s.XX - Otros del s.XX - César Simón: Nota del autor, 1984

No es el camino de la exaltación, sino de la inmersión. Ebrios de consciencia —fenómeno inexplicable por el que el mundo se sabe, a través de nuestro sabernos— estamos ahí, ante esa muralla, que no es más que el obstáculo de nuestra propia frente, vigilando, esperando, aventurando el salto. Mas nadie se presenta. La verdadera inminencia ¿no será el hecho de que nos encontremos ahí, simplemente?

«Entre un fundamento infundado y una finalidad sin fin», leemos. «La muerte de Dios debía acarrear inevitablemente la de todos los dioses.» Por eso estamos solos, ante dicha muralla. Nuestro mundo no es un mundo nuevo, sino despoblado. Nada significa la vida social, es irrelevante, aunque a ella dediquemos la mayoría de nuestro tiempo. Pero la gran tarea es este muro, al que nos orientamos apretando cada vez más, esforzando la penetración, intentando rebasar nuestros límites.

Renace hoy el interés por las mitologías, la necesidad de ellas. Pues el nuestro es un mundo sin dioses y sin mitos; un mundo mineral, desolado y hermético. No existe más que un dios, que es el vacío. Y los únicos monstruos, por conscientes, somos nosotros mismos. Asumámoslo. Las divinídades antiguas nos interesan, pero no nos sirven.

La consciencia, de origen social y colectivo, termina su aventura histórica internándose por las estancias deshabitadas de las que sólo irradia el silencio. ¿Sólo él? Quien hubiera prestado atención quizá haya llegado a comprender que ahí dentro ocurre algo, más allá de la vida y de la muerte. Son las verdaderas divinidades. Y la pregunta decisiva es: ¿Qué sucede en el interior de lo hermético?

Hasta que se produce el éx-tasis, mejor diríamos el ín-tasis, no una sensación placentera, sino mucho más, aunque se trata de una sensación física. La lucidez permanece quizá para preservarnos de las creencias, pero nuestro bulto sagrado flota. ¿Significa? Existe, en todo caso.

Antes de cerrar la puerta, entre el sol exterior y la oscuridad interior, nuestra sombra se recorta algunos instantes contra el suelo.

De: Precisión de una sombra (1984).
En: Pedro Provencio, Poéticas españolas contemporáneas: la generación del 50.

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