s.XX - Poesía social - José Agustín Goytisolo: En mi memoria y en mi lengua, 1980
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Como cachorro de poeta que era yo, atiborrado de lecturas de clásicos y contemporáneos que fui seleccionando según mi real gana, que es el mejor criterio que conozco, sabía que un escritor tiene dos modos de trabajar y desenvolverse en su lengua, que son la experimentación formal y la investigación ¡diomática.
Y dado que la realidad primera de un poeta es la forma literaria que trasciende a fluctuaciones de gustos y de estilos, trabajar en la forma significa, para él, tratar de construir un lenguaje formal propio, que le individualice. Para lograrlo, el poeta debe, entre otras muchas cosas ya sabidas, ponerse a la rueda de los avances tecnológicos que han incidido en los actuales medios de comunicación, para que su lenguaje literario resulte adecuado a nuestro tiempo y apto para ser difundido por cualquiera de los medios usuales, consiguiendo así hacer efectivo su destino social. Este paso ayuda al escritor a sobrevivir como tal, puesto que al ser el contenido de su creación poética la forma misma de tal creación, por la forma será juzgado, es decir, por su lenguaje poético.
Pero la experimentación formal ha de ir precedida, en el caso de un aspirante a escritor, y acompañada siempre, si se trata de un poeta o un novelista más hecho, de otro modo de trabajo: la investigación idiomática, el conocimiento de la lengua en la que uno se expresa y de los diversos y variadísimos materiales que la componen. El poeta debe conocer tales materiales para luego manejarlos y combinarlos, para poder experimentar con ellos y, como ya dije, intentar conseguir un lenguaje propio. Sé que muchos nuevos cachorros pensarán que investigar en un idioma para intentar domeñarlo, resulta menos estimulante que realizar ensayos formales. Pero si en estimulación piensan, y no en seguir el camino del menor esfuerzo —camino que, dicho sea de refilón, no conduce en literatura a ninguna parte—, yo les aseguro que conocer los entresijos de una lengua y remover los elementos que la componen, es un placer concupiscente por las sorpresas que depara. Muchos de esos elementos verbales, a veces los más nobles, hay que ir a buscarlos y rescatarlos, pues se encuentran sepultados por el peso de esa selva densísima y oscura, llena de troncos, papagayos, lianas, mandriles y raíces, a la que llaman tradición literaria.
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Experimentaciones e investigaciones me condujeron a considerar la poesía como un deslumbrante código de signos o como un gran signo único, hermoso, artificial y lleno de barbarie, y pensé que, a través de la poesía, podría yo significar, y también significarme, en mis poemas. A medida que iba ensayando diversos modos de expresión y profundizando en el conocimiento del idioma, empecé a despojarme de mis raídos mundos poéticos, pues tal ropaje me era innecesario en los nuevos ámbitos por los que transitaba. Me convencí de que nunca se llega a dominar completamente un idioma, y de que resulta absurdo pretender experimentar o innovar formalmente sobre el vacío.
Bastantes años más tarde leí algunas declaraciones programáticas de cierto número de ensayistas y escritores que no se habían distinguido hasta entonces, ni lo han hecho luego, por un dominio del idioma en el que intentan expresarse, en las que afirmaban con vehemente suficiencia que había que destruir el lenguaje y dinamitar el idioma. En sus plumas, tales palabras movían a sonrisa piadosa cuando no a carcajada, por lo que de parecido tenían con la conocida pataleta del niño gótico que rompe la baraja o el tablero porque no sabe jugar o porque pierde. Un verdadero artista, un creador, sólo puede destruir con legitimidad estética un modo de expresarse que conoce y domina, y siempre que lo sustituya luego por otro más bello o innovador. Ejemplos cimeros de este tipo de creadores no faltan: Cervantes, Shakespeare, Goya, Proust, Ezra Pound, Picasso. La pretensión de aquellos ensayistas y prosistas respondía a una de las vertiginosas y efímeras modas que se han ido sucediendo y devorando las unas a las otras en número notable, que contrasta de modo muy cruel con la cansina mediocridad de nuestro medio ambiente literario posterior a la guerra civil, mediocridad precisamente más acusada en el ensayo y en la prosa de creación que en la poesía.
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Hablaba de mis primeros pasos de aspirante a poeta, y no quiero dejarme en el teclado una intuición, una idea obsesiva que me perseguía por aquel entonces: si yo conseguía separar algún día mi lenguaje poético del de otros poetas, y también del lenguaje empleado en la poesía tradicional o en el habla, mis poemas podrían sobrevivir como entidades propias, capaces de ser recordados y repetidos literalmente, ya que, en todo poema, forma y contenido se me aparecían como algo inseparable.
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Datos Bio-bibliográficos
José Agustín Goytisolo
(Barcelona, España, 1928-1999)
Bibliografía escogida:
Antología personal, Visor, Madrid, 1997.
Poesía, Cátedra, Madrid, 1999.
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