Renacimiento - Lírica tradicional - Cristobal de Castillejo: Represión contra los poetas españoles que escriben verso en italiano, s. XVI
Pues la sancta Inquisición
Suele ser tan diligente
En castigar con razón
Cualquier secta y opinión
Levantada nuevamente,
Resucítese Lucero,
A corregir en España
Una tan nueva y extraña,
Como aquella de Lutero
En las partes de Alemaña.
Bien se pueden castigar
A cuenta de anabaptistas,
Pues por ley particular
Se tornan a baptizar
Y se llaman petrarquistas.
Han renegado la fee
De las trovas castellanas,
Y tras las italianas
Se pierden, diciendo que
Son más ricas y loçanas,
El juicio de lo cual
Yo lo dexo a quien más sabe;
Pero juzgar nadie mal
De su patria natural
En gentileza no cabe;
Y aquella cristiana musa
Del famoso Joan de Mena,
Sintiendo desto gran pena,
Por infieles los acusa
Y de aleves los condena.
«Recuerde el alma dormida»
Dice don Jorge Manrique;
Y muéstrese muy sentida
De cosa tan atrevida,
Por que más no se platique.
Garci-Sánchez respondió:
«¡Quién me otorgase, señora,
Vida y seso en esta hora
Para entrar en campo yo
Con gente tan pecadora!»
«Si algún Dios de amor había,
Dixo luego Cartagena,
Muestre aquí su valentía
Contra tan gran osadía,
Venida de tierra ajena».
Torres Naharro replica:
«Por hacer, Amor, tus hechos
Consientes tales despechos,
Y que nuestra España rica
Se prive de sus derechos».
Dios dé su gloria a Boscán
Y a Garcilaso poeta,
Que con no pequeño afán
Y por estilo galán
Sostuvieron esta seta,
Y la dexaron acá
Ya sembrada entre la gente;
Por lo cual debidamente
Les vino lo que dirá
Este soneto siguiente:
SONETO
Garcilaso y Boscán, siendo llegados
Al lugar donde están los trovadores
Que en esta nuestra lengua y sus primores
Fueron en este siglo señalados,
Los unos a los otros alterados
Se miran, con mudança de colores,
Temiéndose que fuesen corredores
Espías o enemigos desmandados;
Y juzgando primero por el traje,
Paresciéronles ser, como debía,
Gentiles españoles caballeros;
Y oyéndoles hablar nuevo lenguaje
Mezclado de estranjera poesía,
Con ojos los miraban de estranjeros.
Mas ellos, caso que estaban
Sin favor y tan a solas,
Contra todos se mostraban,
Y claramente burlaban
De las coplas españolas,
Canciones y villancicos,
Romances y cosa tal,
Arte mayor y real,
Y pies quebrados y chicos,
Y todo nuestro caudal.
Y en lugar destas maneras
De vocablos ya sabidos
En nuestras trovas caseras,
Cantan otras forasteras,
Nuevas a nuestros oídos:
Sonetos de grande estima,
Madrigales y canciones
De diferentes renglones,
De octava y tercera rima
Y otras nuevas invenciones.
Desprecian cualquiera cosa
De coplas compuestas antes,
Por baxa de ley, y astrosa
Usan ya de cierta prosa
Medida sin consonantes.
A muchos de los que fueron
Elegantes y discretos
Tienen por simples pobretos,
Por solo que no cayeron
En la cuenta a los sonetos.
Daban, en fin, a entender
Aquellos viejos autores
No haber sabido hacer
Buenos metros ni poner
En estilo los amores;
Y qu’el metro castellano
No tenía autoridad
De decir con majestad
Lo que se dice en toscano
Con mayor felicidad.
Mas esta falta o manquera
No la dan a nuestra lengua,
Qu’es bastante y verdadera,
Sino solo dicen que era
De buenos ingenios mengua;
Y a la causa en lo pasado
Fueron todos carescientes
Destas trovas excellentes
Que han descubierto y hallado
Los modernos y presentes.
Viendo pues que presumían
Tanto de su nueva ciencia,
Dixéronles que querían
De aquello referían
Ver algo por experiencia;
Para prueba de lo cual,
Por muestra de novel uso,
Cada cual de ellos compuso
Una rima en especial,
Cual se escribe aquí de yuso.
SONETO
Si las penas que dais son verdaderas,
Como bien lo sabe el alma mía,
¿Por qué no me acaban? y sería
Sin ellas el morir muy más de veras;
Y si por dicha son tan lisonjeras,
Y quieren retoçar con mi alegría,
Decid, ¿por qué me matan cada día
De muerte de dolor de mil maneras?
Mostradme este secreto ya, señora,
Sepa yo por vos, pues por vos muero,
Si lo que padezco es muerte o vida;
Porque, siendo vos la matadora,
Mayor gloria de Pena ya no quiero
Que poder alegar tal homicida.
OCTAVA
Ya que mis tormentos son forçados,
Bien que son sin fuerça consentidos.
¿Qué mayor alivio en mis cuidados
Que ser por vuestra causa padescidos?
Si como son en vos bien empleados
De vos fuesen, señora, conoscidos,
La mayor angustia de mi pena
Sería de descanso y gloria llena.
Juan de Mena, como oyó
La nueva trova polida,
Contentamiento mostró,
Caso que se sonrió
Como de cosa sabida,
Y dixo: «Según la prueba,
Once sílabas por pie
No hallo causa por qué
Se tenga por cosa nueva,
Pues yo mismo las usé.
Don Jorge dixo: «No veo
Nescesidad ni razón
De vestir nuevo deseo
De coplas que por rodeo
Van diciendo su intención.
Nuestra lengua es muy devota
De la clara brevedad,
Y esta trova, a la verdad,
Por el contrario, denota
Oscura prolixidad».
Garci-Sánchez se mostró
Estar con alguna saña,
Y dixo: «No cumple, no,
Al que en España nasció
Valerse de tierra estraña;
Porque en solas mis liciones,
Miradas bien sus estancias,
Veréis tales consonancias,
Que Petrarca y sus canciones
Queda atrás en elegancias».
Cartagena dixo luego,
Como plático en amores:
«Con la fuerça d’este fuego
No nos ganarán el juego
Estos nuevos trovadores;
Muy melancólicas son
Estas trovas, a mi ver,
Enfadosas de leer,
Tardías de relación
Y enemigas de placer».
Torres dixo: «Si yo viera
Que la lengua castellana
Sonetos de mí sufriera,
Fácilmente los hiciera,
Pues los hice en la romana;
Pero ningún sabor tomo
En coplas tan altaneras,
Escriptas siempre de veras,
Que corren con pies de plomo,
Muy pesadas de caderas».
Al cabo la conclusión
Fué que por buena criança
Y por honrar la invención
De parte de la nación
Sean dignas de alabança.
Y para que a todos fuese
Manifiesto este favor,
Se dió cargo a un trovador
Que aquí debaxo escribiese
Un soneto en su loor.
SONETO
Musas italianas y latinas,
Gentes en estas partes tan extraña,
¿Cómo habéis venido a nuestra España
Tan nuevas y hermosas clavellinas?
O ¿quién os ha traído a ser vecinas
Del Tajo, de sus montes y campaña?
O ¿quién es el que os guía y acompaña
De tierras tan ajenas peregrinas?-
-Don Diego de Mendoça y Garcilaso
Nos truxeron, y Boscán y Luis de Haro
Por orden y favor del dios Apolo.
Los dos llevó la muerte paso a paso,
Solimán el uno y por amparo
Nos queda don Diego, y basta solo.
Datos Bio-bibliográficos
Cristobal de Castillejo
(Ciudad Rodrigo, España, 1490-1556)
Bibliografía escogida:
Obra completa, Fundación José Antonio de Castro, Madrid, 1999.
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