s.XX - Poesía experimental - Miguel Labordeta: Poesía revolucionaria, 1950

Contemplando los numerosos libritos que durante estos últimos años han abortado las múltiples colecciones poéticas que asolan nuestra patria (a nuestra España le ocurre lo que al perro flaco) surge una pregunta insistente: ¿Va a alguna parte nuestra poesía actual? Vista así, a través de las “capillas” oficiales y subvencionadas; creo que la contestación adecuada es un: ¡No! rotundo. No, no va a ninguna parte; pues es una poesía “subvencionada”, excelentemente mediocre, de un blando tono nostálgico y artificiosamente perfecta (insoportablemente perfecta), está absolutamente estancada y ya nos comienza a corroer su putrefacción.

Está haciendo mucha falta que nuestros poetas planten sus tiendas de campaña entre las cuatro esquinas de la estupidez burguesa o del analfabetismo plebeyo y eleven sus voces antiguas y futuras, como profetas que son, a través de la oscuridad multitudinaria y griten las verdades eternas del hombre de hoy al mundo entero, sin contemplaciones. Ya sé que esto es arriesgado y que así no se gana ningún premio “Adonais” u otros por el estilo; pero fastidiarse, amigos, fastidiarse y no haber nacido poetas, sino “copleros” populares o hábiles tenedores de libros, futbolistas, etc., etc. Es preciso pues, una poesía revolucionaria (incluso con las limitaciones que esta palabra, tan manida, tiene) y que ardientemente se encare con la terrible faceta contemporánea; con desparpajo, con desvergüenza santa, con rabia y amor y asco, y además, con esperanza; es la poesía de los hombres que hemos nacido entre declaraciones de guerra, campos de concentración, técnicas maravillosas, gorilismo deportivo y que, por añadidura, presentimos sobre nuestras espaldas otra nueva guerra de perspectivas catastróficas insospechadas.

Atrás los artificios aconsonantados y vacíos, o las inconsciencias surrealistas por otro lado; esto ya no nos basta. No una poesía minoritaria y cadavérica, mas tampoco una poesía popular y sentimental (sobre este tema creo que en esta misma revista se ha insistido ya, sin tener en cuenta, que popular es en el sentido más íntimo, sinónimo de vulgar, cursi, deficiente, facilón y manoseado; es decir todo lo contrario de lo que ansiamos y necesitamos.) No debe importar la popularidad ni el buen nombre académico; es preciso arriesgarlo todo y cantar, amigos míos, con la entraña misma del Mundo (compleja y espeluznante; sencilla y humilde también); cantar para todos los hombres; universalmente, con independencia absoluta; aunque el canto apenas sea comprendido en el momento, sino por algunos que quieren y pueden comprender (este “poder” es fundamental y es asunto principalmente biológico); mas, y esto es misterioso, la misión se cumple y al paso de las generaciones, se advierte que sólo los auténticos y audaces que abrieron nuevas rutas con sus creaciones, sobreviven y se reconocen como clásicos portavoces del alma de su época. Dentro y fuera de España se escuchan en este sentido voces fortísimas, aunque acorraladas en su feroz aislamiento. No nombro, pero las hay; y no precisamente de las que bullen en las “capillitas” “subvencionadas” (en esto tenemos mucho que aprender de la juventud poética americana). Espadaña puede y debe ser refugio de esa independencia universal y erencia brutal que contrasta con los espacios que los periódicos dedican a las transaciones de futbolistas. Pero no importa. A pesar de todo, va sonando la hora de que los poetas opten entre los sucios harapos académicos y la autenticidad revolucionaria. Hartos de la reacción de post-guerra civil, esperamos, pues, los grandes cantos representativos.

Revista Espadaña, 1950.
Tomado de http://www.10lineas.com/MiguelLabordeta/poemas.htm

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