornar a sus más primitivos orígenes: la poesía comunicada al aire libre, de boca en boca, en comunión del poeta con sus oyentes.”
La poesía, que desde su primigenia madrugada fue el cauce natural del hombre para descifrar su lento asombro; la poesía, por la que paulatinamente el hombre busca afianzarse, proseguirá eternamente predicando y develando lo enigmático, lo irredimible; lo lumínico, lo inimaginable, lo asombroso, lo inaudible que reposa en la oquedad fulgente del camino. Parte de asombro, lunas y ocultamientos, en aparente complicidad, “se hermanan para alumbrar la maravilla… descubrir la dicha oculta… exultar la certeza sensible”, volver al hallazgo de estar vivos, de ser definitivamente “un gran dolor en viaje”.
Para todos y por todos
“La poesía debe ser hecha por todos”. Insistía Lautréamont, reencontrándose con afluentes de antiguos proverbios africanos como el que nos recuerda Gustavo Pereira: “El hombre se hace hombre por los otros”. En efecto, Carlos Yusti observa que la sentencia de marras alude a un sentido más vital que literario: “La poesía como una manera de obrar y hacer (ético y estético) en la vida ordinaria”. Juan Calzadilla, al respecto, apunta: “La poesía como actitud transmisible, como género cotidiano y como actividad pública de los sentidos necesita de la presencia de un autor anónimo que vuelva realidad el postulado según el cual la poesía debe ser hecha por todos, aunque sea UNO solo quien finalmente la haga.” La antigua nostalgia de una poesía hecha por todos y para todos, tal como lo enfatiza Octavio Paz, “conciencia histórica, conciencia de la separación y tentativa por reunir lo que fue separado… Poesía, momentánea reconciliación: ayer, hoy, mañana; aquí y allá; tú, yo, él, nosotros. Todo está presente: será presencia.” A modo de cuerpo místico creador, donde unos militamos ante aquellos triunfantes, gozosos o purificantes. Visión del mundo comulgatoria, dentro de una Sociedad Anónima o Comunión Poética, auténtica Poesía Colectiva o Poesía, Sociedad Anónima integrada por los poetas que fueron, que son o que vendrán.
Si el hombre se hace y crece en comunión con los demás hombres tal como se nos ha repetido, con mayor razón los poetas en Comunidad Poética enarbolan una Conciencia Colectiva, hermanados en una tarea común de liberación: “reivindicando las potencias del arte, de la poesía, en su sinceridad, en su capacidad de cuestionar, de descubrir, de proponer, de exaltar, de sublimar a los seres humanos y de ayudarlos a vivir la vida como belleza, como don de la providencia, como obra del amor por la humanidad y del trabajo.” Copartícipe de una misma experiencia cósmica, de un cósmico dolor, el poeta desemboca en una convivialidad creadora; expresándose en el lenguaje de la tribu de que nos habla Albert Béguin, ligando indisolublemente su destino individual en el destino de los demás. El poeta, en unidad cósmica, da expresión al espíritu de su pueblo, como lo aconseja Jacquetta Hawkes, porque “hubo una época en que la poesía era del pueblo. Hasta que no vuelva a ser del pueblo, la poesía no volverá a ser la poesía.” (Jaime Jaramillo Escobar).
“La poesía reafirma siempre, es su misión, la integridad, la autonomía, la dignidad del ser humano. Si la poesía lograra un día vencer su batalla, si llegara finalmente a salvar el alma humana, si un día la unidad de las creencias, la primacía del espíritu fuera aceptada por todos como regla fundamental de cada sociedad, la poesía habría ganado su batalla y las dificultades morales que siempre han dividido a la humanidad tan trágicamente al fin se resolverían… Los modos de la poesía son infinitos, tantos cuantos son los poetas del pasado, de hoy en día y del futuro.” (Giuseppe Ungaretti).
Definitivamente, aunque sea uno quien finalmente la haga, la poesía debe ser hecha por todos. (Lautréamont). Un poema es una suma de hombres y una combinación de palabras. (Homero Aridjis). Los unos somos otros. Solos, no somos nada, nadie; juntos, inmortales. En el interior de cada hombre están todos los hombres. (J. M. Briceño Guerrero). El otro Borges que es y no es Borges sabía perfectamente que todas las obras son obra de un solo autor intemporal y anónimo dentro de “la utopía del libro infinito ya escrito o del libro que por otro uno escribe o por uno otro termina”. O como se lo pregunta Mario Benedetti: “Quién hubiera dicho/ que estos poemas de otros/ iban a ser/míos… quién hubiera dicho/ que estos poemas míos/iban a ser/ de otros.” En verdad, la poesía debe ser hecha y hecha por todos y para todos.
Para despertar a latigazos el silencio
Para recoger la rabia y la ternura de los sueños. Para escudriñarle los secretos a las piedras. Para adentrarnos en la memoria de los soles. Para recordar la vida de alguien que se llamó Fray Luis y era poeta. Para llegar al corazón del hombre que nos mira desde arriba, de la estrella. O desde abajo, nos grita, nos pide le ayudemos. Para afinarle la guitarra a alguna tarde. Para dar con el nombre esacto de las cosas. Para descifrar la semiótica de las flores, las estrellas, los temblores y los pobres. Para levantarse a las tres de la madrugada a torear la muerte, llena de una larguísima tristeza con tantos pasos para dar con uno. Para sabernos vivos todavía “bajo el granado trigal de la noche insomne, rumorosa de viento alto y de luceros”. Para templarle la cuerda a la esperanza en busca de un pedacito más de vida. Para saludar a la nieve allá en Saluggia o recordar que a veces el azul está de luto. Para sentir los taladros de la muerte, las pisadas nocturnas del labriego o los pasos de Dios sobre el planeta. Para saber que al hombre lo vigila el corazón. Para convencernos que roja será la rosa en el azul del sueño. Para llegar al mar y a tanta llamarada viva. Para caer en cuenta que, calladamente, todo, el hombre va dejando.
Para acompañar la vida a sol y sombra, donde sea preciso. Para confiar en la vida repentina o en “la dicha de vivir completamente”. Para dar con la lluvia deshojada. Para la soledad, el musgo, el conticinio. Para cobijar el soñar de la demencia. Para la verdad que sólo conocen las estrellas. Para vigilar nuestra rebelde sembradura. Para el fogonazo o la luz total de nuestras sombras. Para revelar el mundo, el hombre; para protegernos de la muerte con pistolas cargadas, capaces de hacer que cada hombre tenga que inventar cada día. Para contarle a Manuel Felipe que nadie le canta a la neblina o apenas si se ven las mariposas. Para caer en cuenta de la nada. Para que el niño de la Tierra tenga al lado de un Platero su guitarra. Para que la ancha pena dolorida se esfume diariamente en la alegría. Para entonar el sideral concierto del turpial. Para alojar en el alero a la antigua serenata. Para que a Jara lo lleve una paloma entre sus alas. Para abrirle las puertas a la noche por donde pase la ilusión del alba. Para que el arco iris vesperal al hombre de la estrella nos remonte. Para que la aurora sea capaz de convertirse en Dios. Y el canto de la alondra instaure la alegría en el viejo dividive. Para que el arma se deponga pronto y se empuñe la paz de la mañana. Para que cese el cósmico dolor de la galaxia. Para que a tantas guerras desbocadas las detenga un bordón amanecido.
Para saber que está completamente prohibido llorar sobre los vivos y menos aún sobre los muertos. Para abrazarnos a la Paz desde las barricadas de la guerra. Para prestarle al Comandante su montaña, su sierra, sus morteros; su soledad, su naufragio, sus planos, sus trincheras, sus secretos; su escondite, sus manos, sus portentos; para empuñar fusiles nuevamente. Para prestarle su mochila, su escopeta, su carabina, su boina, su barba, su estrella, su bandera o arrechera; su revólver, su camisa, guayabera y documentos. Sus botas, su pistola, su dolor, su ternura, su sonrisa, su tormento y recovecos; su frente, su fusil y sus morteros; su fuerza, su foco, su asma, su garganta y su pañuelo. Su morral, su memoria, sus veredas; su nobleza, su magia y suerte y comunión y poesía y espera; el tiempo que le falte para una Nueva Era.
Para respirar juntos el silencio del silencio del silencio del silencio del silencio… ¡Para aquella Gruta Clara y Luminosa! ¡Toda nosotros, toda violencia, toda muerte! Para la aspiración. Para la espiración. Para la queja, la aflicción, para el deseo. Para que sople el viento blandamente. Para respirar el aire que quedó en la infancia. Para juntar todos los pasos y oír la algazara de los sueños. Para los silencios de las sombras que esconden a su Dios. Para el azul que ennegrece en las colinas. Para la aldea sin molinos, para sus casas de cal, sus cafetales, sus veredas, sus esquinas, húmedos de llorar por dentro, de tanto ser testigos. Para el silencio de la arboleda. Para espiar cada aurora y comprobar claramente que el día no existe, que la noche se apoderó del mundo. Para enredar las trinitarias con el melindre, la harina y el azúcar del silbido penetrante de la flauta pequeña de los ángeles. Para cantarle a la fogata. Para la serena mirada de la abeja en medio de la plegaria de la violeta y el responso de la araña. Para ese párpado de hormiga que apenas somos. Para el letargo de las horas, donde yacen el alarido, la conciencia, las carnes vulneradas. Para despertar a latigazos el silencio. Para los estambres, las astillas y estallidos. Para estrenar truenos, trenos, trinos, tiros, franjas, fraguas, fragores, fogonazos…
Para defender el milagro de la vida
Para expresar asombros y nochuras. Enterrar la muerte. Inventar la vida. Abrirle los postigos a la noche. Cerrar los ojos a la luna. Dar con el árbol del primer camino. Con la vereda que nos vio salir. Tomarle el pulso al hambre. Saber del diapasón del pobre. De las creencias de Dios y sus costumbres. De los rituales del viento y sus cofrades. De la imagen horrenda del futuro. De la luciérnaga y su antiguo enigma. Saber de la escritura de las piedras. De la alta transparencia de los mudos. Del colosal silencio de los grillos. Para tantearle a los sueños sus luceros. Conocer las entrañas de las hojas. El corazón del bosque y sus vitrales. El páramo, sus cuitas y plegarias. Desenterrar el misterio de la rosa. Ahuyentar la sombra y sus reveses. Escapar del ladrido de la calle. Del hosco muñón del peregrino. Del puñal que en la acera nos espera. O del barco que acecha nuestras costas. Dar con el ámbar del primer arroyo. Traspapelar la terquedad del lunes. Aullar juntos delante de los cielos. Para escucharle al pobre su alarido. Compartir esperanzas con el árbol. Esperar a que baile el arco iris.
Para seguir ensayando la palabra. Para creer firmemente en la insurrección como garantía de los pueblos. Para oír todos los suspiros y proteger el pueblo con palabras. Para dar la mano y enseñar el camino. Para gritar valientemente, a tiempo. Para confirmar que “la civilización no es más que una injusticia armada.” Para seguir siendo seres en marcha. Para saber que basta un lucero para que haya noche. Para vivir mientras el alma nos suene. Para morir cuando la hora nos llegue. Para que caiga la palabra en otra franja fecunda que es como decir la vida.
Para registrar ventoleras, arrebatos y miserias. Expulsar el despojo mutilado. Ser libres así el fuego nos cercene. Quitar algunas comas al crepúsculo. Ver la noche sin que nadie contradiga. Para morir de pie a pesar de los milagros. Eludir la risa ensangrentada. Salvar la luz, sin la cual la tierra gemiría de espanto. Dar con una migaja de soledad marina. Con el grano de arena que a las costas de la divina antigüedad nos ata. Para atravesar, siempre a la intemperie, incertidumbres, agonías, interrogantes y tragedias. Dar forma al vacío de modo que éste sea posible; ojos al poema para que pueda cruzar la calle; alas a Dios para que pueda llegar al hombre. Para robarle sin que sepa una sonrisa al sol en la arboleda. Mirar el cielo solamente en el momento necesario. Cruzar, no la aurora, sino el alma en que ampara su soñar. Para ventilar, aupar, asolear la eternidad cada día. Verse en el cielo gris, en la trémula víspera del júbilo. Escuchar a la soledad y dirigirle la palabra. Llegar con los ojos abiertos a la mirada final.
A punta de hombre, tempestad y grito. Por obra y gracia del asombro a secas. Por el relámpago final del hambre. Por la luciérnaga y su insomne lumbre. Contar con la vigilia para el día. Con porvenir para fraguar enigmas. Defender el milagro de la vida. La fogata que lleve al alumbraje. A tiro limpio, la bondad del hombre.
Para “que cada palabra lleve lo que dice.” (R. Cadenas).
Para amar a los otros
“Si hay una cosa de contornos indefinidos, de definición imposible, es la poesía. Sin embargo, es instantáneamente reconocible porque es comunicación al estado puro, libertad absoluta de lenguaje, lugar donde se confunden lo real, lo posible y lo necesario. La poesía acompaña a la humanidad desde la noche de los tiempos. Es practicada y apreciada en todas las edades, en todos los contextos culturales. Mientras ilustra la vida y la historia de los pueblos y se nutre de las modas y preocupaciones del momento, aporta en sí un elemento universal más allá de las fronteras de tiempo y de espacio. Así podemos sentir una emoción inmensa al escuchar un poema escrito en otras latitudes de las que ignoramos todo pero que refleja sin embargo la humanidad de nuestra propia existencia… Que se abran las puertas a este supremo y esencial arte. Puesto que amar la poesía nos ayuda a amar a los otros.” (Koïchiro Matsuura).
“La Poesía es un elemento que no tiene contornos definidos; no le conocemos longitud, altura, ciclo molecular, peso específico. Mas le conocemos su sabor exacto: es un sabor a trigo, a leche y miel, a rosas, a durazno, que como un corazón recién nacido palpita entre los dedos de las hojas por su sola dulzura sostenido.” (Tiberio León)
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© Pablo Mora 2002 Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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Datos Bio-bibliográficos
Pablo Mora
(Venezuela, 1942)
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